Celebración entre amigos
Había pasado una semana desde que la nueva hija y heredera de los jefes de Nueva Mema había nacido. Todos estaban encantados con ella. La pequeña Zephyr era el tema principal de conversación de la mayoría de los vikingos, y también era la joya de sus padres.
Hipo y Astrid habían estado cuidando juntos de sus hija. No tenían ojos para otra cosa que no fuera su pequeña. Hipo tuvo que dejar la mayoría de sus tareas a su madre, otras las hacía él a regañadientes, pues no quería alejarse mucho de su nueva familia. Astrid en cambio, estaba feliz de estar con su hija y no podía esperar a volver de nuevo a las andadas, y ocupar de nuevo su lugar en la aldea.
Astrid descansaba su cabeza en el pecho de su marido con la mano en su estómago. Ambos estaban sentados en su cama, mientras que la pequeña Zephyr dormía en una cuna que su padre había hecho sólo para ella.
Hipo pasaba la mano por los cabellos dorados de su mujer, hipnotizado por su imagen durmiente. Nunca había sentido tanto miedo por Astrid hasta el nacimiento de su hija. No creía que fuera a soportar verla así otra vez. No ahora. Quería abstenerse y esperar un tiempo hasta que Zephyr tuviera un año o dos. Sería duro, pero quería a su mujer, y no quería volver a hacerle pasar por eso tan pronto.
Su hija empezó a llorar en la cuna, despertando a Astrid.
—No te preocupes milady, ya voy yo.
Hipo se levantó de la cama, cogió a su hija en brazos y la meció para tranquilizarla.
Astrid se desperezó y se incorporó en la cama. Zephyr no dejaba de llorar.
—Dámela Hipo. Creo que tiene hambre.
Hipo se la pasó y Astrid la acogió en sus brazos. Se descubrió el pecho subiéndose el camisón, y la pequeña Zephyr dejó de llorar cuando empezó a comer.
Hipo se quedó embelesado con esa imagen. Desde que había nacido su hija. Su amor por Astrid se había multiplicado por mil, si eso era posible. Y el amor incondicional por su hija, creció en cuanto vio su pequeña carita.
Astrid miró a su marido.
—¿Qué?
—Nada. Sólo me gusta observaros.
Astrid sonrió al oír su respuesta.
—A mí también me gusta observarte.
Hipo rió.
—Pero lo mío es diferente. Es decir, nunca nos habría imaginado con una hija. Y ahora que te veo así con ella, creo que soy el vikingo más afortunado de toda la Tierra.
Astrid sonrió de verdad. Una sonrisa que atraparía a cualquiera.
—Yo tampoco. Es un regalo de los dioses.
—Un regalo precioso.
—Ven aquí con nosotras.
Hipo sonrió y se sentó al lado de Astrid rodeándola con el brazo izquierdo. No se pudo resistir y le dio un beso en la sien.
Se escuchó unos golpes provenientes de la puerta principal, interrumpiendo el momento.
—Voy yo. Ahora vuelvo.
Hipo se volvió a levantar, dejando a su esposa y a su hija en la habitación, y fue a la planta de abajo para abrir la puerta.
Cuando la abrió no se esperó ver a toda la pandilla. Patán, Patapez, Chusco y Brusca, y Eret estaban plantados en su umbral cargando algunas cosas.
Hipo se extrañó. No esperaba verlos a todos reunidos, y en su casa.
—Oh, hola chicos. ¿Ha pasado algo?
—No, no, tranquilo. Sólo queremos ver a la bebé. —dijo Patapez poniendo voz chillona.
Hipo y Astrid estaban esperando a que Zephyr tuviera una semana más para presentarla ante toda la aldea. Sus amigos sólo le echaron un vistazo desde lejos. Pues según Gothi y Valka, los bebés recién nacidos son muy propensos a coger enfermedades. Por eso tomaban precauciones en cuanto a las visitas.
—Oh claro. Pero antes... ¿Alguno de vosotros está enfermo?
Todos se miraron entre sí.
—Brusca tiene un enorme grano en toda la frente, ¿eso cuenta como enferma?
—¡Chusco! Eres un idiota. Cómo voy a contagiarle el grano a un bebé.
—Nunca se sabe. Una vez me contagiaste un estornudo.
Brusca puso los ojos en blanco.
—Eso es porque los dos somos alérgicos a algunos tipos de plantas.
—Claro, excusas...
Hipo se llevó la mano a la cara, impacientándose con la charla de los gemelos.
Patán Mocoso habló por todos.
—Estamos todos sanos Hipo. Por ahora. —dijo mirando de reojo a Eret. Este puso los ojos en blanco.
—Está bien, entrad.
Se hizo un lado para dejarles pasar adentro. Y todos se quedaron mirando el interior asombrados.
—Vaya mansión que os habéis construido. —dijo Patán sin cortarse ni un pelo.
—Sí, parece que es enorme. —dijo Patapez, mientras miraba un banderín con el dibujo de Desdentao en la pared. Lo había dibujado Hipo como tributo a su mejor amigo, y para que siempre estuviera presente.
—Bueno, sí. Y todavía tiene dos plantas más.
—¡Qué pasada! ¿Por qué no vamos a ver si tienen algún sitio para guardar nuestros jabalíes?
Hipo se puso algo incómodo. Eret se dio cuenta y se aclaró la garganta.
—Oye chicos, que hemos venido a ver a la niña no a explorar la casa.
Los gemelos se desilusionaron. A pesar de su madurez, todavía se comportaban como niños pequeños.
—Voy a traerla. Esperad.
Hipo dejó a sus amigos abajo y fue a su habitación para recoger a su hija. Astrid miró a Hipo nada más que entró. Parece ser que Zephyr ya había comido lo suficiente, pues estaba dormidita.
—Son los chicos, ¿a qué sí?
Astrid los había oído.
—Sí, vienen a ver a nuestra hija.
—Claro.
Astrid le cogió la manita a su hija y le habló con dulzura.
—Cariño, vamos a conocer a tus tíos.
Hipo se acercó a su mujer para coger a la bebé, pero Astrid se negó.
—No, déjame que yo vaya también.
—Pero Astrid, todavía...
Astrid le acarició una mejilla con la mano, para tranquilizarlo.
—Hipo, ya llevo bastante tiempo en la cama. Créeme estoy más que bien, y además que estoy harta de estar tumbada.
Hipo puso la mano sobre la suya acariciándola, y asintió con la cabeza.
Hipo ayudó a Astrid a levantarse mientras llevaba a Zephyr, medio despierta en brazos. Se tambaleó un poco e Hipo la retuvo entre sus brazos.
—Creo que has perdido la práctica de cómo andar.
—Entonces, ¿por qué no me ayudas, tonto?
Hipo le dio un beso rápido en los labios.
—Como desees.
Astrid sonrió abiertamente.
Hipo y Astrid bajaron a lo que sería su salón. Y cuando todos se fijaron en lo que Astrid llevaba en brazos, dejaron lo que llevaban a un lado y se acercaron a verla.
—¡Ay, pero qué bonita es! —dijo Patapez.
—Parece una niña salida de esos cuentos que nos contaba mamá, ¿a qué si Brus?
—Sí... Es una monada.
—Parece que será una gran guerrera y una gran jefa. —dijo Eret.
Patán no alcanzaba a ver, así que echó a Eret a un lado y se puso de puntillas para verla.
—Vaya, pero si a heredado tu simple pelo. —dijo dirigiéndose a Hipo.
A él le dolió ese comentario. A Astrid también le había dolido.
—Hipo coge a Zephyr, por favor.
Astrid se la pasó y cogió uno de los brazos de Patán para retorcérselo.
—¡Ay! Vale, Astrid. Lo siento. Es una niña muy guapa. La más guapa de todas.
Astrid se dio por satisfecha y le soltó el brazo y todos se quedaron con los ojos muy abiertos. En ese momento, Zephyr bostezó y abrió sus enormes ojos azules.
Todos se quedaron maravillados al verla.
—Lo retiro todo Astrid, en serio.
—Se parece muchísimo a vosotros. —dijo Patapez cogiéndole de una manita.
Hipo y Astrid se miraron y se dieron un dulce y casto beso.
—Hacéis tan buena pareja chicos.
Esta vez era Patán el que había hablado. Era muy raro que Patán dijera algo así sobre ellos dos. Nunca les había dicho que se alegraba por ellos. Pero aún así, se alegraban de escucharlo aunque fuera en ese momento.
—Gracias Mocoso. —le dijo Astrid.
Él asintió.
—Es increíble lo que una noche de bodas puede hacer. —dijo Brusca sin nada de vergüenza.
Astrid e Hipo se ruborizaron y mucho, al oír eso. Los demás parecían algo incómodos, a excepción de Chusco que pensaba lo mismo.
—Nos ha encantado ver al bebé. Os hemos traído unos regalos para ella, para celebrar su nacimiento.
Hipo le pasó Zephyr a su mujer y ella la meció en brazos.
—No teníais por qué.
—Sí, que teníamos. Por el amor de Thor, sois los jefes. —dijo Eret.
—Una pregunta, ¿quiénes serán los padrinos? —preguntó Chusco.
Hipo y Astrid se miraron.
—Lo siento Chusco, pero ya hemos elegido a mi madre y a Bocón.
—Oh vaya. Creía que elegirías a tu padrino espiritual para ese cargo y no a un viejo ceboso y maloliente.
Parecía decepcionado. Los demás no pudieron aguantar la risa con su comentario. Al final, él también se reía.
—Bueno, deberíamos irnos. —dijo Patapez.
Todos dejaron sus regalos sobre la mesa, y salieron por la puerta.
—Yo también me alegro de que la hayáis conocido. —les dijo Hipo a todos en el umbral.
Todos asintieron y se despidieron, menos Patán, que se acercó a Hipo.
—Me alegra veros así de felices, en serio. Nunca pensé que os vería casados y con una hija a los veintitantos.
Hipo se rió, olvidándose de su anterior comentario ofensivo.
—Gracias Mocoso. Aprecio tus palabras. A decir verdad, yo tampoco.
—Ya, quién te lo iba a decir.
Le dio una palmada en la espalda.
—Cuidad de esa niña. Algún día será nuestra jefa.
—Claro, descuida.
—Nos vemos.
Se despidió Patán mientras se marchaba.
Hipo entró y vio a Astrid con una sonrisa juguetona mientras se mordía el labio. Le encantaba verla así.
Se acercó a ella y vio que Zephyr dormía otra vez.
—¿Qué?
—Yo tampoco lo creía. Hasta que me enamoré de ti, ya lo sabes.
Astrid había escuchado su conversación. Hipo le sonrió, y besó a su mujer suave y detenidamente en los labios. Astrid se separó en busca de aire.
—Hipo, es mejor que no me beses así cuando tengo el bebé en brazos.
Hipo rió al escuchar su respuesta. Juntó la frente con la suya.
—Lo siento. A veces se me olvida que tenemos un bebé. Tengo que acostumbrarme.
Astrid rió, y dejó a Zephyr dormida en una cesta.
—Bueno, ¿por qué no vemos que nos han traído los chicos?
Hipo se acercó a Astrid y la abrazó por detrás.
—Seguro que no será nada bueno.
—Tenemos que averiguarlo primero.
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¡Hola chicxs! Os traigo nuevo capítulo 😄 después de algo más de una semana. Pero es que he estado aprovechando el tiempo para leer libros y ver cosas pendientes 🙈
Espero que hayáis disfrutado de este capítulo. Quería escribir uno en el que volvieran a salir los chicos, que los tenía muy abandonados 😅
Os doy gracias como siempre por el apoyo que le dais a esta historia y a las demás ☺️ sois los mejores ❤️ Este es capítulo es para celebrar las 10k lecturas 🥳 aunque sea algo más corto que los demás.
Espero subir otro muy pronto. Nos leemos x
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