E

Has ido a recoger a Melca a unas manzanas de su casa. Camináis juntas hacia la facultad.

Ayer estuviste toda la tarde en la casa de Leia, acompañándola mientras estudiábais. Nico fue de nuevo a visitarla, llamándola desde abajo de la ventana. Terminaste bajando tú a hablar con él. Se fue, pero no te extrañaría que esta tarde vuelva, aunque le pidieras tiempo para Leia.

A ella le destroza verlo así. No lo dice, no lo muestra; pero lo siente.

–Cariño...

–¿Sí?

La miras. Estabas perdida en tu mundo y no sabes si te estaba hablando. Su voz no te da un buen augurio. Esperas equivocarte, pero su rostro te dice que algo la preocupa.

–Ayer hablé con mis padres...

Sientes que el corazón se te para y te quedas mirándola. Hablando... ¿Pero no de vosotras, no? Por favor, que no sea de vosotras. No podrías soportar que se vuelva a alejar. No, ahora no. Y menos ahora que ni si quiera puedes apoyarte en Leia. Eso sería muy egoísta por tu parte.

–¿Y...? –sueltas con un hilillo de voz.

Melca te dirige una sonrisita.

–Tranquila, que no es por ti.

Sueltas el aire que habías retenido sin darte cuenta. Ella deja escapar una risita.

–¿Entonces...?

–Mi padre. Le han dado un trabajo en Inglaterra. Y no sabemos sí...

Mira al suelo. Eso es peor. Desde Inglaterra no sabes si podrás ayudarla a que no olvide que te quiere. Ni a superar su miedo.

Tragas saliva.

–Dime que tú... Dime que tú no te vas, por favor.

–No lo sabemos. Se lo están planteando. No queremos dejar solo a mi padre, pero al mismo tiempo mudarme en mitad de la carrera... Ahora mismo está claro que no, porque los finales son en unos días... Pero... Pff... Dicen que a lo mejor me convendría hacer el último año allí, pero al mismo tiempo no quieren alejarme de mis amigos ni de las Comunidades. Así que no lo sé.

Te mira a los ojos. Los tiene húmedos. Está muy preocupada.

La abrazas meciéndola entre tus brazos. Ella suspira y apoya la cabeza en tu hombro.

–Tranquila... Sea como sea... Todo irá bien.

–Sólo quiero que me prometas una cosa...

–¿Qué?

–Que no me dejarás... Sé que el contacto físico para ti es muy importante y que ya viviendo aquí tenemos poco... Pero no me dejes. Si me tengo que ir, volveré. Volveré por ti. Y nos casaremos. Viviremos juntas y... –deja escapar una sonrisita vergonzosa– Bueno, en fin, ya sabes.

Sonríes. La separas un poco de ti para mirarla a los ojos mientras acaricias su mejilla.

–Nunca te dejaría, tontita. Te quiero, y eso es todo lo que me importa de nuestra relación, siempre que tú lo hagas también. Además, existe el Skype y... Mi padre también trabaja fuera, si él se va te prometo que lo echarás de menos pero que no será para tanto. Y si tú te vas... Te prometo que me verás cada día, aunque sea a través de una pantalla. Y ahorraremos para poder vernos.

Melca vuelve a abrazarte y te besa. Sonríes sintiendo sus labios cálidos y dulces sobre los tuyos, le correspondes.

–Y has admitido que te casarás conmigo.

Tu novia se ríe.

–¿Acaso lo dudabas?

–Pero no podrás casarte por la Iglesia.

Sus ojos se apagan un poco, y aparta la mirada. Sonríe levemente, como queriendo reconfortarse a sí misma.

–Yo sé que, sea como sea, Dios me bendecirá. Él entenderá que sus hijos no me han dejado casarme como debería, pero que nuestro amor es verdadero y bueno para Él. Y eso es lo que importa.

Sonríes observándola con cariño y pasas tu mano por su melena rubia, colocándola detrás de su oreja.

–No sabes lo orgullosísima que estoy de ti.

Ella sonríe.

–Me lo enseñó Sam.

Te ríes.

–De Sam también estoy muy orgullosa. ¿Vamos?

–Claro que sí, amor.

Tú coges su mano y sigues caminando hacia el campus. Lo cierto es que nunca habías pensado en casarte, puesto que para ti es una tontería: tú sabes que la quieres y quieres pasar tu vida con ella, no necesitas que nadie te lo diga. Pero claro, ella ya está dando mucho al aceptar no casarse por la Iglesia... Es lo menos que puedes hacer por ella: que al menos se case por lo civil. Para ella es importante ese proceso para poder llamarse "matrimonio", e importante ser un matrimonio para convivir y... Hacer aquello que hace que se sonroje al pensarlo.

Es más inocente...

Melca suelta tu mano en cuanto pasa alguien cerca. Tú la guardas en tu bolsillo como si nada. Ya estás acostumbrada.

Llegáis al Campus. Los brazos de Nico siguen vacíos, el ceño de Silvia fruncido, Carlos parece perdido, y Marco y Sam juntitos... Espera, Marco ya no tiene la venda en la pierna. ¿Qué hace Sam allí?

–Hola, chicos –saludas.

–Hola –saluda Melca.

Marco y Sam os responden con una sonrisa. Carlos y Silvia pasan. Nico ni si quiera os escucha. Sigue mirando al cielo.

–¿Cómo está...? –pregunta Marco.

–No está bien –contestas.

–¿Alguien puede explicarme por qué estos dos siguen haciéndose los mártires? –espeta Silvia, enfadada– Si ambos están mal porque no están juntos, ¿por qué no vuelven y ya está?

–No te metas, no es problema tuyo, Silvia –replica Carlos mirando a Nico.

–¡Lo es cuando mi mejor amiga ya no me habla! –Bufa y se aleja del círculo– ¡Mira, que os den a todos!

Silvia entra en su facultad cerrando la puerta de un portazo.

–No la culpéis... Necesita hablar con Leia sobre temas... –explica Carlos– Y no lleva muy bien eso de que la ignore. En fin, nosotros no tenemos la culpa de lo que sea que haya hecho Nico.

–Eso Leia lo sabe.

–Pues que vuelva.

–No es tan fácil.

–Yo lo veo fácil: "Hola, tíos. Lo siento, pero soy gilipollas. Ya he vuelto. Podéis seguir admirando mi idiotez de cerca".

–No es fácil... Porque no quiere que Nico se quede solo.

–¡Yo no le he pedido esto! –se queja el aludido– ¡No me echéis la culpa!

–No la tienes... No quiere que te quedes solo y no quiere que le digan lo que debería o no debería hacer... Leia... Leia necesita un tiempo para estar sola, supongo. Lo está pasando mal, es una decisión difícil.

–Pues que no la hubiera tomado –replica él cruzándose de brazos.

–Mira, si os vais a pelear vosotros también... Yo me largo –replica Carlos.

Se va tras los pasos de Silvia, tranquilamente.

Respiras hondo.

–Nico, no quiero pelearme contigo...

–Lo sé, lo siento.

Él vuelve a perder la mirada en el cielo. Mira las nubes, imaginando qué son por sus formas. Eso lo tranquiliza. Su padre lo hacía con él cuando era pequeño.

–A mí me tiene preocupado... –dice Marco.

–Y a mí... –respondes.

–Mirad, quizá no conozca a Leia tanto como vosotros –dice Melca–; pero la conozco desde hace muchos años. Y sé que se recuperará y que acabará haciendo lo que considere mejor para todos. Todos necesitamos un tiempo para recapacitar y para estar con nosotros mismos de vez en cuando. Y ahora, con la presión de los exámenes, es peor. Desde que conozco a Leia, nunca ha estado por mucho tiempo con alguien que no sean Luke y Valeria. Pero con vosotros se está esforzando. Ha estado viniendo durante años antes a clase sólo para veros antes y hablar con vosotros, eso no es lo normal en ella, a Leia no le gusta la gente. Le gusta estar sola. Pero se está esforzando, así que dejadle tomarse su tiempo... Ahora mismo debe estar pasándolo fatal, porque joder, ella quiere a Nico, no sé por qué lo habrá dejado, pero sé que lo quiere. Y... Admitámoslo, lo que mejor hace sentir a Leia, es estar con Leia, a solas. Siempre ha vivido así. –Te mira– ¿No?

Asientes con la cabeza.

–Leia está acostumbrada a estar sola... Y lo que es relacionarse con otra gente... No es lo suyo. Menos cuando se producen cambios. Si os dais cuenta, es muy rutinaria, siempre hace lo mismo, así no se equivoca. Ahora mismo... No sabrá ni cómo actuar al volver aquí, porque antes de esto, siempre que lo ha dejado con un tío ha sido con alguien con quien no compartía amigos ni nada. Ahora todo es distinto. Y lo que menos necesita es estresarse también porque no sabe cómo actuar con vosotros.

–Que sea ella misma –contesta Marco–, por eso la queremos.

–Está siendo ella misma –responde Melca.

Asientes.

–Aislándose. Si estuviera pensando en lo que vosotros queréis, se sentaría con vosotros. Pero está siendo ella misma alejándose. De todas formas, apostaría porque volverá en cuanto la cosa se estabilice. No sé... Leia es especial, nunca sabes cómo va a actuar, pero no le gustaría perderos. Ella... Teme quedarse sola. Pero esto no se le da bien.

–Y no podéis juzgarla porque no se preocupe por vosotros por una semana cuando que ha estado haciéndolo el resto del tiempo durante... ¿Dos, tres años? –añade Melca.

–¿Tú desde cuándo conoces a Leia, Melca? –le pregunta Sam.

–Desde primero de ESO. Hacen ya... Unos nueve años. Me la presentó Valeria, porque Valeri era mi compañera de clase y ellas ya se conocían de antes. Recuerdo que Leia solía pasear por el patio sola, cuando no se juntaba con Valeri o con Luke. Y cuando estaba con ellos y amigos de ellos, no solía durar mucho como hubiera demasiada gente.

–Una psicóloga a la que no le gusta la gente... –comenta Sam con ironía.

Marco sonríe de medio lado, triste.

–Todos tenemos nuestros problemas...

–A Leia le gusta la gente –replica Nico, sin apartar la mirada del cielo–. Le gusta ayudarla, le gusta estudiarla, y luego irse. Le gusta actuar sobre la gente desde lejos, sin implicarse, hacer que vivan mejor y marcharse. Además, Leia ni si quiera quiere hacer psicología clínica. A ella le gustaría experimentar. No le gustará estar con gente... Pero adora el cerebro humano.

Escucháis la canción Deja de llorar del Mägo de Oz.

–Y por eso cuando a Leia se le rompen los cascos le importa una mierda ir molestando a la gente –añade su ex sin dejar de mirar las nubes.

Os giráis y veis a Leia, bordeándoos para entrar en la facultad.

–Me dijo que escuchaba esa canción cuando necesitaba animarse...

Él asiente.

–Está triste. –Bufa– Y yo no puedo hacer nada.

Se da la vuelta y entra también en la facultad.

–Chicas... Creéis que... ¿Se desmoronará el grupo? –pregunta Marco asustado.

Sam le acaricia la mejilla.

–No te preocupes, Marquito... Se solucionará.

Se miran a los ojos y Marco sonríe levemente.

–Pero... Leia es el pegamento que une este grupo... Y están todos muy resentidos. Silvia está enfadada con Nico porque cree que le ha hecho algo imperdonable a Leia, y con Leia por abandonarla. Carlos está molesto porque ya no se hable de nada que no sea Leia. Nico está hecho mierda y no hace otra cosa que no sea mirar el cielo. Y yo... Bueno. Yo los echo de menos a todos.

–Leia volverá... –dices– Y si no... Tendréis que aprender a vivir sin ella. No puedes permitir que tu felicidad se base sólo en una persona. Quizá vuestra relación simplemente cambie, y tengáis que veros de otra manera; pero... Si se quiere, se puede. Y yo sé que ella no quiere perderte. 

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top