E

"Rubita <3: Lo siento, amor. Salí con Paloma y luego fui a casa de mi abuela, como te dije. No he cogido el teléfono en todo el día.

Valeria: No te preocupes cielo. ¿Todo bien?

Rubita <3: Síiii. ¿Y tú qué?

Valeria: Salí a dar una vuelta con las chicas y luego estuve estudiando.

Rubita <3: Guayyy. ¿Hablamos por Skype?

Valeria: Pensaba irme a dormir, tengo sueño...

Rubita <3: Jooo... Venga, porfa.

Valeria: Amor, me muero de sueño, y mañana tengo que madrugar para estudiar.

Rubita <3: Pfff... Bueno. Vale. Adiós. Descansa.

Valeria: Amor... ¿Te has enfadado?

Rubita <3: No. Hasta mañana.

Valeria: ¿Cielo?

Rubita <3: ¿Qué?

Valeria: ¿Sabes que te quiero, no?

Rubita <3: ¿No te ibas a dormir?"

Pones los ojos en blanco. Sabes, porque no es la primera vez que te pasa, que para Melca es un "yo aquí muriéndome de ganas de verte y tú tienes tan pocas ganas que prefieres dormir unos minutos más". Pero también sabes que si la llamas esos minutos se convertirán en horas y no dormirás. Teniendo en cuenta que te está empezando a doler la cabeza... Hoy no es día para eso.

"Valeria: Sí. Buenas noches, mi vida. Que descanses. Te quiero. Ojalá pudiera dormir abrazada a ti. Un besazo."

Te despiertas y bajas a desayunar.

"Rusita<3: Buenas noches <3

Valeria: Buenos días, mi vida. Ten un buen día".

Te duchas para despejarte y te pones a estudiar. Almuerzas sola, ya que tu madre está trabajando. Llaman a la puerta.

Miras por la mirilla. Es quien imaginabas. Abres la puerta. Ella te sonríe.

–Hola.

–Buenas tardes, Azu. Gracias otra vez por venir.

–Dámelas cuando tu chica te diga que le gusta su regalo.

Sonríes y te apartas para que pueda pasar. Ella mira tu casa con curiosidad. Se fija en los cuadros, en los pilares, en la disposición de las cosas, las plantas... En todo.

–Es arriba.

Cierras la puerta y subes las escaleras hasta tu dormitorio. Sacas los materiales que compraste ayer. Ella observa tu cuarto y te mira sacar las cosas y sentarte en el suelo.

–Sé que no es muy profesional pero... No tengo mesas donde entren dos.

Azu sonríe.

–Tranquila. Suelo tirarme al suelo a trabajar.

–¿Ah, sí?

Se encoge de hombros.

–Manías. Además, el suelo es amplio, y a veces me harto de estar sentada en una silla.

–Lo entiendo.

Azuleima se sienta enfrente de ti. Saca una horquilla de su cartera y la usa para sujetarse el flequillo, de forma que este no se le caiga en la cara.

–Bueno, ¿cuál habías elegido? Intentaría adivinarlo por la foto que me mandaste, pero prefiero no arriesgarme.

Te ríes.

–Pero qué puta... Tampoco estaba taaaan maaal...

Ella te mira con una ceja alzada.

–Bueno... Vale... Sí.

Se aguanta la risa y coge un folio.

–¿Era la caja con forma de corazón, no?

Asientes.

–Pues, para comenzar, dóblalo por la mitad.

–Mmmm...

Te levantas y coges de tu escritorio unos cuantos folios arrugados, que le enseñas.

–Ya lo intenté ayer, no hay manera de que me salga bien ni el doblez. Y no voy a matar más árboles.

Azuleima suelta una carcajada.

–Bueno, bueno...

Dobla ella el papel. Sus manos parecen expertas, haciendo movimientos sencillos, suaves, milimétricos. La ha doblado por la mitad exacta, algo que para ti es imposible.

–Bueno, dibuja tú la mitad de corazón, anda.

Asientes y coges el folio doblado y un lápiz. Pones todo tu empeño en hacer una mitad de corazón bien bonita. Bueno... ¿Tampoco ha salido tan mal, no?

Levantas la mirada y ves como está intentando aguantarse la risa.

–¡No te rías de mí! –te quejas, bromeando, tirándole el papel.

–¡No lo hago! Me río contigo, mira, si tú también te ríes.

Se acerca a ti para hacerte cosquillas y tú sueltas una carcajada. Azu vuelve a sentarse y dobla el papel del revés, para ocultar tu línea amorfa. Hace un contorno perfecto en menos de un segundo. Maldita artista... Te hace parecer aún más torpe de lo que ya eres. Pero sabes que eso no es difícil... ¿Verdad?

–Bueno, ¿al menos sabrás recortar, no?

–Puedo intentarlo.

Azu se aguanta la risa y te pasa el papel.
–Que no te rías de mí he dicho.
–No me río de ti. Es que me parece muy irónico que no sepas usar unas tijeras.
La miras sorprendida mientras ella se carcajea. Estiras la pierna para empujarle y empiezas a recortar muy poquito a poco, con cuidado de no salirte de la línea. No quieres cortar por donde no es. Ya sería quedar muy mal.

–Bueno... ¿Y qué te cuentas? –pregunta Azu al ver que va para largo.

–No sé...

–¿Qué tal te va con tu novia?

–Muy bien, la verdad. O sea, ella sigue teniendo sus dudas y eso, pero...

–¿Dudas sobre si lo que hace está bien?

–Ajá. Y por el miedo que tiene por la reacción de su familia cuando lo descubran.

–Bueno... Es normal. Casi todos pasamos por eso, ¿no?

–¿Cómo fue para ti? –preguntas mirándola.

–No quites la vista de las tijeras que te veo capaz de sacarte un ojo, y mira que es complicado.

Te ríes.

–Sacarme un ojo no, pero partir el corazón por la mitad... Puede.

Azuleima espera a ver que te has concentrado en el papel antes de seguir hablando.

–Para mí fue la peor época de mi vida. Quiero decir, yo por suerte nunca he tenido la noción de que sea pecado ni nada, de hecho no entendía por qué la gente usaba "maricón" como insulto y cosas de esas. Pero sabía que todo el mundo opinaba que estaba mal. Al principio, fue un gran debate interno de saber qué sentía de verdad por una amiga del instituto. Pero me dije que la quería y que aquello estaba bien, me hice ilusiones al respecto... Y tuve la desgracia de decírselo.

–Creo que escuché una canción tuya sobre eso en tu canal...

–¿Quiero huir? Sí. Yo era una cría. Aunque escribirlo me ayudó, ya sabes, lo sacas de dentro. –Azu coge el corazón, que ya has recortado, y las tijeras y lo perfecciona– Supongo que entenderías por la canción que la muy cabrona difundió el rumor por la escuela, y que me hicieron bullying. No es difícil entender que lo pasé fatal. Había veces que quería morirme y deseaba no haber nacido así, empezar de cero... Ahora sé que a cualquiera le puede gustar una mujer, no es cuestión de haber nacido rara o no. Vamos, no sé si tú, pero yo no creo en eso de la sexualidad. ¿Que tengo una tendencia sexual y no me ha gustado un hombre en mi puta vida? Sí. ¿Que eso significa que no puede gustarme nunca, que estoy condicionada a ello o que nací así? De ninguna manera. Pero bueno... Al final se lo conté a mis padres. Ellos me apoyaron desde el principio, y como el instituto no les dio ninguna solución, me llevaron al psicólogo, donde nos recomendaron que me cambiaran de escuela. Y aquí estoy, después de unas cuantas relaciones fallidas y sin ninguna gana de empezar con otra; pero sin ningún problema al respecto. ¿Y tú?

Mientras Azuleima hablaba, te ha devuelto el corazón y tú has dibujado su contorno sobre el cartón corrugado. Ella ha hecho otro corazón algo más grande para usarlo de guía en el de la tapadera y ha dibujado la silueta en otro pedazo de cartón. Sacas otras tijeras y se las das, de forma que cada una cortáis una de las piezas.

–Ten mucho cuidado con esto, ¿eh? Si no salen bien no encajaran.

Asientes y comienzas a recortar.

–Pues... Yo siempre he sido muy amiga de Leia y de su hermano desde pequeña, porque sus padres son amigos de mis padres. Resulta que en primero de ESO empezó a gustarme Melca. No era la primera chica que me gustaba, pero sí la primera de la que me di cuenta, un par de años después.

–¿Qué tiene que ver una cosa con la otra?

–Espera... Antes de que yo me diera cuenta, Luke, el hermano de Leia, nos dijo que se había echado novio. Su familia se lo tomó con exactamente la misma naturalidad que si les hubiera dicho que tenía novia, ningún problema. Así que yo se lo conté a ellos primero. Luego les conté a mis padres que Luke tenía novio, y, como se lo tomaron bien, les dije que me gustaba Melca. La verdad es que nunca he tenido ningún problema... Mis abuelos no se lo tomaron bien, pero... Bueno, supongo que lo van aceptando. Y así hasta hoy, que estoy saliendo con Melquita y mi madre súper feliz de la vida porque le parece un amor de niña.

–Bueno, al menos ya sabe que tiene a la suegra ganada.

Te ríes.

–Sí, completamente. La conoce desde que tenía once años. Para mi madre Melca es casi de la familia.

–¿Y Leia?

–Leia es su hija adoptiva desde hace años.

–Qué guay.

–Sí.

Azu coge tu corazón y le quita algún que otro trasquilón. El suyo está perfecto, y ha terminado más rápido. Te sientes un niño pequeño cogiendo por primera vez unas tijeras a su lado.

–¿Tienes una regla?

Asientes y la sacas.

–Necesitamos una tira del cartón, dependiendo de lo grande que quieras que sea la caja.

–Había pensado algo chiquitito... Como para rellenárselo con chocolate por dentro y que luego ella lo use para lo que quiera.

Azu asiente.

–Hazla de unos cinco centímetros. ¿Puedo encender tu portátil para poner música?

–Claro.

Ella se levanta y enciende tu portátil. Empieza a sonar un rap. Tú no lo conoces, pero es Equilibrio, de Porta.

A veces del lado del bien, pero otras del mal. Son parte de nosotros todos somos como el yin y el yang. Un paso entre el amor y el odio sólo hay que cruzar. Esa fina línea que separa el cielo del mar.

La miras y te aguantas la risa. Ella te mira alzando una ceja.

–¿Qué pasa?

–No entiendo cómo hablas tan rápido.

Ella se ríe.

–Práctica.

Vuelve a sentarse a tu lado.

–¿Todos los raps que tienes en tu canal los has escrito tú?

–Sí. Excepto los que pone "cover".

–Hasta ahí llegaba.

–Por si acaso, que te estoy viendo torpe.

Le mandas una mirada de odio y se ríe.

Hay un punto medio, no siempre es todo o nada, gastemos más en condones que en balas.

–Pues mira tú por dónde, yo no gasto ni en uno ni en lo otro.

Se ríe.

–No me extraña. Yo tampoco.

Mira la tira que has dibujado.

–¡Tía! ¡¿Tú a esto lo llamas recto?

–Eh... Bueno...

Ella pone los ojos en blanco. Te ríes.

–Te dije que no me salía.

–No me esperé que fuera para tanto.

Azuleima se pone a hacerlo ella misma. La canción cambia. Ha puesto su lista de reproducción, por lo que hay muchos tipos de música mezcladas.

You're ripped at every edge but you're a masterpiece and now I'm tearing through the pages and the ink. Mmmm... Everything is blue, his pills, his hands, his jeans and now I'm covered in the colors pulled apart at the seams. And it's blue... It's blue... –canta la canción Colors de Haley.

Tú te quedas mirándola asombrada. Ya sabías que cantaba bien, pero... Su voz es mejor aún en persona. Es muy bonita, colorida, auténtica. Ella no se da cuenta. Está absorta dibujando y recortando. Posiblemente no se haya dado cuenta ni de cuándo ha empezado a cantar. La imaginas así por las tardes en su habitación: sola, haciendo una obra de arte mientras canta. La verdad es que no te importaría tener una compañera de piso así, pudiendo escuchar su melodiosa voz cada vez que se pierde en su mundo.

Cuando termina de recortar la pieza, se te queda mirando. Acaba de notar que la observabas.

–¿Qué? –espeta.

–Cantas... maravillosamente bien.

Azu sonríe de medio lado, entre vergonzosa y pretenciosa.

–Tampoco es para tanto. Anda, trae esos corazoncitos. Ve pegando la tira con cola en el corazón pequeño y yo mientras voy cortando la tira de la tapadera, que es más pequeña.

–Vale.

Os quedáis calladas, escuchando Mil tormentas de Morat, mientras seguís trabajando. Aunque no aguantas mucho.

–¿Sabes? Tengo una amiga que ahora está dudando sobre si contárselo a sus padres... Ya sabes, también le gustan las mujeres.

Ella te mira por unos segundos, como indicándote que te está escuchando para que sigas, y vuelve a su labor.

–El caso es que yo no creo en eso de salir del armario como tal y esas cosas... Pero ella dice que le vendría bien. Aunque está muy preocupada. Siempre lo ha temido mucho. Y... No sé, pero creo que le vendría bien hablar contigo. Quiero decir... Tendemos a hacer más caso a un desconocido, como que confiamos en que va a tener una opinión más objetiva. Y me preguntaba que... si ella quisiera hablar contigo... a ti te importaría.

–¿Y por eso vas comentando tú por canales de Youtube?

Te sonrojas. La rubia se ríe y te saca la lengua.

–Claro. Avísame cuando hables con ella. Ya sabes que me gusta ayudar desinteresadamente a la gente.

–¿Seguro que es taaaan desinteresadamente?

–Bueno... Me llevo ver una nueva sonrisa. Eso siempre es gratificante.

Azu sonríe y se te contagia la sonrisa. Es una mujer muy especial.

Ella termina de recortar y pega el pedazo de cartón. Mira el tuyo, pone los ojos en blanco y lo coloca recto. Menos mal que la cola todavía no se había secado.

–Espero que tus dedos no funcionen tan mal para todo, chiquilla.

Te quedas un momento parada sin saber si lo has entendido bien. No estás acostumbrada a oír comentarios tan salidos si no es por parte de Leia.

–Bueno, todo es cuestión de práctica.

Ella se ríe.

–Ahora déjalo secar. ¿Tienes el folio con forma de corazón por ahí?

–Sí. ¿Por qué?

–Déjamelo.

Se lo tiendes y ella coge el lápiz y le saca punta hasta dejarla bien fina. Te das cuenta de que es muy perfeccionista en todo lo que hace. O al menos, en su terreno. Se tumba mirando algo en su móvil y comienza a pintar. Das por hecho que estará aprovechando para hacer un trabajo, o que simplemente se aburrirá si no está haciendo algo que suponga movimiento.

–Bueno, ¿y qué hay de ti? Que yo ya te he contado mucho.

–Y yo. Te he contado mi estrambótico inicio en el mundo del amor... O del desamor. O de las rayadas, o como quieras llamarlo.

–¿Tienes una cruz muy grande puesta en el amor, eh?

–Estamos peleados. La culpa es suya, por empezar jodiendo.

–¿Del amor?

–De Cupido. Es un puto cabrón. Creeme, lo conozco bien. Yo no sé por qué, pero me odia.

Sonríes.

–Bueno, ya te encontrará a tu personita especial.

–¡No, por Dios! Que no lo haga. Yo quiero vivir soltera for ever, que así estoy muy bien.

Te ríes.

–No es coña. No quiero tener nada que ver con ninguna persona más allá de la amistad o de lo estrictamente profesional. Ni hablar.

–¿Y no te gustaría tener hijos ni nada?

–Me gustaría. Siempre he pensado en adoptar. Pero no sé. Supongo que primero viviré con algún amigo, o con un perro de los grandes, estaré mudándome de aquí para allá, viajando, pintando, viviendo... Y después, cuando decida quedarme en algún sitio, si es que encuentro alguno donde pueda trabajar, adoptaré a un crío. O seré madre de acogida. O no lo tendré nunca. Quiero decir, me encantan los niños, pero por eso mismo tendría que estar muy segura de que le voy a poder dar todo lo que necesita para tenerlo. Y el trabajo de un artista... Es muy peregrino. O te ocupa demasiado tiempo si tienes suerte de que te vaya bien. Es complicado.

–¿Y por qué te metiste ahí si ves que es tan complicado?

Azu sonríe.

–Por amor al arte. Y nunca mejor dicho. ¿Te enseño una canción?

Asientes con la cabeza.

–Pon: Por amor al arte de Iván Guevara.

La pones en el portátil. Ella sigue hablando mientras la canción suena.

–La cosa es que, aunque no quiera tener pareja, eso no significa que no quiera tener familia. Además, para mí una familia es también unos amigos con los que vives, no tiene por qué ser la tradicional papá, mamá e hijos. O mamá, mamá e hijos. O, simplemente, mamá e hijos. Con yo y alguien más que me quiera y comparta su vida conmigo, me parece bien. De hecho, la experiencia de tener compañeras de piso me encanta, y eso que ya he tenido seis diferentes. Y siempre he pensado en irme a vivir con mi mejor amigo. Y apareció en tu vida la chica de tus sueños, esa princesa herida, y ella curó tu infierno. Lo que tú no sabías es que aunque nacieras princesa no querías un Romeo, esperabas a Julieta. Nadie supo explicarte por qué la querías, que el hombre de tu vida se llamaba María. Pero escúchame amiga, si ella también quiere amarte, no hay que darle más vueltas, yo sé... Que es por amor al arte. Es por amor al arte... Aunque bueno, seguramente él se eche novia y me deje plantada. Pero siempre hay alguien. Y si no, un perro. Me encantan los perros.

–¡¿Pero cómo puedes ponerte a cantar en mitad y no perder el hilo de la conversación?!–exclamas entre risas.

Azu se encoge de hombros.

–Yo que sé. Pienso en cien mil cosas a la vez. Ya estoy acostumbrada a llevar muchas conversaciones juntas, aunque sean conmigo misma.

Te ríes.

–Vaya tela...

Azu sonríe.

–Mi mami dice que soy ehpeciáh.

–No si ya veo... Ya... Oye, ¿de dónde eres? Porque siendo de casa de estudiantes y con ese acentillo que tienes... Yo diría que de aquí, no.

Azuleima se ríe.

–¡Del sitio con máh arte de to'a España, mi armáh! –lo exclama dando unas palmadas como si fuera a ponerse a cantar flamenco o a bailar sevillanas.

Te ríes.

–¿Sevilla?

–Algo así. Quiero decir, mamá es de Sevilla, papá es de Graná, y yo soy un poco fifty-fifty. He estado viviendo en ambos lugares mucho tiempo.

–Qué arte me tienes, mi armá.

–No es así.

Ella lo repite con to' su salero, haciendo gestos y elevando mucho la voz. Te ríes.

–¿Puedo hacerte una pregunta? Cuando estás hablando de normal, ¿dices "armáh" o "alma"?

Azuleima se queda pensativa moviendo los ojos.

–Háblame de algo para que te diga alma fuera de la expresión, sin que me dé cuenta, y ya me dirás tú.

–Acabas de decir "alma".

Azu se ríe.

–Bueno, pues ya lo sabes. También es verdad que he aprendido a hablar pronunciando más o menos como aquí porque si no en las exposiciones, entre los nervios, hablar rápido y el acento, no me entendían. Así que tampoco es lo mismo que cuando estoy en mi pueblo y el acento me sale solo.

–¿A ver? Prueba a repetirlo como si estuvieras con tu madre.

Azu se queda mirando hacia arriba a la derecha mientras habla.

Háblame'e argo pa' que te 'iga armah fuera'e la e'presión, sin que me'é cuenta, y ya me diráh tú.

–Y olé.

Azu se ríe.

–El bello arte de acortar las palabras. Pues que sepas que los andaluces somos de los gentilicios más correctos hablando, por mucho que nos comamos cosas, ya que eso es sólo el acento.

–¿Y quién te ha dicho eso?

–Profesores de Lengua.

–Entonces me lo creeré.

Azu se ríe.

–¿Es que con que te lo diga yo no te lo crees?

–Pues no.

–Que mala persona, encima de que vengo a ayudarte.

–Ya, pero es que todas las rubias son tontas.

Azu se ríe.

–Esperate que se lo diga a tu novia.

–Ella no cuenta, es la excepción que confirma la regla.

–Ya... Claro.

Ella se queda un momento callada y pulsa algo en su móvil.

–Galáctica, dile a tu amiga que no me llame tonta.

–No es galácita, es Galaxia.

–¿Pero tú eres tonta? Leia viene del espacio, no es la galaxia entera.

–Bueno... Da igual.

–Luego las rubias son tontas.

Os reís. Ella sigue dibujando. Su teléfono vibra y Azu pulsa el botón de reproducir para después volver a sumergirse en su tarea.

–A ver, primero, Valeria, ¿no te tengo dicho que la envidia es muy mala? Deja de describir a la gente como si fueras tú... Y segundo, Azuleima, mi armáh, el primer paso es la negación.

Os reís a carcajadas.

Quizá el hecho de que Leia lo diga tan seria, como si de una sentencia se tratara, hace que sea más cómico todavía.

–¿Es que le has dicho que eres de Sevilla?

–Sí... ¿Por el "mi alma", verdad?

–Sí.

Azu pulsa la grabación.

–A ver, que yo no estoy negando nada, simplemente sé que soy inteligente. Y tu amiga tiene que tener mucha envidia de mi intelecto, sí.

–De tu intelecto no, pero de tus manos... Joder, no sé cómo lo haces –respondes mirando su dibujo.

Por lo que empiezas a percibir, es una chica mirando un paso de Semana Santa.

 Vuelve a llegar un mensaje y Azu le da a reproducir.

–No sé lo que estaréis haciendo, pero a mí me ha sonado muy mal... Esos dedos, Azu. ¿Dónde estáis?

–Ocupados los tengo. En el dormitorio de esta.

–Joder, para eso esperadme, ¿eh? Que no hay dos sin tres... Y puestas a hacer un dueto... Mejor hacer un trío.

Os reís.

–Leia... Me da que no –le dices pulsando tú el móvil.

–¿Por qué no? Sería divertido.

–¿Porque... tengo novia?

–¡Que vivan las relaciones abiertas!

–¿Sabes que estás aquí porque le dieron celos porque me dieras tu número, verdad?

Azu se ríe.

–Lo sé, lo sé. Es broma. Leia, te dejo que necesito el móvil para terminar.

Cierra el chat y vuelve a la galería. Tú vuelves a sentarte en tu sitio, un tanto más allá.

–¿Y por qué te viniste aquí? Quiero decir... Tanto en Granada como en Sevilla hay Bellas Artes, ¿no?

–Sí. Pero como ya te dije, me gusta viajar, y ver mundo. Empecé la Universidad en Sevilla, pero quería cambiar de aires, así que me cambié a Granada. Luego estuve aquí estudiando de SICUE, y me gustó, me hice algunos amigos. Y vi un máster que llamó la atención, así que he vuelto tras acabar la carrera.

–Vaya... Creía que tendrías mi edad.

–Pues me da que no –Sonríe–. ¿Cuántos tienes? ¿A qué curso vas?

–Tercero. Ya he cumplido los 21.

Azu asiente.

–Yo veintitrés. Suerte el año que viene con el TFG.

Sonríes.

–Gracias. Me han dicho que la necesitaré.

–No sé cómo será en tu carrera, pero eso hace falta en todas.

Te ríes.

–¿Y de cuántos tiempo es tu máster?

–Un año.

–¿Y después, qué harás?

–Pues hay unos cuántos másters en Sevilla que me gustaría hacer, y alguno que otro aquí... Cursos, también. Pero me encantaría empezar a trabajar. No sé, yo lo intento un poco en todo: actuaciones, museos, exposiciones... De vez en cuando canto en la calle, y entre eso y YouTube me gano un dinerillo; pero lo suyo sería conseguir un buen contacto que me posicione mis cuadros, o una buena discográfica, o... Un grupo de musicales. La verdad, me da igual, pero yo quiero trabajar.

Azuleima sonríe, hablando entusiasmada. Pero se le nota en la mirada que es consciente de que es muy difícil.

–Suerte.

–Gracias.

–Creo que la necesitas más que yo para mi TFG.

Ella sonríe levemente.

–Eso me temo... Mira.

Azu te enseña el dibujo. Abres mucho los ojos, intentando descubrir si son imaginaciones tuyas o no. De repente lo entiendes. Os encontrásteis con Azuleima el día que fuisteis a ver un paso. Ella llevaba una cámara canon. Miras su móvil, es la fotografía que hizo a Melca mirando el paso. Coges el folio para verlo mejor. No podía ser otra persona. Se ve en su gesto, en cada trazo. Es perfecto.

–Dios... Es... Magnífico. Qué... Pasada.

Ella sonríe.

–No es para tanto.

–¿Qué no? Dios, Azu, deja la humildad de lado un poco. ¡Está perfecto!

La rubia se ríe.

–Vale, vale. Gracias. Pónselo en la caja, que lo vea cuando saque las chuches.

–Muchas gracias... Tía, no puedo aceptar tanto así de gratis... Esto... Es tu trabajo.

–Pero también mi hobby. No te preocupes.

–En serio... Siento que me aprovecho demasiado.

–Nah... Invítame a un refresco cuando quiera salir de casa, con eso me basta.

–Trato hecho.

Azu se levanta y mira la caja, que se ha secado. La cierra para asegurarse de que esté bien cerrada.

–Ahora si quieres puedes adoranarla con permanente, con un dibujo o escribiendo algo.

–Creo que mejor que no... A ver si me la cargo.

Azu sonríe.

–Manazas.

–Un poco.

Os reís.

–Bueno, yo me voy ya a casa. Espero que le guste.

–Muchas gracias, de verdad.

Le das un abrazo agradecida. Ella te sonríe y le devuelves la sonrisa. Su sonrisa tiene algo diferente. Es única, muy feliz y muy sabia a la vez. Tú no te habrás dado cuenta, pero ya descubrirás que tiene todo un registro de sonrisas distintas, con significados diferentes.

La acompañas hasta la puerta y os despedís. Miras la hora. Aún es temprano, así que coges las llaves y vas a comprar chocolate y chucherías, que metes en la caja.

"Rubita <3: Buenos días.

¿Qué tal?

Oye, cielo...

Ya me estás preocupando.

¿Qué haces?

¿Valeria?

Llevas todo el día desconectada...

Creía que te quedabas en casa...

¿Hey?

¿Cielo?

Valeria: Hola, mi amor. Lo siento, he estado ocupada. Mi día muy bien, ¿qué tal el tuyo?

Rubita<3: Mal. Me tenías preocupada. ¿Qué hacías?

Valeria: Nada, cielo. Estudiar.

Rubita<3: ¿Durante toda la tarde? No eres capaz.

Valeria: Mañana te cuento.

Rubita<3: O sea, que me ocultas algo.

Valeria: No, amor... No te oculto nada.

Rubita<3: Vale.

Valeria: ¿Qué?

Rubita<3: Que de acuerdo.

Valeria: ¿Nos vemos mañana, no?

Rubita<3: Sí.

Valeria: ¿Te quedas hablando esta noche?

Rubita<3: Viene mi tía a cenar.

Valeria: Vale, pásalo bien, rubita.

Rubita<3: Gracias. Y tú descansa.

Valeria: Claro. ¿Estás enfadada, cariño?

Rubita<3: ¿Por qué?

Valeria: Te noto rara.

Rubita<3: ¿Y por qué iba a estarlo?

Valeria: ¿Porque no te he hablado en todo el día ni te avisé de que estaría ocupada?

Rubita<3: Vaya."

Pones los ojos en blanco.

"Valeria: Amor... Sabes que soy muy despistada, ¿vale? Lo siento por preocuparte.

Rubita<3: Vale. Hasta luego, castaña.

Valeria: Hasta luego, rubia."

Pasas la noche escribiendo una carta a Melca, que doblas y pones debajo del dibujo de Azuleima, y este debajo de las chuches. Esperas que le guste su regalo.

No te gusta verla enfadada. Y, aunque sepas que no has hecho nada malo, te hace sentir culpable.

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