Danzando y soñando

Todos los vikingos, excepto los novios y la pandilla, se dirigieron a la nueva Gran Sala donde la comida ya estaba servida sobre la mesa, y por supuesto decorada para la ocasión. Antes de empezar a engullir, tenían que esperar a que los novios aparecieran.

Los chicos fueron tras Hipo y Astrid que cogidos de la mano, miraban más allá del mar, pensando en sus dragones. Les habría gustado que pudieran haber estado junto a ellos ese día, así no se hubieran sentido tan nerviosos, y se habrían sentido aún más felices.

Los demás también miraron más allá y pensaron lo mismo. Astrid apoyó su cabeza en el hombro de Hipo, mientras este le rodeaba con su brazo. Se quedaron mirando un rato más esperando algo, que no pasaría. Los dragones no volverían nunca más, ahora estaban a salvos en el mundo oculto.

Hipo notó que Astrid empezaba a sorberse la nariz. Miró hacia ella y vio que estaba llorando. Nunca había visto a Astrid llorar, ni siquiera con la partida de Tormenta. Pues siempre había sido muy fuerte para situaciones difíciles, pero está claro que alguna vez, esas situaciones tendrían que superarla. Verla así, le partía el corazón. Quitó el brazo de su hombro y llevó sus manos a sus mejillas empapadas, mientras le limpiaba las dos nuevas lágrimas que salían de sus ojos.

—Lo siento, no sé por qué estoy llorando. —dijo Astrid algo avergonzada bajando la mirada.

Hipo sonrió con tristeza. Le agarró de la barbilla y le levantó la cabeza para que volviera a mirarle. A Hipo también se le escaparon dos lágrimas de sus ojos. Los dos compartían la misma mirada y sentían lo mismo.

—Pues parece que yo tampoco sé por qué estoy llorando. —le dijo Hipo a Astrid siguiéndole el juego.

Astrid le sonrió con tristeza y abrazó a Hipo por la cintura, enterrando la cabeza en su cuello. Hipo le devolvió el abrazo envolviendo sus brazos sobre su espalda. Los dos lloraron en silencio durante algún rato más.

Los demás contemplaron toda la escena y también se pusieron muy tristes al verlos, pues se sentían igual. No ha habido un solo día desde su marcha que no hayan pensado en ellos. Siempre los echarían de menos.

Astrid se separó de Hipo y le dedicó una mirada cristalina.

—Gracias por apoyarme. Sé que deberíamos estar felices, ya que es nuestro día. Lo siento...

Hipo negó con la cabeza y volvió a llevar sus manos a sus mejillas.

—No me tienes que dar las gracias por nada, pues sabes perfectamente que nos apoyamos mutuamente. Además que, yo me siento igual. No tienes que disculparte por nada.

Astrid lo miró agradecida por sus palabras.

—Sé que es nuestro día, y por eso debemos pensar a partir de ahora, solamente en nosotros. Y disfrutar y celebrar nuestro matrimonio. Porque no puedo estar más feliz por haberme casado contigo.

Ahora Astrid miró a su marido con todo el amor que pudo, y apoyó su frente contra la suya, llevando sus manos a su cuello.

—Yo también. Gracias por haber dado este paso tan grande conmigo. Creía que nunca te decidirías a darlo.

Hipo rió echándole el aliento en su cara. A Astrid le entró un escalofrío por el cuerpo. Le encantaba escucharlo reír, y últimamente no lo había hecho mucho.

—Claro que quería, más que nada. Solo que no estaba preparado en ese momento. Y la partida de Desdentao me ayudó a decidirme. No quería dejar que la única persona que amo, se me escapara de entre mis dedos también.

Hipo le habló a Astrid con todo su corazón y sinceridad. A Astrid le encantaba eso de él. Ella sonrió y lo besó en los labios con ganas. Hipo le correspondió al beso. Era un beso suave y dulce, en el que expresaban lo que sentían el uno por el otro. Sus lenguas acariciaban a su vez, los labios del otro. Sus cuerpos les pedían más. Siempre lo hacían cuando se besaban o se rozaban, y ahora ya no podían impedírselo.

—¿Sabéis que seguimos aquí verdad? —dijo Chusco interrumpiéndolos y haciendo que se separaran unos centímetros.

Ellos miraron a su alrededor y vieron las caras de los demás, y parecían algo incómodos. Incluso Valka y Bocón.

—Sé que os habéis casado y no podéis controlar vuestras hormonas ahora mismo, pero tengo hambre, y hay un banquete que tenéis que abrir. Luego podéis iros a hacer lo que tengáis que hacer. —Patán siendo tan borde y directo como siempre.

Ambos se miraron sonrojados por el beso y por las palabras de Mocoso, pero tenía razón.

—Está bien, vamos a empezar la fiesta.

Hipo y Astrid se cogieron de la mano mientras se dirigieron con los demás a la Gran Sala. Cuando llegaron los vikingos estaban algo cascarrabias, porque aún no habían probado la apetitosa comida.

—¡Por fin! ¡Casi me como a Gerard! —dijo uno de los vikingos.

Hipo y Astrid se pusieron en medio de la sala para dirigirse a todo el mundo, y los demás se sentaron en su mesa.

—Perdonad la tardanza. Estamos aquí, en uno de los días más especiales e inolvidables de nuestra vida. —dijo esto último mirando a Astrid y apretando su mano—. Y no puedo estar más agradecido por ello. Nunca habría pensado que me acabaría casando con esta preciosa, fuerte y cabezota vikinga que tengo a mi lado, mi querida esposa. Te quiero muchísimo Astrid Haddock, y espero que nuestra unión sea eterna.

Astrid derramó lágrimas de felicidad esta vez. No había derramado tantas lágrimas en su vida. Hipo había conseguido cambiar esa parte de ella y estaba muy agradecida también. Hipo le había dicho ya, dos veces que la quería en todo el tiempo que llevaban juntos, que la quería, y todavía no se acostumbraba a ello. Los dos eran muy obvios con sus sentimientos, por eso no necesitaban las palabras para expresarlos. Pero ella también quería decírselo con palabras, como ya había hecho él, pero no en ese momento.

En un acto reflejo, Astrid corrió a sus brazos y le besó delante de todos. Hipo la recibió con los brazos abiertos y con una sonrisa, entre beso y beso. Los Memianos vitorearon y aplaudieron al ver a sus jefes. Eso dio señal y comienzo al banquete.

Astrid se separó de Hipo buscando aire e Hipo dirigió sus labios a su oreja y le mordió el lóbulo inconscientemente, mientras le susurraba.

—¿Me concedes un baile?

Una corriente atravesó el cuerpo entero de Astrid ante los labios de Hipo en su oreja y su petición. Nunca había bailado. Pero su madre le había enseñado días antes para la boda.

—No podría decirle que no, a mi marido y a mi jefe.

Astrid le sonrió sonrojada y algo nerviosa, y él sonrió de oreja a oreja.

Hipo dio la señal a unos vikingos músicos de una isla cercana, que había contratado para la ocasión. Uno de ellos empezó a tocar con un instrumento de cuerda, otro con uno de viento y otro de percusión. Tocaron la melodía que Hipo conoció justo hace un año, cuando sus padres se reencontraron. Cuando la escuchó cantarla de sus padres, pensó que no podía haber mejor canción para el día de su boda.

Dirigió una mirada a su madre que estaba con los ojos abiertos y con lágrimas en los ojos. Era también una sorpresa para ella. Valka dejó lo que estaba comiendo y se levantó para abrazar a su hijo.

—Gracias hijo, por hacer tocar nuestra canción. Tu padre estaría muy feliz. —ella derramó una lágrima y se separó de su hijo—. Baila con tu esposa, te espera.

—Lo sé. Pero luego será tu turno.

Hipo le sonrió y Valka conmovida, le apretó el hombro, y se volvió a sentar. Hipo cogió a Astrid por la cintura y la pegó a su cuerpo. Ella llevó sus manos a su cuello y posó los brazos en sus hombros. Ambos empezaron a danzar la melodía sin quitarse los ojos de encima ni un momento.

Ambos en el fondo, estaban ansiosos por poder escaparse e irse para consumir su matrimonio. Solo que ellos no lo admitían, pues se sentían avergonzados y muy muy nerviosos al respecto. Pero mientras haya amor, nada más importa.
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¡Feliz día internacional de la mujer! 💜 hoy os traigo un nuevo capítulo para celebrar este día 😊 ya el siguiente, sí os confirmo que es el Lemon 🌚 os aviso con antelación por si acaso jejeje

Muchas gracias por vuestros votos y comentarios, y sobretodo por vuestras lecturas. Estoy muy agradecida ❤️

Espero que disfrutéis de este capítulo, donde hay muchos sentimientos (hasta yo, casi lloro 😢) Nos leemos pronto, con el siguiente tan esperado x

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