E

Cuando te despiertas, lo primero que haces es revisar tu móvil. Quedas con Sam en el parque y bajas a desayunar. Mientras se tuestan tus tostadas, miras si te contestó al comentario de ayer en YouTube.

Lo ha hecho.

"No dejes ir a quien no se quiere marchar. Si ella dice que te quiere, si siempre corresponde a tus sonrisas, por algo será. Nadie dijo que la friendzone fuera eterna, pero no te obsesiones con salir de ella: disfrútala mientras estés dentro."

"¿Pero entonces hago como si nada y sigo como amigas o continúo intentándolo? Me da cosa que por mi culpa se termine peleando con su familia..."

Desayunas y subes a vestirte. Vuelves a mirar los comentarios antes de salir.

"Deja que ella te responda a esa pregunta con sus reacciones. Por su familia, no te preocupes. Si ellos la quieren, la aceptaran. Si no lo hacen, entonces mejor que esté contigo".

Caminas al parque pensando en lo que te ha dicho Azuleima. Quizá aún no es demasiado tarde como para tener que dejarla ir.

Buscas a Sam con la mirada. Está en un banco más allá, y caminas hacia allí. Cuando te ve, se levanta y te abraza. Esta vez viste con un vestido rosa pastel por encima de las rodillas y medias, con el cabello recogido con una diadema hacia atrás. Ha dejado una chaqueta negra en el respaldo del banco.

Tras abrazaros, te sientas a su lado.

-Bueno, y dime, ¿qué te pasa?

-Resulta que... El viernes quedé con mis tíos. Fui a su casa para hablar con ellos y jugar con Pablo. Me sentí... Como nacer otra vez, ¿sabes? Pudiendo jugar de nuevo con mi primo, y conversar con mis tíos... Teniendo una familia. Recibiendo todo el calor familiar que me ha estado faltando este año. Era todo tan... Irreal. Como si se tratase de un sueño. Como si no me lo pudiera creer.

Asientes.

-¿Y entonces? ¿Cuál es el problema? Porque eso significa que con tus tíos estás otra vez bien... ¿No?

Sam asiente levemente. Juega con sus manos y mira al suelo, con mirada ausente.

-El caso fue que mis tíos me dijeron que debía volver a hablar con mis padres. Y explicarles todo lo que había pasado al resto de mi familia. Que ellos los llamarían y yo debía ir, quedar todos juntos, y poder arreglarlo. Que volviera a formar parte de nuestra familia... Cuando me fui, me encontré a un vecino que me escuchó gritarle a mi padre que yo también era un hombre el día en que me fui. No puedes imaginar la cara de asco que me dirigió.

-Pero que él te mirara así no significa que tu familia también lo haga, Sam... Deberías ir. Puede que lo soluciones todo.

-Tengo miedo, Valeri... -contesta mirándote a los ojos.

Los suyos están húmedos.

-Cielo... Si nunca lo intentas, nunca podrás saber qué hubiera pasado. Dales una oportunidad para entenderte, para saber si te quieren... Si no lo haces, de todas formas, no los recuperaras.

Sam suspira y se pasa las manos por la cara.

-No sé... Valeri... Yo... A veces me planteo decirles a mis padres que sólo estaba confusa, pedirles que me perdonen y volver así sin más con mi familia. Así no correría el riesgo de que el resto de mis familiares también me odien.

-No hagas eso, Sam... No es bueno que vivas ocultando quién eres. Si te quieren, tienen que quererte tal y como eres. Y si no lo hacen, es que no te quieren. Y si no te quieren, no te merecen, Sammy. Eres una persona maravillosa, si te dejan escapar es peor para ellos.

-No es tan fácil...

-Lo sé. Yo no me hablo con los padres de mi madre desde que les dije que estaba saliendo con Ali. De hecho, mi madre no se habla con ellos desde que se lo dije. Y ellos o tienen demasiado orgullo como para venir a disculparse o nunca nos han querido lo suficiente como para intentar entenderlo. Sé que es duro, y que duele, pero no puedes dejar que eso te derrumbe: nadie substituirá a tus familiares, ¿pero no será peor que alguien tenga que substituirte a ti porque no te dejes ser tú? Muestrate tal y como eres... Con tus tíos y Pablo ha funcionado, quién sabe si con alguno de los demás no.

-Creo que prefiero no saber si me rechazarían o no a ver sus caras de asco, incomprensión u odio.

-Lo entiendo, cielo. Es normal que te de miedo. Pero no recuperarás a tu familia si no lo intentas. Y si lo intentas y fallas, entonces nunca fue tu familia, porque las familias se apoyan y se quieren sin importar nada... Por eso yo y las chicas sí somos tu familia. Lo sabes, ¿no?

Sam sonríe levemente y asiente. Te abraza.

-¿Quieres que te acompañe cuando lo hagas?

-No... Creo que tengo que enfrentarme a ello yo sola. Pero si pudieras estar ese día pendiente al móvil...

-Por supuesto. ¿Cuándo será?

-Aún no lo sé.

-Avísame cuando lo sepas.

Sam asiente con la cabeza. Su móvil suena y lo saca para leer el mensaje entrante.

-He quedado con los amigos para jugar un partido de fútbol... ¿Vienes?

-Puaff... Me da pereza...

Sam se ríe.

-Puedes quedarte en la portería.

-Hecho. ¿Quieres venirte a comer?

-Tengo que cambiarme para jugar.

-Pues si quieres voy yo.

-¿Y tu madre?

-Cierto... ¿Estás mejor?

-Bueno... Podría estar mejor. ¿Sabes? A veces me canso de luchar. De haber nacido con esta vena tan revolucionaria, de ser tan fuerte. No sé, sé que otros en mi lugar ya se hubieran rendido mucho antes... Y no me refiero necesariamente a suicidarse para quitarse de en medio: simplemente a dejarse llevar, a actuar de manera que fueran aceptados y engañarse incluso a ellos mismos... Pero viviendo más a gusto y sin tantos problemas.

-Te entiendo, Sam... Pero no te puedes rendir. Por tus propios principios. Siempre decimos que tenemos que ser el ejemplo a seguir que abra las barreras para el resto de los marginados de la sociedad, ¿no? Además, como siempre digo, lo que trae la intolerancia es el desconocimiento... Y alguien tendrá que empezar a decir que las personas como tú también existís para que dejéis de ser discriminadas. Cielo, sé que es difícil, pero tienes que ser tú quien decida luchar... Y yo creo que ya lo has hecho.

Sam asiente.

-No es como si a estas alturas fuera fácil volver atrás... Y tienes razón: si quiero que el mundo mejore, tengo que empezar por dejar de huir yo y esforzarme por mejorarlo.

-Yo de ti hablaría con Leia...

-¿Con Leia?

-Sí. Creo que, en este caso, ella te entendería mejor que yo: ya sabes, siempre la han discriminado mucho más. De hecho, sus propios familiares han regañado a sus padres por dejarla ser así; pero ella siempre sigue adelante. Quizá hablar con ella te ayude, porque aunque los motivos no sean los mismos, la situación es parecida. Yo... sólo puedo decirte que voy a estar aquí para apoyarte siempre. Y que realmente creo que al final todo esto valdrá la pena.

-Eso espero. Gracias, Valeri.

Sam te besa en la cabeza.

-De nada, Sammy.

-¿Sabes? A veces no sé qué haría sin conocerte... Tú, Leia y Víctor sois los únicos que realmente me habéis entendido e intentáis hablarme sin género y hacer que me sienta a gusto.

-Si no me conocieras, hubieras seguido adelante igual, Sam, seguro. Tú eres fuerte.

-No sé yo qué decirte... Todo el mundo necesita saber que, aunque todos los demás se vayan, no va a quedarse solo.

-¿Y Víctor?

-Víctor es mi mejor amigo sólo desde que hice el cambio y me junto también con chicos.

Tú asientes. Víctor es su mejor amigo desde hace algo más de un año, y pasa casi todo el día con él y su grupo de amigos, cuando pueden. Y tú eres su mejor amiga desde hace tres. Porque los pocos que tenía antes de la facultad, le dejaron atrás.

-¿Y cómo es que no le llamaste a él?

-Estaba con su novia y no quería molestar. ¿Tú por qué no contestabas?

-Estaba con Melca... Su abuela vuelve a estar mal. Y quería apoyarla.

-Vaya... Lo siento. Espero que se recupere.

-Y yo... No sabes cuanto.

De vuelta en tu casa, das dos besos a tu madre, quien ya ha hecho la comida. Ayudas a poner la mesa y te sientas, extrañada de que haya dejado su portátil allí.

Ella se sienta a tu lado y abre la pantalla.

Ves a tu padre al otro lado, en una sesión de Skype.

-¡Papá! -exclamas sonriendo.

-Hola, princesa. ¿Qué tal?

-Muy bien. ¿Y tú? ¿Son muy traviesos esos niños?

Él se ríe.

-Están bien... Aunque os echo de menos.

Tu madre sonríe y pasa un brazo por tus hombros.

-Pero hoy comeremos juntos.

Sonríes al ver que tu padre tiene un plato delante de él también.

Tu padre se fue a trabajar hace dos años a Marruecos, donde, en una escuela española, le pagaban muchísimo más que aquí y se llevaba la experiencia de convivir con una cultura distinta. Él siempre ha sido muy aventurero. Sólo os visita en vacaciones, pero la verdad es que hechas de menos darle un beso de buenas noches en lugar de un mensaje, ver la televisión juntos o incluso ayudarle a llevar las bolsas de la compra hasta la cocina.

Terminas contándoles a ambos el problema de Sam, y ellos te dicen que debería pensar muy bien qué decirles e ir a hablar con ellos, quizá mejor por separado para no enfrentarse a todos de golpe, con la compañía de sus tíos para que ellos le apoyen. Tu madre vuelve a decirte que le ofrezcas a Sam vivir con vosotras, pero sabes que Sam no quiere ser una carga, por lo que nunca acepta.

Entonces, les hablas de Melca.

-En serio, cariño, creo que deberías olvidarte ya de esa chica... Son muchos años. Y si todavía no ha querido nada contigo...

-Nah, no le hagas caso. ¿Tú sabes lo que se me resistió a mí esta?

Tu madre le mira entrecerrando los ojos y él le saca la lengua.

-Hablando en serio, princesa -dice tu padre-, si hasta Kike lo dice y ella te sigue buscando... No sé, quizá esté confundida y realmente te quiera como algo más y no sólo como amigas... Y si no, ¿qué pierdes intentándolo? Deberías seguir estando para ella, intentando enamorarla: haciéndola sonreír, escuchándola, mimándola... Y luego volver a intentarlo, y a ver qué pasa. Sé que te ha dicho que no saldría nunca con una mujer. Pero yo tampoco lo haría teniendo una familia como la suya. Te lo digo en serio: no hubiera salido con nadie o me hubiera vuelto gay. Hay que ser muy fuerte para tomar una decisión como la de Sam y seguir adelante pese a todo. Pero no creo que sea bueno para Melca dejarse amarrar siempre por su familia. Y quién sabe si realmente sí puedas gustarle. Puede que no, puede que al final sólo le gusten los tíos y ya; pero... ¿Qué pierdes intentándolo? De todas formas, no es como si fuera un sacrificio portarte lo mejor que puedas con ella, ya que tú disfrutas de su compañía.

-¿Así que sólo fingías que me escuchabas, me hacías sonreír y me mimabas porque querías que cediera a salir contigo, eh? -bromea tu madre cruzándose de brazos.

Tu padre se lleva una mano al oído poniéndola como para hacer efecto de escuchar mejor.

-¿Qué? Perdona... No te escucho... creo... se... ido... conexión.

Os reís.

-Pues me alegro de que lo hicieras.

Tu padre sonríe y le manda un beso a través de la webcam.

Ella hace como que lo recibe y se lo pone en los labios.

Vas al polideportivo y reconoces de lejos al grupo de Sam: son cinco, Sam, Víctor, Juan, Coque y Pepe. Sam se ha cambiado por un chandal deportivo y una camiseta de tirantes ancha, con su blinder. Ríen. Víctor le da un golpe en la espalda a Sam, quien ríe y se lo devuelve.

Llegas con ellos.

-Hola.

Les sonríes, algo tímida. Apenas les conoces de vista, excepto a Víctor, con el que has hablado sólo un par de veces. Pero querías saber si Sam estaba bien.

Ellos te saludan levantando una mano y sonriendo.

-Hagamos los equipos -dice Sam.

-La nueva elige -propone Pepe.

-Venga, sé tú el otro capitán -dice Sam.

Él asiente y jugáis a pares o nones para saber quién empieza. Te toca comenzar.

Sam te señala a Víctor con la mirada, disimuladamente.

-Víctor -dices.

-Coque.

-Sam.

-Juan.

Tú y Juan os dirigís a las porterías. Aunque ellos cambiarán de portero, tú no piensas hacerlo. Víctor te presta unos guantes de portero y te colocas, pidiendo que no lleguen a acercarse con la pelota a la portería.

Sacan desde el centro y Sam se queda con el balón. Corre esquivando a Coque y Pepe y se la pasa a Víctor por encima de la cabeza de Pepe, quien intenta darle un cabezazo para frenarla. Víctor recibe el pase con el pecho y sigue corriendo hacia la portería. Chuta, pero Juan lo para y la pelota sale disparada hacia el otro lado del campo.

Esta vez, es Pepe el primero en llegar a ella, corre hacia ti, con los otros tres detrás. Cuando ve que Sam va a acercarse para quitársela, chuta con fuerza y el balón se dirige hacia ti.

Te giras hacia el lado contrario por instinto y el balón entra en la portería.

-¡Que no muerde! -bromea Pepe.

Sam se ríe levemente y corre hacia ti.

-No pasa nada, preciosa. Pásamela.

Lo intentas y el balón termina un poco más allá de Sam, quien corre hacia él, lo intercepta y corre hacia el campo contrario. Le hace un cañón a Pepe, pero Coque llega antes que Víctor. El chico corre hacia tu portería, y Víctor se desliza por el suelo para darle una patada al balón y pasárselo a Sam. Coque está a punto de caerse, pero no pitan falta: juegan a lo loco, sin normas.

Sam chuta con fuerza el balón, de forma que el golpe se escucha por todo el campo, y este termina entrando en la portería.

Tras unas cuantas jugadas en las que te das cuenta de que Pepe, Juan y Coque tienen piedad contigo no chutando tan fuerte contra ti como contra ellos mismos, llegan al número de goles acordados para ganar: diez.

Víctor y Sam pegan un salto al mismo tiempo cuando marcan el último tanto.

-¡Oooleeee! -grita Víctor corriendo hacia Sam.

El chico se monta a caballito sobre Sam de un salto, quien corre hacia ti levantando un puño y gritando "campeones".

Suelta a Víctor al llegar a la portería y te abraza revolviéndote el pelo. Todos reís.

-Bueno, ha sido una buena jugada -admite Coque dándole unos golpes en los hombros a Víctor y Sam.

Ellos sonríen.

-Tienes que admitir que os hemos ganado a lo grande -les chincha Sam.

Estan todos sudados, y felices. Formando una piña.

-No seas chinchoso encima de que has ganado -replica Coque dándole un puñetazo en el hombro.

Al parecer es muy orgulloso.

Sam sonríe con picardía y le pega una colleja.

Víctor sonríe y pasa un brazo por los hombros de ambos.

-Dejad de pelear, que Valeria se va a creer que somos una panda de salvajes.

-Lo sois -decís todos a la vez excepto él.

Os reís.

Quizá Sam sí que tenga la familia que necesita. Una familia paterna que se reune en un campo de fútbol en lugar de al rededor de una mesa de Navidad, que se chincha y se ríe y que se une como los ladrillos de un edificio para llegar cada vez más alto. Una familia materna que se visita en un jardín nuiversitario y que habla sin parar y se apoya en los momentos difíciles. Quizá a Sam lo único que le falte sea una familia central, alguien con quien vivir, alguien con quien no tenga que quedar para verle. Alguien que le haga confiar completamente en que nunca le dejará, pase lo que pase, y en que va a estar ahí sea el momento que sea, que puede solucionar sus problemas, que le acogerá entre sus brazos cada vez que se equivoque...

Quizá forzaron a Sam a volar del nido mucho antes de que la vida le hubiera preparado para ello. Pero Sam ya sabe volar por su cuenta. Sólo tiene que abrir los ojos para darse cuenta de que una bandada de pájaros vuela a su lado, de que el amor que añora de sus familiares... ya se lo dais vosotros.

Y de que, aunque no se lo diérais, es lo suficientemente fuerte para volar por su cuenta. Sin temer a nada.

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