Capítulo 32

  Jesica está rodeada por más de una docena de policías y el servicio secreto del empresario.

-¿Qué hago? ¿Qué hago? –no se me ocurre nada, salgo de la habitación buscando algo que pueda usar. Veo por otra ventana el depósito de autos que se usan para el entretenimiento.

Hay un cable de hierro que baja desde el hotel hasta el depósito entonces me quito mi cinto y lo envuelvo por el cable, respiro hondo y salto, el cinto se resbala haciéndome deslizarme hacia abajo, en ese momento siento que mis pantalones comienzan a caerse dejando mi ropa interior al descubierto.

-¡Ah! –gritan las mujeres que estaban haciendo yoga en el edificio de enfrente, donde los vidrios eran trasparentes y todos podían verme.

-Ay no… -murmuro avergonzado, el cable se acaba y termino entre unas enormes llantas como la de los tractores.

-Agr… eso dolió. –Sacudo mi cabeza y me pongo el cinto para que mis pantalones no vuelvan a bajarse –Wau… mira esta belleza. Es perfecto. –digo al encontrar un auto lo bastante potente para ayudarnos a escapar.

-¡Las manos en alto! –le ordenan los agentes a Jesica mientras ella sale lentamente del banco con las bolsa llenas de dinero.

-La tenemos ¿Qué hacemos ahora? –avisa unos de los empleados del empresario.

-Mátenla. –autoriza su jefe con tal de acabar con el problema.

Están a punto de dispararla pero, de repente un fuerte estruendo los asusta, soy yo conduciendo un gigantesco auto monstruo, es una camioneta roja, con buenos amortiguadores y grandes y pesadas ruedas que aplana todo a su paso, los policías comienzan a correr aterrados, la camioneta pasa sobre las patrullas  dejándolas lisas como papel.

-¡¿Nico?! –hasta Jesica se sorprende mucho de verme.

-Su carruaje está aquí, madame. –digo abriendo la puerta del auto.

-¿C-cómo pudiste…?

-Shh… después te disculpas por amarrarme, primero debemos huir. –le interrumpo poniendo la camioneta en cambio y acelerando a fondo.

Nadie pudo seguirnos al no tener autos, así que pudimos escapar tranquilamente, dejamos estacionado la camioneta junto al basurero y contamos el dinero que robamos.

-Sí… tenemos lo suficiente. –hablo sabiendo que puedo recuperar lo que es mío.

-Casi nos morimos de un infarto, pero ahora podemos relajarnos un poco. –dice Sabrina sacudiendo su cabello.

-Gracias a dios que todo salió bien. –dice Lucas aliviado.

-Veamos las noticias, quiero ver la cara del empresario. –propone la tía Blanca encendiendo el televisor viejo que Marcelo logró arreglar.

-En últimas noticias: -Otro banco del exitoso empresario fue robado hace apenas unas horas. Estos robos so insólitos y muy extraños, los ladrones piden por favor y escapan de formas inesperadas; desde un poni de arcoíris hasta una camioneta monstruo que también fue robada. –dice el periodista que conduce el programa. –Hay un solo sospechoso en el robo de la camioneta que creemos que formó parte del atraco del banco. Vean aquí las imágenes de las cámaras de vigilancia del depósito. –el video comienza a correr y en él se ve a un lunático sin pantalones que choca contra unas llantas.

-Bueno… así es como conseguí la camioneta monstruo. –digo riendo mientras rasco mi nuca.

-Tenesmos testimonios que aseguran haber visto a este suicida. –entonces muestra en la tele los testimonios de las mujeres que estaban haciendo yoga.

-Sí, vinos a un loco que pasó a toda velocidad y estaba desnudo.

-¡No es cierto, no estaba desnudo! –corrijo, entonces todos los presentes me miraron.

-¿Cómo terminaste robando esa camioneta? –me pregunta Lucas después de haber apagado la tele.

-Pregúntale eso a Jesica. –digo cruzándome de brazos.

-Okey… yo lo ate por la cama para que no corra peligro pero, al final, Nico me salvó a mí. –confiesa ella.

-Me quedaron las marcas de las sogas en mis muñecas. –interrumpo molesto mientras cruzo mis brazos.

-Nico, ¿Estas molesto? –me pregunta Jesica.

-No, ¡¿Por qué debería estarlo?! –Digo frunciendo el ceño –Entramos a la habitación, me violaste, todo el mundo vio mis calzones de corazones por la tele y casi haces que te maten. –menciono cada cosa que hizo y lo que me hizo pasar.

-Na… estoy bien, tú tenía planeado hacer lo mismo conmigo ¿O me equivoco? –contesta en su defensa.

-B-bueno, yo… -No se me ocurre nada que responder a eso –Tienes razón. –admito.

-Okey, yo te deje encerrado por la misma razón que tú ibas a encerrarme a mí. Pero a pesar de todo, me salvaste… gracias. –murmura sonriendo. No puedo enojarme con ella, no después de su sonrisa.

-Dame un abrazo. ¡Lo logramos! –Sabrina la abraza con fuerza y festejamos. Al día siguiente, decidimos ir al despacho del empresario para comprar las tierras.

-No puedo creerlo ¿Cómo tienen el descaro de venir a mi oficina después de lo que han hecho? creí que eran más listos, ahora puedo llamar a la policía para que los arreste. –nos dice él molesto.

-No sé de qué está hablando. –hablo recostándome en el respaldo de la silla acolchonada con rueditas, es muy cómoda.

-Además, nosotros no tenemos las armas para hacer todo eso robos, ¿Usted no tiene enemigos internacionales que quieren su ruina? –supone Jesica mientras se cruza de piernas.

-Papi ¿Me llamaste? –dice Ana mientras golpea la puerta de la oficina, yo me impulso con las piernas y ruego con la silla hasta la puerta y la abro.

-Hola Ana ¿Cómo estás? –la saludo como si nada.

-¡¿Qué hacen ustedes dos aquí?! –pregunta ella agresivamente.

-Calma, solo venimos por negocios. –comenta Jess tranquilamente. Me empujo de nuevo y ruedo hasta terminar junto a ella.

-Estos dos… jóvenes vinieron a comprar mis tierras con mi propio dinero. ¡No les daré nada! –dice don Aguilar estando muy furioso.

-¿Está diciendo que no quiere nuestro dinero? –Interrumpo con un tono ingenuo –El dinero que nos costó tanto, tanto reunir.

-¡Ese dinero es de mi padre! –grita Ana. Jess y yo ponemos cara de angelitos inocentes.

-¿Por qué dices eso? –pregunta Jesica casi haciendo pucheros.

-¡Ah, yo robe tus tierras y tú robaste mis banco y joyerías y ahora quieren estafarme! Mandé a matarlos varias veces pero ustedes no mueren, además tú eres un tonto. –al señor Aguilar se le acabó la paciencia y confiesa justo como lo habíamos planeado.  

-¡Escúcheme señor! –Me pongo de pie apoyando las manos fuertemente por su escritorio y me inclino hacia adelante, desafiándolo con la mirada –En primer lugar; solo quiero recuperar lo que es mío, en segundo; trataste de matarnos y eso te costará muy caro… -le aclaro con una voz muy firme.

-¿N-Nico? –tartamudea Ana, no puede creer que yo fuera tan serio y listo, porque ante sus ojos y los de su padre… yo solo soy un tonto.

-Ay muñequita barbie sin cerebro… ya ves de lo que te perdiste. –dice Jess recostándose por mi hombro y haciendo una falsa pero bella sonrisa.

-No podrán detenerme. –murmura don Aguilar haciendo una mueca de victoria.

-Claro que no lo haremos, por esa puerta entrarán las personas que lo encerraran. –responde Jesica indicándole hacia la puerta. Por ella esperamos que entre los policías armados que lo arrestarán pero en vez de eso entra un viejito con una escoba vieja.

-¿El de la limpieza? –dice Ana levantando una ceja.

De repente la puerta se abre y golpea al viejito haciéndolo caer al suelo.

-¡Arriba las manos! –ordenan los policías apuntando al empresario, yo levanto mis manos sintiéndome culpable, entonces Jesica las baja rápidamente mientras sonríe nerviosa.

-Aguilar, queda arrestado por fraude e intento de homicidio, su hija también queda arrestada por estafadora. –dice el oficial colocándoles las esposas a ambos.

-¡No, suéltenme, ellos son los verdaderos ladones! –grita Ana forcejeando con los polis.

-¿Ellos? –los agentes nos miran, en ese momento Jess y yo estamos haciendo un número de patinaje con las sillas; rodamos de punta a punta la oficina y luego nos tomamos de las manos y hacemos círculos hasta marearnos.

-Sí, sí, son unos maestros del crimen. –dice sarcástico el oficial mientras los llevan abajo.

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