Capítulo Único

Respiro con dificultad, mis pulmones arden como si se estuvieran incendiando, trato de levantarme pero mis piernas no me responden...quiero pedir ayuda pero mi voz no sale y es cuando entonces aquí, tirada en esta fría baldosa cubierta de sangre, de mi sangre, es que me pregunto: ¿Qué mal tan grande cometí para merecer este castigo? ¿Acaso Dios a decidido abandonarme a mi suerte?

No, no fue Dios, yo sola me metí en esto al pensar que cambiaría, al darle mi voto de confianza a una persona que no lo merecía, a aquel que alguna vez me hizo sentir la mujer más feliz del mundo y que ahora solo me hacía derramar lágrimas de sangre y dar suspiros de dolor.

Todo por unos cuantos halagos y un par de regalos caros ¿Tan poca autoestima me tuve que eso fue suficiente?

Odiaba mi vida antes de conocerlo, pero ahora que vivo un infierno a su lado, se que todo lo que hacían mis padres por mi fue para protegerme, para cuidarme de monstruos como él, un diablo vestido de ángel.

Me dejé cautivar, fui tonta, es decir ¿Quien no se fija en el alumno nuevo?

Él era todo un príncipe azul, comenzó a conquistarme con halagos, miradas y sonrisas, después se fue uniendo a mis planes con amigos, al tiempo, solo éramos los dos comiendo en restaurantes finos, en los cuales yo no podría pagar ni en sueños, era la vida que siempre había soñado, lo que desconocía era el precio a pagar por ella.

Estaba tan deslumbrada que cuando me pidió matrimonio no dudé en aceptar...ahí fue cuando todo comenzó a caer y fue cuando me di cuenta que de ángel solo tenía el nombre.

Al poco tiempo de casados, me convenció de dejar la escuela, ya que según él, ahora que era su esposa, no la necesitaba, yo, como estupida le creí.

Después, comenzó a llegar tarde a casa, oliendo a perfume de mujer, y yo, por miedo a perderlo, lo dejaba pasar, perdiendo así, día con día, un trozo de mi valor como mujer.

No pasó mucho tiempo para que comenzara a llegar con aliento alcohólico, y con ello, a portarse agresivo conmigo, lo cual iba desde un jalón de cabellos hasta una cachetada, pero lo dejaba pasar ya que a la mañana siguiente se disculpaba y me trataba como antes, cuando recién nos conocíamos.

Así comenzó una rutina, una que yo detestaba pero por miedo no decía nada, mi mente siempre pensaba: "Él cambiara" "Solo es una mala racha" pretextos y mas pretextos, no era nada de eso y me di cuenta el primer día que me molió a golpes, no lo recuerdo muy bien, ya que cuando tenía toda mi sangre en cara, un golpe especialmente fuerte me dejó viendo negro.

Recuerdo que a la mañana siguiente amanecí en una cama de hospital, con unas puntadas en la cabeza y en mi ceja izquierda, el labio partido y un enorme moretón en mi ojo izquierdo, me veía y me sentía patética, pero me sentí peor después.

Por mis heridas, les competía a las autoridades tomar mi declaración, yo en ese momento estaba decidida, tenía que acabar con este martirio, pero...no lo hice.

No lo hice porque volví a caer en sus mentiras, logró comprar mi perdón con un ramo de rosas y un oso de peluche con las palabras "Te amo", una vil y asquerosa mentira que mi subconsciente se creyó, salvándolo a él de una posible condena y metiéndome a mi de nuevo en mi infierno personal.

Al regresar a casa todo volvió a ser como antes y por un momento le creí, pero después, el monstruo regreso...de la peor manera, ya no solo eran agresiones físicas, sino también verbales, ahora no sólo estaba muerta por fuera sino también por dentro, era un simple cascarón...deseando cada vez más que Dios se apiadara de mí y acabara con este castigo.

Pero no, para él no fue suficiente hasta que no quedó nada de mi, hasta que no perdiera todo: mi belleza, mis esperanzas y la fe que le tenía a las personas, esa noche lo perdí todo.

Su mano en forma de puño golpeándome una y otra vez, en el estómago, en la cara, en las piernas, mi precioso cabello todo mal cortado y mis vestido hecho jirones, porque no le bastó romperme como lo había hecho, también tuvo que ultrajarme...despojarme de la poca dignidad que me quedaba, yo ya no era ni la sombra de lo que había sido.

Fue cuando me di cuenta que yo debí haberle puesto el alto, debí denunciarlo, pero estaba tan cegada que solo obtuve lo que me merecía por mi empeño en creer que cambiaría.

Inhalé y exhalé por última vez, arrepintiéndome de mi fatídico error, y pidiéndole a Dios clemencia para acabar por fin con este martirio, al que yo nunca pude ponerle fin.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top