I

A NICK FURY NO LE APENABA ACEPTAR SU FALTA DE CONFIANZA EN LA HUMANIDAD, mucho menos cuando tuvo la oportunidad de comprobarlo ya varias veces a través del tiempo. Nunca, en todos sus años como director de Shield sintió esa necesidad de hacer las cosas por cuenta propia: ser el vigilante de cada una de las misiones asignadas, aprobar a los nuevos reclutas y sobre todo saber quien entra y quien sale de las instalaciones sin su permiso. Alexander Pierce fue su amigo desde hace ya algunos años, sin embargo, eso no significaba que Fury no podía desconfiar de él ni de las actividades tan extrañas que venía haciendo de un tiempo hacia la fecha.

Su intercomunicador le anunció que María Hill estaba ya en el ala médica esperando por indicaciones. Ella, junto con Anthony Stark esperaron la llegada del director con parsimonia; Hill miraba hacia las paredes mientras que Tony tecleaba con rapidez en su celular antes de mirar a Fury y saludarle con un ademán militar exagerado.

—A sus órdenes, jefe

—Stark, creí que no vendrías

—Si bueno, las cosas en la empresa se ponen aburridas, ¿sabe? Pepper la maneja muy bien así que no soy de mucha importancia ahí

—No me sorprende. Si no necesitara de tu ayuda tampoco te hubiese llamado

Tony se llevó una mano al pecho finiendo estar altamente ofendido

—Oiga, que grosero. Debería agradecer que vine, tengo una mansión que disfrutar

—Si, si, ¿podemos ya pasar a lo que realmente importa? —Hill asintió, cruzando los bazos a la altura del pecho. Tony guardó su celular con un gruñido, tratando de poner atención—Les he llamado porque tengo una misión para ustedes

—Ah, creo haberle dicho hace ya un buen rato que yo no soy uno de sus agentes, pirata

Fury chasqueó la lengua mientras llevaba una de sus manos hasta el bolsillo interior de su amplia gabardina negra. Sacó una pequeña insignia y la pegó al saco de Tony antes de que éste se diera cuenta

—Listo. Ahora eres oficialmente un recluta de Shield—dijo, dando un par de golpecitos en cada hombro—Y ahora asciendes a comandante. Felicidades

—Eso no es lo que yo...

—Alexander Pierce llegó esta mañana con información sobre una base de Hydra destruida por el equipo Strike

—¿Y eso nos importa porque...?

—Créanlo o no, me parece que hay algo más detrás de todo esto. No están para saberlo, pero he dejado de confiar en mucha gente aquí durante los últimos años y quiero saber que está pasando. Pierce me entregó el informe de una chica rescatada de la base, Breë Zimmermann

—¿Zimmermann? —preguntó María Hill, cogiendo el expediente que su jefe le tendía. Fury asintió—He escuchado ese apellido antes

—También yo y sé que el capitán Rogers lo conoce de primera mano

—Si es así, ¿Qué tiene que ver eso con nosotros?

Fury abrió entonces la puerta donde, según lo que una de las enfermeras le había dicho, se encontraba Breë. Tony y Hill entraron en silencio, acercándose a la camilla donde la chica estaba atada de manos y pies mientras que su boca era invadida por un aparato que le ayudaba a respirar. Fury se acercó a ella, sentándose en una orilla de la cama.

—En el informe está escrito que los exámenes sanguíneos han arrojado positivo para septicemia

—Infección en la sangre

—Es correcto. Así que debemos determinar en qué nivel de la infección está; entonces sabremos si podrá recuperarse o no

—Un momento—dijo Tony tomando el archivo de las manos de Hill y leyendo las pocas referencias que había—Aquí dice que la infección es de nivel tres

—También es correcto. Aun así, no confío cien por ciento en lo que dice ahí—mencionó, palpando la frente de la chica—No hay fiebre ni sudoración. Un par de motivos más para creer que mis agentes me mienten constantemente

—No sé si te hayas dado cuenta, mi querido pirata, pero nosotros no somos doctores

—Ciertamente, ese no es el motivo por el que los he llamado

—Entonces para que...

—Necesito que la saquen de aquí

—¿Perdón? —Tony casi gritó. Luego, se permitió un par de carcajadas—Pierce ya dijo que morirá

—No confío en él

—¿Y en nosotros sí? —Tony rio más fuerte, perturbando el sueño de la chica en la camilla. Luego, codeó a Hill— ¡Confía en nosotros, María! Oh, que dulce. Pide un deseo, Hill, esto no se ve todos los días

—Hay algo que no me gusta en todo esto—declaró, observando atentamente a Breë. Ella respiraba con rapidez, pero no se movía. La mano de Fury bajó hasta sus brazos dándole un apretón a su mano fría—Presiento que algo muy grande se está cocinando aquí y debo averiguarlo

—Jefe, si intentamos sacarla del ala médica se darán cuenta

—No si sale con los pies por delante

—¿Qué?

—Hasta donde yo sé, le han decretado muerte clínica hace apenas unos minutos—murmuró, colocando un pequeño sello rojo sobre el archivo que María sostenía. Ella le miró con una ceja alzada observando que, oficialmente, el expediente de Breë era un caso cerrado. Tony sonrió

—No te ofendas, pero creo que cada día estás volviéndote más loco

—Sólo estoy facilitando las cosas

—¿Para quién? ¿Para ella? —La agente Hill se acercó, cogiendo su mano izquierda para sentir su pulso. La verdad era que, dentro de todo, Breë parecía estar en un profundo sueño con los signos vitales tan sutiles que difícilmente podrían notarlos sin las máquinas que la monitoreaban. Tony no quitó su dedo del renglón—¿O para ti, específicamente? Los médicos la revisaron, está moribunda, déjala descansar, hombre

—Confío en mis instintos

—La edad los empeora, lo sé de buena fuente—dijo, dándole la espalda—No siempre vas a poder tener la razón, supéralo.

—Creo que podría funcionar—habló Hill mirando a ambos hombres. Tony rodó los ojos—Aun si estar del todo convencida de que es lo que sucede con ella... tiene un pulso bajo, lo que nos ayudaría a poder sacarla del edificio sin ningún problema

—¿Y la llevarían a donde, exactamente?

—Esa es la segunda razón por la que te cité, Stark

Tony pensó mejor en la situación, cayendo en cuenta de que su presencia no era más que una coartada para que Fury pudiera llevar a cabo lo que sea que su maquiavélica cabeza estaba maquinando. Se llevó una mano al pecho, altamente ofendido, observando al director sin poder creerlo.

—Justo ahora me siento usado

—Tienes una torre muy amplia, Stark. Un inquilino de más no debería ser una molestia

—Tengo a casi medio Nueva York viviendo en mi casa, déjame respirar—Tocó su frente sudorosa pensando en la antigua serenidad de su casa ahora invadida por el resto de vengadores ruidosos y que no respetaban para nada sus horarios de comida o el nombre que ponía sobre sus pastelillos antes de guardarlos en el refrigerador. No era nada personal, el hombre sólo quería su espacio—No quiero que pienses que no deseo ayudarte, pero la verdad es que no quiero hacerlo

—Estoy pidiéndolo como un favor—murmuró, tomándolo por los hombros. Tony se apartó

—Aun estoy cargando con el ultimo favor que me pediste. ¿Vivir todos los vengadores juntos en una base general? Lo hice. Convertí mi torre en una maldita organización, e incluso si me decidiera a ayudarte lo cual veo muy difícil, si es verdad lo que dice en esos papeles a la chica bonita no le queda mucho tiempo. No tenemos un equipo médico en la torre como el que hay en este lugar

—Disculpa, ¿quién fue el imbécil que sobrevivió teniendo el pecho lleno de metralla?

Tony chasqueó la lengua

—Soy un bastardo con suerte

Llevando un par de dedos hasta el puente de su nariz, Tony supo que las posibilidades de librarse de aquella situación eran de una en un millón. Fury podía ser muy persuasivo cuando quería -o quizá se debía, pensó Tony, a que la edad le estaba volviendo más sensible-. Como quiera que sea, imaginó que el estado dentro de Shield debía ser lo demasiado preocupante como para que Fury estuviera de pie frente a él, prácticamente rogándole para que aceptara ayudarle en su alocada idea.

Era consciente de que, en el peor de los casos, debía darle al menos el beneficio de la duda y joder, sería mentira si dijera que aquello no le causaba la más mínima curiosidad de participar en algo que le mantuviera despierto por las noches intentando despejar las pesadillas.

Eso y el que Fury estuviese endeudado hasta el cuello con él parecía una idea agradable.

Al final se rindió, extendiéndole la mano derecha al hombre.

—De acuerdo, lo haré

—Gracias

—Esto sólo se suma a la lista de cosas que me debes y que he de reprocharte cuando yo quiera, ¿correcto? No podrás negarte aun si me presento en tu casa a la media noche, ebrio y desnudo pidiéndote que me hornees galletas

Fury sonrió sin gracia

—Usaré la receta de mi madre

Tony soltó un gruñido, tecleando en su celular.

—Llamaré a Banner




—¿Cómo? —Bruce Banner se levantó de un salto, colocándose la bata de dormir sobre su pijama con una sola mano mientras que con la otra sostenía el teléfono sobre su oído. La voz de Tony Stark salió como un grito del otro lado, ordenándole al hombre verde que fuera al laboratorio de inmediato. Bruce se colocó las gafas torcidas sobre el puente de la nariz y salió de su alcoba corriendo por el pasillo—¿Qué quieres qué? ¡Tony, nosotros no somos médicos!

Tony murmuró una respuesta del otro lado del aparato a lo que Bruce contestó con algo parecido a >¡mmh!< sin dejar de caminar hacia el laboratorio pretendiendo no perder una de sus pantuflas en el trayecto.

—Si, claro, la mente más brillante en la tierra—murmuró con recelo escuchando atentamente al científico en la línea—Eso no significa que lo sepa absolutamente todo, mucho menos cuando se trata de la vida de alguien, por dios, Tony, ¡Enloqueciste!

—¡Estoy haciendo una buena obra! —respondió tan alto que Bruce tuvo que alejar un poco el teléfono—No me juzgues, ¿de acuerdo? Porque después de ayudarle Fury nos deberá una grande.

—Repíteme una vez más porque estoy considerando siquiera meter mis manos en esto

—¡Porque es lo que los amigos hacen! —Gritó. Bruce pasó por la cocina como un rayo, bajando las escaleras de dos en dos hasta llegar al laboratorio e ingresar el código. Luego se acercó a la mesa de trabajo de Tony deslizando cada una de las piezas al suelo—Y porque te regalaré un viaje a Honolulu

—A Tahití. Primera clase

—Hecho

—Y usaré tu mesa como mueble médico

—No maltrates mis cosas

—Demasiado tarde, están en el piso

—Awww, ¡Vamos! —Le escuchó decir antes de colgar. Bruce limpió el sudor de sus gafas, mirando hacia el techo en busca de ayuda

—Jarvis, esteriliza la zona

En seguida, señor

Una luz azulada salió de pronto asustando a Bruce, haciendo que se alejara tres pasos para comenzar a trabajar. La luz bañó la mesa de trabajo un par de veces hasta que desapareció seguida de la voz de la IA avisando que el área acababa de ser limpiada de posibles bacterias.

—Jarvis, de casualidad... ¿tienes una interfaz internista?

Me temo que no, señor Banner, ¿Desea que la tenga?

—No, déjalo—dijo, cansado—Que Tony lo solucione

—Bruce, ¿está todo bien?

Dio un salto en su lugar al escuchar la voz del Capitán Rogers en la puerta del laboratorio acompañado de Natasha Romanoff quien le miraba con sospecha. El corazón de Bruce comenzó a latir rápidamente, esperando que aquello no le estresara lo suficiente para que el hombre verde les hiciera una visita.

—Eh... sí. Todo bien

—¿Seguro? Porque parece que algo está ocurriendo. Te escuchamos hablar con Tony mientras pasabas por la cocina

—Oh—Bruce sudó luego de que Natasha se acercara más de lo debido—Eso. Uh... la verdad es que prefiero que sea Tony quien les explique lo que pasa. Yo no... ni siquiera sé a la perfección que es lo que estamos haciendo

—¿Qué quieres decir con...?

—¡A un lado, a un lado, muévanse!

Las palabras de Steve murieron en sus labios luego de que Tony llegara a la habitación acompañado de un par de hombres quienes cargaban el cuerpo de una chica junto a un colchón de esponja, dejándola con cuidado sobre la mesa de trabajo del ingeniero. Steve frunció el ceño cuando Bruce y los demás hombres conectaron algunas máquinas que llevaban con ellos al cuerpo de la desconocida.

Cogió el brazo de Tony pidiéndole una explicación

—Stark, ¿nos quieres decir qué demonios está pasando?

—¿Acabas de maldecir? Cuidado, se está volviendo salvaje

—Anthony...

—Le hago un favor a Fury, fin de la historia

Luego la habitación se convirtió en un torbellino de personas que Steve no reconoció. Bruce ayudó a Tony a colocar la interfaz médica mientras que los demás enchufaban distintos aparatos al cuerpo de la mujer que parecía estar muerta. Él se acercó, mirando como de la piel desnuda de su brazo derecho se asomaba una mancha de lo que parecía ser tinta.

Se asomó lo suficiente para lograr ver una forma muy peculiar grabada permanentemente en su cuerpo, con unas líneas tan precisas que a Steve le revolvió el estómago de lo familiar que le resultaba. Luego cogió su brazo, girándolo lo necesario con el fin de descubrir el patrón.

Sus manos soltaron a la chica en un grito silencioso cuando reconoció aquella esvástica contra la que había luchado hacía ya más de setenta años.

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