B


–Mira, si viniera sólo como amiga de Valeria, te diría que le digas de una puta vez y de manera clara qué es lo que te pasa con ella y ya está, porque eso es lo que necesita –empieza Leia mirando las manos de Melca, que se mueven nerviosas, dejándolo caer–. Pero no estoy aquí por eso. Recuerdo que tú y yo también éramos amigas, aunque hace mucho que apenas hablemos, y quiero hablar contigo por eso.

–¿Qué... te pasa?

–Leí el mensaje que le mandaste a Valeria.

Ella traga saliva, lleva todo el camino con la mirada clavada en el suelo. Leia la coge del brazo entrelazándolo con el suyo y anda a su lado.

–¿Es que vosotras dos no podéis hacer algo sin contárselo a la otra, o qué?

–Casi que no. Puedo asegurarte que casi me entero antes que sus propios ovarios de que tiene la regla. Pero ese no es el tema.

–Leia... Yo... Mmm... Eso era un mensaje privado, y no quiero hablar del tema.

–Ya me lo imaginaba.

–¿Y entonces por qué vienes a decirme que quieres inmiscuirte en mi intimidad?

–Fácil: quiero ayudarte.

–Leia... No necesito tu ayuda.

–Melca... No me metí a psicóloga por nada. Y sí, sé que el procedimiento no es este, sino que uno espera a que alguien vaya a su consulta y luego ya le sermonea. Pero, ¿sabes qué? Me da igual. Sólo te pido que me escuches.

Melca suspira, sabiendo que Leia es capaz de perseguirla por todas partes hasta que lo haga.

–Anda, dí.

–¿Sabes? Aunque suela meterme un poco con ella, de broma, no tengo nada en contra de la religión (o al menos, no de la religión en sí, como base). Creo que cada persona tiene que encontrar un sentido a su vida, y que necesitas aferrarte a él para no caer, pensando en la muerte. Para que todo lo que ocurra tenga algún sentido, algún valor. Porque si no... Es como si nada de lo que haces tenga sentido ni razón de ser, como si esforzarse no valiera la pena.

Melca la mira interesada.

–La cosa está en que hay distintos sentidos. Algunos, como yo, buscan el valor o el sentido de su vida en cambiar el mundo, y en ayudar a los demás. En hacer otra vida mejor. Dan el sentido de su vida en hacer que esta no se desperdicie, que suponga un cambio para la del resto, o para el mundo.

>> Otros, como tú, buscan su sentido en un agente externo a ellos, en un Dios que les hace sentirse protegidos y saber que si están aquí es porque Él lo quiso, y que Dios no se equivoca, así que su existencia es necesaria y buena, no algo inútil. Porque si fuera inútil, Dios no se molestaría en fabricarlo. Y así otorgan el sentido de su existencia en vivir al amparo de un Dios que les dará la oportunidad de tener una segunda vida mejor después de la muerte, o quizá no, pero los proteja durante esta. Porque todo lo que ocurra, es porque tenía que pasar, ya que Dios es sabio y tiene un camino para cada uno de nosotros.

>> Algunos, simplemente se basan en el carpe diem y tienen el sentido de su vida en disfrutar al máximo cada momento y en ser felices. También hay quien sólo se esfuerza en hacer grandes logros, o en rodearse de cosas materiales.

>> Para mí, todo eso está bien. Sé que Valeria no te entiende con respecto a la religión, pero yo sí.

–¿Pero...? –la incentiva a seguir Melca, a quien está gustando lo que escucha.

Hacía mucho tiempo que no creía poder encontrar tolerancia hacia sus creencias en el grupo de Valeria. Y eso le llega a doler a veces, porque siente que creen que es tonta sólo por pensar de una manera distinta, cuando que ella sabe que es muy capaz de hacer lo que se proponga, al igual que el resto.

–Por que siempre hay un pero –completa Leia con una leve sonrisa–. Para mí, la religión, está muy bien. Porque cada uno tiene derecho a creer en lo que quiera. Y si creer que un ser transcendente está velando ahí fuera por ti te hace feliz, entonces, sigue haciéndolo. Pero... Lo malo empieza cuando esa creencia empieza a influir malamente en ti.

>> No voy a hablarte de las guerras justificadas por las religiones, ni si quiera de que no legalicen el matrimonio entre personas del mismo sexo o de que hayan fomentado al machismo durante hace siglos. Eso, para lo que vengo a hablarte, no me parece importante. Porque yo no creo en Dios, pero creo en las personas, incluidas las creyentes, y creo en que no se puede definir por un colectivo a toda la gente que lo forma. Sé que hay muchos religiosos que son tolerantes, que realmente dan su vida para ayudar a los demás, o incluso que no siguen la norma "común" de la sexualidad o la relación entre género y sexo. Por eso no tengo nada en contra de la religión, porque sé que esta puede ser buena, porque de la misma manera que se utiliza para justificar que se lapide a una persona por amar a alguien de su mismo sexo o por adulterio también se usa para justificar que se ame y ayude a cada persona por ser hija de Dios, independientemente de quién sea, y que todos somos perfectos a ojos de Él y por tanto tenemos que ser queridos y valorados por todos. Porque no depende tanto de la religión, sino de la persona que la mire, por eso es tan subjetivo. Como todo en esta vida.

>> Y ahora bien, entremos en esa subjetividad. Melca, sé que hay muchas personas que creen que sentir apetito sexual o enamoramiento por otra persona de tu mismo sexo está mal. Pero también hay muchas que creen que Dios las quiere tal y como son, o incluso que son necesarias: el mundo tiene una sobrepoblación rotunda y contaminadora, y para colmo hay muchos niños huérfanos. ¿Cómo no va a ser bueno que haya parejas del mismo sexo que no puedan procrear?

Melca no puede reprimir una leve sonrisa.

–Melca, dices que tienes miedo, y yo sé que ese miedo viene de lo que tus padres o la sociedad piensen, pero sobretodo de lo que piense Dios, porque eso para ti es importante. Y te repito: que sea importante para ti, está bien para mí. Pero no puedes dejar que eso te coaccione o te limite, que te haga estar asustada. Melca, haz lo que sientas y pienses y no des tantas vueltas a lo que vayan a pensar o a que vayas a equivocarte. Si crees en Dios, creerás que Él sabe lo que piensas y que da fuego a lo que late en tu corazón. Y que te protegerá de equivocarte. Tus creencias, deberían ser el bote al que agarrarte, el salvavidas que llevas a la cintura, no la soga a tu cuello o la cuerda que te amarra. Debería ser algo que te ayude a vivir feliz, no que te atemorice.

–Leia, yo no soy...

–Lo sé –la corta–. No quiero que me digas cuál es tu sexualidad, no me importa, y no quiero oírlo a no ser que sea porque me pidas ayuda para aclararte. Pero dices que tienes miedo. Y dices que Valeria no lo entendería porque ni ella ni su entorno creen en lo mismo que tú, que somos más libres. Melca, tu religión no debería darte miedo, ni mucho menos cortarte las alas. Eso es tradicionalismo, no cristianismo, ¿y qué sentido tiene basar tu vida en unos ideales pasados o en un libro que fue escrito desde una perspectiva subjetiva hace cientos de años? Te diré una cosa, si Dios existe, Él te ama tal y como eres. ¿No ves que siempre intentas hacerlo todo bien y no hacerle daño a nadie? Mientras que no hagas daño a sus hijos... ¿Por qué iba a no estar contento contigo? Pero comportándote así te haces daño a ti misma, Melca, porque el miedo no es bueno. Sé que tus padres te habrán enseñado a seguir todas las órdenes al pie de la letra. Pero yo te digo que, aunque no te parezca cierto, es subjetivo. Lo que te digan tus padres es subjetivo, como lo es lo que diga el cura o incluso el Papa. ¿O no es cierto que el nuevo Papa ha dicho que no puede juzgar a los homosexuales y que les deben una disculpa mientras que los anteriores los criticaban? Todo son interpretaciones de una misma cosa. No digo que te gusten las chicas o que no, eso es cosa tuya, pero sí tienes que saber que, si bien cada uno hace su interpretación de la religión como quiere, tú también tienes derecho a hacerlo: ¿para eso te ha dado tu razón tu Dios, no? Sólo quiero que recapacites, y te plantees, si realmente tiene sentido para ti tenerle miedo a lo que sea, si realmente tienes razones para decir que lo que quieras hacer o ser está mal fuera de lo que digan tus padres o tus amigas. Al fin y al cabo, si alguien deja de quererte por lo que elijas, no te merece.

–Entiendo –asiente Melca–; pero es difícil.

–Lo sé. Por otra parte, Melca, yo quiero que sepas que liarte con alguien ni está mal ni significa nada. Sé lo que pasó entre tú y Valeria. Mira, yo, este fin de semana pasado, me lié con tres personas. ¿Crees que eso significa algo? ¿Que hace que las quiera o que quiera menos a Nico? No, simplemente tenía ganas, porque el placer siempre es apetecible, y liarse con alguien, da placer. ¿Crees que eso haya cambiado algo en mi vida? Absolutamente para nada, sigue igual que antes. Simplemente ese día preferí pasar unas horas así en vez de irme a ver una película porque tenía ganas de pasar el rato así. Mientras que no hagas daño a nadie, no pasa nada. E importancia sólo tiene la que tú quieras darle. Claramente sí que me impactó y me emocioné la primera vez que me lié con Nico, pero porque yo le di importancia ya que lo suyo me parecía algo serio, y por ende, importante. Si no, no tiene por qué significar nada.

–Esto... ¿Nico lo sabe? –pregunta ella dudosa de si debería preguntar.

Leia sonríe comprensiva. Entiende que le preocupe.

–Sí, tranquila. Tenemos una relación abierta. Justamente por eso: creemos que lo que hagamos físicamente no es algo importante. A Nico le parece bien mientras que no sienta nada como lo que siento por él por otra persona. Mientras no haya sentimientos. Los sentimientos nos parecen importantes, el sexo o los besos sin amor, no. Él ese día estaba ocupado, yo tenía ganas de enrollarme, y si él no podía ¿por qué iba a aguantarme? Al fin y al cabo es mi cuerpo y mi vida. Quiero estar con él porque siento que eso me hace feliz, pero eso no lo hace dueño de mi cuerpo ni de mi vida. Sé que para ti parecerá algo reprobable, para nosotros, mientras que haya confianza y sinceridad en la relación, da igual.

–Tranquila, no lo critico.

Leia asintió.

–Es sólo un punto de vista distinto al tuyo. La cosa es... Melca, no se puede vivir con miedo. No sé si tienes miedo a que te vean con Valeria y piensen mal de ti, o a que realmente sientas algo así por ella, o a cualquier otra cosa que no tenga nada que ver. Y no creo tener derecho a pedirte que me lo cuentes. Pero Melca, no se puede vivir con miedo, y yo sé que si escuchas a tu corazón al final todo saldrá bien, y que necesitarías hablar con alguien, como todos lo hacemos. Y te recomendaría que esa persona no sea Paloma, por mucho que sea tu mejor amiga, ni tus padres, por lo cerrados de mollera que son. No creo que intentaran entenderte, y eso sólo te dolería más y te haría sentirte peor contigo misma. Si no quieres hablarlo con Valeria por lo que ella siente por ti, si quieres habla conmigo, y si no... No sé, mira, Sam por ejemplo es muy creyente, y también muy libre y liberal, sé que no tenéis mucha relación, pero seguro que querría ayudarte. La cosa es que... No te calles, Melca, déjalo salir. Y no te alejes de Valeria, porque ella no quiere hacerte ningún daño, ni se va a aprovechar de ti, y si no ya me encargaré yo de decirle que así no se liga. –Melca suelta una pequeña risa– No, en serio, sólo sé tú misma, como le dijiste a Vale, y recuerda que... Sea lomque sea lo que esté atormentando tu mente, puedes confiar en cualquiera de las dos, ¿vale? Sé que mis pintas no dan mucha confianza, pero tú me conociste mucho antes de todo esto –dice señalando sus ropas.

–Mmm... Leia...

–Di.

–Gracias por preocuparte por mí.

Melca la abraza y ella se queda parada, sorprendida. Termina por corresponderle toscamente.

–De nada. No hay de qué.

–¿Por qué lo haces?

–Indirectamente lo que tú hagas repercute en Valeria y repercute en mí –bromea haciéndose la egocéntrica. Melca pone los ojos en blanco–. Nah, es broma. Me pareces una buena persona, Melca, y toda persona merece ser escuchada y atendida. Quieras que no, se notaba en ese mensaje que necesitabas que alguien te dijera algo, y aunque no sé exactamente el qué, espero haberte ayudado algo.

–Algo. Muchas gracias.

–¿Hablaras con alguien de aquello que te atormenta?

–Me lo pensaré. De todas formas, tú ya lo has hablado un poco.

Leia asiente.

–¿Sabes? Eres una buena chica. Una pena que sólo te juntes con esas arpías.

Melca la mira con una mezcla de reproche y comprensión, ladeando la cabeza.

–Buueeenoo, vale, y con Valeria: pero ella no cuenta, es una pecadora.

La chica empieza a soltar una carcajada cogida por sorpresa y se tapa la boca.

–Eres una mala amiga...

–No, ella sabe que se lo digo con amor. –Se ríe– Y ya te lo he dicho: me parece una tontería que alguien piense que lo suyo es pecado. El amor es amor, y el amor es algo bueno, lo mire un religioso, un ateo, un agnóstico o lo mire quien lo mire. Nunca podría ser pecado. Ella sólo quiere que tú seas feliz y disfrutar de tu sonrisa, no le veo qué tiene de malo eso.

–Leia... –dice ella cabizbaja, con una vocecita.

–¿Qué?

Melca se fuerza a mirarle.

–¿Por qué?

–¿Por qué qué?

–¿Por qué se fijó en mí?

Leia se queda callada, mirándole.

–Mira... No sé, el amor va un poco a su bola. Lo que sí es cierto es que tú siempre le has dado mucho cariño, la has apoyado y le encanta tu forma de ser... Pero por favor, no cambies todo eso, porque no le ayudaría en nada, ni a ti tampoco. De todas formas, a Valeria no le hace mal quererte aunque tú no la quieras de la misma manera, mientras que no te alejes.

–¿Segura?

–Sí... Ella sabe que realmente no tiene oportunidades contigo, o eso cree: si es verdad es algo que sólo tú puedes saber. Pero... Le agrada tener una sonrisa tonta en la cara cada vez que habla contigo, sentir mariposas en el estómago por verte o ser feliz con estar a tu lado o notar tu cariño. Sabe que no es lo mismo para ti, pero la hace feliz tenerte a su lado, y disfruta mucho de tu compañía. Si lo que pasa es que quieres que deje de intentar algo contigo y lo que te da miedo es perderla por ello, simplemente díselo. Dile que no tiene ninguna oportunidad, que no es posible, y que estás segura. Sé que ella te dejará tranquila con respecto a ello porque no querrá agobiarte para nada, y quién sabe si quizá acabe olvidándose de lo que siente por ti y se fije en otra persona. Si no es así, haznos un favor a las tres y declárate ya de una vez. Y si no lo sabes ni tú... Bueno, entonces... Sólo intenta aclararte las ideas. Aunque déjame decirte que Valeria nunca te haría daño ni se alejaría de ti, incluso aunque la relación no salga bien... Te quiere mucho, y como no sea que le hagas una putada muy gorda, querrá mantenerte como amiga siempre.

Ella asiente y vuelve a darle las gracias, sin querer añadir nada más ni continuar hablando con ella.

Vuelven al campus universitario en silencio. Ya han perdido la primera hora de clases, pero en ese momento, a ninguna de las dos les importa.


–¿De qué hablabas con Leia? –le preguntas cuando Melca entra en clase y deja la mochila en el suelo, en el pupitre de delante de ti.

Ella niega con la cabeza.

–¿Y dónde estabas?

–Con Leia.

–¿Por qué?

–¿Os lo contáis todo, no? Ya te dirá.


Buscas a Leia en la cafetería y te apresuras a llegar con ella cuando la encuentras.

–¿Qué le has dicho a Melca?

–¿Por qué? ¿Se le veía mal?

–No más que de costumbre... ¡Oye! ¿No le habrás dicho nada malo, no?

–No.

–¿Y entonces?

–Nada.

–Joder, tía. ¡Venga ya!

–Te dije que soy una buena profesional.

–¡Que Melca no es tu paciente!

–¿Y? Tendré que practicar.

–Te odio –repones cruzándote de odios.

Leia te mira con seriedad.

–Algún día te lo contaré.



Os dejo en los comentarios la playlist que uso para escribir esta novela, que iré actualizando, y que se compone por las canciones que escuchan los distintos personajes según sus gustos.

Gracias por leer.

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