Antojos nocturnos

Advertencia +18. Escenas explícitas, sexo y desnudos.

Era una madrugada fría en Nueva Mema, a pesar de que era verano. Todo el mundo seguía dormido, excepto cierta jefa que se había despertado antes de que saliera el sol.

Hipo yacía en la cama profundamente dormido. Astrid estaba acostada de lado en la cama y observó el rostro de su marido que estaba justo delante. Tenía la boca entreabierta mientras respiraba y roncaba al mismo tiempo. Astrid no pudo evitar pasar la mano por su mejilla, la cual pinchaba, pues le estaba empezando a salir más barba. Tenía que admitir que le estaba gustando ver a Hipo con barba, pues le hacía más maduro.

Acto seguido llevó la mano a su cabeza y le pasó los dedos por su pelo, echándoselo hacia detrás. Hipo gruñó y abrió los ojos somnoliento. Cuando vio a Astrid, sonrió adormilado, pero se dio la vuelta al instante dándole la espalda para poder seguir durmiendo.

Astrid bufó molesta por su falta de interés en despertarse. No sabía por qué, pero se había levantado en medio de la noche con unos antojos horribles de Hipo. Sí, necesitaba a su marido en esos momentos. Ya le faltaban dos meses para dar a luz según Gothi, y tenía la barriga enorme. Tanto, que no conseguía dormir demasiado durante la noche debido a los dolores de espalda. Gracias a Thor que Hipo la ayudaba muchísimo. Astrid nunca había sido dependiente pero en el estado en el que se encontraba, necesitaba mucha ayuda. Muchas veces Valka e incluso Brusca acompañaban a Astrid por si necesitaba cualquier cosa. Era un detalle por su parte.

Astrid miró los hombros y la espalda llena de pecas de Hipo que estaban descubiertos, y se mordió el labio. Quería tocarlo. Llevó la mano a su espalda y le acarició desde el hombro izquierdo hasta la cintura. Hipo volvió a gruñir y le entró un escalofrío. Hipo dormía poco últimamente, pues había estado ayudando a su mujer mucho últimamente. Pues ya no podía hacer la mayoría de las cosas que hacía antes. Incluso bañarla. Lo que a veces se convertía en otra cosa, o en un baño doble. Astrid nunca se había sentido tan inútil. Le encantaba moverse, entrenar e ir a patrullar. Ayudar en todo lo que podía en general. Pero desde que estaba así, eso se había acabado.

—Astrid... aún no es de día. —dijo Hipo con la voz amortiguada por la almohada.

Astrid chasqueó la lengua y se acercó a él pegando su barriga y pechos en su espalda. Gracias a Thor que tenía la ropa puesta, pensó Hipo.

—Ya lo sé... pero no puedo dormir. —le susurró en el oído. El aliento cálido de Astrid en su oreja le hizo estremecerse.

Hipo se dio la vuelta con cuidado y se alejó un poco de Astrid para poder mirarla. Él llevó una mano a su mejilla y se la acarició con el pulgar. Ella cerró los ojos al sentir su toque.

—¿Te vuelve a doler?

Hipo estaba preocupado por si le volvían los dolores de espalda.

—Un poco, pero no es eso.

Hipo la miraba a los ojos mientras movía la mano a su pelo suelto para peinárselo con los dedos.

—¿Entonces qué es?

Astrid se acercó a Hipo y le besó con necesidad. Descansó una mano en su cabeza y la otra recorría su pecho desnudo. Él intentaba seguirle el ritmo, pero iba muy rápido. Astrid rozó su lengua con la suya y un calambre le recorrió todo el cuerpo. Astrid iba tan rápido que no se percató de que su mano ya no estaba en su pecho, sino en su miembro. Ella se lo acariciaba por encima de los finos pantalones. Hipo se separó de su boca y boqueó en busca de aire. Intentó controlar sus emociones y sus acciones.

Cogió la mano de Astrid y se la apartó suavemente. Ella le miraba con ojos desilusionados.

—Astrid, no es momento para eso. Sabes que tienes que reposar.

Ella estaba enfurruñada.

—Lo sé, pero estoy harta de reposar. Te quiero a ti.

Hipo agarró los hombros de Astrid y la tumbó de nuevo en la cama de madera. Le levantó el camisón que llevaba puesto y se lo dejó por encima de su vientre, dejando al descubierto sus partes íntimas. Miró a Astrid por un momento y se acercó para dejar unos besos húmedos sobre su abultado vientre. Astrid soltó un suspiro profundo.

—Yo también te quiero cariño. Como no te imaginas.

—Hipo, por favor... te necesito ahora mismo.

—Pero Astrid...

—Por favor.

Astrid miró a Hipo poniéndole caras para convencerle de hacer lo que ella quería. Hipo cerró los ojos por un momento y luego los abrió mirándola a los ojos. Él ya sabía que ya estaba en una fase más delicada del embarazo, pero quería complacer a su mujer y hacerla sentir bien.

—De acuerdo. Todo por mi esposa.

Astrid sonrió al oír su respuesta y cogió a Hipo del brazo para acercarlo y besarlo, pero Hipo la paró antes de que sus labios se tocaran.

—¿Qué pasa?

Una idea se le había pasado por la mente.

—Quiero intentar una cosa.

Astrid lo miró confusa y emocionada al mismo tiempo.

Hipo se incorporó de nuevo y se puso encima de Astrid aguantando su peso con sus brazos para no aplastarla. Acercó su boca a su vientre y dejó un reguero de besos desde ahí hasta que llegó a la cúspide de sus muslos. Astrid jadeaba y se movía impaciente.

Hipo le abrió lentamente las piernas, dejando más espacio. Bajó más abajo, y besó el sexo de su mujer. Ella gimió cuando la boca y lengua de su marido entró en contacto con su parte más íntima. No pudo evitar llevar sus manos a la cabeza de Hipo y tirarle del pelo.

—¡Por todos los dioses!

Hipo introdujo dos de sus dedos con cuidado en su interior. Astrid gimió y jadeó más alto, cruzando sus piernas sobre la espalda de su marido. Ella no iba a aguantar más. Estaba súper sensible con el embarazo. Con un roce y una penetración más de sus dedos, llegó al climax gritando el nombre de Hipo.

—¡Ah, Hipo!

Él se apartó de su parte baja, se volvió a incorporar y vio que estaba respirando agitadamente.

A Hipo se le ablandó el corazón al verla así. No pudo evitar reírse.

—Astrid, tienes que ser más silenciosa. Seguro que mi madre te ha escuchado desde el piso de abajo.

Astrid también se rió aunque todavía jadeaba.

—No puedo evitarlo, es que mi marido es maravilloso. Ven aquí.

Astrid hizo un gesto con el dedo para que se acercase otra vez. Él se reía de nuevo mientras se bajaba los pantalones y dejaba a la vista su miembro viril y se acercaba a Astrid para introducirlo en su interior. Ella se tuvo que poner en una posición que no le incomodara tanto por su barriga.

Los dos gimieron al mismo tiempo cuando sus sexos entraron en contacto, e Hipo empezó a moverse con lentitud, colmándola. Astrid se agarró a los hombros de Hipo y le clavó las uñas. Siguió embistiéndola hasta que se corrieron y llegaron al climax.

—Por Thor... —Hipo jadeaba mientras intentaba recuperar el aire.

Salió de su mujer lentamente y le bajó el camisón para colocárselo de nuevo en su sitio. Le dio un beso a su vientre encima de la tela y luego le dio a Astrid un beso largo. Ella todavía jadeaba como si hubiera corrido colina a arriba. Se apartó unos centímetros y le colocó el flequillo empapado en sudor detrás de la oreja.

—Juro por Odín, que jamás me cansaré de ti. Eres perfecta en todos los sentidos.

Astrid se sonrojó al oír sus palabras.

—Nunca he sido perfecta.

—Sí para mí. Y cuando nazca nuestro bebé lo serás aún más, si eso es posible.

Ella sonrió y le dio un beso sonoro en los labios.

—Tú también lo eres para mí. El mejor vikingo-jefe-marido-y-pronto-padre, no sólo de Nueva Mema, sino de todo el archipiélago.

Hipo sonrió también con su declaración y apoyó la cabeza en su pecho. Astrid le acarició la cabeza, hasta que Hipo estaba empezando a dormirse con sus caricias. Entonces Astrid lo llamó.

—Hipo.

Hipo volvió a gruñir, pero habló sin ganas mientras tenía los ojos cerrados.

—¿Qué pasa ahora?

—Quiero comer queso de cabra.

Hipo levantó la cabeza extrañado y la miró.

—¿Queso de cabra? ¿Ahora?

—Sí. Ahora es un antojo del bebé.

—¿No puedes esperar ya a que se haga de día?

—No. Tiene que ser ahora.

Hipo puso los ojos en blanco, porque estaba cansado y quería dormir. Pero aún así se levantó de la cama y se puso su túnica que estaba doblada en el cabecero de la cama. Le dio un beso a Astrid en la frente y cogió una vela y la encendió.

—Ahora vuelvo.

—Te espero, cariño. —dijo Astrid lanzándole un beso.

A Hipo le ponía un poco nervioso los deseos de su esposa. Durante todos los meses anteriores, Astrid había sufrido toda clase de cambios, pero esta vez emocionales. Ya había llorado, sí llorado, más de una vez al recordar a Tormenta. Tenía que admitir que él también lloró por Desdentao alguna de esas veces. Y durante estos últimos meses, había tenido ganas de él, y al parecer en esos momentos tenía antojos. Hipo quería a Astrid con locura infinita, pero sabía que iba a acabar como un jefe distraído y que no duerme nunca.

Hipo bajó por las escaleras y pasó por la segunda planta. Una sombra apareció y le asustó dando un salto.

—¡Por el amor de Thor! Mamá, qué susto me has dado.

Valka había salido de su habitación y tenía un vaso de agua en la mano. Hipo se alarmó cuando reparó en que estaba despierta. ¿Los habrá escuchado? ¿Serían los suelos de madera tan buenos como para aislar el sonido? Eso esperaba.

—¿Qué haces levantada?

A Valka se le cambió el semblante. Parecía algo cansada también.

—Oh pues tenía sed y me he levantado a por algo de agua. ¿Y tú? ¿No deberías estar durmiendo? —su última pregunta parecía tener un doble sentido.

Hipo se puso rojo como un tomate.

—¿A-Acaso has...? ¿Nos has...? —a Hipo no le salían las palabras de los nervios.

Valka se rió y miró a su hijo comprensiva.

—Sí hijo. Pero no te preocupes, es algo normal.

Hipo se puso aún más rojo si podía. Siempre pasaba con su madre los momentos más incómodos.

—Voy a por queso de cabra para Astrid.

Cambió de tema, respondiendo a su pregunta de antes.

—Oh, así que ha tenido un antojo. Aunque un antojo peculiar. Ya verás cómo le vendrán más en todas estas semanas.

—Sí, lo estoy deseando. —dijo Hipo con sarcasmo.

Valka río de nuevo, mientras se disponía a entrar en su habitación. Antes de entrar, volvió a mirar a su hijo y dijo:

—No quiero conocer ningún detalle de vuestros encuentros íntimos porque es algo vuestro. Pero quiero que sepas que es la primera vez en todos estos meses que lleváis casados, que he escuchado algo.

Ella le guiñó un ojo y entró en su habitación cerrando la puerta tras de sí. Hipo se quedó paralizado por la vergüenza, en medio del pasillo durante un momento, y olvidando que tenía que encontrar el queso para Astrid.

¿Por qué siempre le tenían que pasar esas cosas a él?
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¡Hola, hola! He vuelto con un nuevo capítulo de nuestros queridos Hipo y Astrid ☺️ Y sí, coma ya habéis leído, tiene también lemon, pero es algo más suave (a mi parecer) 🙈 Os traigo lemons porque sé que a muchos de vosotros os gusta. Aunque no siempre lo serán, claro está 🌚

He dedicado este capítulo exclusivamente a todos los que seguís esta historia, porque ya tiene más de 6k lecturas 😍 y sin vosotros, no lo hubiera conseguido. Gracias de nuevo, de corazón ❤️

Como ya he comentado, tengo que estudiar para los exámenes 😢 así que no sé cuándo podré volver a actualizar 😔 pero espero que pueda ser pronto, pues el siguiente lo más probable es que ya sea el nacimiento de nuestra querida Zephyr 👏🏻 Nos leemos x

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