Pasta
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Ya habían pasado dos semanas desde que estaba hospitalizada. Dos semanas donde no sabía que tenía alguien pendiente de mí. Dos semanas donde tenía un supuesto novio que me trajo al hospital.
-muy bien cariño, hoy te damos de alta…tu novio al parecer viene en la noche, pero es mejor que te vayas lleno para que descanses.
Solo asentí y recogí las pocas cosas que tenía en la habitación.
-espero no verte tan pronto aquí pequeña
-eso espero – sonreí como pude y fui al estacionamiento.
Allí había un chico de cabellera castaña y unas gafas de lentes amarillos tenían un suéter café o algo así, traía puestos unos jeans y unas vans negras, supongo.
-¡ya te repusiste! Qué bueno -. Exclamó el chico con su voz apagada por la cosa que tenía en su boca –se lo que estás pensando, pero, me debes tu preciada vida y a cambio quiero que me cocines. No importa que vayas a cocinar, con tal de que sea delicioso…lo aceptaré. -. Las palabras querían brotar de mis labios pero algo en mí no lo permitía, que aún no era el momento idóneo.
Solo me limité a asentir y subir a mi auto.
-no creo que sea conveniente conducir tu auto en estas condiciones, además… ¡si te matas quien mierdas me va a recompensar!
-no tienes por qué preocuparte- respiré profundamente y subí a mi auto – no me voy a estrellar.
-muy bien, pongo mi preciada vida en tus manos.
Asentí y conduje hasta mi casa.
El trayecto era silencioso, solo nosotros dos, sin ningún tema de conversación.
Aparque en el mismo lugar de siempre y bajé lentamente.
-mierda, cuando encuentre al maldito infeliz que me hizo esto lo voy a estampillar contra la pared
-¿con quién estás hablando?
-¿eh? C-con nadie. Solo amenazo a alguien que seguramente debe estar…
-¡en tu maldito porche mujer psicópata!
-¿a qué vienes imbécil?
-obviamente vine a matarte -. El chico se acercó aún más pero me retiré de su camino.
-te deseo suerte, porque si me vuelves a atacar ¡te juro! Que no te doy con un bol, sino que te doy con el mango de un sartén en el ojo – puede que me vea muy ruda, pero estoy muerta del miedo.
Cuando estaba en el hospital, escuchaba rumores de asesinatos brutales y quedé claramente preocupada por eso.
-¡Jeff, cariño! – el chico de las gafas se lanzó a los brazos del tipo que al parecer se llama Jeff y comenzó a acurrucarse
-¿Por qué eres tan tu Toby?
-porque si fuese tu seria plagio
Respiré profundamente y entré a mi casa.
-ya llegue – estúpida costumbre, debería tratar de eliminarla
-¿a quién mierdas saludas niñita? – dijo Jeff con su voz profunda y ronca
-¿y a ti que te importa?
-que genio – exclamó mientras se sentaba en la silla del comedor
-¡ahora sí!- gritó de manera alegre el chico de la mascarilla – me vas a preparar comida, pero ¿sabes que quiero?
-no sé, solo espero que me digas que quieres comer
-quiero ¡pasta a la boloñesa!
Sonreí y entré a la cocina.
Saqué las pastas de la alacena y los demás ingredientes.
Después de 30 minutos más o menos, serví el plato del chico y el mío. Eche una ojeada a la olla y vi que todavía quedaba una porción, así que como alma benevolente que soy, se la llevé a Jeff.
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