• CAPÍTULO 82 •

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82. Desenmascarados.
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—Es imperativo Nina, es imperativo de que esto suceda como está planeado. Si no llego a tener este objeto antes de enfrentar al joven Potter, las cosas podrían salirse de control-susurró Voldemort mientras el grupo de mortífagos se alistaba en la mansión Malfoy.

—No le decepcionaré, mi señor—declaró Nina haciendo una leve reverencia hacia el mago—, sólo espero que no nos tome más tiempo del esperado. No fallaré.

—Eso espero, quiero mencionar que confío en este grupo—murmuró—Tomen en cuenta de que es como jugar a los exploradores, es una especie de búsqueda del tesoro. Si llegan aquí con el objeto serán recompensados con gracia y enaltecidos una vez que hayamos derrotado a todos los traidores a la sangre.

Los delirios de grandeza del señor tenebroso era algo que Nina detestaba oír, no cabía en su mente que los pensamientos de alguien estuviesen tan rotos como para creer ser superior a los demás.

—¿Quién llevará el mapa?—siseó Scavior—, quiero recalcar que antigüedad asegura rango, mi señor; hemos sido sus súbditos desde antes que estos dos mocosos, me parece justo que seamos nosotros quienes llevemos el mapa.

El grupo era moderado, Nina, Draco, Greyback, Scavior y Rabastán Lestrange eran quienes estaban involucrados. Nina entrecerró los ojos con desconfianza ante el comentario del carroñero; si es que lo mencionaba era porque quizás no confiaba del todo en ella y eso no la dejaba en una buena posición, le regaló una sonrisa cínica, obteniendo como respuesta un guiño por parte de el hombre.

—La señorita Illich ha demostrado ser bastante competente, no veo motivos para que ella no pueda con él. Después de todo es quien sabe descifrar las runas.

—¿Tienes la masculinidad frágil, Scavior? ¿No te gusta que una chica lleve el mando?-—inquirió la bruja con una voz altiva.

–Oh, claro que no. Solamente lo decía porque tengo la confianza del amo hace más tiempo.

—Bueno, mi lord sabe a quien le encomienda sus misiones— rebatió Draco de inmediato—, a menos que lo estés cuestionando.

–Por supuesto que no—se excusó el mago—, nada más que la inexperiencia a veces trae errores consigo, una matrícula de honor no lo es todo— replicó, dando a entender con ese comentario que la había investigado.

Draco y Nina intercambiaron una mirada de prevención, tendrían consideración con la información que entregaban delante de él y lógicamente una de sus prioridades sería mantenerlo controlado bajo la maldición Imperio, lo difícil sería hacerlo sin que los demás se dieran cuenta.

Voldemort no le dio más vueltas al asunto e ignoró los comentarios del carroñero, quien guardaría sus impresiones para más adelante.

—Menciona tu plan de búsqueda, Nina— instó Voldemort con el mapa delante de él.

—Bueno, existe una zona escarpada y cavernosa aquí donde está marcado— declaró—, no sabemos hasta donde podremos usar la aparición, existen factores climáticos que podrían desviarnos una vez que nos estemos acercando. Por lo que sugiero llegar con la aparición hasta Kirkwall y una vez allí recorrer a pie, desconozco si existen desafíos mágicos a sortear para poder encontrar la reliquia en cuestión, pero no podemos arriesgarnos antes de estar cerca, el mapa al parecer se irá revelando más una vez que nos encontremos sitiados en la zona.

—En efecto—farfulló el mago—, no quiero retrasarles más. Honestamente deseo que vuelvan lo más pronto posible, no quiero que hayan llegado después de librar la gran batalla. Presiento que se acerca y será más pronto de lo que quisiera, debo estar preparado y protegido.

—Tenga por seguro de que tendrá esta reliquia en sus manos, mi señor. Y con eso estará un paso más cerca de derrotar a Potter—aclaró Draco.

—Así será. Tengan un excelente viaje— El sarcasmo de su voz era innegable, todos sabían de que aquella búsqueda era un arma de doble filo. Los terrenos rocosos, cavernosos y de montañas podrían generar ventiscas y derrumbes pero ese no era un impedimento para Voldemort, no si su vida dependía de aquel elixir.

Ella era la única mujer entre esos magos y aquello no le intimidaba para nada, tampoco que era más joven. Sólo le atormentaba que descubrieran lo que era en realidad, lo que ocultaba y las reales motivaciones que tuvo para unirse a la organización; que se percataran de que realmente era una traidora. Sentía los ojos de aquellos carroñeros puestos en ella, brillando con una emoción de la que no tenía certeza pero que imaginaba.

—¿Bueno, jefa?— se burló Rabastán—¿Qué haremos ahora? ¿Debo llevar mi muñeca?—Claramente evidenció el sentir que todos los hombres tenían en ese instante, prácticamente percibían una degradación ir bajo el mando de una recién llegada.

Sólo que no esperaba que Nina le pusiera en su lugar.

La bruja se acercó a él con fuerza, echándole el cuerpo encima, apuntando la varita contra su cuerpo, no se intimidó ni por un segundo, debía darse a respetar y ese era el momento, de lo contrario esos hombres intentarían sacar ventaja de ella en cualquier circunstancia o contexto.

—Mira, quizás te sientas ofendido porque Voldemort te mandó conmigo. Quizás sientes que es una expedición muy simple o de poca monta para ti—sonrió—, no obstante creo que el señor oscuro no considera que seas para algo más, lamentablemente para ti. Tampoco considera que seas apto para guiar algo tan simple como esto, así que tienes dos opciones, quedarte y reclamar ante él o venir conmigo y no hacer problema alguno. Porque lo más seguro es que te creas mejor que yo, pero si en el camino debo hacer algún sacrificio, créeme que serás tú, puedo matarte, puedo manipularte y puedo deshacerme de ti sin que nadie se entere, sin que nadie te extrañe, así que no te interpongas en mi camino.

Hubieron unos segundos de silencio, donde todos se quedaron a la expectación de una contestación por parte del mortífago.

—Bien—volvió a decir Nina—, si nadie quiere quejarse de algo con respecto al peso de sus huevos por no estar a cargo, les sugiero que vayan por sus cosas. Nos iremos ahora.

En los jardines de la mansión Malfoy ya no quedaban muchas flores, no quedaba mucho césped verde y parejo, tan sólo habían árboles que estaban quedándose sin hojas debido al lúgubre y repentino cambio de clima. Los cinco magos estaban dispuestos en un círculo, Nina tenía la capucha puesta y de su bolso de cuero sacó un traslador en forma de sombrero de ala.

—Se activará en diez segundos—anunció con la voz demandante.

Todos los magos colocaron sus manos sobre él, Nina frunció los labios y cerró los ojos, sintiendo como la magia la consumía dejando una estela de bruma negra tras ella. Aparecieron luego de unos segundos en una isla pedregosa y siniestra, como si el mismo mundo se hubiese olvidado de ella.

—Y henos aquí—siseó Draco a su espalda.

Ya no tenía opción, no podía retractarse de su abrumadora decisión.

Pius Thicknessie no era para nada un hombre de fiar, después de todo se había tomado el poder del ministerio de magia bajo la fuerza, generando prácticamente un golpe de estado donde muchos funcionarios habían fallecidos incluído el ministro anterior. Kingsley Shacklebolt era uno de los pocos funcionarios decentes y correctos que quedaban en el sitio, específicamente en el departamento de aurores. Tras el fallecimiento de Alastor Moody, el equipo estaba debilitado y pocos miembros no eran cuestionados debido a que los infiltrados eran demasiados y la información se esparcía como agua entre los dedos.

Los Illich eran parte de los escasos elementos confiables que quedaban dentro de los magos que ejercían la profesión. Por lo que Kingsley sintió realmente en peso en su interior por tener que hacer lo que debía, eso es lo que haría cualquier persona o amigo.

Aunque fuera difícil, aunque fuese doloroso.

—John, Amelie; necesito que vengan aquí.

No operaban en las oficinas del ministerio, habían rentado un depósito antiguo para no ser observados por otras personas que estuvieran interesadas de más en sus operaciones secretas. Habían decidido llevarse a algunos recién graduados, pues debían tener esperanza, en ese momento más que en ningún otro requerían de la ilusión de que todavía quedaran personas dispuestas a hacerle frente a la oscuridad.

—¿Qué sucede? —preguntó Amelie—¿tienes noticias sobre mi hija, Kingsley?

El mago no sabía cómo decirles todo la información que había llegado hasta él sin hacer que el mundo de esas personas se derrumbara. Sacó de su escritorio un sobre de papel con unas fotografías dentro.

—Creo que es mejor que lo veas por ti misma, Amelie.

La mujer acercó su mano al sobre y sacó el contenido. No obstante sus ojos eran incapaces de convencerse de lo que veían. Sintió su corazón latir fuerte, pero su estómago se cerró de forma abrupta.

La chica de las fotos era su hija, sin lugar a dudas.

—¿Qué es esto? —susurró lanzandolas sobre la mesa.

—Fueron tomadas por nuestros infiltrados en el mundo muggle. Son del día en que se descarriló el tren —comentó aclarando aquello que el contexto no podía entregar por sí solo.

John tomó en sus manos las fotografías con cautela y después sus pies lo guiaron hasta la diminuta ventana que había en la habitación, sintiéndose clautrofobico.

¿Aquello realmente estaba sucediendo?

—Sé lo difícil que esto debe ser para ustedes. Pero mis fuentes han confirmado que es ella, ella junto a Draco Malfoy, no han vuelto a ser vistos en las cercanías del sitio del siniestro, no obstante no sabemos cuales son sus intenciones o la real misión que les han encomendado hacer.

—No. Algo debe suceder, Kingsley, ella no se hubiese ido así, ella me hubiera hablado, me hubiera pedido consejos —replicó la bruja, sintiendo que le estrujaban en corazón en el proceso.

—Amelie, ella se les ha unido...

—No, sé que debe haber sucedido algo ¿y si la secuestraron? ¿y si está siendo forzada?

Kingsley intercambió una mirada con John, quien hasta el momento no había dicho ninguna palabra.

—Estaría en una mazmorra, no haciendo labores. No estaría dejando que la viesen a plena luz del día —replicó el mago intentando hacer que su compañera entrara en razón —. Esto no tiene nada que ver contigo o cómo hayan educado a su hija, habla de sus propias convicciones y lamentablemente...

—¡Lamentablemente qué, Kingsley! —chilló la mujer colocándose de pie, saliendo de la habitación.

El hombre suspiró, sabía que no debía ser nada fácil. Observó el semblante sombrío de John y frunció los labios sin saber muy bien qué decir.

—¿Sabes algo más? —preguntó al fin el hombre luego de unos largos minutos de silencio y estupefacción —¿Han podido socavar algo en la mansión de los Malfoy?

—No, no ha vuelto a ser vista. Tampoco él y con respecto al allanamiento en el sitio, es difícil, tiene defensas implacables y hasta estas fotos no había nada que los ligara deliberadamente— terció —. Narcissa Malfoy ha declarado no saber nada sobre el paradero de su hijo y se niega a hablar, tienen la protección de Pius y eso en este momento los hace casi intocables, lo sabes.

John cerró los ojos, como si estuviese meditando con el universo, pidiendo respuestas a algo que era demasiado tormentoso como para afrontarlo con los ojos abiertos.

Su hija, su pequeña, su Nina estaba con ellos y no podía hacer nada para si quiera preguntarle cuáles eran los motivos que la habían orillado a hacer semejante barbaridad.

—Entiendo -replicó —, creo que debo ir a ver a mi esposa.

Antes de que John saliera, Kingsley lo detuvo con su voz.

—Lo lamento, compañero. De verdad que sí, sabes que no puedo hacer excepciones, debo imprimir el cartel de se busca correspondiente. Hay evidencia de que han cometido crímenes en contra del mundo muggle y eso implica ser juzgada, debo mandarlos a imprimir, si no lo hago puedo ser tratado de encubridor y sabes lo que significa la reputación para mi.

John lo pensó durante un par de segundos.

—No te preocupes. Sé lo que implica, conozco el procedimiento.

Pronto la cara de su hija estaría regada por todo el mundo mágico.

Marcándola como a una criminal.

Como la mortífaga en la que se había convertido.

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