I
Has quedado con tu grupo para dar una vuelta, aprovechando que son vacaciones. Escuchas sonar los tambores de fondo al caminar por las calles. Sabes dónde están, así que los bordeas. Llegas a la plaza donde has quedado con tus amigas. Ya están Leonor y Fabiola.
Las abrazas.
–¿Qué tal? –te pregunta Leonor.
–Bien, ¿y vosotras? Básicamente me he pasado el día estudiando... Y ayer estuve con Melca.
–Igual... Menos la parte de Melca. Mañana veré a mi chico.
–Yo estudiando... –responde Fabiola.
–Pero qué vidas más aburridas tenemos.
Fabi se ríe.
–La tortura del estudiante.
Zahara llega y os saluda sonriendo.
–Hola, acosadora.
–Hola, tú.
Ella te da una cachetada en el trasero y tú le das con tu pie en el suyo.
–¿A dónde vamos? –pregunta.
–A donde nos lleve el viento –contesta Fabiola.
–O el mar.
–¿Quieres dejar de hacer bromas con mi nombre?
–¿Por qué? Es divertido. ¿A que sí, honorífico león?
–Que te calles.
–Pensad que a vosotras al menos no os llama acosadora.
–Culpa tuya por tener un nombre con el que no se puede jugar... Y por ser una acosadora.
–¡No lo soy!
–Nooooo –decís con tono irónico las tres a la vez.
Os reís. Zahara pone morritos.
Termináis andando sin rumbo mientras habláis, con los tambores de fondo y el sol dándoos en la cara.
–¿Sabéis...? –comienza Zahara– Tengo una duda existencial ahora mismo.
–No empieces con tus divagues de "no sé como decirlo" y suéltalo ya –la adviertes.
–Es que... Mmm...
–Ya empezamos... –se queja Fabiola.
–¡Joder, dejadme en paz!
–Dejad a la pobre que se exprese.
–Es que me gusta verla enfadada. Me pone –sueltas.
Las mejillas de Zahara se ponen del mismo color que tu brazo después de que ella te propine varios puñetazos.
–Vale, vale... ¡Estate quieta fiera! Dí.
–Uffff... A veces no os soporto, de verdad.
–Zahara...
–Vale, Vale. En fin... La cosa es que estoy dudando en contárselo a mis padres... Quiero decir... Por una parte quiero decírselo, pero... No sé cómo reaccionaran y... Pfff, no sé.
–En eso nosotras no podemos decidir por ti, Zahara –le dices–. Sólo podemos asegurarte que, pase lo que pase, estaremos ahí.
–Ya, pero... No sé... Es que... Por una parte me da mucho miedo que se lo tomen mal. Por otra, quiero quitarme ese peso de encima ya.
–¿Y cómo crees que se lo tomarán? –pregunta Leonor.
–No tengo ni idea. Ese es el problema. No es un tema del que se hable en mi casa.
–Refrescame la memoria... ¿Tus padres son muy religiosos? –pregunta Fabiola.
–Mi padre bastante... Pero el hecho de que no le importe que mi madre sea cristiana aún siendo el musulmán y que no me hayan obligado a mí a decantarme por ninguna de ambas... Significa que no es muy cerrado de mente. Y mi madre... Mi madre es creyente practicante pero poco.
–Bueno... Ya es un buen punto a favor –comenta Leonor.
–No todos los homofóbicos son religiosos –objetas tú–, igual que no todos los religiosos son homofóbicos.
–Ya... Bueno, no sé. La cosa es que...
Zahara deja de hablar al sonar su teléfono. Lo descuelga y se pone a hablar en árabe, por lo que dais por hecho que es su padre. Aunque en realidad podría ser cualquiera de sus hermanos.
Cuando cuelga, os mira con gesto de disculpa.
–Me tengo que ir, mis padres me reclaman.
–Claro, tranquila. Seguimos hablando cuando puedas.
–Adiós.
–Adiós.
Te despides también de Fabiola y Leonor, tras un rato paseando y hablando, y te pasas por el restaurante donde trabaja Sam. Te acercas a la barra, mirando hacia todos lados intentando dar con ella. Suerte que Sam es alto y su pelirroja melena inconfundible.
–¡Sammy!
Sonríe dándote uno de sus sobrecogedores abrazos. Te gustaría quedarte ahí por minutos, que se hicieran infinitos, que pararan el tiempo.
Pero el trabajo le reclama.
–Buenas tardes, preciosa. –Te besa en la mejilla y se separa de ti para recoger unos platos– ¿Todo bien?
–Estupendamente. Me desvié en el camino hacia casa para verte.
–Gracias, cielo. Siempre me alegra abrazarte.
Sonríes.
–Lo mismo digo. Pero mejor me voy ya, que veo que tienes mucho lío.
–Sí... Lo siento.
–Nada, sólo quería abrazarte.
–Hasta pronto, guapa.
–Hasta pronto. Sobrevive a esta oleada de turistas.
Sam se ríe y tú te vas, terminando de recorrer el camino a casa, parándote para comprar materiales en una papelería cercana.
Después de almorzar con tu madre, subes a tu cuarto y comienzas a hacer la manualidad siguiendo los pasos que indica Azuleima en su vídeo. Intentas una vez... dos... empiezas a intentarlo con papel en sucio para no malgastar el cartón corrugado. Tres... Cuatro...
–¡Joder!
Te das por vencida tras una o dos horas de estar peleándote con el papel. Está claro: eres rematadamente torpe. ¿Lo sabes, verdad? No sé ni para qué lo intentas...
Bufas y coges el teléfono móvil. Lo primero que haces es mirar la conversación de Melca. No te ha respondido desde que le dijiste buenos días esta mañana, y ya es tarde. Compruebas que el WiFi está bien. Estará ocupada.
Abres el chat de Azuleima y le mandas una foto del último intento.
"Valeria: SOY REMATADAMENTE TORPE.
Azuleima: JAJAJAJAJA. Dijiste que eras torpe, ¡pero no creí que fuera para tanto!
Valeria: Qué simpática...
Azuleima: Jajajaja No te preocupes... ¿Quieres que te ayude mañana? Mis compañeras de piso se han ido a visitar a su familia, la mayoría de mis amigos también y yo estoy hasta el coño de tanto trabajo.
Valeria: Si no te importa, me ayudarías mucho.
Azuleima: ¿En tu casa o en la mía?
Valeria: ¿Me tiras?
Azuleima: Idiota.
Valeria: Jajaja Es broma. Vente, anda, que tengo ya los materiales y tal aquí. Le pasas la ubicación.
Azuleima: De acuerdo. ¿A qué hora voy?
Valeria: Cuando te venga bien.
Azuleima: ¿Después de comer?
Valeria: Perfecto.
Azuleima: Okey.
Valeria: Gracias, Azuleima.
Azuleima: Llámame Azu.
Valeria: Gracias, Azu".
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