L
Despiertas temprano y vas a la casa de Melca tras colgarte la mochila que preparaste ayer al hombro. Ayer no os quedásteis hablando hasta tarde, Melca decía que necesitábais descansar; pero que te compensaría esta noche.
Tampoco puedes decir que hayas dormido mucho.
Y descubres que ella tampoco cuando ves las sombras en sus ojeras.
Te están esperando fuera. Saludas a su padre con dos besos y la abrazas. Subís al coche y él lo pone en marcha.
-Creía que tenías carnet, Melca -comentas para romper el silencio.
-Y lo tiene, pero como me pilla de camino he decidido llevaros yo -contesta su padre-. Además, así me aseguro de que llegáis bien. ¿Te habrá dicho Mel que no os dejan llevar móviles, verdad?
-Sí, ya me lo ha dicho...
-¿Has avisado a tu madre?
-Claro. Le dije que le mandaría un mensaje cuando volviéramos.
-Bien hecho.
-¿Y cómo le va todo, señor?
-Bien... Con bastante trabajo, pero es lo que toca. ¿Te ha contado Melca que Jesús ya es cura? Estamos muy orgullosos por él.
-Vaya... No tenía ni idea. Enhorabuena.
-Pero bueno... Hija, ¿es que no te alegras de los logros de tu hermano?
-No es eso, papá... -replica ella- Es que se lo he contado a tanta gente que ya no recuerdo a quién sí y a quién no.
Su padre sonríe orgulloso.
Tú sabes que realmente lo que piensa Melca es algo así como "¿y para qué se lo voy a contar? Si es atea y va a pensar que está desperdiciando su vida en meterle a la gente en la cabeza cosas que para ella son irreales".
Aunque lo cierto es que te gustaría saberlo, sólo porque forma parte de la vida de Melca.
-¿Y tus padres, cómo están?
-Bien. Papá vuelve a finales de este curso de Marruecos. Mamá sigue trabajando muy duro. Y eso, deseando verse.
-¿Y a ti?
-Bien. Estudiando.
-¡Pero qué trabajadores somos todos! Deberíamos disfrutar un poquito más de todas las pequeñas cosas que nos da la vida...
Sonríes.
-Bueno, hoy haré algo diferente: nunca había ido a un campamento de scouts.
-Cierto es. Y haces bien: ya verás la libertad que se siente viviendo durante un día en plena naturaleza, sintiendo la unión de toda una comunidad en tranquilidad y con un mismo propósito... Es liberador.
Sonríes.
-Seguro que sí.
-Además... Tienes a la mejor compañía del mundo... -bromea Melca señalándose.
Te ríes. Melca sabe que lo que más ilusión te hace es pasar un día entero con ella.
-¡Melca! Sé humilde -le reprocha su padre.
Ella pone los ojos en blanco. Su padre la ve por el espejo retrovisor.
-Melqui... Esa cara.
-Perdón...
Sonríes.
-No te preocupes, señor. Su hija tiene razón: es la mejor compañía que podría pedir.
Miras por la ventana.
-La mejor compañía que se puede pedir está siempre contigo, Valeria.
-¿Quién? ¿Uno mismo?
-No. Dios. Él nos acompaña y nos protege cada día.
-Claro.
Melca pone la música en la radio y se pone a cantar bajito. Tú sonríes mirándola, sin cantar para poder escucharla. Estás segura de que ella no cree que la puedas oír.
Cuando bajáis del auto, su padre te da dos besos, la abraza y os desea que paséis un buen día y que tengáis cuidado. Se va y tú miras a Melca con una sonrisa.
-Lo siento por la charla religiosa.
Sonríes.
-No te preocupes, cielo. No me importa. Son vuestras creencias, las respeto.
Ella te mira con los ojos entrecerrados durante unos instantes y termina sacudiendo la cabeza.
-A veces me confundes.
Empieza a andar y tú la sigues mirando a tu al rededor. Estáis en una montaña, en un claro entre árboles. Hay mucha gente ya, preparando las tiendas de campaña.
Ella se acerca a un hombre y una mujer de unos treinta años que hablan en medio del claro con sus enormes mochilas colgadas a la espalda.
-Buenos días.
-Buenas. Habéis llegado justo a tiempo, Melca. ¿Así que esta es tu amiguita?
-Sí.
-Hola, soy Valeria.
-Yo Íñigo, encantado. -Te estrecha la mano- Y esta es mi esposa Julieta. Somos los coordinadores de los scouts.
Le das dos besos a Julieta y ellos llaman al resto.
-Chicos, ya sabéis cómo va esto: os apuntaréis en la lista de tres en tres, tal y como vayáis a dormir, y seguiréis montando las tiendas. Sólo personas del mismo sexo.
Ellos asienten y miran a su al rededor para organizarse. Tú sabes que sólo lo ha explicado para ti, porque si todos llevan allí tanto tiempo como Melca, han ido ya a miles de campamentos.
-Vale, pero yo aviso: no pienso quedarme con esa.
Giras la cabeza a quien ha hablado y ves a una chica señalándote, con la nariz torcida, como las de su al rededor. No te suenan de nada.
-Ni yo tampoco -dice otra.
Alguien más allá susurra algo al oído de una compañera, que también niega con la cabeza.
Íñigo y Julieta lo miran todos afligidos y sorprendidos, sin entender lo que está pasando.
Tú tampoco entiendes por qué ponerse así cuando pueden decidir ellas mismas, como si necesitaran salvarse antes de que seas su útlima opción.
Pero no te importa. Dormirás con Melca y alguien que le caiga bien a ella. Y eso es perfecto para ti.
Las miras con las manos en los bolsillos, con gesto indiferente.
La rubia bufa.
-Que no os va a violar, joder. -Se dirige a Íñigo- Si quieres puedo dormir yo sola con ella. Siempre suele sobrar algún puesto.
Él parece comprender y asiente lentamente. Le señala con la cabeza el papel y Melca os apunta.
Tu amiga se aleja del grupo y tú la sigues sin más.
-¿De qué me conocían esas chicas?
-Están en nuestro campus universitario. Te verían con Alicia.
Ves que está enfadada.
-Oh. Pues oye, mucho les debería impactar lo guapa que soy para que todavía se acuerden de mi cara.
Ella termina sonriendo y te mira a los ojos.
-Eres de lo que no hay.
Te ríes.
-Lo sé. Por eso me quieres: conoces ya a demasiada gente "de lo que sí hay".
Melca suelta una carcajada y deja su mochila en el suelo, en un lugar vacío entre las tiendas. Saca especies de palos y una lona.
-¿Sabes montar eso?
-Por supuesto.
Melca empieza a montar la tienda.
-¿Puedo ayudar en algo?
La rubia te mira suspicaz, de broma, como si se preguntara si te lo cargarías. Sonríe y te explica lo que tienes que hacer.
Cuando acabáis, Íñigo se acerca a vosotras y echa un vistazo a la tienda.
-Bien, creo que todavía no me habéis dado los móviles.
Melca lo saca de su bolsillo y se lo da. Tú lo apagas y se lo entregas.
-¿Puedo preguntar el porqué de esta norma?
-Los campamentos se hacen para estar en comunicación con la naturaleza y entablar relación con gente que está a tu lado, si estáis conectados a una máquina no disfrutaréis de todo lo que esto os puede aportar.
-Entiendo.
Tras montar el campamento, Julieta e Íñigo os guían de excursión por el monte. Tú caminas al lado de Melca, que parece disfrutar de lo lindo entre tanta naturaleza. Va vestida con un chándal gris, una camiseta corta y una gorra de béisbol. Nunca la habrías imaginado así, con lo pijita que es. Sólo la habías visto en ropa deportiva durante el instituto por las clases de educación física y las excursiones. Tampoco imaginas a Paloma allí, pero sabes que es una chica scout desde hace años.
Algunos chicos y chicas se unen a vosotras y vais hablando mientras camináis por el campo y vais hablando y admirando la naturaleza. A veces, Julieta os manda a callar y escuchar, y os susurra el nombre del pájaro que está cantando a lo lejos. Veis un águila cruzar por vuestras cabezas y la sigues con la vista, admirada.
Llegáis a un lago de aguas transparentes y los dos mayores se giran hacia vosotros. Todos se callan para oír lo que tienen que decir.
-Bien, chicos, ahora rellenaréis vuestras cantimploras con agua del río, y podréis refrescaros la cara -explica Julieta.
Íñigo se ha ido separando de su esposa poco a poco, caminando hacia atrás. Después de dejar su mochila en el suelo, ha metido las piernas en el lago y os guiña un ojo sacando la lengua, a espaldas de Julieta.
Baja ambas manos al agua y la empuja para salpicar a Julieta. Ella pega un salto por la sorpresa, pero su cara rápidamente se convierte en una sonrisa juguetona. Se da la vuelta y corre hacia su marido.
-¡Ya verás...!
Lo empuja intentando meterlo en el agua. Los chicos se ríen y empiezan a correr hacia el lago, se echan patadas de agua unos a otros y se refrescan. Melca te mira divertida antes de correr hacia allí. La sigues y le tiras agua encima. La rubia se ríe y te empuja. Pierdes el equilibrio y os caéis ambas, ella encima de ti. Melca te mira a los ojos debajo del agua antes de levantarse y ayudarte a salir.
Pasáis un rato jugando, salpicas a gente que no conoces, y ellos te intentan hundir a ti. Es divertido, y consigue que ocupes tu mente sólo en seguir jugando.
Cuando Julieta e Íñigo deciden que ya ha sido suficiente, salís y subís un poco por la orilla del río, para llenar las cantimploras en agua limpia y no en la que os acabáis de bañar. Os tumbáis al sol para secaros y escucháis anécdotas mientras miráis al cielo azul. Melca está tumbada a tu lado, con su hombro pegado al tuyo y los ojos cerrados.
Los cierras también y disfrutas de escuchar las anécdotas con la corriente de fondo.
Vuelves a abrirlos al sentir unas gotitas en tu cara y un pequeño grito. Giras la cabeza y ves a un chico que ha vaciado su cantimplora en la cara de Melca y se ríe.
-¡Serás...! -se queja la chica.
Se levanta y corre hacia él. Tú sonríes y corres hacia él por el lado contrario, hasta que entre las dos lo acorraláis y lo tiráis al río, aprovechando que no hay mucha corriente. Él se ríe y lo ayudáis a levantarse divertidas. Cuando volvéis al campamento, están todos secos menos vosotros tres.
Almorzáis en el campamento y os mandan a buscar leña para hacer una hoguera por la noche. Recopiláis unos cuantos palos hasta que ellos les dan el visto bueno y os llevan a un sitio donde hay montadas tirolinas, lianas, puentes en el aire, y todo un circuito aéreo por el que cruzar. Sientes la adrenalina por tus venas en cada tirolina, la concentración por cada puente, el equilibrio en la pared de rocas. Sabes que hubieras muerto de miedo de no tener un arnés sujetandote en todo momento, pero con él, se hace muy divertido.
Finalmente, llega la hora de reunirse al rededor de la hoguera. Cenáis algo de carne que han preparado Julieta e Íñigo y que calientan en la lumbre con vosotros. Luego os reparten nubes que pincháis en palos para calentarlas en el fuego. Más tarde, escucháis con atención al chico del agua contar una historia de miedo, hasta que sólo quedáis Melca, tú y sus dos compañeros riendo bajo las estrellas.
Entras en la tienda sonriendo, estás muy cansada, pero ha sido un día muy divertido.
-¿Es amigo tuyo ese chico? -preguntas sentándote en el suelo.
-¡Claro! Es el primo de Paloma.
La miras sorprendida.
-¿En serio?
-Sí, se llama Guille.
-¿Y no está en la facultad?
Ella niega con la cabeza.
-Está estudiando un módulo de medicina. Quiere ser misionero, y para ello quiere tener conocimiento médico con el que poder ayudar.
-Entiendo... ¿Hay alguien que sea ateo por aquí?
Melca se ríe.
-¿Tú? No, es broma. Hay muchos que somos de los grupos cristianos y que nos fuimos metiendo en los scouts unos a otros; pero también hay quien entró a los scouts directamente. No sé, aquí no hablamos de eso. Aunque es fácil saberlo echando un vistazo a la Iglesia para saber quién va.
-A no ser que vayan a otra.
-Claro.
Ella se ha arrodillado en su mochila y está sacando una manta.
-Sólo tengo un saco de dormir. Lo siento, pero Paloma guarda el otro y no me dio tiempo a ir a por él. Pero he traído mantas, y en esta época del año no hace mucho frío... Espero que no te importe. Si tienes frío coge el saco y ya.
-No te preocupes, estaré bien.
Melca asiente y extiende las mantas en el suelo, poniendo una a modo de almohada, una por debajo de vosotras y dos para cubrirse. Empiezas a entender por qué la mochila es más grande que ella a pesar de ser sólo para un día. Deja el saco de dormir arriba de las mantas.
-Si a alguna le entra frío que se lo quede.
Se mete entre las mantas y te hace un gesto con la cabeza. Tú te metes a su lado, tras la sorpresa: pensabas que ella dormiría en el saco al otro lado.
-¿Tienes frío?
-No.
Realmente tienes calor. Del puro nervio de dormir a su lado sin esperártelo. Puede que no sea la primera vez, pero aún así te has puesto nerviosa.
-Bien.
Melca se acerca más a ti y pone los filos de las mantas de su lado por debajo de la que usáis como colchón, para que no entre el frío. Al hacerlo, queda más pegada a ti y te toca con la mano al volverse.
-Uy, estás muy calentita.
Sonríes tímidamente.
-¿Te está gustando el día?
-Muchísimo. Gracias por invitarme.
Ella te sonríe.
-Gracias a ti por acompañarme. Sabía que te gustaría.
-Espero estar siendo una buena compañía.
-Mucho.
-Aunque la mejor la tengo yo, por mucho que lo niegue tu padre.
Melca sonríe.
-Me alegro de que pienses eso.
Te abraza y apoya la cabeza sobre tu pecho.
-Vale, ya no tengo frío.
Sonríes y le das un beso en la cabeza. La abrazas por la cintura.
-¿Soy tu compañera o tu calefactor?
-Ambas cosas.
Te ríes.
-Y no te olvides de que también eres mi osito de peluche.
Sonríes y pasas la mano por su pelo. Sientes tu corazón latir, no demasiado rápido, pero sí más que de costumbre. Puedes sentir el suyo también.
-¿Puedo preguntarte una cosa?
-Dime.
-¿Por qué tuviste celos de Marco? Quiero decir... ¿Él es gay, no?
No puedes evitar reírte.
-No, para nada.
Melca te mira sorprendida.
-¿En serio que no?
Asientes.
-Lo has prejuzgado porque es muy afeminado y le llaman maricón... Pero no, no es gay.
-Perdón... -responde ella avergonzada- Y... ¿Bi?
-No. Él es muuuuyyyy hetero.
-Vaya. ¿O sea que sólo le dicen eso por su forma de hablar?
-Y de vestirse, y de moverse... Pero sí, tú ya me entindes.
-Ya... -Ella parece caer en algo- ¿Y no creerás que...?
-¿Le gustas?
-Sí. En fin, no quiero decir que sólo por ser hetero tenga que gustarle; pero... Está siendo súper simpático y acogedor conmigo, y claro, yo creía que era gay; pero si no... Y teniendo en cuenta que te pusiste celosa... Cabe la posibilidad.
-¿Te digo la verdad?
Asiente.
-Yo creo que sí.
Bufa. Te ríes.
-Pero que conste que no estaba celosa.
-Lo estabas.
-No.
Melca te mira con seriedad a los ojos.
-Bueno... Un poquito.
Os reís.
-Entonces... ¿A ti Marco no te gusta, no?
-¿Crees que si me gustara hubiera aceptado tan fácilmente que era gay?
-Pues no.
-No te preocupes, Valeri, que no me vas a tener que ver coqueteando con ninguno de tus amigos.
Te sonrojas.
-Bueno... Creo que sería mejor que nos durmamos... -le dices.
-¿No tenía que devolverte la charla de ayer?
-Sí... Pero no estoy acostumbrada a estos trotes, y me pesan los párpados.
Melca se ríe.
-Pobrecita mi bebé.
-Venga... ¿No me dirás que tú no estás cansada?
-Bueno... -dice ella como "no".
Sonríe y se incorpora un poco para darte un beso en la mejilla.
-Duérmete, anda.
La abrazas para evitar que ella se tumbe a tu lado y vuelve a acomodarse con la cabeza sobre tu pecho.
-Buenas noches, preciosa. Que descanses.
Ella tarda un momento en responder.
-Buenas noches, Valeri. Duerme bien.
Unas horas después abres los ojos, despertándote por un ruido. Miras a Melca, que tiene los ojos abiertos y mira la pared de la tienda, aún encima de ti.
-Tranquila, es un búho -dice al notar que tu respiración ha cambiado.
-Lo siento si te he despertado.
-No, estaba despierta.
-¿No puedes dormir?
Ella niega con la cabeza.
-Creo que mi insomnio es más fuerte que el tuyo... Si es verdad que lo tienes.
-Lo tengo... Pero estoy reventada. -Obvias el hecho de que dormir a su lado lo soluciona en gran parte- ¿Quieres hablar?
Ella cambia la cabeza de lado aprovechando que estás despierta para que no le duela más el cuello por la postura y te mira.
-Dime... ¿Hay algo más a parte de lo de tu abuela, verdad?
Melca sólo te mira a los ojos.
-Respóndeme...
-Valeria, duérmete. Estás cansada, y mañana habrá más movimiento.
-Me da igual si puedo ayudarte con lo que te esté perturbando la mente y el sueño...
-Valeri, duérmete.
-No. Si no me lo cuentas, al menos me quedaré para acompañarte.
-Como quieras.
Melca vuelve a acomodarse mirando a la pared, en silencio. Tú no sabes qué decir. Luchas contra tus párpados, pero te acabas durmiendo.
Ella sabía que si no te hablaba te dormirías.
-¡Chiicooos, arriba! -escuchas el grito de Íñigo, que golpea algo ahí fuera, y abres los ojos.
Miras a Melca sobre ti. Te da pena despertarla sabiendo que llevará poco tiempo dormida, pero sabes que si no lo haces tú lo harán sus compañeros.
La besas en la cabeza.
-Melca... Melca, arriba, preciosa... -La mueves un poco- Hey... Buenos días, princesa.
Ella te mira y sonríe.
-Buenos días, cielo.
Se incorpora y te besa en la frente.
-Gracias por dejarme apachurrarte toda la noche.
Te ríes.
-Gracias por apachurrarme toda la noche.
Te levantas.
-¿Cómo has dormido?
-Pff...
-¿Hace mucho que te dormiste?
-No sé... Creo que no. ¿Y tú, cómo has dormido?
-Me duele un poco la espalda... Bueno, y todo.
Ella se ríe.
-Dormir en el suelo no es lo mismo que dormir en un colchón. Y eso dejando a parte que te he apachurrado y que tendrás agujetas de ayer.
-Bfff... Buena observación.
Melca sonríe.
-¿Aún te alegras de haber venido a acmopañarme?
-Mucho.
La abrazas y le das un beso en la mejilla.
-Nunca pensé que ser scout sería tan divertido... Y estar un día entero contigo es lo mejor que me podría pasar.
Sales de la tienda ante los insistentes gritos de Íñigo, antes de que a ella le de tiempo a contestar. Melca te sigue y os sentáis con los demás para desayunar.
Dejáis todo el campamento recogido y seguís a los organizadores, que dicen tener una sorpresa. Os llevan al río, donde hay canoas y chalecos salvavidas. Os ordenan poneros los chalecos y montáis de dos en dos en las canoas. Melca y tú os picáis con Guille y su amigo en una carrera, a ver quién llega antes al final del río. Es la primera vez que manejáis una canoa, pero os resulta sencillo, y sorteáis las demás canoas intentando no quedaros encalladas. Cada vez que encontráis un sitio con poca corriente, Julieta e Íñigo os mandan bajar a descansar. Algunos se quedan fuera sentados. Tú, Melca y Guille jugáis nadando contra la pequeña corriente, salpicándoos y haciendoos ahogadillas.
Cuando el padre de Melca regresa a recogeros, estás más cansada de lo que recuerdas haber estado nunca; pero desearías quedarte allí una semana entera. Hacéis el trayecto de vuelta contándole a su padre todo lo que habéis hecho, y te dejan en la puerta de tu casa. Bajas del auto y te acercas a la ventanilla del hombre para darle las gracias y despedirte de él con dos besos. Bordeas el coche hasta llegar a la ventanilla de Melca, quien la abre. Le das un beso en la mejilla y las gracias por invitarte. Ella vuelve a darte las gracias a ti por acompañarle.
Los miras marchar desde la puerta de tu casa.
Vas a echar de menos estar con Melca lo que queda de día. Han sido tus mejores momentos en mucho tiempo.
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