Capítulo 2
En cuanto aparecieron, las verjas de la Mansión Malfoy se abrieron ante Bellatrix con un desagradable chirrido. Las cruzó sin dudar con paso firme y a velocidad creciente por temor al previsible castigo por su demora. Mientras urdía un plan para justificar su desobediencia, notó cómo su nueva mascota muggle casi corría para seguirle el ritmo. Cuando llegaron ante la puerta principal, antes de entrar, se giró hacia su compañera y con tono serio le advirtió:
-Quédate detrás de mí todo el rato, no abras la boca a no ser que se te pregunte, no pienses, respira lo justo y, sobre todo, no grites como una sangre sucia histérica. ¿Te da tu diminuto cerebro muggle para entenderlo?
Nellie asintió con creciente temor. No entendía nada de lo que estaba pasando. Hacía un segundo estaban en su tienda en Fleet Street, ahora una impresionante mansión solariega se alzaba amenazante ante ellas. Y por primera vez, la demente que la había secuestrado parecía atemorizada. De nuevo debatió consigo misma si eran alucinaciones. Parecía real, el dolor desde luego era real. No entendía qué tipo de delirio podía ser ese: no conocía a la mujer, ni las palabras que usaba, ni reconocía el lugar, ni se había visto nunca en situación similar. Ninguno de los aspectos de esa fantasía guardaba correspondencia con su vida real. Sus sueños solían ser mucho más cotidianos y desde luego menos vividos e intensos...
Bellatrix abrió la puerta con su varita y se dirigió de inmediato a la sala de reuniones. Pocos metros antes, su hermana la interceptó:
-¡Bella! ¿¡Se puede saber dónde te habías metido!? -le susurró asustada- Está muy enfadado, no ha ido bien.
-¿El qué no ha ido bien? -preguntó la morena con interés.
-Dos de los grupos tenían que capturar a gente del Ministerio muggle para interrogarlos y diseñar una estrategia de ataque. Pero al parecer también han puesto magos a defenderlos. Ni siquiera han averiguado quién es el Primer Ministro, no se han atrevido a acercarse. Los ha cruciado cinco veces seguidas y... ¡¿Qué demonios es eso?! -se interrumpió la rubia descubriendo a la ensangrentada mujer escondida detrás de su hermana.
Nellie estuvo a punto de protestar, pero había prometido que no hablaría y pensaba cumplir. Aún así, la estirada esa se unió a su lista de enemigos por tratarla como a un simple objeto. Aunque Mr. Todd llevaba haciéndolo toda su vida, por lo menos él no lo verbalizó.
-Nada, gracias, Cissy -la tranquilizó la duelista-. Estaré bien, tranquila.
Narcissa la miró en absoluto convencida pero se apartó para que pudiera acceder a la sala. En cuanto entró, Bellatrix hizo una reverencia con palpable devoción y elegancia y se disculpó con palabras grandilocuentes por hacer esperar a su Maestro. Él le indicó que se acercara con un gesto y la bruja obedeció de inmediato. Apretó los puños con fuerza esperando lo inevitable. La imagen de aquel ser más parecido a un reptil que a un hombre, con ojos rojos, una hendidura como boca y la piel completamente muerta era escalofriante hasta para quien estaba acostumbrado. Tampoco ayudaba la descomunal Nagini serpenteando sobre la mesa. Así que Bellatrix supo que su compañera gritaría de horror.
Pero no lo hizo. Mrs. Lovett no abrió la boca. Contempló la escena con la cabeza gacha experimentando a la vez grima, nauseas y el más puro terror. Pero no abrió la boca. Siguió a su salvadora/secuestradora sin separarse de ella.
-Me has decepcionado, Bellatrix... -siseó con una aguda y desagradable voz- Otra vez.
-Y lo lamento profundamente, milord. Aunque no haya pasado nada y nadie me ha descubierto siendo haberme retrasado y que hayáis tenido que esperar por mi estupidez. Prometo que no habrá una segunda vez.
-Escaso valor tienen las palabras cuando los actos no se corresponden... -respondió Él con frialdad- ¿Y serías tan amable de explicarme por qué has traído a un sucio muggle a mi casa?
Aquella no era su casa, pero tampoco la de Bellatrix y sin embargo ambos ejercían como dueños y señores, muy a pesar de los Malfoy. A la duelista ni se le ocurrió corregirle. Cogió aire, se serenó mentalmente y con voz firme respondió:
-Disculpe el atrevimiento, milord, pero sé lo importante que es su plan de secuestrar al Ministro muggle para romper la cooperación entre ambos mundos y me dio miedo que Yaxley y los demás fracasaran. Así que después de cumplir mi parte, decidí que mejor que interrogar in situ o investigar por nuestra cuenta sería más fácil secuestrar a un muggle e ir preguntándole lo que surja. Así que he buscado a uno que estuviera informado de la política de Londres y que no fuera demasiado... desagradable. Está bien vestida y eso -comentó Bellatrix mirando a Mrs. Lovett-, bueno, o lo estaría si no la hubiese torturado. No podía concederle el regalo de estar en presencia del mago más poderoso de todos los tiempos sin haberme entretenido antes un poco...
Bellatrix sabía que era un salto al vacío: como la maldita muggle no supiera responder las preguntas de su Señor, estaban las dos muertas... o peor. La mirada de Voldemort osciló de una a otra. Finalmente le ordenó a Nellie que se acercara. Ni con un hechizo petrificador hubiese estado más paralizada. La mortífaga la cogió del brazo y la colocó ante el Señor Oscuro. La desafortunada prisionera temblaba como si el termómetro marcara bajo cero. Aún así, no se la veía más inquieta que a Lucius o a la mayoría de mortífagos cuando su Maestro los llamaba. La duelista se sintió extrañamente orgullosa del coraje de la muggle.
-Dime, ¿sabes el nombre del primer ministro? ¿Dónde vive? ¿Qué costumbres tiene? -inquirió Voldemort con tono despectivo.
Nellie no abrió la boca, no era capaz. ¿Cómo era posible haber escapado de la diabólica barbería de Sweeney Todd para acabar en una especie de secta dirigida por un reptil que pretendía matar al primer ministro? Sus vecinas tenían razón: era una absoluta desgracia en todos los aspectos. Cuando vio que el engendro aquel sacaba un palo parecido al de Bellatrix, cerró los ojos y pensó en su infancia, cuando era pequeña e inocente. Era un recuerdo bonito para morir.
"¿Me permite, milord?" oyó preguntar a la bruja. La respuesta debió ser positiva, porque segundos después sintió que la giraba hacia ella. Le pidió que abriese los ojos y ella obedeció. Se encontró de nuevo con esos iris casi negros en los que bullían la crueldad y la pasión. Con calma y un poco menos de brusquedad le repitió las preguntas que le había hecho el hombre anfibio. Nellie abrió la boca al fin.
-Claro que lo sé, el primer ministro se llama Albern J. Taylor y tiene sesenta y dos años. Fue elegido hace siete meses por mayoría simple. Está casado con una actriz francesa que está medio sorda y tiene un hijo de veinte años con el que se lleva muy mal por su forma de vida licenciosa. Vive en...
Casi sin respirar les contó la vida y milagros no solo del Primer Ministro sino de varios de sus consejeros y del resto de delegados. Le extrañaba profundamente que no supieran nada de eso, bastaba con leer el periódico o ver las noticias. Igual en ese mundo raro de palos mágicos y teletransporte no sabían leer o no tenían medios de comunicación... Aunque pocos londinenses tenían televisores: demasiado caros. Y tampoco solían tener tiempo de leer la prensa, había que trabajar. Ella pudo responder de milagro: durante muchos años su pastelería fue tristemente conocida como la peor de toda la ciudad, así que pasó semanas sin un solo cliente. Dedicó meses únicamente a leer el periódico y los folletines de cotilleos. No tenía mucha cultura, pero a fuerza de leer la misma información día tras día la había retenido aun sin conocer el significado de varios conceptos.
Cuando empezó a detallar el rumor de que en la Cámara Alta los jueves se realizaban desayunos con espectáculos de sodomía, Voldemort le indicó que ya era suficiente. Ella se calló y volvió a bajar la mirada. Prefería obviar para qué iban a usar esa información, tampoco era ella quién para juzgar... El hombre siniestro volvió a preguntarle:
-Y en tu opinión -siseó- ¿Crees que sería fácil infiltrarse en el Ministerio y... acceder a él?
Mrs. Lovett dirigió una mirada dudosa a Bellatrix y esta asintió levemente. Lo meditó durante unos segundos y respondió:
-No lo sé, nunca he estado -confesó-. Pero el día quince de cada mes celebran un almuerzo en Hyde Park al que siempre asiste para conseguir financiación para su partido. Es al aire libre, lo veo más fácil que colarse en el Ministerio o en cualquier otro edificio, todos tienen controles de seguridad.
Los dos magos se miraron entre sí. Hubo un largo silencio. Finalmente, el Señor Tenebroso se dirigió a su discípula:
-Te felicito, Bellatrix, a veces olvido por qué eres mi más fiel lugarteniente. Puedes retirarte, encierra a la muggle en el sótano pero mantenla con vida. Nos será útil.
-Sí, milord, muchas gracias, milord -respondió ella de inmediato.
Repitió la reverencia inicial y salió de la sala con presteza. No tuvo que hacerle ni un gesto a su compañera para que la siguiera: de inmediato salió tras ella a toda velocidad. Pocos metros avanzaron: Narcissa les salió al paso unos tres segundos después en la oscuridad del pasillo.
-¡Por Morgana, Cissy! -protestó su hermana sobresaltada- ¡No recuerdo la última vez que abrí una puerta y no estabas tú detrás!
Su hermana la miró y suspiró aliviada. Sabía distinguir a la perfección cuándo había habido castigo y cuándo no. No necesitaron palabras para comprender que mejor hablaban al día siguiente, cuando ambas hubiesen descansado y Voldemort partiera para seguir buscando la varita de sauco. "Vuelvo con Lucius" susurró la rubia. Bellatrix entendió que su cuñado había salido peor parado: no le respetaba ni le tenía cariño alguno, era un cobarde, pero a su hermana sí la quería, así que simplemente asintió. Madame Malfoy se retiró y ellas continuaron el camino hacia el sótano. Por desgracia, un par de pasillos después, se toparon con Rabastan. Bellatrix maldijo internamente. No tenía ganas de ver a nadie, había salvado el pellejo de milagro y solo quería meterse a la cama a celebrarlo con una botella de whisky.
-¡Bella! -la frenó él- ¿Qué ha pasado? Rod estaba muy preocupado por ti.
-Ha ido todo bien, mañana os cuento -respondió ella con cansancio-. Rod siempre está preocupado, es un dramas.
-No quiere quedarse viudo -le defendió su hermano-. ¿Te has buscado una mascota? -comentó divertido acercándose a la muggle.
-No la toques, es mía.
-Qué aburrida eres, nunca compartes tus juguetes -bromeó Rabastan-. Pero no parece que te vaya a durar mucho, no tiene buen aspecto...
Tras esa última valoración, el mortífago se marchó a sus aposentos. Bellatrix se giró y miró a su acompañante. Le costaba tenerse en pie, mantener los ojos abiertos y la sangre del cuello le había escurrido hasta el escote. Suspiró y llamó a Ruffy, el elfo que sustituyó a Dobby. En cuanto la criatura apareció, Nellie pegó un brinco asustada, ¡¿qué diablos era eso, a qué clase de manicomio la habían metido?!
-¿Qué puedo hacer por usted, Madame Lestrange? -preguntó el extraño ser.
-Tráeme whisky al cuarto de baño de corredor sur.
"En seguida, Madame" respondió. Con un chasquido de dedos desapareció. Bellatrix siguió andando con celeridad. Ignoró la pregunta de Mrs. Lovett de que "¿Qué era esa cosa grimosa?" y se frotó los ojos con agotamiento. Tenía que haber elegido el bando luminoso, al menos los idiotas de los aurores tenían un horario... Tras varios corredores más, llegaron por fin al baño. La estética era la misma que en el resto de la mansión: tonos fríos, techos altos y opulencia excesiva. La bañera era descomunal con varios grifos y muchas estanterías con productos para el pelo -Bellatrix sospechaba que todos de Lucius-, había además un elegante tocador y varios espejos, todo en oro y mármol.
La invitada (prefirió ese concepto que el de "secuestrada") lo observó todo con la boca abierta. No había visto un sitio así de lujoso ni en las revistas. Ella apenas tenía una habitación con un diminuto baño anexo encima de su tienda... Con un gesto de varita, la bañera empezó a llenarse y a cubrirse de espuma de colores. Estaba absorta en la contemplación cuando escuchó a Bellatrix ordenarle que se desnudara. El problema fue que la bruja no hizo ademán de salir. Deseaba darse un baño casi más que respirar, pero desde que su marido murió hacía una década, nadie la había visto desnuda y sentía mucho pudor.
-Ah... ¿Te vas a quedar aquí? -preguntó nerviosa.
-Tengo que examinarte las heridas para que no te desangres. Pero sinceramente, estoy muy cansada. Si prefieres morirte, mañana puedo buscar a cualquier otro muggle...
"¡No, no!" exclamó ella de inmediato. Se apoyó en el borde de la bañera para no marearse más y se quitó las botas y las medias. Después intentó desatarse el corsé pero los dedos le respondían con dificultad y la espalda le dolía muchísimo. Con un chasquido de fastidio, la mortífaga realizó un giro de varita y la prenda se desató sola. A pesar de todas las cosas que había vivido esa noche, esos pequeños gestos seguían fascinando a Nellie. Le dio las gracias y se apresuró a quitarse el vestido. Se quedó en ropa interior y se felicitó por llevar lencería de encaje: a pesar de sus exiguos ingresos, invertía en esas prendas porque nunca perdió la esperanza de que Mr. Todd la desnudara. "Al menos alguien lo va a apreciar..." pensó con sorna. La bruja la contempló y pareció que realmente lo apreciaba. La mujer cruzó los brazos sobre el pecho intentando cubrirse (con poco éxito dado su generoso tamaño) más avergonzada de lo que había estado en mucho tiempo.
-Date la vuelta y apártate el pelo -ordenó Bellatrix.
Al momento se giró, se deshizo los dos moños despeinados que solía llevar y se sujetó la melena caoba. Le daba miedo que la bruja se acercase a ella con su palo mágico, pero más miedo le daba que la matara o la torturara como a Mr. Todd. La mortífaga palpó su nuca y localizó la herida. A pesar de tratarse de un ser inferior, su pelo olía a violetas y resultaba agradable. Murmuró algo y al momento la herida se cerró. Después bajó a su cuello y reconoció la zona con más cuidado: las contusiones y fracturas en cuello y espalda eran difíciles de detectar incluso con magia. Ni siquiera se planteó lo repugnante de estar tocando a una muggle. Cuando decidió que la zona estaba intacta, bajó a la espalda. Le desabrochó el sujetador con rapidez y se centró en su columna. La mujer sintió un escalofrío y se le erizó el vello; decidió achacarlo a la baja temperatura. Tras un par de minutos murmuró: "No hay fracturas". De nuevo, curó los golpes y las heridas superficiales y dio el chequeo por terminado.
-Vale, ya está todo, puedes... -se interrumpió al verle los brazos- ¿Por qué tienes moratones en los brazos? No te has golpeado ahí.
-Ah... Bueno... -murmuró ella aún más avergonzada- A veces Mr. T se enfadaba y me agarraba sin darse cuenta de la fuerza que tenía...
Bellatrix no necesitó más información. No obstante, no era quién para llamarla imbécil por dejarse agredir por un hombre; la única diferencia era que ella tenía la suerte de que los crucios no dejaban marca. Aunque evidentemente su todopoderoso Maestro no podía ni empezar a compararse con ningún muggle inmundo. Sin añadir una palabra, le curó también esas marcas. "Gracias, Bellatrix" murmuró en voz baja. "Madame Lestrange" le corrigió la aludida. La muggle asintió y la bruja le hizo un gesto de que se metiera en la bañera.
-Pero ya estoy bien, ¿te vas a quedar? -preguntó en tono suplicante.
-Sí. Tengo que asegurarme de que no haces ninguna tontería.
-¡¿Qué diablos voy a hacer, tragarme la pastilla de jabón?! -exclamó la castaña indignada.
El gesto iracundo de la slytherin la hizo recular y disculparse por no controlar su genio. Tras una mirada de odio, la bruja se giró y empezó a rebuscar en un armarito donde guardaban pociones. Su compañera aprovechó ese momento para quitarse las bragas y sumergirse entre la espuma. El agua caliente reconfortó su cuerpo inmaculado pero aún dolorido; el olor a lavanda y cítricos que la envolvía le transmitió una profunda relajación y la espuma de colores la hizo pensar que igual lo de que la secuestraran no estaba tan mal. En ese momento, reapareció el elfo y Nellie ahogó un chillido de nuevo. Solo faltaba que surgiera también el hombre serpiente con ella desnuda... La criatura dejó una botella de whisky y un vaso sobre el tocador y desapareció. La slytherin terminó por fin de revolver las pociones: eligió una regeneradora de sangre y se acercó a la bañera.
-Tómate esto -le indicó alargándole un frasco con una sustancia de color pardusco.
Nellie lo aceptó. Iba a preguntar qué era, pero una mirada amenazante la hizo pensárselo mejor. Aunque no tenía muy buena pinta, se lo tragó. Tenía un sabor entre salado y metálico poco agradable, pero casi al instante comenzó a sentirse mejor. El mareo desapareció y ya no sentía su cuerpo tan débil. Mientras eliminaba de su pelo los restos de sangre, observó a la bruja. Estaba sentada en el tocador, se había servido un rebosante vaso de whisky y disfrutaba del alcohol con los ojos cerrados. A pesar de su aspecto peligroso y salvaje, tuvo que reconocer que era una mujer realmente hermosa. Palidez aristocrática, dientes blancos, labios rojos, ojos grandes y brillantes, melena oscura casi hasta la cintura... Hasta sus rasgos evidenciaban la nobleza de su linaje. Además estaba delgada, seguramente por hacer ejercicio y no por mala alimentación como en su caso... Por desgracia al rato abrió los ojos y se encontró con los suyos. Se sonrojó y apartó la vista. Durante unos minutos ninguna de las dos dijo nada. Hasta que su curiosidad pudo más:
-¿Qué es un muggle? -preguntó Nellie con interés.
La bruja la contempló decidiendo si merecía una respuesta y la castaña agradeció que la espuma ocultara su cuerpo. A Bellatrix le molestaba su acento del Londres profundo y las confianzas que se estaba tomando, no la temía todo lo que debía. Pero aún así, sació su curiosidad.
-La gente no mágica -respondió al fin.
A la invitada no le pareció mal, la habían llamado cosas mucho peores. "Entonces esto está sucediendo de verdad, ¿no?" preguntó de nuevo. La mortífaga solo le dirigió una mirada de "¿Tú qué crees?". Mientras terminaba de lavarse el pelo, se la jugó con una tercera y arriesgada cuestión:
-¿Qué ser era ese del que eres la lugarten...?
Se interrumpió asustada en cuanto Bellatrix se levantó de un salto y la apuntó con su varita con rabia.
-Lord Voldemort es el mago oscuro más poderoso de todos los tiempos y yo soy su más fiel lugarteniente, Él mismo lo dice. Una asquerosa muggle como tú debería arrancarse los ojos después de haber tenido el honor de contemplarlo, no mereces semejante regalo. Mide tus palabras, despreciable criatura, o descubrirás pronto que la magia ofrece posibilidades de tortura mucho más allá de tu penosa imaginación.
Nellie asintió con ojos llorosos más por el insulto que por la amenaza. Se dio cuenta de que su secuestradora contaba con su propio Sweeney Todd. Sintió también tristeza al ver cómo una mujer tan fascinante y poderosa se arrastraba ante un ser que parecía quererla solo como un instrumento de guerra. No se engañaba: ella tampoco había sido más que una herramienta para Sweeney, pero ella no valía gran cosa, no servía para mucho más. Sin embargo esa tal Bellatrix...
"Venga, hora de ir a tu celda" ordenó la morena en el mismo tono frío. Levitó una toalla hasta ella y Nellie se cubrió bien. Bellatrix contempló la posibilidad de dejarle algo de ropa, pero sería un desperdicio y casi un sacrilegio. La prisionera no pareció ni planteárselo, se secó rápido y cogió su ropa cubierta de sangre. La mortífaga se apiadó. Con un movimiento de varita todas las prendas quedaron limpias y nuevas como si acabara de comprarlas. "Gracias" murmuró Nellie mientras se vestía con rapidez para no hacerla enfadar más. Agradeció profundamente la sensación de frescor y el olor a limpio de su ropa. En cuanto terminó, la slytherin empleó otro hechizo para secarle el pelo y la guió hasta el sótano. Abrió la puerta y la hizo entrar.
La humedad era evidente en cada rincón y el frío se metía en los huesos como un virus. Era un espacio diáfano de unos doscientos metros cuadrados sin apenas iluminación. El único mobiliario eran un lavabo y un retrete en un rincón porque Narcissa Malfoy se había negado a "vivir sobre una ciénaga de desechos fecales". La nueva invitada se dio cuenta de que no estaban solas en esa especie de mazmorra.
-Te presento a tus compañeros -informó la bruja-. Ese es un miserable duende que se niega a decir la verdad y ese otro es un fabricante de varitas al que le quedan muy pocas horas de vida como no empiece a hablar.
La castaña los contempló con curiosidad y cierto temor. El duende le generaba bastante desconfianza, el otro parecía un señor mayor bastante cansado ya de todo. Cada uno se hallaba en un rincón, lo más alejados posibles el uno del otro. Era evidente que no había mucha camaradería entre prisioneros. Nellie eligió su propio rincón también lo más distante posible de los dos ocupantes y se sentó en el suelo temblando de frío. "Supongo que esto es mi vida ahora" pensó sin ninguna emoción. Había perdido al amor de su vida, su obsesión por él era lo único que la impulsaba a seguir. Ahora ya no quedaba nada. Aún así, no pudo evitarlo y cuando la bruja ya se retiraba, la llamó.
-¡Madame Lestrange!
La bruja se giró enarcando una ceja. "Buenas noches y gracias por todo" murmuró mirándola con seriedad. La mortífaga no pudo ocultar su expresión de sorpresa. Había secuestrado, insultado y encerrado en un sótano a esa mujer, ¿de qué podía estar agradecida? No le hizo falta preguntarlo porque la prisionera decidió ampliar la información.
-Por salvarme la vida, defenderme y curarme.
Lo pensaba de verdad. Era evidente que la morena era una sádica que disfrutaba causando dolor y por eso había matado a Mr. Todd. Pero aún así. Nadie había movido nunca un dedo por ayudar a Nellie y esa mujer había perdido su tiempo y se había arriesgado a un castigo y a decepcionar a su Maestro por ella. Y además ahora sabía que existía la magia -por lo menos en esa fantasía-, le gustaba conocer por fin algo que el resto del mundo ignoraba. La bruja no dijo nada, asintió de forma casi imperceptible. Cuando ya parecía que salía, se detuvo un momento y con un movimiento de varita dos gruesas mantas aparecieron en el rincón junto a la nueva prisionera. Después, cerró la puerta tras de sí.
Nellie pensó en compartirlas con los otros dos reclusos, pero distinguió a lo lejos sus caras de odio e inquina y decidió quedárselas. Entendió que le tenían envidia porque ellos no disponían de protección alguna contra el frío, pero la mortífaga se las había dado a ella y ninguno se iba a arriesgar a contradecirla. Colocó una en el suelo a modo de colchón y enroscó la parte superior para que sirviera de almohada. Se acostó y se tapó con la otra. Al momento se dio cuenta de que también debían de ser mágicas: la que tenía debajo era gruesa, pero no tanto como para actuar como el colchón más cómodo del mundo (o al menos el más cómodo que Nellie había probado). Y la que empleó como sabana la protegió por completo del frío y de la humedad, mucho mejor que diez edredones. Cerró los ojos y se durmió al instante.
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