Capítulo 9

-¡Madre! ¡Déjenla en paz! -intenté correr hacia ella.

La vi arrodillada en el suelo, encadenada, y un guardia sujetando su espada al lado de ella.

-Háganlo -ordena el rey.

El guardia asiente y levanta su espada para ponerla junto al cuello de mi madre y levantarla, tomando impulso.

-¡No! -grité llorando desesperada.

-Aún puedes cambiar de opinión -murmura el Rey en mi oído.

Vi la situación, realmente estaba entre la espada y la pared. Cerré los ojos y apreté los puños.

-¡Bien! ¡Está bien, lo haré! -todo se detiene en ese momento y se quedan en silencio.

No podía abrir los ojos, tenía miedo, mucho miedo...

-¿Harás qué? -sigue preguntando en mi oído.

-Pertenecerle -respondí asqueada.

-Hazlo bien.

Abrí los ojos y lo vi sonriendo. Amaba verme así, lo sabía... Miré a mi al rededor como todos me miraban, incluida mi madre.

Me soltaron los brazos y yo caí lentamente al suelo de rodillas frente al Rey.

-Yo ahora le pertenezco... mi señor, pero por favor... no le haga nada a mi madre... se lo ruego.

Unas cuantas lágrimas ruedan por mi mejilla, él extiende su mano hasta mí y me hace levantarme con su mano en mi barbilla. Seca mis lágrimas con una sonrisa desagradable.

-Así será.

Mira al guardia junto a mi madre y le hace una seña para que pare. Él guarda su espada en su funda y yo sentí como el alivio invadía mi cuerpo por completo, cerré los ojos y suspiré.

-Llevenla y que el mejor doctor la atienda -habla a los guardias, refiriéndose a mi madre.

-Delia... -murmura ella mientras la levantan.

-Estarás bien, mamá... lo prometo -sonreí adolorida mientras otra lágrima rueda por mi mejilla.

-Hija... ¿Qué has hecho? -sus ojos igualmente cristalizados me miran con tristeza.

Los guardias se la llevan y yo sentí un brazo rodeándome y sujetándome por la cintura. Su simple tacto me daba asco... incluso su cercanía ya conseguía hacerme sentir tal cosa.

Sentí que su otra mano se acercaba a mi collar y levantaba el dije.

-Ya no quiero ver esto.

Cerré los ojos cuando lo arrancó de mi cuello, más lágrimas se derramaron de mis ojos. Lo dejó caer al suelo, quise agacharme a recogerlo pero él me lo impide.

-Déjalo, ya no lo usarás.

-Pero...

Chasquea los dedos y una mujer se acerca con una caja de oro. Se acerca a ella y de la caja saca otro collar. Era uno que se apegaba al cuello, negro y con un cristal rojo en el centro, rodeado de oro.

-En su lugar, usarás esto.

Vuelve a acercarse a mí y me hace levantar mi cabello para colocármelo.

-Con esto puesto nadie más que yo puede tocarte o será ejecutado de inmediato -miré al frente donde estaba Aren y sentí otra lágrima bajando por mi mejilla-. No pueden quitártelo, ni siquiera tú.

Repentinamente sentí que besaba mi nuca, luego de colocarme el collar. Hice una mueca apartando la mirada.

-¿Lo has entendido... Delia...

Mi nombre siendo pronunciado por él me daba tanto asco, náuseas más bien.

-Sí, majestad... -respondí dejando caer mi cabello.

-Bien, muy bien... -me hace girar sujetándome por los brazos-. Ahora vamos... debo enseñarte tus nuevas reglas.

Me agarra por la cintura para acercarme a él y me hace caminar de vuelta dentro del castillo. Volvemos a su habitación y él se va a sentarse en el sofá.

-¿No te sentarás? -pregunta mirándome.

Negué con la cabeza desanimadamente antes de agachar la mirada.

-Como quieras -responde suspirando-. Hablemos de tus reglas... Son fáciles, ya te lo digo. Como sabes nadie puede tocarte, solo yo, ahora me perteneces únicamente a mí.

Me daba tanto asco escucharlo decir eso, traté de ocultar mi mueca.

-Si veo o escucho que hablas con alguien privadamente, recibirá un castigo. No puedes salir del castillo si no es conmigo. Me acompañarás en todo momento y me obedecerás en todo lo que te diga, si digo que hagas algo, lo haces. ¿Entendido?

Asentí sin más, no quería dirigirle ni una sola palabra si era posible.

-Y tienes que responderme cuando te hablo.

Veo que no lo era...

-Sí, majestad...

-Mejor.

Se levanta del sofá y se acerca a mí de nuevo.

-Tendrás toda la ropa y joyas que quieras si te mantienes a mi lado, y tu madre tendrá la mejor asistencia médica -acaricia mi mejilla-. Pero si te rehúsa a obedecer mis reglas, la que sufrirá será tu madre.

Mi cuerpo se heló con la simple idea de que si doy un paso en falso mi madre pueda morir...

-¿Lo entiendes, preciosa?

-S..Sí... m..majestad.

-Bien, me alegro que te haya quedado en claro.

Acaricia mis labios con su pulgar y los mira con bastante deseo, aparté la mirada y él decide soltarme mientras suspira.

-Ahora tendrás que responderme algunas preguntas, quiero saber sobre ti...

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