Capítulo 18

Narrador: Sabrina.

Me acerco a la puerta para escuchar algo, tengo más cuidado porque la última vez Jesica me dejo un gran chichón en mi cabeza. No escucho nada.

Entonces veo a la tía de Nicolás caminando por el pasillo hacia mí.

-Hola querida ¿Viste a mi sobrino por aquí? –me pregunta mirando a su alrededor.

-Eh… ya lo llamo. –contesto entrando obligada a la habitación.

-Nico, tu tía te busca. –digo sosteniendo la puerta con mi mano.

-S-sí… -responde y nos deja a solas.

-Perdóname, interrumpí tu momento con Nico. –me disculpo.

-Me hiciste un favor. –agradece.

-No seas así. –la regaño sentándome a su lado.

-No, es que metí la pata y quedamos en silencio sin saber que decir. –explica estando nerviosa.

-Solo déjate llevar por tus sentimientos. –le aconsejo sabiamente, yo siempre lo hago.

-Ese es el problema, controlo tantos mis sentimientos que yo no puedo expresarme naturalmente. –habla como si fuese una psicóloga.

-Eso es un grave problema, pensaré en algo. –Pienso –Dale un beso. –se me ocurre.

-No, porque yo no me llamo Sabrina ni ando besando a todo el mundo. –comenta seria.

-¡Ah no…! Ese es un golpe muy bajo. –digo molesta, pero aun así la ayudaré aunque no quiera.

Mientras pienso en algo, Jesica prende el televisor que su papá mandó a instalar en el cuarto, están pasando las noticias; un grupo de policías están desalojando una casa muy humilde en el campo.

-¡Déjenme, no tienen derecho a correrme de mis tierras! –grita una anciana resistiéndose.

-Tenemos un contrato firmado por el dueño y ahora las tierras son de un poderoso empresario. –habla un abogado.

-¡No, los títulos están a nombre de mi nieto y él no sería capaz de hacerme esto! –insiste, lo policías la sacan por la fuerza.

En ese momento, Nico entra y parece que está por decir algo pero su atención es dirigida a la pantalla.

-No puedo creerlo, quien sería tan despreciable como para hacer eso. –digo indignada.

-Sabrina, Shh… -me calla Jesica.

-¿Qué? –pregunto confundida, ella me hace una seña con la cabeza para que vea el estado de Nicolás.

-Esto ocurrió hace 4 horas, en medio de la pelea, la mujer tuvo que ser llevada al hospital por tener un paro cardiaco. Los doctores intentaron reanimarla pero acabó falleciendo. –habla el periodista.

En ese momento, Nico sale de repente dejándonos confundidas a las dos.

-¿Por qué salió así? –pienso en voz alta.                                       

-No sabes guardar silencio ¿No? Ese anciana es, bueno más bien era, la abuela de Nico. –me dice Jesi enojada.

-Hay no… -Pienso se seriamente por un momento –Tú puedes consolarlo.

-Tú aprovechas muy bien las desgracias ajenas. Solo necesita un tiempo a solas. –habla ella acomodando su almohada.

-Lo digo es serio, cuando tú estás mal o deprimida deben dejarte sola pero la gente normal debe ser contenida por sus seres queridos, ¿Captas? –le guiño el ojo.

-La doña dijo que la propiedad estaban a nombre de su nieto, o sea Nico, pero él no sería capaz de dejar a su abuela en la calle, no tiene sentido. –murmura Jesica anotando todos en su cuaderno de apuntes.

-La hora de la visita terminó. –avisa una enfermera asomando la cabeza por la entrada.

-Nos vemos. –me despido de ella.

Al día siguiente, me doy cuenta que Nico no vino a la escuela, lo que me parecía muy raro. Por desgracia la profesora del otro curso faltó y juntaron a sus alumnos en mi aula; entonces Andrés aprovecha para sentarse a mi lado.

-Hola linda, te dije que nos volveríamos a ver. –me guiña el ojo coqueto.

-Esto es lo que me faltaba. –golpeo mi frente con la palma de mano lo ignoro mientras el profesor nos da una charla de historia, pero después nos da a hacer un trabajo de a dos, mientras me ocupo de escribir las consignas; Andrés acerca más su silla hacia mí hasta que nuestras rodillas se tocan con un ligero golpe y me hacer rayar la hoja.

-Perdona. –habla sonriendo.

-Lo hiciste a propósito. –murmuro molesta.

-Te presto mi corrector. –Lo ofrece teniéndolo en su mano, intento agárralo pero me lo quita de golpe –Primero dame un pico.

-No. –Contesto seca juntando las cejas. -Sólo uno. –empieza a hacer pucheros.

-Silencio. –interrumpe el profesor, dirijo mi mirada hacia adelante y sonrío inocente. El profesor continúa corrigiendo los exámenes hasta que, en un momento, sale del curso y todos mis compañeros empiezan a salir sin permiso. Andrés se acerca a mí, tanto hasta que terminamos sentados en la misma silla, no puedo separarme de él porque estoy acorralada contra la pared, pero por otro lado, me encanta sentir su aroma cerca de mí.

-Me encanta tus labios carmesí. –él toma mi mentón y los acaricia con su pulgar.

-Contrólate Sabrina. –Me digo sintiéndome nerviosa –Controla tus sentimientos como Jesica.

No importa lo que haga, siento un ardor en toda mi cara y un rubor cubre mis mejillas, solo se me ocurre decir: -Ya basta.

-¿Por qué? Sé que te gusta. –susurra en mi oído, su aliento recorre mi cuello dándome escalofríos.

-No. –me pongo de pie y trepo por encima de la mesa, camino hasta la puerta y, en eso, Andrés me toma del brazo.

-Espera aún no terminé contigo, hermosa.

-Suéltame, no soy tu perrito faldero. –contesto molesta, mi cara sigue colorada y esto hace que Andrés siga molestándome.

-¡Corran, ahí viene el profesor! –una estampida nos arroya en la entrada, un movimiento descontrolado hace que mi mano termine en las nalgas de Andrés.

-No hagas esto en público. –habla sorprendido.

-Fue sin querer.

-Andrés y Sabrina, ¡Siéntense! –ordena el profesor rigurosamente.

Cuando regresamos a nuestro asiento, Andrés insiste:

-Quiero un beso.

-No. –me niego.

-Está bien. –habla poniéndose de pie y pide permiso para salir.

-No puedo creer que me dejara en paz, ese no es Andrés, es un impostor. –pienso preocupada. Al rato entra la preceptora junto con él.

-Quiero denunciar un abuso sexual. –anuncia Andrés limpiándose una lágrima inexistente del rostro.

-Hay no… -me derrito de la vergüenza y, para colmo, mi cara está muy roja.

-Sabrina es la violadora. –me acusa frente a todos, en ese momento, se comienzan a reír a carcajadas.

-¡Esto es serio! –Interrumpe el profesor.

-Sabrina. –me llama, yo me pongo de pie tratando de tranquilizarme un poco.

-Andrés habló conmigo ¿Es cierto que le tocaste el glúteo al compañero? –pregunta la preceptora.

-Ehh… sí pero… -intento defenderme pero Andrés me interrumpe: -¡Confesó!

-Acompáñame a la dirección. –dice seria saliendo por la puerta, yo la sigo escuchando las risas de todo el curso, cuando cierro la puesta, Andrés me sonríe satisfecho con este escándalo. En la dirección me encuentro con Matías, él está sentado frente al escritorio de la rectora.

-Hola Sabrina. -me saluda estando cruzado de brazos y con sus pies sobre los bordes de la mesa.

-¿Qué hiciste ahora? –le pregunto estándome en la silla que está junto a él.

-Robé el auto del profesor de física, prácticamente vivo en la dirección. –contesta serio.

-Ah… -miro a un lado.

-¿Y tú? Nunca te suelen traer aquí. –pregunta mientras se rasca la nuca.

-No quiero hablar de eso. –junto las cejas, entonces la rectora entra y se sienta en su escritorio.

-Matías, baja los pies de la mesa. –le ordena, él mira a un lado sin obedecer, la rectora lo mira fijamente y baja un poco sus anteojos. Esa mirada aniquiladora de cazador furtivo o de asesino sicópata era lo que hacía que todos en la escuela le tuvieran miedo, así que Matías no duda dos veces en bajar sus pies del escritorio.

-Robaste el auto del un profesor. –dice al leer la notificación que la preceptora le dejó.

-Lo tomé prestado. –corrige.

-Sí. –asiente tomando nota de todo.

-Sabrina ¿Qué hiciste? –me pregunta de repente cuando se da cuenta de mi presencia.

-Ya se va a enterar. –contesto sin mirarla, el rojo de mi cara persiste, ella lee mi  notificación y luego me mira con la boca abierta.

-¡¿Le tocaste la cola a un compañero?! –habla sorprendida, Matías reprime una carcajada.

-¡Maldito Andrés, todo esto es por tu culpa! –lo maldigo en mis pensamientos.

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