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Marco y Sam estan sentados en el parque en el que conociste a su primo Pablo. A Sam le encanta ir allí. Es su lugar favorito en toda la ciudad.

Acaban de terminar de comer un picnic y se miran a los ojos, enñoñados perdíos.

Qué asco dan.

–Una pregunta, Marco. Siempre he tenido curiosidad... ¿Cómo os hicísteis Leia y tú amigos? Quiero decir, sois tan... Distintos.

–No más que tú y ella –sonríe él.

–Lo sé, pero yo soy amiga de Valeria.

–Bueno... En primero hicimos varios trabajos grupales. En el primero, Silvia conoció a Leia y no se volvieron a separar. Miraban al resto de la clase con ese halo suyo de superioridad e indiferencia. En ese momento a Carlos y a mí no nos caían muy bien. Yo conocía a Carlos porque se sentó a mi lado el primer día de clase. No me gustaba juntarme con otra gente porque estaba harto de que me preguntaran si me gustaban los hombres, y a Carlos directamente le hacían el vacío. Así que nos quedamos juntos. En el segundo trabajo que tuvimos, yo coincidí con Leia y nos llevamos bien al intercambiar ideas para el proyecto. Tengo que admitir que, en ese momento, a mí me gustaba Leia, la veía única y... Siempre me ha gustado lo diferente. Así que dejé el sitio en primera fila junto a Carlos para sentarme en la última con ella y con Silvia. Me caían bien, y no me hacían esas preguntas incómodas. Lo pasaba bien con ellas. Después, Leia coincidió en otro grupo con Carlos y empezaron a discutir. Lo extraño es que a Leia le hizo gracia que el chico tuviera cojones para contradecirla y cerebro como para encontrar argumentos, así que lo invitó a juntarse con nosotros. Después tuvimos que hacer un trabajo en el que sí nos dejaban elegir los compañeros. Teníamos que ser cinco, pero nos unimos los cuatro contra viento y marea para que no nos separaran. Nico se acercó a nosotros cabizbajo, pidiendo que lo acogiéramos. Y, como Leia y él se llevaron genial desde que el chico consiguió soltar su primera frase con sentido, se hizo rápidamente con un puesto en el grupo.

–Así que os une vuestra inteligencia...

–Eso creo. O nuestra manera de pensar, en sí. A Leia le gustan las mentes, pero eso ya lo sabes. Y cuando encuentra una mente diferente... La caza. La caza porque a ella le interesa y al otro le gusta que lo escuchen sin tacharlo de raro, y le gusta escuchar ideas diferentes a las que marca la regla. Aún así, al principio sólo éramos compañeros de clase. Fuera de aquel edificio, Leia no quería juntarse con nadie que no fuera Valeri. Pero la cosa fue cambiando.

–Es irónico que os uniese una chica que nunca había tenido amigos.

–Bueno... Lo sería si no fuéramos todos como ella. Unos marginados de la sociedad. ¿Puedo hacerte yo una pregunta curiosa?

–Por supuesto, cariño.

–¿Cómo supiste... lo de tu género? Espero que no te moleste, pero me resulta curioso.

–Eres psicólogo, entiendo que te resulte curioso.

–¿Leia también te lo preguntó?

–Y Nico. Sois todos una panda de psicólogos.

Marco se ríe. Sam se levanta y se sienta entre sus piernas. El chico la abraza y besa su frente.

–En realidad, siempre lo supe. Cuando era peque, jugaba con los niños de mi clase y me sentía completamente uno de ellos. Claro que siempre llegaba el momento en que alguno hablaba de mí como chica. Aquello era como una bofetada de realidad, y me confundía. Pero nunca le di mucha importancia. Jugaba con las chicas y también me sentía una más. A veces, me miraba en el espejo y me decía que tenía la cara de un chico muy guapo. Muy muy guapo. Otras, que mi cara como chica no pegaba. Aunque siempre me gustaron mis pecas. –Sonríe– Son como las de mi madre –susurra.

Marco le pasa una mano por el pelo. Sam respira hondo.

–La cosa es que, a veces me quedaba pensando en ello. En por qué a veces visualizaba mi futuro siendo un hombre, y a veces siendo una mujer. En si de verdad era una mujer, o, por el contrario, era un hombre al que no le había crecido el pito por error. Me sentía un bicho raro. Creía que había algo que funcionaba mal en mi mente, y por eso no se lo conté a nadie.

>>Años después, conocí a Valeria. Ella se chocó conmigo al ir corriendo por la calle. Me agaché para ayudarla a recoger los papeles que se le habían caído. Al mirarla para devolvérselos, vi que estaba llorando, así que le pregunté qué le pasaba. Me dijo que la chica que le gustaba acababa de decirle que le gustaba otro chico. Recuerdo que le dije "no hay ningún mal de amores que un buen dulce no pueda solucionar". Valeri sonrió y aceptó a tomarse un helado conmigo. Nos sentamos en este mismo parque y comenzamos a hablar. Le pregunté cómo había sabido que le gustaban las mujeres. No quería molestarla, pero me mataba la curiosidad. Ella me dijo lo mismo "siempre lo supe. Pero no lo quería admitir porque creía que algo en mi mente iba mal. Así que me hice creer a mí misma que me gustaban los hombres... Entonces un buen amigo mío se echó novio y descubrí que aquello era algo normal. A mí me gustaba una amiga mía, la misma por la que me has encontrado llorando ahora, así que... Tuve que admitirlo". Recuerdo quedarme parada pensando, viendo la similitud con mi caso. Entonces le pregunté si seguía sintiéndose como un bicho raro. "No," me contestó "no, soy una persona. Una persona con el don de enamorarse. Y eso está bien... ¿No crees?". Yo asentí. Le pregunté si podía confesarle algo que había rondado siempre mi mente y le conté lo que me pasaba. Ella me dijo que no pensaba que fuera un bicho raro, me preguntó que si no sería transexual, a lo que contesté que no, porque a veces me sentía mujer. Me preguntó si había buscado en internet. Ante mi negativa, sacó su móvil y empezó a buscar por foros LGBT+, sin encontrar nada. "Un momento... Ahora que lo pienso, hay una actriz que está muy buena y creo que dijo algo parecido sobre sí misma... Voy a ver". Siguió buscando. Yo la miraba muriéndome de nervios. "Gender fluid" leyó "identidad de género descrita como una mezcla dinámica entre chico y chica. Una persona de género fluido puede sentirse siempre como una mezcla de los dos, pero puede sentirse más chica unos días y más chico otros. ... Una persona de género fluido es una persona que fluctúa entre tener varios géneros, tener uno y no tener ninguno. ¿Esto cuadra contigo?". Asentí, asombrándome. Ella sonrió "no creo que necesites etiquetarte porque esto no te define, pero... ¿a que ayuda saber que no eres la única?". Yo asentí. Y sé que dicen que mal de muchos consuelo de tontos pero... Así comprendí que no me pasaba nada raro. Que no era un problema mío. Que era normal. Era una persona. Intercambiamos teléfonos y continuamos hablando, nuestra amistad comenzó aquel día. Ella me acompañó a pelarme y a comprarme ropa nueva, al igual que me animó a pedir que me llamaran Sam si así me sentía mejor y me consoló cuando mi familia me dio de lado.

–Suerte que te encontraras a Valeri.

–Y tanto.

Marco le besa y Sam sonríe.

–¿Crees que... ¿Crees que te hubieras enamorado de mí si hubiera seguido siendo así?

El chico se encoge de hombros.

–No lo sé. Yo no conozco a Samanta. Sólo conozco a Sam. Y me gusta que sepas lo que quieres y quién eres.

Sam sonríe y vuelve a besarlo, enredando los dedos en su pelo.

A ella la apoyaste en todo momento, contra las adversidades. Pero tienes que admitir que no todo el mundo es tan valiente, algunos necesitan más tiempo para superarlo.


Dedicado a TomCalzado7

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