Capítulo 29
Nunca creí que siendo miserable pudiera sentir como el tiempo pasaba muy rápido, creo que era porque era la misma rutina todos los días y ya me había acostumbrado a sentirme miserable. Pronto los días fueron semanas y de semanas a años... dos años específicamente.
Con veintiún años la depresión me estaba matando, ni siquiera tenía a Lex para ayudarme a soportar esto. Aren se ha ido... no tengo nada.
-Mhm... -el rey disfruta besando mi cuello mientras mantenía mis manos quietas sobre mi cabeza.
Miraba el techo sin emoción, pero como suelo hacer... volteé la mirada a la ventana, deseando que Aren entrara por ella y detuviera esto que se sentía diferente a todas las demás veces que se ha detenido por algún motivo.
-¿No me dirás que pare? ¿No llorarás suplicando y tratando de apartarme? -pregunta en mi oído mientras sonríe esperando una buena respuesta de mi parte.
-Aunque lo hiciera... usted no se detendrá esta vez... -volví la mirada al bastardo sobre mí-. Yo le pertenezco, Majestad... usted puede y hará lo que quiera conmigo...
Él sonríe porque era lo que esperaba, el idiota se atrevió a preguntar aquello aún sabiendo que hace solo un par de días me había amenazado en la última vez que intenté detenerlo. Ya se le había acabado la paciencia, si me negaba esta vez... matará a mi madre y a mí. No podía permitirlo.
Debía aceptarlo, no puedo hacer nada... no tengo la fuerza suficiente ni el valor que se necesita para enfrentarlo. Mis ánimos no me ayudan, el dolor me vuelve más débil.
-Eso es... por fin has aprendido, preciosa... -baja la parte de arriba del vestido descubriendo mis senos y besa mi pecho- ¿Dejarás de quejarte y llorar cada vez que lo haga?
-Así será, Majestad.
-Bien... no quiero escuchar ninguna queja más y lo sabes.
Asentí como respuesta. Él me sujeta por la cintura y me hace levantarme hasta estar con mis rodillas sobre la cama, a ambos lados de su cintura. Me miraba al rostro pero baja la mirada a mi cuerpo, acaricia con una mano y me besa provocándome repulsión.
-Por fin...
Fue como activar lo peor de él, finalmente estaba consiguiendo lo que quería desde hace tiempo de mí, así que estaba algo... emocionado. Me tumba de nuevo en la cama y se apresura a quitarme la ropa sin importar romperla en el proceso, quería hacerlo ya.
Tocó cada parte de mi cuerpo, yo no podía detenerlo. Después de tanto tiempo retrasando esto... me di cuenta que era algo que no podía evitar. Él tomó lo que quiso, terminó de destrozar mi orgullo y dignidad. Hizo lo que quiso conmigo. Fue el cruel rey de siempre y tomó lo que creyó suyo por toda la noche y los siguientes días.
No me dejó descansar ni una vez, si lo hacía él volvía a despertarme para continuar. A veces ni siquiera avisaba antes de hacerlo y simplemente bajaba mi ropa y entraba en mí aunque no estuviera lista. Me hizo daño... me dolió tanto y solo quería que me matara de una vez.
Pero si lloraba me iba peor, me golpeaba y su mal humor aumentaba y se desquitaba conmigo. Así que tuve que aguantar hasta que ya no lo veía para poder llorar en paz.
Finalmente en una nueva mañana lo sentí levantarse de la cama y arreglarse la ropa. Me quedé acostada con solo la sábana cubriendo mi cuerpo, fingí estar dormida para cuando él salió de la habitación.
Una lágrima resbala por mi mejilla cuando abrí los ojos y miré hacia ventana. Aún deseaba verlo entrar y sacarme de este infierno nuevo. Podía ver las nubes desde aquí y las formas que hacían...
-Aren... -susurré.
No quería seguir acostada en esta cama que cada día es mi peor tortura. Me senté sujetando la sábana contra mi pecho pero con cada movimiento que hacía me dolía en mi intimidad. Porque claro... a él no le importaba lastimarme hasta sangrar. Aún así seguía hasta quedar satisfecho.
-Nhg... -solté un quejido al levantarme de la cama tambaleándome.
Sentir el frío del suelo en mis pies, me hizo estremecer. Mi cuerpo temblaba y sentía que no podía levantarme bien. Caí de nuevo sobre la cama sintiéndome realmente débil... tenía más frío de lo normal, quería cerrar las cortinas de la ventana.
Escuché que tocaban a la puerta y cuando Miriam entró a la habitación se espantó al verme. Así que corrió hasta mí.
-Cariño... oh por Dios... ese hombre no tiene piedad... no te ves bien -me toma el rostro entre sus manos-. Estás muy pálida...
-M..Miriam...
Comencé a marearme y sentir que mis ojos se cerraban mientras caía de nuevo en la cama y escuchaba los gritos lejanos de Miriam llamarme y luego llamar a alguien más...
Sentía tanto frío...
A mi mente solo llegaron imágenes sobre Aren... su calidez y como me hacia sentir estando cerca.
-A..Aren... -murmuré.
-Cariño... estarás bien... -distinguí la voz de Miriam.
Me abracé a mí misma y comencé a temblar. Aún tenía frío pero sentía que traía ropa puesta y una manta sobre mí.
-Aren... -lo llamé esperando que viniera.
-Sh... cariño... -Miriam murmuraba y acariciaba para que me calmara-. Si él te escucha...
Comencé a quejarme como protesta mientras fruncía el ceño y me abrazaba con más fuerza. Tenía tanto frío y solo quería que él llegase de la nada y me abrace. Que me haga olvidar de todo lo malo en estos años y me transmita esa paz y calidez...
Volví a quedar dormida...
***
***
-¿Cómo está? -escuché la voz de Miriam.
-La fiebre sigue empeorando... sinceramente... no sé si sobreviva...
-Oh Dios... no...
-Puede probar dándole estos medicamentos, pero... no hay mucha esperanza de que funcione... lo siento.
Escuché unos pasos irse y luego la puerta abrise y cerrarse de nuevo, además de otros pasos acercarse.
¿Majestad...?
-Si no hay nada que se pueda hacer... ¿Entonces que caso tiene tratarla?
No... no quiero morir... Aren aún tiene que volver... por favor... Le prometí que lo esperaría, no puedo faltarle a mi promesa. Tengo que vivir...
-No... Majestad se lo suplico. Inténtelo, no deje que ella muera tan fácil... por favor... haré lo que sea pero por favor intente que ella se salve...
Hubo un momento de silencio luego de las súplicas de Miriam, quería levantarme y suplicar junto a ella para que me dieran las medicinas y poder sentirme mejor.
-Tú la atenderás, pero si no mejora dentro de catorce días... los guardias vendrán a buscarla.
Escuché como Miriam se alarmaba con tal sentencia pero afirmaba que ella se encargaría de mí.
-Sí, Sí, Majestad... no se preocupe.
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