Capítulo 14

"¡Tarta de chocolate!" exclamó Rodolphus emocionado al colarse en su segundo desayuno habitual. Su mujer ni se molestó en intentar echarle, llevaban ya meses con ese ritual. Simplemente se levantó y se sentó sobre Nellie. El pequeño de los Lestrange ocupó su asiento y se dio cuenta de que aunque los dulces de la muggle siempre eran espectaculares, el de ese día tenía aún mejor pinta. "¿Celebramos algo?" preguntó mientras se servía una enorme porción.

-Cumplimos seis meses juntas y quería hacer algo especial -explicó la muggle sonriente.

La morena se ruborizó ligeramente al verse en esa situación tan cursi y extraña para ella, pero adoraba a Nellie. Ese tiempo junto a ella había sido su época más feliz. El que no se avergonzó en absoluto de haber interrumpido la celebración fue Rodolphus, que las felicitó y siguió comiendo con tranquilidad.

-Pues viéndolo así, tengo una especie de regalo para vosotras -comentó él-. Bueno, más para Eleanor; tú aportas poco a mis desayunos, querida, solo tu mirada habitual de odio... ¡Sí, esa, justo esa!

-¿El qué, Mr. Rod? -preguntó la muggle con interés mientras besaba en la mejilla a la indignada mortífaga.

-Recibí una lechuza de uno de mis primos franceses que vendrá esta noche a la fiesta del equinoccio. Alexandre se casó hace poco con una mujer de sangre pura que posee riqueza y buena posición, pero al parecer es terriblemente fea. Ha venido solo y me ha pedido que le presente a alguien que pueda hacerse pasar por su pareja para acompañarlo al baile y mantener su buena fama. Así que si quieres, podrías acompañarlo tú. Asistirías a la fiesta y verías lo excesivo y absurdo que es todo.

Por mucho que Nellie hubiese aceptado no ir para que Bellatrix no se pusiera nerviosa, sus deseos de asistir a un evento de la alta sociedad mágica no habían disminuido un ápice. Miró a su novia con dudas y le preguntó si a ella le parecía bien. La morena frunció el ceño. Aunque no era un mal plan, seguía sin estar segura.

-Belle, estará con nosotros, nadie la conocerá y lo pasará bien.

"De acuerdo", suspiró la bruja al rato mientras Nellie la abrazaba agradecida, "Pero como le pase algo, Rodolphus, te haré a ti responsable". No hizo falta añadir una amenaza, con eso bastó. El mago terminó el desayuno (ninguna amenaza le separaba de la comida) y les comunicó que su primo acudiría al almuerzo, así la muggle podía conocerlo y decidir si aceptaba. El resto de la mañana lo dedicaron a practicar con las dagas y puñales de Bellatrix. Cuando terminaron, se dirigieron al salón.

-Alex sabe que eres muggle -le explicó la mortífaga-, pero está tan desesperado que con que seas guapa le basta. Esta noche fingiremos que eres bruja, no habrá problema. Como se supone que eres francesa, diremos que apenas hablas nuestro idioma. Así no tienes que responder preguntas ni se dan cuenta de que tu acento no es el que debería, aunque se te nota mucho menos que cuando llegaste.

-De acuerdo -respondió algo nerviosa-, pero... ¿y si cree que no soy guapa no podré ir?

-No digas estupideces, por favor, bastantes problemas tengo ya -la cortó Bellatrix hastiada.

La comida fue muy bien. La duelista no había errado: a Alexandre le dio igual que su cita fuese muggle, su atractivo compensaba cualquier carencia. Hasta tal punto se mostró absorto en su físico que la mortífaga se puso nerviosa y hubo riesgo de crucios. Su marido la calmó y lo atribuyó al típico carácter seductor francés de su primo. A Nellie también le pareció bien y quedaron para esa noche. De hecho, el varón la invitó a acompañarle a dar un paseo por los jardines para conocerse mejor, pero Bellatrix rechazó la invitación en su nombre alegando que tenían asuntos importantes que solventar antes de la fiesta. Y los tenían: dormir la siesta.

Cuando Bellatrix despertó, Nellie leía un libro de pociones mientras le acariciaba el pelo. La muggle no estaba acostumbrada a tantas horas de sueño, pero le encantaba cuando su novia dormía junto a ella. A veces ni siquiera leía mientras, solo la contemplaba: la morena parecía mucho más relajada e inocente cuando cerraba los ojos (al menos cuando no tenía pesadillas). Y era tan guapa... Le sorprendía cuando les comentaban que se parecían: ella era una pastelera de un suburbio y la morena era una bruja increíblemente poderosa y elegante. No obstante, le encantaba que se lo dijeran y que Bellatrix nunca protestase.

-Tengo que salir para hablar con un infiltrado en el Ministerio. Todos están muy ocupados ayudando a mi hermana con la fiesta, recibiendo a los invitados que se quedarán aquí y todo eso. Pero creo que Draco ha logrado escabullirse a la biblioteca, por si te aburres y quieres ir con él. Volveré a tiempo para ayudarte a prepararte.

-Vale, iré a verle. No te preocupes, puedo prepararme sola -aseguró Nellie.

-Te quiero, Nell, pero no sabes cómo es esa gente. Además se supone que eres francesa y ellas no tienen el mismo estilo que las inglesas. Te ayudaré a elegir la ropa, a peinarte y a maquillarte -respondió la bruja mientras se ponía la capa.

-¿Con ayudarme te refieres a hacerlo tú porque no te fías de mi criterio muggle? -preguntó frunciendo el ceño.

-Justo a eso, ma chérie -respondió la bruja dándole un beso-. Luego nos vemos, mi brillante muggle.

Nellie sacudió la cabeza, sonrió y la observó marcharse. Después, buscó una botella de whisky de fuego en el mueble-bar y bajó a merendar con Draco. El chico ya sospechaba que la relación de su tía favorita con la muggle no era lo que se dice casta y profesional, pero le había cogido cariño, así que no lo comentó. Le contó anécdotas de sus años de Hogwarts y de los planes de futuro que diseñó cuando aún creía que habría un futuro. Nellie, con su carácter alegre y optimista, le aseguró que en pocos meses la guerra terminaría y él podría hacer lo que quisiera. Antes de darse cuenta, el chico estaba llorando abrazado a ella. Le acogió con cariño mientras meditaba la falta que les hacía a todos en esa casa un buen psiquiatra. Cuando se despidieron, Nellie subió a su habitación y se tumbó en su cama a leer. Se le pasó el tiempo hasta que escuchó entrar a Bellatrix.

-Perdona, se me ha hecho tarde con... ¡¿Aún estás así?! -exclamó la bruja al verla tal y como la había dejado- ¿No te has duchado al menos?

-Creía que tampoco me veías capaz de hacerlo sola y querrías ayudarme... -comentó la muggle con fingida inocencia- Además tú también tienes que ducharte, así que podemos ahorrar agua...

La bruja sacudió la cabeza y suspiró. "Venga, tira, a ahorrar agua" le indicó desnudándose. Nellie se desvistió también felizmente y encendió la ducha. En cuanto la morena la acompañó, ignoró el potente chorro de agua caliente y se centró en besarla y restregar sus cuerpos. Bellatrix la frenó de inmediato.

-Quieta -le advirtió-, hemos quedado en que te ducho yo. Date la vuelta.

Nellie obedeció empezando a sentir que la humedad entre sus piernas no era agua. La slytherin le pasó un brazo por la cintura y pegó su cuerpo al suyo. Extendió el otro brazo y de inmediato una esponja voló hacia ella y el gel de baño se vertió también sin necesidad de mano que lo sujetara. A la muggle le fascinaban esos gestos. No obstante, su interés en la magia quedó relegado a un segundo plano cuando Bellatrix empezó a enjabonar su cuerpo. Empezó por los hombros, siguió con las clavículas y como era de esperar, después bajó al pecho. Todo sin separar su cuerpo del de Nellie. El profundo y minucioso masaje en sus pechos unido a sentir los de la duelista clavados en su espalda la hizo cerrar los ojos y reprimir sus gemidos.

-¿Ves cómo no sabes ducharte sola, mi chica sucia? -le susurró la bruja al oído.

Nellie gimió abiertamente. Bellatrix dejó la esponja por un momento y se centró en pellizcar y estrujar sus tetas con una mano. Con el otro brazo seguía sujetando su cintura y arañando sus caderas suavemente. Cuando se vio capaz de responder, la castaña murmuró: "Desde luego mis tetas van a estar muy limpias, llevas un buen rato ocupándote de ellas". La mortífaga sonrió y siguió un rato en su zona favorita mientras le mordisqueaba el cuello. Después recuperó la esponja y le frotó el estómago.

-Ábrete de piernas -le ordenó.

Nellie obedeció y separó las piernas. La bruja no necesitó más para meterle mano y empezar a frotar con energía. El agua caliente seguía cayendo sobre ellas pero apenas ninguna la sentía. La castaña gimió casi desesperada. Bellatrix se deshizo definitivamente de la esponja y empezó a recorrer sus labios vaginales con los dedos.

"Toda esta humedad no es agua, mi zorra favorita" le susurró al oído tras besarle el cuello. No era agua y cada vez era más abundante. La slytherin era consciente de cuánto le ponía a su compañera que le hablara así. Le encantaba sentir como su cuerpo intentaba retorcerse y estremecerse de placer entre sus brazos. Nellie deseaba tocar a su amante o meterse los dedos ella misma, pero sabía que eso supondría una infracción y retrasaría el final feliz. Así que hundió ambas manos en la melena de Bellatrix y se frotó contra su cuerpo para sentir sus pezones erectos arañando su espalda. La bruja le mordisqueó el hombro derecho y empezó a frotarle el clítoris con suavidad.

-No veo cómo limpiarte, mi vida... tu precioso coñito está cada vez más mojado...

Nellie podría correrse solo con eso. "Por favor, Bella..." suplicó gimoteando de necesidad. Una vez más, su amante no pudo resistirse a sus súplicas. Le introdujo dos dedos sin ningún esfuerzo mientras seguía frotando su órgano más sensible. Adoptó un ritmo ágil con los dedos mientras le masajeaba el pecho con la otra mano. En menos de un minuto, Nellie se corrió mientras gritaba de placer. Al terminar, se giró y apoyó la cabeza sobre el hombro de Bellatrix para serenarse. La bruja la abrazó y aprovechó para lavarle el pelo. Cuando por fin acabaron, se enroscó una toalla, envolvió en otra a la muggle y la secó bien. A Nellie le encantaba cuando la follaba en la ducha o donde fuera, pero aún le gustaba más cuando la cuidaba con pequeños gestos como ese.

-Creo que podría pasar de la fiesta... -murmuró.

-Ni de broma. Has insistido mucho, ahora tienes que ir. Si te portas bien te dejaré correrte otra vez esta noche -sentenció la bruja mientras sacaba prendas del vestidor de la muggle.

Nellie se acercó a ella, la besó y susurró mirándola a los ojos: "Te quiero muchísimo, cielo, me haces inmensamente feliz". Bellatrix sonrió y le acarició la mejilla con dulzura. Sabía que una palabra más y pasarían la fiesta sin salir de la cama. Y su Señor o Narcissa -quien antes llegara- las mataría a las dos. Así que le dio el vestido y los tacones que debía llevar y se fue a su habitación a vestirse. La castaña, casi con temor porque cada prenda costaba miles de galeones, se puso el elegante vestido escarlata de seda y encaje y los botines de terciopelo negro. Se miró en el espejo y de nuevo le sorprendió lo elegante que se veía. Aunque cualquier cumplido propio se olvidó al ver a su amante con un vestido verde oscuro adornado con diminutas piedras preciosas que centelleaban y con su melena oscura cayendo en suaves ondas hasta la cintura.

Ambas se contemplaron durante unos segundos intentando no babear y seguidamente la bruja sentó a Nellie frente al tocador y la maquilló con la sofisticación de una chica francesa. Le recogió el pelo en un elegante moño y la observó satisfecha. "Vale... Creo que ya estás..." murmuró para sí misma. La muggle se miró en el espejo y casi se asustó. No parecía ella. Nadie en su antigua vida la hubiese reconocido: parecía una actriz francesa de los años setenta con una elegancia absoluta y encantadora. "Ojalá Mr. T me hubiese visto así...", pensó internamente, "Así hubiese visto lo que se perdía y luego le hubiese apuñalado treinta o cuarenta veces".

-¡Ah, falta una cosa! -exclamó la morena- Ven.

Acompañó a Bellatrix a su vestidor y la bruja abrió un armario protegido con varios encantamientos. En su interior todo tipo de joyas que envidiaría cualquier monarca relucían perfectamente ordenadas. La morena la miró para ver qué pegaba más con su conjunto. Seleccionó unos pendientes de diamantes con forma de corazón y buscó una gargantilla de brillantes y rubíes que hacía juego. Mientras, la muggle, fascinada, acarició un colgante de un dragón negro con los ojos azules.

-¿Puedo ponerme este? -preguntó.

La bruja frunció el ceño.

-Claro que no. Son solo obsidianas y dos zafiros diminutos, no llega ni a quinientos galeones. Es una baratija que me compré para celebrar que había sacado las mejores notas en los exámenes finales. Nadie me felicitó porque para entonces ya era conocida como una mortífaga pirada, así que me lo regalé yo.

"Pero me gusta mucho..." murmuró la muggle. La anécdota había hecho que aún tuviese más ganas de lucir la joya. La bruja extrajo el colgante de su caja y lo contempló. Se lo tendió a la muggle y comentó:

-Entonces te lo regalo y te lo pones cuando quieras. Pero hoy no. Tiene que parecer que te sobra el dinero para que nadie te rechiste.

-¡No, no! No puedo aceptar algo así -exclamó la castaña intentando devolvérselo.

-Nell, no seas molesta hoy, por favor. Estoy bastante saturada con lo de la fiesta y no defraudar a mi Maestro, no me des más problemas. Si te digo que te lo regalo, te lo quedas y ya está, ¿de acuerdo? -replicó sacando otro estuche de cuero- Mira, te voy a poner este que cuesta más que el producto interior bruto de Rusia.

Nellie sintió un escalofrío al entrar en contacto con las piedras preciosas, no solo porque estaban frías sino porque le parecía una responsabilidad enorme llevar algo tan valioso. Y a la vez tenía ganas de llorar de la emoción porque Bellatrix le hubiese regalado algo que tenía tanto valor sentimental para ella. No fue capaz de decir nada.

-Vale, ahora un par de anillos y ya está. Alex te dejará el de la familia de su mujer. A ver cuál te pega más...

La castaña asintió obediente mientras observaba a la bruja abrir varios cajones con todo tipo de anillos. Le llamó la atención uno de oro con una extraña piedra tallada que cambiaba de color.

-¿Qué piedra es esa? -le preguntó.

-Ah, es un diamante de hielo, una piedra mágica. Fue un regalo de boda de los padres de Rod. Este anillo -murmuró extrayéndolo- tiene un gemelo y ambas piedras mantienen un vínculo: si las personas que los llevan piensan a la vez en el otro, cambian de color y sientes sus emociones por unos segundos.

-¡Hala, eso es precioso! -exclamó la muggle fascinada- ¿Por qué no los lleváis?

La bruja sonrió y devolvió la joya a su lugar. Mientras elegía varios anillos de rubíes le explicó que nunca les habían funcionado:

-Al parecer Rod y yo nunca pensamos a la vez en el otro de esa manera. Además se necesita un vínculo emocional profundo, nosotros nos queremos mucho pero no le da forma que esa magia requiere. Así que dejamos de llevarlos.

Le colocó un par de anillos a la muggle y volvió a contemplarla. Se dio por satisfecha.

-Ahora sí que ya estás. Vas a ser la más guapa de toda la fiesta.

-¿Es que tú no vas? -preguntó Nellie.

Bellatrix sonrió y la besó con cuidado de no estropear su maquillaje. Justo cuando salían, Rodolphus llamó a la puerta. "Joder...", murmuró mirando a su mujer, "Creo que tengo que des-salir del armario. Te informo de que no soy gay, Belle, y quiero ejercer mis derechos como marido". La mortífaga rió, le dio un beso en la mejilla y le aseguró que él tampoco estaba nada mal. La sorpresa del mago fue incluso mayor al ver a la muggle (a la espectacularidad de su mujer estaba más acostumbrado). Le besó la mano y le aseguró que cualquier bruja mataría por parecerse a ella. Iba a agradecer el cumplido cuando Bellatrix intervino: "Bah, está más guapa sin maquillaje y con sus moñitos de siempre, pero es necesario este paripé". Nellie la abrazó y Rodolphus sonrió al darse cuenta de que eso era amor en su más alto estadio.

Ya en el pasillo se encontraron con Alexandre que también babeó abiertamente al ver a las dos mujeres. Le ofreció el brazo caballerosamente a Nellie, le recordó un par de datos para su coartada y le pidió que le advirtiera si se sentía incómoda en cualquier momento. Ella aseguró que todo iría bien, Bellatrix le había enseñado unas cuantas frases en francés e incluso a impostar el acento. En cuanto llegaron al descomunal salón de baile de la Mansión Malfoy tuvieron que reconocer que Narcissa se había esmerado. Nellie solo podía comparar aquello con las fotos que vio en las revistas del palacio de Versalles.

Tanto los zócalos de las paredes como las molduras y los candelabros eran de oro macizo; cada una de las arañas que colgaban del techo estaba formada por dos mil piezas de cristal talladas a mano que reflejaban la luz y la refractaban en todas direcciones; el techo, encantado para resultar infinito, recreaba un anochecer estival cuajado de estrellas. Como la fiesta celebraba la primavera, había rosas y orquídeas exóticas dispersas por toda la sala diseminando así una fragancia dulce y fresca. Habían incluso pequeñas hadas volando por la habitación que, al ser producto de un encantamiento, se descomponían en una nube de brillo dorado cuando las tocabas. Los balcones estaban abiertos y permitían que la brisa nocturna entrara y refrescara el ambiente. Y luego estaban las mesas con todo tipo de alimentos exquisitos y alcohol por valor de miles de galeones. Una orquesta de música clásica se encargaba de poner banda sonora a la velada.

La muggle tuvo que hacer un esfuerzo consciente por cerrar la boca. Tenía que parecer que estaba acostumbrada a ese tipo de fiestas y le aburrían. La expresión de apatía de Bellatrix era perfecta, mientras que su marido no quitaba el ojo de la comida. Alexandre parecía más centrado en el profundo escote de su acompañante. Los Malfoy aparecieron perfectamente conjuntados en negro con elegancia señorial. Junto a una indiferente Bellatrix, les dieron a todos la bienvenida, agradecieron su asistencia y les aseguraron que habían preparado entretenimientos de sobra. Aparecieron varios camareros para repartir copas de champán francés y comenzó la muestra.

En primer lugar hubo una exhibición de baile de un grupo de jóvenes veelas que dejó embobados a todos los asistentes. Nellie había leído sobre ellas y le encantó esa forma de magia, pero su famosa belleza no le pareció para tanto: su amante era mucho más guapa. Bellatrix, que había abandonado a los Malfoy para colocarse a su lado, las contemplaba mientras pensaba que ese espectáculo ganaría mucho con sangre. Tras ellas, dos dragonologistas liberaron a cuatro pequeños dragones que hicieron una exhibición de vuelo para sorpresa y placer de todos los asistentes. Bellatrix sabía que su hermana llevaba años pidiendo favores para poder contar con ese número. Y la verdad es que hasta a ella le gustó. No tanto como a la muggle, claro, que llegó a frotarse los ojos de incredulidad. Cuando terminó, Lucius Malfoy despejó ese lado de la sala, dibujó un círculo en el centro y anunció:

-Ahora, como siempre, va a tener lugar el duelo amistoso. Inauguraremos el ring mi hijo y yo y el vencedor se enfrentará a cualquiera de vosotros, queridos amigos, que queráis participar.

Hubo una ronda de aplausos mientras Draco se acercaba a su padre. Ambos efectuaron la reverencia y desenvainaron sus varitas. Por mucho que la edad fuese un factor clave, el chico dedicaba muchas horas a entrenar con su tía así que el combate estuvo bastante equilibrado. No obstante, a los quince minutos, Lucius logró derrotar a su hijo. Miró al público y tres elegantes varones alzaron la mano para solicitar un combate. El rubio eligió al primero, el director del Banco mágico de Italia, que salió al escenario. Tampoco estuvo claro quién iba a vencer, pero finalmente el anfitrión perdió el título. Después la dinámica cambió y era el ganador quien elegía al oponente.

El italiano pronunció un nombre y salió una bruja que lo derrotó. Ella a su vez retó a otro mago extranjero y así se fueron sucediendo unos a otros. Siempre tenía ventaja el que salía fresco, pues su oponente ya llevaba minutos luchando.

Nellie disfrutaba muchísimo viendo los diferentes hechizos, pero aún así susurró:

-¿Esto cuanto dura?

Se lo preguntó a Rodolphus, ya que su novia se había alejado para comentar con Draco su duelo y con su acompañante no tenía tanta confianza. El pequeño de los Lestrange observó como los dos magos que luchaban ejecutaban ofensivas cada vez más agresivas y le respondió también en voz baja.

-Hasta que uno comete lo que llamamos "LA ESTUPIDEZ".

El resto de la sala animaba a los contendientes y profería exclamaciones de sorpresa o de angustia ante los diferentes conjuros que recorrían la sala. Parecían bastante igualados hasta que Herbert Burke lanzó a su contrincante un desmaius imposible de esquivar.

-¿Qué es eso? -preguntó Nellie.

El abatido se retiró y el mago vencedor empezó a mirar al público decidiendo a quién quería enfrentarse. Entonces pronunció el nombre: "Madame Lestrange, ¿sería usted tan amable de concederme este duelo?".

-Esto es -susurró Rodolphus al oído de Nellie.

La castaña no lo entendió pero miró a su novia con interés. La morena aceptó al momento, salió al escenario y sacó su varita curva. Los murmullos se multiplicaron al ver por fin en acción a la legendaria mortífaga. Su belleza estaba sin duda a la altura de su fama, se preguntaron si sus dotes mágicas también. En cuanto ejecutaron la reverencia inicial, el silencio se adueñó de la sala. Cesaron los cuchicheos, la banda interpretó una pieza apenas audible e incluso pareció que la naturaleza que siseaba desde los balcones se silenciaba. No duró mucho. Ni siquiera se pudo decir que estuviera reñido. A los treinta segundos el osado mago se hallaba desarmado e inmovilizado. Bellatrix le devolvió la varita y observó a los asistentes. Eligió a magos extranjeros que no conocía pero cuya reputación les precedía; los había estudiado a todos los meses previos, le interesaba tantear cuáles podrían servir para su bando de la guerra.

Uno tras otro, magos y brujas fueron retirándose exhaustos. Daba la impresión de que más que luchar, la bruja los probaba, le interesaba medir con exactitud las habilidades de cada uno Bellatrix luchaba como una fiera, con instinto animal y la pasión evidente en cada gesto. Pero también disfrutaba y derrochaba elegancia, más incluso que las veelas que la habían precedido. Muchos hechizos ni los pronunciaba y otros nadie los conocía por ser creación propia. Apenas les daba tiempo a reaccionar. El duelo era un baile en el que siempre reinaba; ella era la estrella, el resto era atrezo.

-Joder... -susurró Nellie absorta- Creo que podría correrme solo con esto.

Por supuesto la había visto derrotar a enemigos en misiones o practicar con sus compañeros y le maravillaba. Pero en esta ocasión se dio cuenta de que se estaba luciendo. Se exhibía no solo por su amor a la batalla y porque era una guerrera nata, sino para que su Maestro estuviera orgulloso. Ver a una bruja tan poderosa animaría a muchos de los asistentes indecisos a unirse al bando del Señor Oscuro. Nadie había visto nunca tal dominio de las artes oscuras.

-Yo también -respondió Rodolphus que tampoco podía despegar la mirada de su mujer.

Cuando ya nadie hizo un gesto para llamar la atención y salir elegido, Bellatrix alabó las destrezas de todos y les invitó a disfrutar de la fiesta. Los Malfoy subrayaron sus palabras y la gente se dispersó en pequeños grupos. Antes de poder empezar a hacer contactos, Madame Lestrange fue arrastrada por su marido a la mesa de comida que era el principal aliciente de la fiesta. La mortífaga no le quitó el ojo de encima a Nellie para asegurarse de que no se sentía incómoda y nadie la molestaba. Y así fue. Casi todas las parejas a las que Alexandre saludó alabaron la belleza de su "mujer". La muggle respondió con una sonrisa sincera, una leve inclinación de cabeza y una breve cortesía como Bellatrix le había enseñado. Así que además de a su hermosura, también hubo loas a su educación, su clase y su humildad. Seguramente era por hipocresía: se daba cuenta de cómo las mujeres admiraban sus joyas con veneración. Pero le dio igual el motivo, era agradable e iba a disfrutarlo.

Disfrutó especialmente en los casos en los que la señora Malfoy estaba presente. Hasta ella se dio cuenta de que la muggle era de las más elegantes de la fiesta. Aunque claro, llevaba la ropa y los diamantes de Bellatrix... no obstante, en pro de la tregua que las hermanas habían pactado, se abstuvo de comentarlo. Fueron los Malfoy quienes inauguraron la pista de baile con su derroche de elegancia y el brillo de sus rubias melenas. Pocos segundos después, Rodolphus le ofreció la mano a su esposa.

-¿Me concedería este baile la dama que ha puesto cachonda a toda la sala?

-Si me lo pide el caballero que ha hecho temblar a la mesa de postres...

Bellatrix aceptó su mano con una sonrisa y se unieron al baile. Hubo unos minutos en los que muchos se mostraron reticentes y prefirieron mirar a las dos elegantes parejas. Mientras los Malfoy mostraban la belleza clásica, los Lestrange imprimían a sus movimientos una pasión y una complicidad que los convirtió en los más envidiados de toda la sala. A Nellie y a su acompañante tampoco se les dio mal, Alexandre incluso le propuso asistir a más fiestas con él. La muggle respondió que tenía que pensarlo, sin Bellatrix no pensaba acudir a ningún sitio. Después bailó con varios magos que la solicitaron y procuró sonreír sin hablar mucho para que no la descubrieran. Hasta que un italiano le preguntó por su hermana. Nellie decidió jugársela:

-Bueno, la verdad es que...

-¿Me permite este baile, madame? -les interrumpió Rodolphus.

La castaña aceptó de inmediato y le dio las gracias por haberla salvado. Resultó extrañamente agradable y fácil bailar con el marido de su novia. Vio que mientras la bruja hablaba con varios grupos que debían interesarle para su reclutamiento. "¿Lo estás pasando bien?" le preguntó el pequeño de los Lestrange. Ella asintió de inmediato y le describió los platos que había probado, el alcohol que había bebido y varios de los extravagantes cumplidos que le habían hecho. Al llevar toda la noche sin apenas pronunciar palabra para no revelar su identidad, aprovechó esos minutos y se desahogó. Bailaron juntos hasta que apareció un camarero con una bandeja nueva de canapés y Rodolphus se disculpó al instante para perseguirlo.

Tres horas después, pese a que estaba disfrutando mucho, Nellie apenas se tenía en pie. Estaba aprovechando su primera fiesta al máximo y no había parado un solo minuto. Y aunque los botines que la bruja le había prestado eran cómodos, la energía empezaba a faltar. Vio que los Lestrange seguían centrados en hacer contactos y su pareja estaba bailando con una duquesa danesa. Así que aprovechó para salir a uno de los balcones más alejados y sentarse en uno de los bancos de piedra. Observó a los doxys y duendecillos que revoloteaban en el jardín mientras sorbía su copa de champán.

Se imaginó cómo sería su vida de haber nacido en una de esas familias de magos de sangre pura. Aparentemente todo habría sido más fácil, más elegante y cómodo. Pero esa gente no parecía muy feliz... La falsedad y la hipocresía eran como un invitado más a quien todos llevaban de pareja. Las fachadas eran impresionantes pero los interiores se adivinaban en ruinas. Aún así, si fuese bruja su relación con la mortífaga resultaría mucho más sencilla. Se entristecía cada vez que pensaba en su poco probable futuro juntas. Cada día temía que cualquier acontecimiento las separara y esa hubiese sido su última noche. Intentó rechazar esos pensamientos, lo estaba pasando de maravilla y de momento todo estaba en orden. No obstante... En ese momento escuchó que alguien se acercaba y le dio miedo que la descubrieran sola.

-Me gustaría bailar con la persona que más buena está de toda la fiesta.

-A mí también -sonrió Nellie-, ¿pero no será raro?

-Qué va, están todos increíblemente borrachos, mañana no recordarán nada. Además, a mí nadie me dice lo que puedo o no puedo hacer.

La castaña sonrió y aceptó la mano que le tendía Bellatrix. Volvieron al salón y la agarró por la cintura. La bruja le pasó los brazos por el cuello y ambas disfrutaron de la calma y el agradable cosquilleo que les producía estar juntas. "Podría estar así para siempre" susurró Nellie. "Yo también", respondió la morena, "De no ser por todos esos tíos babosos que no nos quitan ojo". Era verdad. A muchos de los magos no les había parecido raro sino altamente excitante y estaban mirando con más o menos discreción. Hasta que uno sufrió un atragantamiento extrañamente parecido a un crucio justo cuando Rodolphus pasó a su lado. Bailaron juntas durante varios minutos hasta que Alexandre apareció con una copa para Nellie y le pidió retomar el baile. Bellatrix la liberó a regañadientes y volvió junto a su marido.

"Me pone cuando torturas a otros tíos por mí" sonrió la slytherin mientras su marido la hacía girar entre sus brazos. Él aseguró que no sabía de qué le hablaba. Ni el atragantamiento, ni otro que casi se ahogó con el whisky, ni un tercero que tropezó y cayó balcón abajo guardaban relación alguna con él. Bellatrix rió y apoyó la cabeza en su hombro. Rodolphus la atrajo más hacia sí sintiendo la envidia de los pocos varones a los que aún no había atacado. El matrimonio estaba muy satisfecho porque el reclutamiento había ido bien. Todos los asistentes a los que les habían propuesto colaborar con la causa de Voldemort se habían mostrado entusiasmados. La preservación de la sangre era un problema mundial y las grandes familias estaban dispuestas a unirse. Suponían que su Maestro estaría satisfecho.

-Cuando acabe la guerra deberíamos celebrar otra luna de miel -comentó Rodolphus.

-¿Qué sentido tiene si ambos estamos con otra persona? -preguntó la bruja.

-Creo que deberíamos darle una segunda oportunidad a nuestro matrimonio. O una primera, de hecho...

La bruja sacudió la cabeza sabiendo que le estaba tomando el pelo. Flirtear con ella con comentarios absurdos era algo con lo que Rodolphus disfrutaba desde que se conocieron. Y aún gozaba más cuando todos los hombres de la sala morían de envidia. La besó en el cuello y murmuró: "Vamos, Belle, sabes que somos la pareja perfecta, hasta tu hermana está sufriendo un ataque de celos porque le robamos el protagonismo". La bruja sintió cosquillas al notar su cálido aliento y su labios sobre su piel y le ordenó que parara. Él la ignoró. "Podemos dejarlo todo, irnos a vivir a una granja en el campo y..." empezó a susurrar mientras le hacía cosquillas.

-¡Estate quieto, idiota! -protestó intentando parecer ofendida.

-A tu lado cualquiera se vuelve idiota, preciosa -murmuró mientras le besaba el cuello con suavidad.

-¡Para, Rod! No quiero que Nellie...

-¡Oh, por Circe! Eleanor está muy feliz ahí bailando con...

Ambos se giraron y no vieron a la muggle en el sitio donde la habían visto por última vez. Al instante su baile cesó. "Tú mira en los balcones, yo reviso la sala" le indicó Bellatrix. Rodolphus asintió y ambos se pusieron a la tarea. No la encontraron a ella ni a su acompañante por ninguna parte. La mortífaga comprobó también los baños pero ni rastro de ellos. No tuvo problema en ceder a la angustia empezaba a adueñarse de ella.

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