Junto a ti

Tails es un integrante del circo cuya habilidad en especial hace que lo traten como un hombre-ave. Del otro lado del campamento, hay una bestia cuya jaula lo aísla del mundo. 


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—¡Un acto extraordinario! ¡Un ser que desafió la imaginación y credibilidad humana! Dicen que sometido a la curiosidad de la ciencia; otros, que ángel sometido a la crueldad de la naturaleza, ¡Desafía a la gravedad y ha dominado el arte de volar! ¡Tails! ¡El hombre ave!

La primera vez que el showman empleó aquel apelativo, el artista en cuestión fue empujado desde lo alto de una edificación de por lo menos catorce pisos cercana a la exposición. Él mismo se había preguntado, tras ver que el pequeño escenario vacío al que personas de toda la ciudad acudieron con el fin de conocer las rarezas ambulantes, a quién estarían presentando, ¿al hombre invisible?

Dos manos lo empujaron en aquella ocasión, se le había enviado una indirecta por la mañana oculta en una pregunta indiscreta por parte del dueño de la feria:

—¿Ha visto alguna vez eso que llaman "helicóptero"?

No, pero no hubo tiempo de explicarlo durante la caída si su principal respuesta, cuando pudo darla, hubiera sido más específica y no una mirada repleta de confusión. Antes de aquel casi desafortunado día en el que el dueño cruzó los dedos con esperanza, sus dos colas no servían para nada más que darle estadía en el circo.

Recordó que, al ver que si no hacía algo antes de encontrar la muerte en el impacto con el frío suelo, trató de agitar sus brazos hasta que fueron las aterradas colas que le redujeron la libertad las que ahora lo salvaban y le brindaban la popularidad con la que contaba actualmente.

El anfitrión tardó unos segundos en recordar que debía seguir con la presentación una vez que el zorro halló la forma de aterrizar a su lado para deleite de los maravillados espectadores, ahora eran tres protagonistas en uno. Su presencia no siempre era ansiada para ver aquello con lo que nadie más contaba, sino porque se había difundido que sería tan lindo si no fuera tan raro.

La primera vez que tuvo una interacción con el gran espectáculo mayor ocurrió cuando su presentador, quien manejaba a un par más de individuos que de igual manera exhibían sus talentos en ferias ambulantes, tuvo una gentil y animada conversación con el director del Circo de la Colina.

Fue un intercambio en el cual el artista nunca supo cuál fue el valor que se le dio, aunque lo último que vio del anfitrión con el que trató por muchos años fue su amplia sonrisa mientras agitaba una mano hacia él de despedida, y Tails llegó al circo para formar parte del elenco. Rápidamente el director le dio la bienvenida y lo arrastró con entusiasmo hacia otros dos zorros que había coleccionado por su viaje alrededor del país.

—Uno, dos, tres... —contó al cepillar las dos colas que habían dejado de ser maltratadas desde que se adaptó a su segundo trabajo. El directo del circo era un hombre gruñón, racional y calvo; cuando el artista fue informado de que su principal actuación sería la de volar tal como hizo en esa inesperada demostración, sonrió porque lo que menos quería escuchar era que debía estar de pie con gente de puntillas para alcanzarlo.

Eggman, era su nombre, aunque había oído que tenían otras designaciones para él.

La vida no era cruel ahora que encontró un lugar en el que parecía ser parte de un caso de suma importancia. No lo trataban como una rareza, pero Tails sabía que nunca podría borrar la imagen que se pintó anteriormente de sí.

—¿No deberías usar eso? —preguntó Tails al mirar por medio de su espejo que el vulpino de su estatura no estaba colocándose ningún traje para su número circense, no era desagradable, era un traje enterizo de color rojo y negro, el ojiazul volador solía decir que lo hacía parecer un bufón.

—Métete tu cepillo por donde nadie te quiere ver y cállate.

Podía ser solo un poco descortés, pero Miles era contorsionista y si no estaba intentando llegar a alguna acrobacia que desafiara su propia flexibilidad, estaría arrojando piedras a los dos que compartían tienda con él.

—A veces Miles se comporta como el hermano que afortunadamente no tengo.

Zails llegó al circo antes que ambos, había sido presentado como el hombre más alto del mundo aunque no lo fuera y le indicaron que, cuando no fuera el árbol para los niños que sí tenían el dinero para pagar por solo escalarlo, se vistiera de payaso.

—Toda la basura que se inventa para quedar bien, y yo quedo mal cuando insinúa que soy hermano de alguno de ustedes —se quejó el zorro de cabello negro al recostarse en la cama equivocada.

—Basta —intervino Zails para no escucharlo más y se acercó al espejo de Tails para tomar un cepillo para él—. Hoy no hay circo, Tails.

Era un grato día. Sin circo, Tails usaba su tiempo libre para despejarse de las luces y entregarse a los bocetos de un libro antes en blanco que el director del circo le entregó luego de verlo trazar sus planos, que nadie entendía, en la arena. El zorro se encargó de dibujar líneas y proyectos interminables que endulzaban su ánimo.

Había veces, sin embargo, en las que se preguntaba si realmente conocía todo lo que había en el dichoso circo en el que vivía. Al atardecer, tarareando en lo alto de un escenario exterior para iluminar sus hojas con las últimas luces del sol, miraba las nubes deslumbrar en diversas formas y se preguntaba si era posible ser tan libre como las aves que surcaban el cielo para presumir que podían hacer lo mismo, pero el ojiazul parecía tener una piedra que lo mantenía en su sitio desde pequeño, desde que su madre lo vio y se dio cuenta de las colas.

Suspiró. Tails anhelaba inventar, aunque quería su actual vida en el Circo de la Colina, había momentos en los que se asomaba por una caseta abandonada en medio de la campaña circense y pensaba qué tan diferente habría sido su vida si no volara y su segunda cola no existiera.

Ya era de noche y en verdad el circo no funcionaría así que tomó asiento en la mesa en el interior de la carpa y encendió una farola de mano para iluminar los caminos que recorriera la punta de su lápiz. No habría una función verdadera pero supo que sí se daría una pequeña exposición para los interesados que no pueden resistir la curiosidad hasta el día de mañana.

El menor no fue escogido para esa exhibición, aunque sí hubo un afiche suyo pegado en la entrada que exageraba su planeo adornado con letras que llamaban la atención de quienes pasaban cerca y creían que no era un zorro como muchos de los que tomaban asiento para ver el espectáculo.

—¿Quiénes estarán hoy? —preguntó Tails dejando un bolígrafo a un lado para que Zails pudiera tomarlo y rellenar un papeleo falso.

—Nadie que conozcamos —contestó Miles desde el suelo, Zails tropezó con su pierna luego de que el azabache decidiera pararse de pecho y exagerara su posición para fastidiar al mayor y ocasionar que los archivos que cargaba cayeran en desorden. No hizo que volvieran a ordenarse, pero Zails tomó el pie de Miles y lo obligó a dejar su práctica bajo la amenaza de torcerlo.

—Pensé que conocíamos a todos —recalcó Tails para que su duda no se olvidara por la breve discusión.

—No a los animales —respondió Miles regresando a su anterior posición—. Hay un lado de puros animales, esos que solo se muestran y los dejan libres por breves segundos para rellenar el tiempo que prometen, deberían dejar de hacerlo —continuó—. Las personas solo vienen para verme.

—Vernos —corrigió Tails antes de que Zails lo hiciera. Guardó el cuaderno de pasta dura en un estuche y corrió ligeramente las cortinas de la tienda para salir a caminar, ya que al día siguiente extrañaría hacerlo porque se le ordenaría no poner un pie en la tierra.

La noche estaba iluminada por la luna, a la cual Tails vio tras darse cuenta de que, pese a la poca iluminación en los postes que acomodaron para su estadía, se podía ver alrededor con plena claridad. Tails cerró la carpa luego de oír que Miles gritó porque Zails lo empujó y dio unos pasos hacia la sección de personas que se encargarían de preparar aperitivos con los cuales también pudieran ganar dinero.

Era como toda función, y el menor se lo recordó al caminar frente a los trapecistas que disfrutaban de una noche libre tal como él.

Pasó por una carpa singular, más grande que el resto y de mayor iluminación, en la que el director del circo debía estar organizando la presentación de mañana junto con los otros encargados y tratando los temas sensibles: había domadores de animales que trataban de que los tratos que les dieran no aumentasen la mala popularidad que un grupo de personas ya venían dándoles.

A todo eso, Tails nunca había caminado entre las jaulas temáticas de gran tamaño y de enormes ruedas que permitían a los animales alojarse cómodamente. Eran robustas, de madera, los barrotes eran resistentes y el zorro solo los vio una vez cuando llegaron por primera vez a Green Hills y las personas llevaban años esperando a que ese tipo de individuos se mostraran.

Tails miró detrás de él, el camino vacío entre carpas silenciosas y un ruido lejano de risas y vasos chocando, así que inhaló profundo y se adentró en las zonas más orientales de la campaña circense. La luz se perdía donde las mismas jaulas impedían su paso, Tails tembló al oír un gruñido que se convirtió en un simple paseo en círculos de un tigre que lo miró por un par de segundos antes de volver a recostarse.

El único animal al que había podido acercarse era a un caballo, y eso ocurrió durante su segunda actuación en el Circo de la Colina cuando debió ponerse de pie en el lomo del equino y luego dejar que este avanzara mientras él permanecería suspendido en el aire.

—¡Escapó...! ¿Tú qué haces acá? —le gritó Eggman al verlo regresar de su infructífero paseo en una sección que no le pertenecía. Tails iba a responder pero vio que la gente a su alrededor se alarmaba sin razón que por lo menos él no entendía.

—¿Qué pasó? —preguntó al ir de regreso a su tienda y ver que Miles estaba sobre los hombros de Zails por precaución.

—Se escaparon perros, aj —expresó el azabache antes de que Zails se inclinara hacia adelante para que cayera al suelo.

—Nos dijeron que permaneciéramos en nuestras tiendas, pero iba a salir a buscarte —explicó el mayor de los tres, Tails se arrodilló para ayudar a que Miles dejara de pensar que estaba muerto y pudieran ingresar hasta que el asunto se tranquilizara—. ¿Dónde estabas? No es igual salir de día donde hay mucha actividad que perderte de noche donde...

—Donde no hay privacidad —espetó Miles al ponerse de pie y empujar a Tails—. Ayer yo me estaba masturbando y alguien abrió mi carpa sin tocar.

—Era yo —intervino Tails acariciando su flequillo—. Porque vivimos en la misma carpa.

—¡Atrápenlo! ¡Yo les dije que no soltaran sus cadenas! —Tails miró a los pobres domadores que corrían y se gritaban el uno al otro, debía ser complicado contener a un elefante o lo que se haya escapado del cautiverio, quizá en medio de la exposición. El zorro miró a un lado porque Zails estaba a unos metros esperando a que Tails se moviera y Miles estaba ya en el interior de la tienda para asegurar su vida.

—¿Y qué se escapó? —preguntó al aire para que quien se respondiera, pero toda respiración suya y alrededor se apagó cuando hubo un resoplido a sus espaldas que sacudió las orejas del vulpino.

El silenció que gobernó aquel momento lo motivó a permanecer de pie inmóvil contemplando la nada, hasta que en un valiente acto hizo que mirara al lado donde Zails se cubrió la boca y Miles le hizo un gesto sexual que usualmente usaba cuando quería explicarle lo que significaba coger.

Tails suspiró imaginando que hasta ahí había llegado su corta carrera como prodigio del circo, oyó a alguien susurrarle que no se moviera, pero la intriga de saber en el estómago de quién terminaría ganó y giró con tres pasos temerosos.

—Por favor... —murmuró al borde del sollozo cuando tuvo que levantar la vista cubierta de su pánico para contemplar a la bestia frente a él. De un pelaje profundamente azul oscuro, el zorro vio sus ojos verdes y, cuando pensó que le iba a cortar la garganta, el ser puso una garra en su pecho y lo tomó del brazo con cuidado usando solo su pulgar y el dedo índice para sacarlo de su camino.

Tails todavía no había podido dejar de ser observado por el animal desconocido frente a él cuando los domadores volvieron a llenarlo de las cadenas de las cuales se había logrado zafar, casi de inmediato, Zails jaló al zorro hacia él para que se apartara hasta que encerraran a la bestia que expusieron esa noche ante el público que, en lugar de horrorizarse al verlo romper sus ataduras, estallaron en vítores.

—¡Vuela! ¡Tails! Se supone que si estás en peligro, te quieren secuestrar, matar, ¡debes volar! Eggman ya te dijo eso porque costaste caro —le dijo Zails al revisar si no le habían hecho ningún daño, aunque Tails sentía que el más alto lo estaba lastimando al moverlo como un muñeco de trapo antes de abrazarlo—. Pensé que era el fin para ti.

—Pensé que te iba a follar frente a todos —confesó Miles poniendo una mano en su pecho para mostrar sorpresa—. Mi miedo era por el dolor que ibas a sentir.

—¿Por qué tienes que ser así? —reprendió Zails al jalarlo de una oreja para que bajara del tocador del zorro menor.

Pero hubo algo que en las esmeraldas de la noche no se pudo quitar de la mente. Tails no sabía que había algo como eso conviviendo con ellos sin que se haya dado cuenta, era imposible esconder a un animal de ese estilo y un fuerte deseo de investigación surgió en sí al acostarse para descansar.

—Y no te mató, no te golpeó, no te partió, no te la metió...

—Miles —interrumpió Tails, quien se cubría las orejas al igual que Zails para evitar oír al zorro que por desgracia dormía entre los dos.

Por la mañana, el circo estaba abierto una vez más. La publicidad se encargó de su trabajo, había llamadas para reservar una entrada para ver el espectáculo y las taquillas se abrieron temprano para que no quedara ningún asiento disponible a la hora de la función.

Aprovechando la falta de una nueva "invocación de su presencia" para que el público tuviera un adelanto, Tails se escabulló entre los malabaristas que ensayaban sus números y los payasos que revisaban cada acto que deberían realizar. Tails podía ver elefantes a lo lejos y agitó una mano para saber si alguien le respondería el saludo.

El lugar en el que los animales se localizaban estaba con energía. Ahora que había luz, Tails fue bien recibido por cada ser detrás de las barras, había música improvisada por parte de los domadores y un par de presentadores que querían saber hasta qué punto tenían libertad creativa.

—¿Sabes del animal que se escapó ayer? —preguntó Tails cuando localizó a Amy, una equilibrista que sabía hacer malabares; además, aunque Eggman le había pedido por el bien de los billetes recaudados que no lo hiciera, cantaba.

—¡Tails! ¡Juguemos...! O hablemos, ¿ya has tenido tu romance adolescente? No volveremos a Green Hills hasta dentro de mucho tiempo...

Tails la miró unos segundos antes de levantar sus colas para que no hiciera falta decir que claro que nadie querría acercarse a él por ese par. Tener solo una haría la diferencia, pero no.

—Pensé que ya lo conocías, ¿cuánto tiempo has estado aquí? —se preguntó la eriza al atrapar una maza que soltó al aire mientras pensaba—. No se presenta siempre, Eggman prometió que mostraría a un hombre lobo y por eso lo sacó ayer, aunque si no lo mantuviera encerrado todo el tiempo, tal vez habría reaccionado mejor.

—¿Es un lobo? No sería la primera vez que enseña un animal y dice que en realidad es una persona —recordó el menor, pero Amy no tuvo tiempo de responderle cuando su compañera la llamó.

No hubo tiempo tampoco para él cuando Eggman anunció que lo quería ver practicando su vuelo y no husmeando en lugares donde no había nada para él. Realmente funcionó, ya que se iban a presentar junto a Zails y Miles y durante las prácticas se golpeó con la cuerda floja en la que estaba a punto de subir Amy, así que tomó la nota mental de no subir tan al techo o por lo menos ver bien.

Después, realmente no fue útil porque no salió bien.

—Bien, ahora... —susurró Tails al ver desde el punto alto del que se debía arrojar qué pequeños se veían los demás y el público.

Su acto inició, pero una luz a la que se había acostumbrado anteriormente lo cegó durante un segundo y al dar un paso adelante no piso el aire como planeó, sino que tropezó y al caer no encontraba la forma de darse la vuelta para que sus colas pudiera elevarlo.

Tails pensó que iba a morir de no ser porque Blaze, una trapecista compañera de Amy, adelantó su propio espectáculo por apuro de la eriza rosa y lo salvó de una fea caída. Al público le gustó ver el momento en el que la gata lo soltó y el zorro voló cerca de ellos después, pero el menor sabía que el director del circo no estaría feliz y que, si perdía su valor como artista de circo, lo siguiente que vería sería una puerta y otra sonrisa que le anunciara la despedida.

—Hice esto por tanto tiempo —renegó el vulpino al caminar entre jaulas de animales que lo observaban al pasar entristecido y agarrando sus colas con fuerza como si mereciera un castigo—. ¡Todo el tiempo! ¡Es lo único que sé hacer! Si me las arrancaran no sería más que un inútil, pero si lo hicieran con Miles él seguiría siendo contorsionista y Zails seguiría siendo muy alto —expresó bajando gradualmente la voz, junto con sus orejas.

Tails caminó hacia una jaula apartada del resto y tomó asiento contra una de las ruedas para limpiar sus mejillas cubiertas de lágrimas que el viento trató de secar sin éxito.

—Por tanto tiempo —sollozó ahora usando una cola. Sumido en el dolor del miedo al abandono, el zorro abrazó sus piernas dobladas hacia su pecho para protegerse y encerrarse en sí mismo como una manera de defenderse de la crueldad externa. Su rostro enrojecido se ocultó entre sus rodillas luego de contemplar la luna escondida entre las nubes grises y exhalar con dificultad.

—¿Hacía falta el ruido?

El menor se puso de pie al instante y miró hacia atrás, la oscuridad le impedía ver más allá de pocos centímetros detrás de los barrotes, pero el metal chocaba entre sí deslizándose.

—Olvídalo, no dije nada.

Tails apenas vio como una sombra se alejó para apegarse a las rejas opuestas, aunque tropezó con la cadena que rodeaba su pierna izquierda y se golpeó antes de caer de espaldas en el momento en el que las nubes cedían mayor espacio a la luna, aunque sin dejarla. Esto brindó la iluminación que el zorro necesitaba, la que le permitió ver los mismos ojos verdes de la noche anterior.

—¿Eras tú? —preguntó el zorro al limpiar su mejilla un poco más y aproximarse, el ser se puso de pie para alejarse y permaneció unos segundos sin decir nada hasta que resopló.

—¿Destruí algo tuyo?

Tails recordó de forma horrible el comentario de Miles sobre una versión alternativa de lo que pudo ocurrir. Sacudió su cabeza para olvidarlo.

—¿Eras tú? —reiteró, pero nadie le respondió. Hubo un movimiento en el fondo que apenas conseguía distinguir figura alguna. Tails leyó las inscripciones en la madera antigua de la jaula y la reconoció como todas las ocasiones en las que la había visto escondida bajo una lona. El menor siempre pensó que se debía a que era un recinto vacío que serviría de reemplazo a otra—. ¿Hola?

Tails rodeó la jaula para jalar la cubierta que tapaba el otro lado, así la luz ingresaría por las dos paredes enrejadas y tendría mayor tacto. Él también era un integrante del circo, Tails entendía que esa persona no quisiera hablar con alguien si era un infiltrado o un niño que quería tener su función personal, pero él formaba parte de.

Tomó la tela con firmeza, no obstante, la soltó y retrocedió hasta caer al pasto cuando la jaula empezó a sacudirse. La luz de la luna resplandeciente incidió sobre la tela y dejó ver al menor el contorno de lo que sería el otro, quien cayó al suelo emitiendo gruñidos en una búsqueda desesperada de resistirse al cambio mientras su cuerpo experimentaba la transformación inevitable por la que era integrante del circo más importante de la época.

El hombre convulsionó por un instante en el que la jaula que lo contenía se estremeció y calmó al culminar la escena en su interior, materializando a un individuo diferente. Tails levantó una mano temblorosa, su rostro continuaba sin otra expresión sino la sorpresa e incertidumbre de saber, entonces tomó un puñado y haló suavemente para revelarlo.

La criatura en el interior lo desafío enseñándole los colmillos por ira que se reemplazó por una emoción más humana cuando notó los ojos azules del vulpino que no lo veían horrorizados ni asqueados. Tails dio tres imperceptibles pasos que lo colocaron con el torso rosando los barrotes, solo había visto la mitad superior de su rostro antes de que se convirtiera y lo había visto tal como ahora tan solo un día antes.

Sonic vio la esfera brillante en el cielo y regresó su mirada a él. Había esperado que gritara, que fuera molesto como las demás personas o que amenazara con añadir otra cadena, pero Tails permaneció junto a la jaula en silencio, dubitativo de extender su mano para saber si era real.

El cobalto observó cuando el zorro apartó la palma y la regresó como si tratara de adivinar en cuál de sus intentos la bestia, como era tratado, lo agarraría para cenar lo que a Eggman le costó tan caro y por lo que sería seguro que le daría el peor castigo que podía imaginar: ser libre.

Agotado por la impaciencia, el ojiverde levantó el brazo sobre el que la mano delicada del zorro estaba para que lo tocara finalmente.

—Eres real —observó Tails—. ¿De verdad? Consiguió a un hombre lobo, puede tener a todas las personas comiendo de su mano —dijo al apartarse y sonreír por su descubrimiento—. Por un momento pensé que ibas a comerme... Miles también pensó que ibas a comerme.

Sonic lo vio rodear la jaula de nuevo para regresar a la rueda en la que se había apoyado antes sin saber que no estaba solo y que incómodamente hubo alguien que escuchó sus quejas solitarias.

—Yo vuelo —informó agitando sus colas detrás de él para enfatizar su presentación. El menor bajó la vista hasta las ataduras que el otro tenía y que hacían ruido por cada movimiento que hiciera, Tails recordó que alguna vez, luego de que volara para el presentador para el que trabajó antes, que este también lo ató de esa forma para impedir que se fuera aprovechando su nueva habilidad—. Te duele, ¿no?

Sabía que lo hacían, sin importar que no se moviera, no se trataba solo de la sensación física.

—Una vez pensé... —murmuró sin estar seguro si era porque el lobo no dijo nada o porque creía que no lo entendería de todas formas—, en cortarme la cola.

Hubo un ruido cuando el ser se inclinó hacia él, Tails sonrió al sentir que la atención no estaba en sus ojos entristecidos sino en el par felpudo que se mecía detrás de él. Siguió con la vista en el suelo acariciando con falsa ternura la cola que tenía de más y por la que las personas se acercaban con el propósito de tratarlo como producto.

—¿Por qué?

Tails miró hacia el interior y notó que la iluminación natural se redujo por la presencia de nubes descoloridas que se asomaron a las altas horas. Ahora había alguien de menor tamaño que lucía exhausto, tembloroso, se notaba el esfuerzo que ejecutaba por sostenerse a sí mismo pese a que ya estaba apoyándose en el suelo, un gesto adolorido de determinación y procedió a incorporarse lentamente para incredulidad del zorro, quien no percibió el momento en el que regresó a su forma original.

—¿Por qué? —repitió el erizo al caer cuando sus piernas vacilaron bajo su pecho, pero sin dejar de mirar al menor.

—No me gusta ser así —respondió con una voz baja que transmitió dulzura en un contexto que no lo ameritaba.

—A mí no me gusta ser así —observó el cobalto poniendo una mano contra un barrote—. ¿Qué está mal contigo?

—¿No lo ves?

Tails tuvo las colas en alto todo el tiempo, a menos que la criatura también fuera ciega, cualquiera podría enumerar todos los defectos que el zorro tenía y le daría la razón en su posición de odiar a una de las dos colas con las que nació. Sin embargo, Sonic podía ver, y todo lo que veía en Tails era que debía ser presentado como el zorro más lindo del mundo porque cada rasgo que observó mostraba perfección. Pensó que Eggman debió hacerlo formar parte del circo por eso, no todos podían tener un ángel andante.

—¿Eres bajo?

—Tengo dos colas —corrigió Tails al agarrar a ambas para ponerlas frente a él—. Dos, los zorros no tienen dos colas.

—¿Y...?

—¿Y?

—¿Qué con que tengas dos colas? —preguntó al percibir que recuperaba la compostura. Tails abrió la boca para repetir la perorata que se decía a sí mismo frente a un espejo durante las mañanas, pero se sintió tonto incluso antes de que el otro siguiera hablando—. Te ves perfecto para mí, yo tengo que estar aquí si no quiero lastimar a nadie.

—¿Qué eres? —cuestionó, el erizo se había inclinado para no parecer tan alto debido a las ruedas de su prisión pero todavía podía ser más intimidante desde el punto de vista del ojiazul.

—¿Qué parezco?

Tails se golpeó la pantorrilla derecha con la punta nívea de una de sus colas cuando recordó el comentario de Miles sobre lo que la bestia pudo hacerle al tenerlo cerca, pero inhaló, exhaló y sonrió con confianza.

—¿Un hombre lobo? —trató, recibió un asentimiento leve, sus piernas temblaron un segundo antes de que Tails se reprendiera a sí mismo para mantener la razón y no desviar la conversación por otro camino—. Nunca vi uno en mi vida.

Pero tampoco fue excusa para suspirar ruidosamente luego de que el cobalto sonriera y Tails cometiera el pequeño error de verlo a los ojos. El zorro se cubrió la boca al girar para que el otro no viera su notorio rubor y sus orejas se apenaron tanto como él, si no se agachó para gatear por debajo de la jaula y desaparecer fue porque todavía quería fingir que no pasó nada.

—Yo nunca vi a un zorro —dijo el erizo entretenido por la reacción que no entendió en el menor—. Menos uno de dos colas.

—Mi nombre es Tails —musitó al virar hacia el ojiverde de nuevo para esperar qué sería lo siguiente para él—. Siempre pensé que era una jaula vacía.

—Mi nombre es Sonic —respondió al atravesar una mano entre los barrotes—. También pensé que era una jaula vacía luego de estar siempre cubierto. Después de unos meses, recién puedo ver el exterior.

—¿Por qué escapaste ayer?

—No suelo recordar lo que ocurre cuando me transformo —contó al mirar el árbol al lado de ellos como si fuera a ayudar a conseguirlo—. Pero te recuerdo a ti porque... No lo sé.

Porque no quería atacarlo. Sonic podía comportarse como si careciera de razón una vez que saliera la luna, uno de los domadores había aflojado una de sus cadenas y lo usó para liberarse del resto sin saber qué estaba haciendo, pero cuando distinguió a Tails se esforzó tanto por recuperar la conciencia que quizá por ello dejó que lo volvieran a capturar.

—A mí me gustan, las dos, ambas —dijo el cobalto cuando Tails pellizcó la cola que molestaba su existencia—. ¿Por qué estabas llorando?

—Porque no hice nada bien —contestó evocando su accidente en el escenario—. Debería solo volar porque es simple, es lo único que sé hacer bien y lo arruiné frente a todos.

—Relájate un poco, Tails.

Exhalar al oírlo decir su nombre no fue muy disimulado si estaban a menos de un metro de distancia, el zorro perdió la emoción rápidamente al darse cuenta de los barrotes que los separaban. Cuando Sonic tomó su mano porque hacía mucho tiempo que no había tenido ningún contacto con nadie, la impresión perduró en Tails hasta que cayó en su cama sin saber si aquello fue un sueño o se había muerto en su caída.

—Oh, Chaos, tiene esa expresión —observó Miles al verlo sonreír al techo—. Cuando yo me meto los cepillos de ustedes y mis dedos, tengo esa expresión.

Zails soltó el objeto con el que estaba acicalando sus propias colas y giró hacia Miles molestó por sus comentarios inoportunos, o tardíos en todo caso. No apagó la actitud de Tails, quien abrazó la almohada en la que Miles iba a apoyarse y provocó que el azabache golpeara su frente con la cabecera. Zails sonrió al ver la interacción, aunque después debió separarlos cuando Miles se aferró al flequillo de Tails y quiso que estrenara su lado de la cabecera también.

Durante la mañana iba a haber una reprimenda, cuando los artistas del circo despertaron, Eggman iba a sacar a Tails de su tienda para gritarle por el ridículo que hizo ayer, pero Tails salió de la carpa primero con una disculpa rápida y con su libro en mano para seguir sintiéndose enamorado.

Las personas lo verían si iba a visitar a Sonic durante el día, así que sería cuidadoso pero no tanto como para no dibujarlo entre todos sus planos de aviones que creía que nunca construiría y que eran los únicos que le quitaban el sueño.

Hasta que conoció a Sonic, claro está.

Tails suspiró imaginando que, si el cobalto fuera una estrella del circo libre, quizá estarían ahora sentados mirando el abismo desde el que el zorro saltaría para volar, o imitando a Miles cuando hiciera el acto de ingresar a una caja, o como los payasos y que correrían entre ellos y cada tienda hasta que al agotarse pudieran agarrarse de la mano y Tails sintiera el rubor hasta la punta de sus orejas cuando estuvieran cerca.

Dejó de imaginar cuando Miles salió de la caja en la que estuvo practicando y se la arrojó al menor en el rostro.

—¡Quita tu mirada de idiota! Las personas deben pensar que somos hermanos y no quiero que piensen que yo podría verme así —indicó el azabache poco antes de que Eggman se acercara y le recordara que su acto no solo se reducía a tierra, sino que ya se le había informado que debía empezar a familiarizarse con los trapecios.

—Una pareja circense —murmuró al visualizarse junto al cobalto nuevamente, esta vez fue una maza de Amy la que lo sacó de sus divagaciones, y a tiempo. Tails ascendió hasta el punto alto del debía arrojarse, cerró los ojos durante las prácticas, pero los mantuvo abiertos una vez que el público estaba en sus asientos y miraba al vulpino con sonrisas de emoción ansiando ver o un milagro o una tragedia, lo que sirviera para contarlo en casa.

Tails dio un paso hacia atrás para caer de espaldas, esta vez consiguió girar para volar y regresó a ser el zorro por quien gritaban y al que popularizaban en fotografías coleccionables y conferencias. Fue un espectáculo, al menos opacó a la desgracia del día anterior.

—¡Volé, Sonic! —Tails dio una demostración de cinco segundos al hacer girar sus colas para que el cobalto pudiera apreciarlo también y aterrizó con gracia, una mano en alto y la otra señalando hacia el costado. Visitó la jaula una vez más por la noche, el erizo no había sido presentado esa vez como era costumbre y continuaba donde Tails se despidió anoche—. "El hombre ave".

Sonic sonrió al verlo feliz, porque lo había visto llorar y fue un poco extraño porque él no había visto a nadie mostrar una emoción profunda a su alrededor, le daban comida si se acordaban y eso ocurría cuando el cobalto generalmente ya era una bestia.

—En serio, una vez tomé un alicate... —contó el vulpino con una sonrisa de alivio apoyándose en la jaula para estar cerca del erizo, quien imitaba su acción—, coloqué mi cola ahí, pero no tuve el valor de cerrarlo, solo seguí y ahora estoy aquí. De todas maneras, era muy joven, no sé cuál de las dos cortaría porque quedaría mal, ¿no?

Tails puso una mano sobre la del cobalto cuando la luna quedo parcialmente descubierta y el erizo se tensó al luchar con una fuerza interna que lo empujaba a retorcerse en sí para que sea conducido a la presión de su transformación inevitable. Finalmente, una salvadora en el cielo cubrió a la fuente de luz que era impresionante para algunos, pero terrorífica para el erizo.

—Una vez conocí a un ilusionista —contó el zorro para aliviar el momento.

No era mentira, Tails conoció a un ilusionista llamado Silver que decía poder mover objetos con la mente, aunque el presentador del circo asegurara que era real y el zorro lo creyó una vez que estaban teniendo una cena con todos los artistas y lo vio jugando con sombreros que giraban en el aire.

O cuando le pidió permiso a Miles pero Miles no se quiso mover y Silver solo hizo un gesto para llevarlo hacia un costado.

—Eres perfecto, Tails —expresó el cobalto, el menor miró hacia un lado donde la cola que lo molestaba le recordaba que nadie pensaría honestamente que era así, porque se sentía un fenómeno.

—No lo creo —replicó en una entonación más seria, sus orejas se inclinaron hacia abajo para destacar su sentir. Tails iba a erguirse para decir que debía retirarse y lo visitaría mañana, cuando olvidara que Sonic trató de burlarse de él con una mentira, pero el cobalto le tomó la mano y las mejillas del zorro adquirieron un suave color rosa.

—No conozco a mucha gente estando aquí encerrado, Tails —inició el erizo, los ojos del vulpino parpadearon con timidez al sentir el calor de sus dedos entrelazados y la explosión de sus emociones—, pero estoy seguro de que en ninguna parte conocería a alguien igual que tú.

Una sonrisa nerviosa se dibujó en los labios del zorro, una vulnerabilidad que se opacó por la preocupación una vez que la luna salió a relucir en el firmamento y Sonic retrocedió envuelto en dolor cuando percibió sus huesos crujir y se sacudió de forma violenta dentro de la jaula hasta que no pudo resistir más el cambio; su forma original se desvaneció lentamente y dejó ver su apariencia en un distinto animal sin control.

Tails estiró una mano sabiendo que un mal acto podría hacer que lo perdiera, pero Sonic permitió que el zorro le acariciara, era la única persona a la que logró reconocer luego de transformarse, un evento que no pasó en toda su vida, aunque la mayor parte de ella la haya vivido encerrado. El cobalto oyó a Tails tararear una canción y anheló que una nube cubriera la luna para que pudiera ser normal como el menor, aunque este tampoco se sintiera así.

—Va a pasar, Sonic —murmulló el menor cuando Sonic se recostó por cansancio, y no del agotamiento de ser un lobo, sino porque había sido así desde que podía recordar.

Cuando Tails despertó, Sonic era un erizo nuevamente, el vulpino levantó un brazo para que el sol no lo fastidiara y se dio cuenta de que no fue a su tienda a descansar sino que se apoyó en una rueda y pasó la noche ahí. Tails se puso de pie con cuidado y observó a Sonic incomodarse por la iluminación natural del día, debió ser, ya que siempre estaba cubierto por una lona y el sol no le emocionaba tanto como esperaba.

No se despidió, solo sonrió y caminó de regreso a la carpa donde, si es que Zails no le había advertido al director del circo de su ausencia, entonces podría llegar y tomaría el cepillo de Miles para arreglar sus colas llenas de ramitas y polvo.

—¡Tails! ¿Dónde estabas? —preguntó Zails al abrir las cortinas antes que él y tomarlo del brazo para que pasara—. Iba a buscar al director si no volvías hasta las nueve.

—No es lo importante aquí —objetó Miles—. Yo sé que todos queremos saber quién te la enterró.

—No me acosté con nadie —se apresuró a decir el menor—. Visité a alguien y me quedé dormido.

—¿Y te diste cuenta de que te dolía todo de la cintura para abajo?

—No, Miles —respondió luego de dar un bufido.

Fueron dos noches más de visita, despedida, citas que nunca recibían ese nombre. El circo abriría sus puertas por tercera y última vez por esa ciudad, ahora, para rotar, indicaron que mostrarían espectáculos diferentes con nuevos artistas así que las prácticas no era una recomendación, sino una obligación.

Tails estaría ahí, habría más domadores y Miles por fin podría demostrarle a Eggman que si obedeció su orden y podría manejar un trapecio sin caer, porque él no sabía volar como Tails así que algunos payasos ya estaban armando una lápida con el nombre del azabache. Habría un ilusionista además del telequinético y a Tails le dio miedo de solo verlo en un póster, así que seguro atraería gente.

Fue grata sorpresa ver que una de las figuras que se presentarían esa noche sería el erizo. Tails podía imaginar que salir de la jaula sería emocionante para él y que, si Eggman también había visto lo que pasó días atrás, podrían compartir escenario sin ningún problema. Tails nunca vio a Sonic en una función, así que no sabía exactamente para qué lo llevarían.

No podía estar más equivocado. Sonic no quería salir de la jaula, rechazó vehementemente y con una ligera broma sobre devorar a los espectadores, no quería abandonar su encierro. Si Tails no hubiera estado ahí, quizá el ojiverde nunca habría aceptado su participación en el espectáculo de esa noche.

Luego, Tails deseó no haber estado ahí.

El acto de apertura fueron las presentaciones breves por parte del showman, quien exageraba lo que verían e inventaba historias sobre los que eran el acto en sí y no tenían un talento en especial. Tails sentía que encajaba bastante en ese grupo, pero aparecía primero durante las acrobacias aéreas, así que se sentía más importante si no lo mostraban como un raro.

—Primero Miles y los trapecistas, después yo... Equilibristas —contó el menor para no perder la atención y estar al tanto del momento en el que debiera ingresar.

—Apareceré dos veces, "hermano". Cómo quisiera nunca haberme quejado de siempre hacer lo mismo, ahora esperaría el número de contorsionismo y no inauguraría esto —se quejó el azabache al pasar por su lado, junto con Zails, quien cuidaba que no se escapara y arruinara el evento.

Tails no distinguió a Sonic por ningún lado, quería desearle que le fuera bien y que él lo apoyaría e incluso se verían al terminar la función, quizá el cobalto le diría lo mismo, o se besarían.

—Qué estoy pensando —susurró al agitar sus colas. Eggman vigilaba que las funciones fueran en orden y que las estrellas no solo fueran buenas para exigir, sino para ser exigidos.

—¡El hombre ave!

Tails no saltó esta vez, sino que debía pasar entre los trapecistas en algo a lo que Miles llamó "estorbarnos el camino", ya luego de recorrer alrededor recién podría subir a la cima y arrojarse al vacío. Eggman era el presentador esta vez y llamó a cada uno al suelo para que se retiraran y dieran paso a los equilibristas malabaristas. El acto del zorro debía terminar al hacer una reverencia y correr hacia detrás de las cortinas de franjas rojas para ahora imaginar qué de nuevo podría hacer con Sonic.

Sin embargo, uno de los organizadores intervino porque había un hombre que quería que Tails saltara con él para estar seguros de que no era una ilusión. Eggman estaba confiado porque saldrían ganando, pero el menor dio un paso al costado porque nunca había sostenido a alguien mientras volaba, no creía que pudiera cargar más peso que el suyo y temía que no saliera bien sin medidas de seguridad.

—Solo hazlo —ordenó el organizador, el director lo vio un instante y asintió hacia Tails para que empezara.

—No creo que sea seguro hacerlo —insistió el vulpino, las personas esperaban y se intrigaban por lo que estuviera pasando abajo, donde el otro productor circense, enojado, jaloneó a Tails del brazo y lo empujó hacia adelante para que hiciera su trabajo—. No quiero lastimar a nadie...

—¡Hazlo! —El promotor apretó el brazo del menor, quien soltó un quejido por la fuerza aplicada que fue respondido con un gruñido y gritos mezclados con vítores de las personas luego de que Sonic pasara por encima del zorro para atacar al organizador. Tails ni siquiera lo escuchó correr, todo lo que vio fue que nadie pareció alarmarse al pensar que era parte del acto y él estaba desesperado sin saber qué hacer.

Los domadores que debieron cuidarlo corrieron para halar de sus cadenas y regresarlo a su jaula, el zorro giró hacia la gente que reía y era un horror para él imaginarlo de esa manera.

—¡Sonic! ¡Basta!

Tails trató de llegar a él, aunque los adiestradores lo empujaran y fueran arrojados hacia el público una vez que el cobalto se cansó de ellos y el aterrado organizador trataba de sobrevivir a lo que estaba ocurriendo.

—¡Basta! ¡Alto!

Una de las cadenas sueltas se sacudió cuando el animal alejó a quienes intentaban contenerlo, ahora la gente carcajeaba al jugar a atrapar a los desprevenidos, y Sonic iba a acabar con la vida de una persona de una terrible manera sin darle la oportunidad si el quejido que incitó su transformación no se hubiera escuchado otra vez.

Tails acarició su mejilla sin estar seguro de si fue ahí donde una de las cadenas lo golpeó, porque la cabeza le ardió hasta que cayó y el dolor de intensificó al tratar de incorporarse. Miles y Zails se acercaron hacia él para sacarlo del tumulto que se había detenido. Sonic casi no sintió cuando perdió su transformación, giró hacia atrás donde vio al zorro en el suelo y regresó a ser el erizo que era durante los días.

—¡Animal! ¡Eres una bestia! —gritó el organizador al ponerse de pie con ayuda de los otros presentadores—. ¡Monstruo!

Las cadenas que cayeron sobre él fueron más pesadas, más tortuosas, pero las creía merecidas. Eggman tuvo la ligera intención de terminar con la función de la noche aunque no hubiera víctimas mortales más que con lesiones, pero el organizador opacó el accidente haciendo entender a los espectadores que fue una función teatral que estaban inaugurando, y la audiencia estalló en aplausos, pero todos sabían que esa sonrisa era falsa y que se desquitaría con el erizo apenas se cerrara el telón.

Sonic vio cómo los demás artistas se alejaron de su camino cuando lo condujeron hacia una jaula distinta a la suya, pero en la que esperaban que fuera mejor contenido al reducir de forma "correcta" su contacto con el exterior. No vio a ningún zorro de dos colas, y nadie se aproximó a la ventanilla que significaba el único acceso de luz a su nuevo confinamiento.

El cobalto tomó asiento en una de las esquinas oscuras en la penumbra y esperó a que alguien le comunicara que sería de su vida ahora que seguro lo sacarían del circo. Ahora que estaba en una situación donde parecía que hubo una persona que se acercó sin temerle y la perdió, recordaba que nadie lo obligó a estar en ese lugar, sino que fue él quien no quiso lastimar a la persona más importante de su vida y decidió apartarse, y ahora cometió lo que temía, así que hizo todo por nada.

Hubo pasos que se acercaron, Eggman debía informarle su situación ya que el organizador estaba enfadado con él y no dejaría que ningún circo lo adoptara como su integrante para arruinar lo único que quería y que ahora le estaban dando para su agrado: el encierro.

Una mano se apoyó en la pared de la ventanilla, y hubo silencio que el cobalto no comprendió hasta que un paso más se dio y un suspiró llenó el silencio de la noche.

—¿Sonic? —Tails era muy pequeño para asomarse y lograr verlo, trató de subir a una madera sobresaliente y cayó al acolchado pasto por error. El vulpino volvió a intentarlo sin éxito tras no recibir respuesta, y luego usó sus colas para elevarse sin conseguir verlo por la oscuridad—. ¿Sonic?

No lo merecía. El cobalto temía que Tails haya pensado que podría conseguir algo a su lado cuando lo único que sabía dar eran problemas y preocupación, la clase de cosas que no quería que alguien gentil y lleno de bondad como el ojiazul tuviera que vivir al lado de quien solo podría lastimarlo por segunda vez.

—¿Sonic? —insistió el vulpino al aterrizar con una mirada que reflejaba su tristeza y desilusión, sus ojos azules se nublaron como conseguían cuando se recordaba frente al espejo que su único "atractivo" era ser un excluido que no podría dedicarse a lo que tanto le apasionaba porque no tendría una oportunidad.

Sus hombros caídos y sus zafiros cristalinos continuaron observando la ventanilla, esperando que el silencio se rompiera con una respuesta, pero persistió. Pese a los esfuerzos de mantenerse firme en su posición, una lágrima escapó por su mejilla y su cuerpo tembló bajó el correr del frío viento que acarició sus colas hacia un lado.

—Eres perfecto, Sonic —murmuró mirando hacia la luna que no brillaba como las anteriores noches, pero que lo hizo cuando el cobalto expresó lo mismo que Tails sentía—. Estoy seguro de que en ninguna parte conocería a alguien igual que tú.

Las cadenas en el interior hicieron eco al arrastrarse pesadamente detrás de a quien estaban destinadas a prohibir de libertad. Tails dejó de respirar impulsado por la esperanza de que pudiera verlo de nuevo, y tenía una llave si debía emplearla.

—¿Estás bien?

—Sí —respondió el menor, su cola acarició su propia mejilla para recordarse que no fue más que un susto—. Pero quisiera verte.

—Te lastimé, ¿no? —Sonic retrocedió un poco antes de volver a apoyarse en la puerta—. Y al organizador.

—Él se irá a bañar en dinero, no me importa lo que le haya pasado —expresó el zorro para calmar cualquier tensión existente.

—¿Estás asustado?

—Sonic, quiero verte —murmuró el menor, las palabras apenas audibles entre la angustia y el sollozo. Tails no quería imaginar lo que haría si no podía volver a hacerlo, no sabía que ocurriría cuando la función terminara y no quería indagarlo, solo quería pasar el tiempo que pudiera junto a él.

—Quiero verte —confesó el ojiverde, había pasado minutos tratando de olvidar lo que ocurrió antes de su encierro y toda su memoria le gritaba que lastimó al zorro; Tails abrió la puerta cuando Sonic empezó a retroceder porque pensó que era una despedida, el menor le mostró una llave pequeña y esperó a que el erizo se aproximara a la salida—. ¿De dónde lo sacaste?

—Conozco a un ilusionista —contó. Sonic dudó mucho en querer que le soltaran las cadenas que habían obstaculizado su progreso al caminar, era más seguro que las tuviera consigo aunque haya habido ya dos veces en las que no sirvieron para nada. No había estado sin ellas desde que era un niño, cuando cayeron al suelo con un estruendo corto, se sintió ligero sin saber qué hacer.

Tails dio un paso atrás cuando el cobalto bajó, abandonando la jaula que fue destinada para él y para la que siempre juró que nació. Nunca estuvieron frente a frente de esa manera, Tails había permanecido con el dolor y la tristeza sobre sí, mas la última lágrima que recorrió su sonrosada mejilla fue limpiada con suavidad por el cobalto luego de que se aproximara al zorro que lo visitó por corto pero significativo tiempo.

—Sonic —exhaló antes de dar un paso adelante y abrazarlo, el erizo lo rodeó con sus brazos sin dejar de prestar atención a la luna que aún no se mostraba, aunque amenazaba con hacerlo si pudiera arruinar sus instantes de felicidad como siempre.

Con un soplido en una de sus orejas, Tails sonrió al separarse, sus ojos azules se encontraron con los ojos verdes que lo observaban como si pudieran saber cada detalle que el zorro no lograba expresar. El menor rio entre la pena y la felicidad cuando Sonic acarició el contorno de su rostro hasta su mentón y levantó su mirada con cuidado para besarlo.

Tails no recordaba un día en el que se haya sentido como un niño haciendo algo que claramente le ordenaron que no hiciera. De la mano con el erizo, corrió abriendo tienda tras tienda hasta que encontraran una que no estuviera ocupada, unos payasos hicieron sonar sus herramientas cuando el zorro abrió el toldo y ellos estaban a punto de pedir un aumento. Sonic llevó al menor hacia una tienda que parecía más un almacén, el zorro abrió las cortinas con cuidado y se adentró observando los objetos alrededor.

Agotado por la breve huida, y esperando que no fuese como las dos noches en las que dormía expuesto al frío contra una llanta solo por descansar junto al erizo, se recostó en la cama luego de prender una lámpara y que le hiciera saber al resto de integrantes que era una carpa ocupada.

Sonic notó que la luna no podía encontrar una ventana en el cielo por la niebla que cooperaba con él, aunque dudó en seguir al menor, apenas ocupó un lugar a su lado y Tails lo abrazó porque había esperado tener un momento como ese por largo tiempo.

—¿No te asusto? —preguntó el ojiverde, Tails miró hacia arriba y negó con la cabeza—. Aunque pudiera convertirme en un lobo, ¿no piensas que...?

—Tuve días para pensar en eso, Sonic —expresó el zorro al subir sus colas al abdomen del mayor—. Días.

—Me asusta ser libre, Tails —le contó al acariciar su espalda y llegar a las dos felpudas sensibles del menor.

—¿Por qué? ¿No lo quieren todos?

—No quiero lastimar a nadie, cuando me transformo no puedo evitarlo. Al menos como un animal de circo ellos pueden tratar de atarme, pero si estuviera....

—Lo evitaste conmigo —le recordó, Sonic asintió porque era un punto, nunca había luchado contra sí una vez que ya era un lobo, aquella vez lo logró—. ¿Eggman habló contigo?

—No hace falta que me digan que no puedo quedarme más en el circo.

Tails suspiró y se acurrucó en su sitio para dormir, sonrió al sentir al cobalto arrimarse contra su cuerpo y el recuerdo de lo que dijo Miles sobre su primer encuentro lo volvió a golpear con una reacción diferente por su parte. El zorro trató de fingir que no sabía lo que estaba ocurriendo, que no quería lo que estaba ocurriendo, que quería que no fuese tan veloz como quisiera hasta que rio cuando Sonic le besó el cuello y permitió que se introdujera en él como deseaba.

Tails apenas tuvo el tiempo y la precaución de morder una almohada antes de que un grito de su parte despertara a los acróbatas que no salieron a dar un espectáculo. El erizo le acarició la cintura hasta descansar una mano en su cadera para que fuese el ojiverde quien manejara la manera en que Tails sabía que enloquecería por esa noche, y disfrutó cada parte de él como anhelaba. No fue hasta que terminó ese momento perfecto con una semilla dulce deslizándose entre sus piernas cuando la luna salió.

Tails puso una mano sobre la del cobalto para que se calmara, porque no había barrotes que lo retuvieran y no quería que huyera, Sonic miró a su lado y Tails se sonrosó al imaginar que si Sonic fuera un poco más consciente, quizá hasta abría sugerido que lo hicieran con esa nueva y enorme posibilidad.

El zorro esperó unos minutos hasta que la luna se ocultó y Sonic volvió a ser un erizo para compartir su idea como solo eso, una idea tonta, pero cuando Sonic le expresó que en realidad sí estaba consciente y que estaba esperando a que fuera Tails quien decidiera que quería hacer, en la siguiente libertad que le dieron las nubes a la luna, el menor solo le dio la oportunidad de acariciar con cuidado el caliente lugar del que brotaba el esperma del cobalto.

Los iban a separar, el organizador lo anunció como una manera de advertir al resto de artistas que no permitirían que quisieran sobrepasar el lugar que les correspondía. Tails despertó abrazando al erizo con el que compartió el dormitar toda la noche, Sonic despertó y sonrió al saber que no fue el mejor de sus sueños sino una buena realidad que colapsó cuando oyeron de unos malabaristas cercanos que se iba la bestia del circo.

Cuando Tails regresó a su tienda para hablar con los dos zorros, vio que Miles escribía algo que ocultó con rapidez al verlo entrar, Zails guardó una hoja en su bolsillo y los tres se vieron por un minuto.

Eggman lo vio cuando Tails llegó a las prácticas para otra función, y su mirada no estaba perdida pero era evidente que estaba pensando en algo dese la mañana. Sonic estaba en otro lugar de la campaña circense esperando que le dieran la señal para retirarse.

—El hombre ave —murmuró el menor para presentarse a sí mismo, mas permaneció quieto en lo alto al pensar si realmente quería serlo toda su vida. Miró hacia abajo al resto de integrantes y pensó en sus planos e ideas—. El hombre ave.

La primera vez que el showman empleó aquel apelativo, Tails fue empujado desde lo alto de una edificación de por lo menos catorce pisos cercana a la exposición. La última vez que el showman empleó aquel apelativo ocurrió cuando el menor se dio cuenta de que no podía dejarlo, y el llanto no nubló su visión cuando bajó con ayuda de sus colas, los artistas detuvieron su práctica al verlo correr hacia la salida. El director del circo, Eggman, lo vio y asintió porque sabía lo que iba a hacer, y esperaba que le fuera bien.

Tails escribió en una hoja todo lo que tenía por expresar, aunque ni Miles ni Zails fueran sus hermanos se habían portado como tal y Tails querría verlos pronto. La dobló y la dejó sobre la mesa antes de guardar las pocas pertenencias que tuviera y se apresura a alcanzar al cobalto que estaba mirando atrás hacia el lugar que lo acogió por años y del que debía retirarse.

—¡Sonic!

El cobalto viró al oírlo y Tails aterrizó directo a abrazarlo, quería el circo, pero lo amaba a él y no pensaría en abandonarlo porque la noche en la que lo conoció debieron saber que no sería la última vez que se verían.

Sonic cargó a Tails sin imaginar que tomaría esa decisión, el menor acarició sus dos colas para asegurarse de que no les guardaba resentimiento y que estaría con el cobalto a donde él marchara, y Sonic quería visitar a la persona que le dio la vida y esperaba que no se emocionara de más cuando viera al zorro llegar junto a él.

Podían ser la pareja circense que se alejaría del circo, pero el sino los quería mantener unidos, y no era un adiós con sus "hermanos", se verían luego en una situación peculiar. Sonic quería asegurarse de hacerlo feliz, y lo adoraría todo el tiempo.

—¿Quieres jugar a la libertad, Tails? —preguntó el cobalto al tomar su mano y subir con él hacia una colina desde que la que se veía la extensa ciudad que recorrerían por un tiempo.

—Estaré contigo para todo, Sonic, en cada instante junto a ti.

Sonic miró al menor y sintió que acababa de lograr lo inalcanzable, Tails se dio cuenta y sonrió al acariciar su mejilla. Juntos. 




Fin




✧✧✧

Buenas noches, chicos, ¿cómo están? Espero que se encuentren bien y que hayan tenido un buen día. Junto a ti.

La siguiente obra saldrá el día sábado, será Scouriles y me voy a asegurar de subirla por mi laptop porque no confío en mi celular. La tercera será Zonails y saldrá el día martes

Recuerdo que la idea del circo surgió oyendo Danza macabra y luego de ver un bonito traje de un baile. Mis favoritos siempre fueron los contorsionistas, no sabría explicarlo, equisdé, ¿y el de ustedes?=)

Muchas gracias a Panistx y Anonimoscrack777 por sus palabras, voy a regresar por estos días porque me estoy sintiendo mejor. Antes solía ignorar mucho esto de mí para continuar con mi vida normal pero creo que llegó un punto en el que no solo puedo enterrar una emoción y ahora quiero encargarme de ello mejor.

Muchas gracias por su atención, espero que les haya gustado.

Cuídense, hasta pronto.

<3

-KatheDoll.





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