Capítulo 7
Nellie apenas durmió esa noche. Pasó horas investigando su nueva habitación: se probó varios vestidos, se dio un baño de espuma, hojeó todos los libros sobre magia de la librería, salió al balcón y disfrutó de la brisa nocturna e incluso saltó en la cama hasta quedarse sin fuerzas como cuando era una niña. Finalmente se quedó dormida con la capa de Bellatrix.
Cuando despertó era ya medio día. El elfo le subió la comida. Comió en el sofá del balcón pensando en si la mortífaga acudiría por la tarde para dar su paseo o juzgaría que con la suite de lujo ya era suficiente. Por supuesto estaba enamorada de ese cuarto más de lo que lo estuvo de Sweeney, pero la entristecían los días en que no veía a la bruja. Dedujo que habría utilizado algún hechizo para que ella no pudiera escuchar nada de la habitación contigua. Deseó que fuese bidireccional, porque como la hubiese oído saltar, correr y reír durante toda la noche...
Estaba leyendo un libro sobre algo fascinante llamado quidditch cuando se dio cuenta de que el plan insonorizador de Bellatrix tenía un fallo: pudo escuchar perfectamente el tacón de las botas de la bruja acercándose con premura por el pasillo. Por la intensidad que parecía imprimir a cada paso y basado en estudios previos, sospechó que su compañera no estaba de buen humor. Así que esperó un rato confiando en que se calmara. Cuando ya no pudo más, llamó con timidez a la puerta que conectaba sus dormitorios. La primera vez no hubo respuesta, pero a la tercera -porque Nellie no se rendía- la puerta se abrió.
Sus predicciones fueron correctas. Bellatrix caminaba por la habitación de un lado a otro, con la rabia evidente en sus ojos y la varita en la mano echando chispas literalmente. Nellie se dio cuenta con horror de que llevaba un corte en la muñeca y su blusa tenía una mancha escarlata a la altura de la cintura que por experiencia supo que era sangre. Ni siquiera miró a la recién llegada. Salió al balcón con la mandíbula apretada lanzando explosiones al aire que hicieron levantar el vuelo a toda la fauna local. A la castaña le dio miedo. Era como si la magia negra brotara de Bellatrix desesperada por encontrar un objetivo. Aún así, estaba acostumbrada a tratar con Sweeney en circunstancias similares.
Se acercó a ella con cuidado. El palo mágico de la mortífaga le imponía más que la navaja de Mr. T, a ella no se atrevía a ponerle una mano encima. Así que adoptó otra estrategia. Se apoyó en la balaustrada y observando las explosiones que ocasionaba la bruja comentó:
-Hoy he leído sobre un deporte llamado quidchit, me gustaría hacer eso, lo de volar en escoba. Debe ser divertido aunque no suena muy seguro...
Bellatrix no parecía prestarle atención, pero tampoco le había gritado que cerrara la boca o que se largara, así que continuó con su monólogo:
-Me gusta lo de ser golpeador y poder golpear a la gente. Yo lo hacía con el rodillo de amasar cuando intentaban hacerme alguna inspección de sanidad en la tienda. No es que disfrute golpeando a funcionarios, pero era evidente que no las iba a pasar... Convivía con cucarachas tan grandes que merecían ser tratadas de usted.
La mortífaga se abstuvo de hacer comentarios, no obstante, las explosiones cesaron. Nellie siguió hablando intentando provocar alguna reacción.
-Si se hubiese reconocido mi obvio estatus de sangre pura y hubiese ido a Howuars hubiese sido la capitana de sylterin -aseguró con orgullo.
-¡Ni eres de sangre pura, ni hubieses sido capitana de slytherin! ¡Sly-the-rin! -estalló la bruja- Lo fui yo desde el tercer año.
-Yo lo hubiese sido desde segundo y solo porque en primero hubiese estado ocupada buscando escorbutos en el Bosque Cladestino. He visto fotos y son muy adorables y roban dinero, eso es muy práctico.
La morena la miró con ojos desorbitados y llevándose las manos a la cabeza exclamó:
-¡Por Salazar, qué dices! Se llaman escabartos, ¡es-car-ba-tos! El escorbuto es una enfermedad asquerosa. Y es el Bosque Prohibido, ¡¿cómo demonios va a ser un bosque clandestino, tú crees que puedes ponerlo y luego esconderlo?!
Nellie le dedicó una mirada de reproche y muy seria replicó:
-Con esa actitud no te hubiese dejado estar en mi equipo de quidchit ni jugar con mis escorbutos.
Bellatrix hizo todo lo posible por recordar el mal día que llevaba. Se mordió el labio inferior, cerró los ojos y pensó en cosas amargas. No funcionó. Se rió durante varios minutos y su sombra de ojos se difuminó a causa de las lágrimas. Nellie también rió aunque manteniendo su actitud altiva. La bruja sacudió la cabeza mirándola y entró a su habitación. Se tumbó en la cama agotada y cerró los ojos. La castaña volvió a su cuarto sin cerrar la puerta y reapareció al poco con un botiquín muggle que la mortífaga imaginó que habría pedido al elfo. Dónde habría tenido que aparecerse Ruffy para conseguirlo era algo que prefería ignorar. Nellie se sentó en el borde de la cama y le cogió el brazo con cuidado. Ella la miró con desconfianza.
-Voy a curarte esto, ¿vale?
La morena mantuvo el ceño fruncido pero no protestó cuando le subió la manga. La muggle suspiró aliviada al ver que se trataba de un corte superficial y solo llegaba a la mitad del antebrazo. Como necesitaba limpiar la herida, buscó algo para poner agua: "¿Tienes un bol o algo así que pueda...?". Antes de que hubiese terminado, la mortífaga transformó un vaso en un bol y con un aguamenti no verbal lo llenó de agua. Nellie la observó fascinada. Cuando superó el asombro, empapó una gasa y le frotó el brazo con cuidado. Después lo secó con una toalla y procedió con el alcohol. "Esto probablemente te escueza" la informó. Si sucedió así, la slytherin no produjo un solo ruido, ni un músculo de su cara demostró la más mínima incomodidad. Su enfermera envidiaba su fuerza.
-¿Eso qué es? -inquirió la bruja cuando le empezó a aplicar un líquido rojizo.
"Desinfecta la piel, los cortes, quemaduras y eso y hace que se cure antes" explicó la muggle. A decir verdad ella tampoco lo tenía muy claro: el término povidona yodada le sonaba a chino, pero era lo que le ponían de pequeña cuando se hacía heridas y siempre lo había usado. Bellatrix le permitió terminar de curarla sin dejar de observarla. Todo aquel proceso de sanación resultaba absurdo: un episkey y adiós herida. Pero sentía un agradable cosquilleo en el cuerpo y una extraña sensación de ternura. Así que le consintió tocarla con sus "pequeñas manitas de muggle". Cuando juzgó que el brazo ya estaba, la castaña le subió la blusa hasta las costillas para comprobar el corte de la cintura. La duelista iba a frenarla, pero en cuanto sintió sus dedos acariciándole el estómago, cerró la boca y se dejó hacer. A Nellie le fascinaba la suavidad de su piel y los abdominales debidos a sus continuas misiones y entrenamientos. Al darse cuenta de que sus caricias empezaban a ser excesivas, se centró de nuevo y empezó a limpiar la zona.
-¿Quién te lo ha hecho? ¿A quién tenemos que matar? -preguntó sin ápice de broma.
Bellatrix no pudo evitar sonreír (y volvió a odiarse por ello). Intentaba con todas sus fuerzas mantener las distancias con su prisionera, incluso desconocía su nombre, pero cada vez le resultaba más difícil. Era adorable, divertida, intrigante, valiente... La había secuestrado tras matar al amor de su vida y ahí estaba, curándole las heridas con sincera preocupación. Nunca había conocido a nadie semejante, ni muggle ni bruja. Sabía que bailaban en un terreno muy inestable: en poco más de una semana la misión terminaría y no volvería a verla. Aún así, sintió que le debía al menos una explicación.
-Me lo he hecho yo, estaba muy furiosa -reconoció.
Nellie la miró preocupada durante unos segundos, pero enseguida volvió a su tarea. La morena continuó:
-Hay un mortífago -comentó con desprecio-, o eso dice él, del que nunca me he fiado. Se llama Snape y mi Señor le valora mucho, a pesar de que le abandonó en su momento más vulnerable y se convirtió en el perrito faldero de Dumbledore... a quien luego mató, pero me da igual, sigo sin fiarme. Cada vez que viene no puedo evitar cabrearme. Por suerte este año está de director de Hogwarts, apenas le queda tiempo y no acude a las reuniones. Pero esta mañana ha venido a contar cómo van las cosas por el colegio. Todo el mundo se arrastra ante él, hasta mi propia hermana lo venera porque según ella salvó a Draco... Por favor, ¡menudos estúpidos! Lo único bueno es que he conseguido que mi Señor no le cuente el plan del ministro muggle, porque si no lo fastidia seguro. Luego he ido a entrenar para tranquilizarme y mi sobrino ha insistido en venir conmigo. Y Cissy detrás para asegurarse de que no hago daño a su pequeñín... Son todos insufribles.
Lo escupió todo con rabia y amargura. La castaña, sin dejar de curarle el corte, asentía y prestaba atención aunque no entendiese una palabra. De alguna manera, al poder desahogarse e insultarlos a todos, Bellatrix se sintió un poco mejor.
-A ver si lo he pillado -murmuró Nellie-: hay un falso mortífago llamado Scape que tiene a todo el mundo engañao menos a ti y que ahora es director de Howuars. Y luego está tu hermana Missy, que lo quiere porque salvó a tu sobrino Jacko y sin embargo de ti no se fía, ¿no?
-Lo haces a propósito, ¿verdad? -preguntó la mortífaga.
-¿El qué, querida? -respondió Nellie.
-No soporto que mi marido me llame "querida", así que menos aún una muggle molesta.
-Ah, lo siento, cielo, yo llamo así a todo el mundo -respondió la muggle-. Mira, hacemos lo siguiente: tú te cargas al falso mortífago por engañaros, al Señor Serpiente por no escucharte y a tu hermana por no confiar en ti. Y yo hago empanadas de carne para que una parte de ellos esté siempre contigo.
-¿Les robarás antes el monedero?
-Por supuesto -respondió Nellie sin ápice de vergüenza-. Y si llevan alguna joya de valor probablemente también.
Bellatrix se tapó la cara con las manos y volvió a reírse con sinceridad. ¿En qué momento su vida se había torcido tanto como para que la única que la hiciese reír fuese una muggle animándola a matar a su Maestro y a su hermana? También estaba la agradable sensación de calor que le provocaban sus cuidados... Y su adorable inocencia al creer que los magos no podían curarse a sí mismos. Cuando le preguntó si llevaba alguna otra herida, estuvo a punto de sacar su daga y hacerse un par más. Pero hubiese sido difícil de justificar. Mientras recogía su improvisado botiquín, la muggle le informó de que ya habían terminado y se curarían en pocos días. La morena simplemente asintió, no fue capaz de mostrar su gratitud de ninguna forma. Le preguntó qué quería al principio, cuando había llamado a la puerta.
-¡Ah, nada! Quería saber si íbamos a ir a pasear, pero tienes que descansar para curarte. Así que vuelvo a mi cuarto y te dejo en paz.
Cuando ya se marchaba, la bruja se puso de pie y fingiendo mala gana murmuró:
-Hala, venga, que te saco de paseo.
-¿De verdad? -preguntó Nellie con alegría- Pero estás herida y...
La bruja soltó una carcajada.
-Por favor... ¡Son dos cortes minúsculos! He llevado a cabo misiones para mi Señor tras recibir varios hechizos aturdidores, un mordisco de serpiente y aún convaleciente de Azkaban.
Su compañera asintió pensando que aquello hablaba tanto de la fuerza de Bellatrix como del aprecio que le tenía Voldemort. Pero optó por no decir nada. Tras asegurarse con homenum revelio de que no había nadie en su camino, bajaron al jardín. Lo hacía más para evitar conversaciones que por precaución, le daba igual que las vieran pasear juntas. Si Voldemort preguntaba, le diría que estaban repasando el plan y al aire libre controlaba mejor las ansias de asesinar a la muggle. A Él no le importaba lo más mínimo lo que hiciese en su tiempo libre, mientras cumpliera sus misiones... Igual incluso elogiaría su compromiso con la causa al estudiar tanto el secuestro.
En el desinterés de su Señor hacia ella pensaba cuando Nellie comenzó, como de costumbre, a parlotear sin parar. Bellatrix solo intervino para responder las dudas sobre su actual obsesión: el vuelo. De no ser porque el terreno estaba limitado por hechizos protectores y debían permanecer escondidos, la bruja le habría hecho una demostración de por qué era la mejor de su generación.
-¿Y yo podría volar? -preguntó con entusiasmo.
-Nunca lo había pensado... -meditó la bruja- Pero no, seguramente no, la escoba no reaccionaría ante un muggle.
-¿Y podría ir contigo?
-Técnicamente sí. Pero en la práctica te empujaría a mil pies de actitud y no sería una muerte agradable...
-¡Oh, cielo, serías incapaz! -exclamó Nellie- ¿Con quién hablarías de destripamientos en esta casa de personas aburridas y cobardes?
La mortífaga sacudió la cabeza y no respondió. No respondió porque tendría que darle la razón en ambas sentencias. Pasaron un par de horas con ese debate absurdo hasta que la bruja la acompañó a su cuarto y bajó a cenar con su familia. De no ser por los guiños de Rodolphus que últimamente la notaba más triste e intentaba animarla, Bellatrix se hubiese retirado tras el primer plato. Su marido le había preguntado varias veces qué sucedía y cómo podía ayudarla, pero ella negó la mayor. Estaba bien. No podía reconocer ante nadie -ni siquiera ante sí misma- que estaba deprimida porque le quedaba poco tiempo con su muggle, ni que estaba preocupada por lo que sería de ella cuando terminaran.
Esa noche la mortífaga tuvo más pesadillas que descanso. En cuanto fue una hora prudente, se levantó y como cada mañana se duchó mientras esperaba a que llegase Ruffy con el desayuno. Nunca bajaba a desayunar con su familia: se despertaba de muy mal humor y no se encontraba en condiciones de aguantar a nadie. Era su momento diario de intimidad e introspección. O lo fue hasta ese día.
-¡Qué demonios haces aquí!- exclamó cuando salió del baño y vio a Nellie sentada en su mesa.
-He pensado que no querrías desayunar sola y he venido a hacerte compañía -explicó alegremente.
-¡Por supuesto que quiero desayunar sola! -exclamó la bruja airada- ¿¡Y cómo diablos has entrado!? ¡Hay más hechizos en esa puerta que en Gringotts!
Nellie, mojando un bollo de Bath en su café y todavía en camisón, se encogió de hombros.
-Simplemente he acercado mi mano y se ha abierto, no he necesitado ni palo mágico, debo ser una súper bruja. Pero siéntate, cielo, se te va a enfriar el desayuno.
-¡No me invites a sentarme en mi propia mesa! -gritó la bruja exasperada- ¡Y no me llames cielo!
-¿Desayunas de pie, amor? -inquirió Nellie frunciendo el ceño.
La bruja levantó los brazos en un gesto de desesperación incontenible. Pero se rindió. Levitó hacia ella una bata de seda y le indicó a la muggle que se la pusiera. Ella obedeció pero le preguntó el motivo. "No puedes ir por ahí en camisón dejando a un lado el decoro y el buen gusto de esta noble casa" respondió Bellatrix citando a su hermana a la perfección. La realidad era que le resultaba imposible separar los ojos del escote de su camisón de seda y eso la desquiciaba. Por desgracia, al atarse la bata sus voluptuosos pechos quedaron aún más realzados. La mortífaga sacó su varita con disimulo y apuntó a sí misma. "Avada kedavra" susurró. No pasó nada. "¡Mierda!", pensó, "¡Ahora tengo que seguir viviendo sabiendo que me siento atraída por una puñetera muggle!".
Nellie no se fijó en el gesto. Le interesaba más meditar cómo era posible que cada vez que veía a Bellatrix experimentase un intenso cosquilleo por todo el cuerpo. Pensó que igual era un efecto colateral de estar cerca de una bruja y también por eso los vestidos quedaban en ella tan espectacularmente bien. Aunque recordó que había conocido a la señora Malfoy y en absoluto resultaba igual de hermosa y magnética. "Bah, en este mundo pasan cosas muy raras" terminó el debate consigo misma. Sonrió a su compañera cuando por fin se rindió y se sentó a desayunar junto a ella. Bellatrix volvió a preguntarle cómo había abierto la puerta. Como le había permitido quedarse, Nellie confesó:
-Mr. Ruffy ha venido a traerme el desayuno a mí primero, ha abierto la puerta para dejarte el tuyo y me he colao detrás de él.
Eso tenía más sentido. La slytherin intentó solventar el fallo. No tuvo éxito. Esa tarde Nellie volvió a lograr infiltrarse para que le explicara varias cosas de un libro sobre magia negra que había encontrado. Después fueron de paseo. A la mañana siguiente, al salir de la ducha, Bellatrix se encontró de nuevo con su prisionera en su mesita del desayuno. Esta vez con bata, aunque su hipnótico escote seguía ahí. Ya no se molestó en hechizar la puerta que las separaba. Desayunaron juntas todos los días y pasearon casi todas las tardes. Y cuando no pudo sacarla de paseo porque tenía alguna misión, Bellatrix la invitó -fingiendo mala gana con maestría- a cenar en su cuarto. Estaban en guerra, en unas condiciones extremas y extrañas, pero se hacían compañía. Y, aunque ninguna lo reconoció, eran felices cuando estaban juntas.
Habían transcurrido diez días cuando a la hora del desayuno, Nellie acudió con un dulce demasiado elaborado para ser del elfo. Se lo tendió a la bruja que la miró con desconfianza.
-Es un regalo, lo he hecho yo para darte las gracias por... bueno, no sé por qué; por dejarme estar contigo y eso... Es pastel de calabaza, me dijiste que es tu favorito. Y sinceramente, el que hace vuestro elfo no es gran cosa.
Bellatrix la miró sorprendida pero aceptó el obsequio.
-¿Cómo lo has hecho en tu habitación?
-Bueeno... -murmuró la muggle apartando la mirada- Convencí a Mr. Ruffy para que me ayudara. Me ha aparicionao en la cocina, me ha vigilado mientras lo he hecho y luego me ha aparicionao de vuelta a mi cuarto.
-¿Quieres decir que el elfo de los Lestrange te ha obedecido a ti antes de a mí?
-Soy bastante convincente, cielo. Aunque en su defensa diré que se negó varias veces. Digamos que tuve que... presionarle para convencerle. ¡Vamos, pruébalo!
Bellatrix frunció el ceño. Decidió que no quería saber más de las coacciones al elfo. Sin dejar de desconfiar cortó un pedazo y le dio un mordisco. De nuevo, intentó disimular con todas sus fuerzas; de nuevo, fue incapaz. "Joder" murmuró. Era el bizcocho más bueno que había probado, la muggle no mintió cuando dijo que tenía un don para la repostería. Eso, unido a la emoción inconfesable de que lo hubiese hecho solo para ella por cariño y no por obligación, la llevó a ser amable por una vez.
-Vaaale, muggle molesta, tienes razón, está muy bueno -concedió ella.
Nellie sonrió con suficiencia, pero también con una felicidad enorme por haber podido regalarle algo que le había gustado. La mortífaga siguió comiendo casi con la misma ansia que el día en que salió de Azkaban.
-¿Y no le has puesto ningún ingrediente especial? Ya sabes, algo que antes estuviera vivo.
-¡No! -protestó la castaña- ¿¡Por quién me has tomado!? Yo no elegí eso, tuve que hacerlo porque Mr. Todd...
-¡Veinte horas! ¡Veinte horas llevabas sin nombrarlo! ¡Estábamos a punto de batir el récord!
Nellie se rió. Durante los últimos días se había dado cuenta de que ya no le dolía hablar del difunto barbero. Había ocupado su corazón durante muchos años, pero ahora se trataba tan solo de un recuerdo delicuescente. Seguía mentándole para hacer rabiar a la bruja, pero jamás lo confesaría. A Bellatrix le molestaba enormemente. Prefirió engañarse y atribuirlo al hartazgo o incluso a los celos porque deseaba que su prisionera la adorara solo a ella. Y algo de eso había. Pero el motivo principal era mucho más profundo. Cuando hablaba de su obsesión por aquel hombre cruel y despreciable, la mortífaga veía en Nellie lo que siempre se negó a ver en sí misma: el amor ciego y enfermizo por alguien que la utilizaba y en el fondo tan solo era un ser débil y vengativo. Pero no era lo mismo. Su Maestro era invencible, ella lo veneraba sobre todas las cosas y Él la valoraba enormemente, jamás perdería la fe en Voldemort. O eso se repetía cada día.
Desayunaron en silencio hasta que llegó el momento que ambas temían. La mortífaga le reveló a su prisionera que esa tarde tenían reunión con el Señor Oscuro. Les iba a dar las últimas indicaciones y al día siguiente llevarían a cabo el secuestro del Ministro muggle. Nellie asintió. Hubo silencio durante varios minutos. La siempre locuaz pastelera ni siquiera preguntó qué iba ser de ella después. Si no podía estar con Bellatrix, le daba igual. Cuando notó que iba a empezar a llorar, decidió cambiar de tema.
-¿Le has dicho al Señor Serpiente lo que te dije? Lo de las armas muggles. Los políticos suelen llevar guardaespaldas armados y no tengo ni idea de cómo funcionaría una bala contra una varita...
-Joder... -masculló la bruja- Cuando por fin consigo que dejes de llamarlo "palo mágico" nos tenemos que separar.
Su compañera sonrió con tristeza.
-Sí, se lo comenté -contestó Bellatrix al rato-. Dice que es una tontería. Hemos comprobado que el ministro lleva a Shacklebolt de guardaespaldas y es el mago más capaz de la Orden y el jefe de aurores. Según infiltrados en el Ministerio, él mismo pidió que no hubiera muggles de seguridad involucrados porque supondrían más problema que otra cosa. Además, mi Señor se rió ante la idea de que cualquier artefacto muggle sea más poderoso que nuestra magia. Así que no te preocupes por eso.
Nellie asintió orgullosa de entender todos los conceptos mágicos gracias a sus lecturas y murmuró: "Esperemos que tenga razón".
Mientras caminaba hacia el salón de reuniones, Bellatrix se arrepintió de no haberse llevado una botella de whisky para serenarse. No recordaba la última vez que había estado tan nerviosa. Se hallaba tan sumida en sus cavilaciones que apenas se dio cuenta cuando alguien la cogió de la muñeca y la empujó a una habitación vacía.
-¡ESTÁS MUERTO! -exclamó la mortífaga sacando al punto su varita.
Se tranquilizó al ver quien era. "¿Estás bien, Belle?" le preguntó Rodolphus mientras le levantaba la barbilla para obligarla a mirarle y le acariciaba la mejilla con el pulgar. La bruja se perdió en los ojos azul grisáceo de su marido. Le encantaba su voz grave y profunda, su atractivo rostro y los músculos que se marcaban bajo su camisa. Él adoraba tenerla entre sus brazos y ver lo engañosamente frágil que parecía así la bruja más temida del mundo mágico. Por una vez no le mintió. Simplemente murmuró: "No lo sé, Rod". El mago la abrazó con fuerza, ella apoyó la cabeza en su hombro mientras él le acariciaba el pelo. Estuvieron así unos minutos. Al rato la besó en la mejilla y le indicó que iban a llegar tarde. La bruja asintió con desgana.
Entraron por fin al salón donde todos los demás ya estaban y ocuparon sus asientos justo cuando aparecía Voldemort. El mago oscuro comprobó que estaban todos -incluso Yaxley que miraba con odio a Bellatrix- y dio por comenzada la sesión. Después de repasar los temas pendientes se centró en el secuestro del día siguiente. Por supuesto había elaborado varias líneas de ataque pero en ninguna intervenía Él: tenía que reservarse para el chaval de diecisiete años.
-Repasemos el plan -murmuró con su voz aguda-. Acudiréis hacia el final del discurso, intentando mezclaros entre la gente con hechizos desilusionadores. En cuanto el acto termine, intervendréis. Según nuestros informantes, al Primer Ministro muggle lo escoltan en todo momento Shacklebolt y otros dos aurores que no me preocupan tanto. Con Moody muerto, ese hombre es el más poderoso de la Orden, solo Bella lo ha derrotado, así que mejor no os enfrentéis a él.
-Puedo derrotarlo otra vez sin problema, milord -aseguró la mortífaga.
-No. Necesito que tú te centres en lanzar el conjuro antidesaparición, eres la que mejor podrá mantenerlo en un área extensa durante el mayor tiempo posible. Dolohov se quedará a tu lado por si tenéis que defenderos. Permaneceréis en la retaguardia para que no os detecten.
Ambos mortífagos asintieron.
-Macnair y Avery, os encargaréis de crear la distracción para los dos aurores de apoyo. Algún incendio, matad un par de muggles... lo que queráis. Shacklebolt intentará desaparecer con el Ministro pero no podrá. Lucius y Yaxley, os acercáis y mientras uno lo distrae, el otro se aparece aquí con el muggle. Lo necesitamos con vida para interrogarlo sobre su relación con la Orden, temo que busquen apoyo durante la guerra... y por si queremos presionarlos en cualquier asunto. En el momento en que esté hecho, Bella retira el conjuro y volvéis todos. Mientras, Rabastan y Rodolphus os apareceréis en otros parques de Londres y provocáis explosiones y caos para que no sepan a donde acudir. ¿Entendido?
Los aludidos asintieron, unos con más efusividad que otros. Bellatrix vio cómo su hermana empalidecía al escuchar que su marido se encargaría de la parte clave, pero sinceramente, ella lo hubiese preferido: amaba la acción. No obstante, todos sabían que como fallasen una vez más, el castigo iba a ser legendario. Siguieron repasando detalles durante unos minutos hasta que todo el mundo pareció estar de acuerdo y tener clara su parte del plan. "Ah y otra cosa, Bella" se giró Voldemort hacia ella. La bruja le miró con interés.
-Llévate a la muggle.
Su lugarteniente sintió un escalofrío.
-Disculpe, pero no veo la necesidad, milord. Me lo ha explicado todo mil veces, lo he visto en su mente y Dolohov y yo hemos estudiado el terreno, la muggle será más un estorbo que otra cosa.
-Es la única que sabe realmente cómo moverse entre ellos sin llamar la atención y nunca sabemos si se nos ha pasado algo por alto. Ya habéis fallado demasiadas veces... Además, mantener el conjuro antidesaparición en un lugar tan grande te dificultará defenderte, nunca está de más contar con un escudo humano. Cuando terminéis, si aún vive, mátala. Ya no nos servirá para nada y sabe demasiado, ha disfrutado de sobra de nuestra hospitalidad.
Yaxley soltó una carcajada cruel. "Sí, mi Señor" respondió la bruja con la mirada gacha. Voldemort continuó hablando pero ella ya no le escuchó. Agarró la tela de su falda con tanta fuerza que los nudillos se le pusieron blancos. Al poco sintió que Rodolphus deslizaba la mano sobre la suya para intentar tranquilizarla. No funcionó, pero al menos pudo estrujar la mano de su marido que la relajaba más. Cuando unos minutos después la reunión se dio por concluida, la morena abandonó la sala la primera sin dar tiempo a nadie a dirigirle una palabra. No bajó a cenar y tanto su hermana como su marido respetaron su necesidad de aislamiento.
A última hora y cuando se hubo asegurado de que no quedaban rastros de lágrimas, llamó a la puerta que comunicaba sus habitaciones. Al momento, Nellie le indicó que pasara. Estaba en un sofá junto a la ventana absorta en un libro de transformaciones. En cuanto la vio lo cerró y sonrió ampliamente. Al comprender que era la última vez que le sonreía así, Bellatrix sintió como si los dementores volvieran a acecharla.
-¿Estás bien? -preguntó preocupada- Pareces triste.
-Solo estoy cansada -murmuró la bruja sin acercarse.
Le explicó que al día siguiente tendría que acompañarlos y a la muggle no le supuso ningún problema. No le dio más datos. No comentó qué sucedería después y Nellie tampoco preguntó. La bruja forzó una débil sonrisa y le dio las buenas noches.
-Buenas noches, cielo -respondió la castaña-. Solo una cosa, ¿podrías explicarme qué es esto de un animal-mago? No lo entiendo...
La mortífaga abrió la boca para negarse, cuanto menos rato pasara con ella, mejor. Pero no fue capaz. Cuando la miraba con sus ojos brillantes, su expresión de inocencia como si nunca hubiese descuartizado a nadie y la veneración que le profesaba en cada gesto, se sentía horriblemente débil. Así que se sentó a su lado y le explicó lo que era un animago, la diferencia con los metamorfomagos, le habló de su difunto primo y de su sobrina (aclarando que ninguno era ya familia suya) y varios datos más. Internamente se daba cuenta de que era un trabajo vacío: al día siguiente la muggle ya podía olvidarse de todo... Pero aún así, pasaron varias horas leyendo juntas el libro.
Hasta que la bruja se dio cuenta de que se había quedado sola: la castaña se había dormido en su hombro. A cualquier muggle que hubiese osado tocarla, es más, a cualquier mago que hubiese intentado rozarla, los hubiese torturado hasta la locura. Y Nellie la estaba usando de almohada. El pensamiento solo le duró un segundo. La dejó descansar así unos minutos; principalmente porque en esas condiciones la visión de su escote era aún más profunda. Después sacudió la cabeza, se maldijo de nuevo y la llevó en brazos hasta la cama. La tapó con una manta, apagó la luz y se marchó a su habitación.
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