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Ha llegado el viernes. Lo que significa que ya han pasado dos semanas desde que Melca te confirmó que no saldría con una mujer nunca. Y que falta una para que Kike se vaya.
Oh, claro, y también significa que Leia quiere raptarte.
Te pones un vestido rojo, ballerinas y te maquillas levemente. Recoges tu pelo cogiendo dos mechones de los lados y anudándolos detrás, de manera que el resto del pelo no caiga sobre tu cara. Sales de tu casa y vas a la nave, donde has quedado con ella.
Realmente, Leia quería secuestrarte directamente después de la facultad; pero le prometiste que irías a su casa después de arreglarte y que si no lo hacías le regalarías tu camiseta de Nirvana que tanto le gusta.
La verdad es que a ti no te gusta Nirvana, pero no te desharías de la camiseta: te la regaló tu padre, y le tienes mucho aprecio por eso.
Claro que tu padre creía que era una marca de ropa. Muy culto de él.
Cuando llegas a la nave, la puerta está abierta, no te extraña. Te preguntas si de vivir de verdad en la galaxia se olvidarían tanto de que si no la cierran podrían morir.
Pasas y cierras detrás de ti. La casa parece vacía. Seguramente, Luke esté con su pareja o sus amigos y sus padres hayan ido a tomar algo a un bar o dar un paseo los dos solos. No sería la primera vez que los encuentras caminando de la mano por la calle como dos jóvenes enamorados.
Ellos son así, parece que no envejecen.
Esta vez, en la casa retumba AC/DC. Muchas veces piensas en qué pasará cuando Luke, Jaime o Mónica quieran escuchar música que les guste a ellos o simplemente oír sus propios pensamientos. Si habrá pelea o Leia simplemente bajará el volumen.
Entras en su habitación y la ves tirada bocabajo en la cama, en ropa interior, leyendo mientras mueve la cabeza y las piernas al son de la música.
La miras y te ríes por el simple hecho de que es una descripción gráfica de Leia demasiado buena.
-¿Tú sabes que existe la ropa? -gritas para que te escuche.
Leia te mira y baja la música.
-¿Decías?
-Que si sabes que existe la ropa.
-Tengo ropa -replica dándose la vuelta y señalándose-. Puedo prometerte que mi madre no me trajo al mundo con braguitas y sujetador. No recuerdo ese momento con exactitud, pero pondría mi mano en el fuego por jurarlo.
Ríes y te sientas en el borde de la cama.
-¿Qué hora es? Se me ha pasado el tiempo estudiando.
-Tranquila, aún es temprano. -Miras tu reloj- Las seis.
-Hay tiempo -responde volviendo a su libro.
-¿Piensas ignorarme para seguir estudiando?
-Ay, calla. Que me quedan unos párrafos para acabar la lección, y está muy interesante.
Sonríes. Te encanta que le guste tanto lo que estudia.
Te acercas a su ordenador y enciendes la pantalla. Tiene el Youtube con un disco de AC/DC. Escribes en el buscador "Simple Plan" y le das a buscar. Pones la primera canción que sale y das a reproducción automática.
-Acabas de profanar mi ordenador.
Sonríes.
-Si sabes que te gusta.
-Por eso te vas a salvar. Pero nada mejor que AC/DC.
-¿Ni Extremoduro?
-Salvo Extremoduro.
-¿Y si te pongo reggaeton?
-Entonces puede que te pegue. Pero no te extrañe que esta noche escuchemos algo.
-¿Y si te pongo algo de reggaeton que no sea irrespetuoso o que diga algo con sentido?
-Entonces te doy permiso. Pero no creo que lo encuentres.
Te ríes.
-Por suerte para ti, no escucho reggaeton por eso mismo.
-Bueno, ¿me dejas estudiar, cacho de puta? De verdad, pretendes que sea tu psicóloga pero no me dejas aumentar mis conocimientos en el arte.
Te aguantas la risa y te tumbas a los pies de su cama, leyendo los mensajes de sus paredes mientras disfrutas de la música. Cuando Leia termina de leer, cierra el libro, se sienta y lo deja en la mesa. Tiene cara de pensativa, así que sabes que debes dejar que termine de encontrar explicación a lo que sea a lo que está dando vueltas.
Al poco, se acerca a ti y se sienta a tu lado.
-Bueno, ¿qué te cuentas?
Sonríes. Qué manera más original de empezar una conversación.
-Pues nada. Aquí estoy. Viendo la vida pasar mientras estudio a ratos y hablo contigo en otros momentos.
-Y te quejarás. ¡Puedes hablar conmigo! ¡Me conoces! ¿Qué mas quieres?
Te ríes. Leia mira la pared en frente de sí.
-¿Sabes qué he pensado?
-¿Qué?
-Que estoy harta de tanto blanco.
-Pero si la mayoría está cubierta por letras negras...
-Ay, calla. La cosa es que pienso pintarlo de negro y volver a escribirlo con frases en blanco.
La miras abriendo mucho los ojos.
-Tardarás años en volver a pintarlo todo. Además, ahora usas rotuladores negros, ¿qué usarás entonces?
-Típex.
-Me parece una tontería.
-No sé, ya no me gustan la mayoría de las frases.
-Pues tápalas y escribes otra, como siempre.
Ella asiente. Se levanta y abre un cajón, de donde abre una pequeña lata de pintura blanca y coge una brocha y cinta adhesiva. Porque sí: para Leia es normal tener eso en su cuarto. Rodea uno de los párrafos encima de la cabecera de su cama con la cinta, de modo que sólo quede la letra en medio, y lo repinta con la brocha, con sumo cuidado. Después la limpia en el cuarto de baño, la seca y vuelve a guardarla. Tú sólo la miras.
-Tengo más que sobran. Pero quiero que escribas tú algo ahí cuando se seque.
Sonríes y asientes.
-¿Quieres que juguemos un rato a las cartas?
Vuelves a asentir y, tras varias partidas, dices que te aburres, así que ella vuelve a guardarlas en su cajón y coge un bolígrafo negro. Roza con el tapón la parte tapada.
-Aún está húmedo.
Lo seca con un pañuelo y vuelve a sentarse contigo, pensativa. Se acerca más a ti y abre el rotulador, acercándolo a tu hombro, que está desnudo al ser el vestido de tirantes.
-¿Me dejas?
-Prométeme que no me pintaras una polla.
-Prometido. Ya pasé esa época de pavo en mi vida.
-Ni una tía en pelotas.
Leia ríe.
-Prometido.
Tu amiga dibuja sobre tu hombro una calavera con fuego en los ojos y una rosa por detrás de ella, con un libro al lado de la rosa, de modo que ambos están semi tapados por la calabera. Normalmente no dibuja especialmente bien, pero ese dibujo ya lo tiene muy ensayado.
Tanto, que se lo tatuaría si no le dieran miedo las agujas, y como no lo hace, se dedica a pintárselo en el brazo con rotulador cuando se aburre.
Tú te miras al espejo cuando termina.
-Mola.
-Gracias. -Ella sonríe y te ofrece el rotulador- Ya debe estar seco.
Asientes y te levantas sobre la cama, acercándote a la pared. La miras unos segundos, pensando bien qué poner. Sabes que Leia no la borraría por no molestarte, pero también que no le gustaría tener algo ahí que no le agrade.
Acercas el rotulador y te tiembla un poco la mano, por lo que la apoyas sobre la cinta adhesiva.
"Cuando te vi la primera vez pensé que eras una niña normal. Cuando te conocí me di cuenta de que no era así. No sabes cuánto me alegro de eso.
Quiero pasar escuchando tus insultos, tus canciones estridentes, tus consejos psicológicos y tus argumentos filosóficos hasta el resto de mis días. Y si muero mañana, lo haré alegre de haber permanecido al lado de la pequeña que siempre se sentaba en el fondo de la clase con una pelota y rompía las muñecas.
Por mucho que lo niegues, sé que si caigo, siempre me recogerás en tu nave".
Ella se acerca a ti y lo lee. Tú la miras mientras lo hace, ambas de pie sobre su cama. Ella sonríe levemente, casi imperceptiblemente; pero tú sabes dónde buscar su verdadera reacción: en el cariño que desprenden sus ojos.
Leia te mira y sonríe sólo para que tú sobreentiendas que le ha gustado, aunque no te hacía falta.
-Eres tan adorable que algún día potaré -dice con repateo.
Te ríes y la abrazas.
-Yo también te quiero.
-¡Que no me toques!
Sonríes y te separas de ella. Leia te mira con cariño. Empieza a despegar la cinta y ves que tiene algo escrito en el brazo.
-¿Qué es eso?
Leia te acerca el brazo y tú coges su mano para poder verlo. Está escrito con rotulador en el reverso de su antebrazo.
"Si no fuera porque sólo soy una humana,
si no fuera porque las fuerzas me limitan,
entonces de verdad decidiría cómo sería mi vida.
Empezaría por cambiar el mal en el mundo, aunque perdiera mi trabajo; ya que, una vez que todos estemos locos y ninguno deprimido, mi trabajo perdería su sentido."
Sonríes y señalas la palabra "locos".
-Dicen que estamos locos porque hacemos cosas diferentes a como manda la norma -explica ella-. En el mundo que yo propongo, todo el mundo sería quien quiere ser. Y si todos fuéramos locos, ninguno lo seríamos.
-Eres un amor filosófico.
Ella te saca la lengua y tú sonríes.
-Deberías ponerlo en la pared. Me encanta.
-Hazle una foto que no se me olvide.
Tú asientes, sacas tu móvil, se la haces y se la mandas por WhatsApp. Supones que se escribiría la frase ahí por no tener dónde hacerlo en alguno de sus momentos de inspiración.
-¿Y no vas a regalarme una frase tú también?
Pones la misma cara que usabas de pequeña para disuadirla para que te hiciera un favor cuando érais pequeñas y ella se ríe.
Leia coge tu mano para acercar tu brazo y te escribe "You are silly, but I love you anyway".
Lo lees y sonríes. Que Leia te diga que te quiere, aunque sea por escrito e insultándote, ya es mucho. Y aún más: significa que en ese momento lo siente, pues si no no lo escribiría.
Parece que sí que le ha gustado lo que has escrito.
Ella baja de la cama de un salto y abre su armario.
-¿En serio aún te acuerdas de cuando estábamos en preescolar?
Sonríes.
-Claro. ¿Cómo olvidar a la chica que iba siempre con camisetas de Star Wars, que tiraba las muñecas como se las acercaras y que siempre jugaba a peleas con los niños?
Leia sacude la cabeza.
-Me hicieron bullying durante años por eso.
-Ya... Porque los niños no entienden que no tienes que ser como manda la norma para caerles bien, -La abrazas por la cintura- alguien debería enseñárselo.
-Me llamaban bollera y no querían que entrara con ellas al baño sólo por mi manera de vestirme -replica Leia, recordando lo crueles que pueden ser los niños-. Sólo porque mis padres me daban la libertad de vestirme y peinarme como me diera la gana. -Se queda pensando unos segundos-Claro que yo luego les robe a sus novios... Por putas.
Te ríes. Tiene razón. Llegásteis al instituto y Leia siempre se las apañaba para salir con el chico guapo, inteligente y bueno. O con el chico malo, que no estudiaba pero aún así llamaba la atención de todas.
Y vuestras compañeras de clase seguían diciendo que sólo era una tapadera. Incluso algunos de los chicos los decían, y sus ex ayudaban a difundir el rumor. Tonterías.
Luego se cambió de vestimenta (añadiendo metal y restando color), hizo aún más ejercicio, su rostro se hizo impasible y comenzó a responder cada vez que alguien la molestaba. Pronto se acabaron los rumores sobre ella. Nadie se atrevía a mirarla, si quiera.
Leia no tenía ningún amigo en secundaria a parte de ti, su hermano y los amigos que vosotros le presentábais. Pero ella prefería no tenerlo. Estaba harta de que le dijeran que por qué no empezaba a ser una señorita por una vez o que si estaba segura de que no le gustaban las chicas. O incluso que si tenía tendencias suicidas por su ropa oscura y su música estridente. O que si llenaba su vacío interno porque le fuera mal en su familia al liarse con tantos tíos.
Ella simplemente ponía los ojos en blanco, les dejaba de hablar y te decía que le parecía una estupidez que no entendieran que hacía todas esas cosas porque le gustaban, que era así, sin más vuelta de hoja. Y que era feliz así. Eso sí es algo que nunca dudaste y que aún te sorprende: a Leia nunca se lo pusieron fácil, pero nunca lloró, ni se le borró la sonrisa. A lo mucho, una vez al año te decía que no entendía por qué no había podido nacer normal.
Tú le respondías que para qué quería ser normal pudiendo ser perfecta.
Desde que cumplió los quince años, ya no se preocupa por ello. De hecho, no intenta amarrar a nadie a su lado. Simplemente, habla con la gente, si le caen bien; y si ellos quieren ser sus amigos, eso es cosa suya. De todas formas, sabes que sólo a ti te considera su amiga. Los demás son colegas.
Leia saca una camiseta de tirantes gris de su armario y se la pone. Se coloca su chupa de cuero encima y un pantalón negro del que cuelgan algunas cadenas, roto por algunas partes. Se pone unas zapatillas deportivas negras y un colgante de un relámpago rojo que le regaló Nico, para darse un toque de color.
Se mira en el espejo para ver si su tupé está bien. Lo tiene cortado de manera que va decreciendo desde el flequillo a la nuca, y a partir de ahí baja al cuello con la misma longitud, mientras que los lados están rapados. Ella tiene la enorme suerte de que su pelo es super maleable, como plastilina, así que ni si quiera necesita laca para que se le quede como quiere.
-Listo, ¿salimos?
-Has tardado cinco minutos en arreglarte. Yo he tardado sobre una hora.
Leia se ríe.
-Porque yo soy más lista.
Sonríes y bajas con ella por las escaleras, tras coger tu bolso. Ella guarda su móvil y su monedero en los bolsillos de la chaqueta.
A veces, lleva los ojos levemente sombreados de negro y las pestañas arregladas, pero eso es sólo cuando está con Nico y a él le da por pintarle. Al fin y al cabo, Nico tiene maquillaje, ella, no. Ella pasa de todo eso.
A todos os sorprendía, en realidad, que Leia fuera tan original desde el principio: incluso cuando aún íbais a primaria no se guiaba ni por los gustos frikis de sus padres ni por los simples de su hermano, por los de nadie, en realidad. Prefería el pelo corto porque decía que era más cómodo, a pesar de ser la única niña con él. Y se ponía la ropa que le parecía guay, aunque nadie más la usara. Leia... Siempre fue Leia. Claro que siempre tuvo la libertad para ello gracias a que sus padres le llevaran a las tiendas diciéndole el dinero del que disponía y el número de camisetas, pantalones o lo que fuera que tenía que comprar con él, dejándole la responsabilidad a ella de elegir lo que más le gustara sin pasarse ni un céntimo de su presupuesto, o de señalarle al peluquero el peinado que más le gustara en su catálogo. La familia de Leia siempre fue muy liberal. Como ella. Quizá por eso mismo te sentiste más preparada para que sus padres supieran que te gustaban las chicas a que se enteraran los tuyos. Sabías que Jaime y Mónica no juzgaban nada mientras no hiciera daño a nadie y os hiciera felices a vosotras.
Entonces recuerdas que cuando érais pequeñas una vez su madre le dijo que, si quería que las niñas la aceptaran y dejaran de decirle que se fuera a jugar con los niños, que eran como ella (hay que decir que Leia amaba jugar con los chicos, pero a veces quería ir con las chicas para estar contigo), quizá debía intentar parecerse más a ellas. Entonces, la pequeña le dijo "pero mamá... Entonces ganarían". Su madre pareció darse cuenta en ese momento de lo que le estaba pidiendo a su hija. Los demás querían que cambiara y se amoldara a sus roles, mientras que ella simplemente no quería perderse. Claro que le dolía saber que su hija estuviera tan sola, pero ella misma había sido la friki que siempre se quedaba en un rincón de la clase haciendo robots con sus amigos en vez de saliendo al recreo. Hoy día, trabaja como jefa de equipo contruyendo e ideando nuevos robots y tiene una familia unida y que la quiere, por lo que ya no está sola y su hobby no sólo le da alegría sino que también el dinero que necesita. De hecho, su rareza fue lo que le hizo conseguir a su trabajo y a su novio. "Cierto... Pues entonces, no les escuches, cariño: eres la princesa del espacio. Tienes la fuerza para ganar todas las batallas que te propongas". Besó su frente y la pequeña se rió, para luego quejarse porque la besara. "¿Y tú qué piensas?" te preguntó Leia a ti. "Yo... Sólo... Sé tú misma. Algún día te adoraran e irán todos contigo, porque eres magnífica. Y si no... Entonces vivimos en un mundo de idiotas con muy mal gusto".
Por si no ha quedado claro, la foto de inicio es Leia de pequeña. Os dejo otra de Leia y una de Valeria cuando eran pequeñas.
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