Día 5: Sueño.

Gabriel no recordaba el momento en el que había decidido volverse un diseñador. No recordaba haber tomado esa decisión, es más como si solo hubiera decidido por tomar esa dirección y se hubiera mantenido en ella durante la mayor parte de su vida.

Alrededor de 20 años después, maldecía al niño idiota que le había metido esa idea en la cabeza mientras, mirando al suelo con los puños apretados, recibía una no muy grata crítica por parte de uno de sus maestros, un español de unos 50 años que había dedicado su vida a enseñar a los futuros grandes diseñadores del país. Él mismo no era una figura muy relevante pero era claro que tenía el ego de uno.

— En serio, Agreste. Si no vas a tomar esto en serio deberías buscar otra carrera — decía mientras dejaba caer el cuadernillo del chico en el escritorio con desdén —. No te veo un genuino interés en esto. Necesitas despertar y repasar lo básico, no puedes seguir trayendo trabajos así.

Gabriel tomó su trabajo, agradeció con una inclinación y salió del aula tratando de controlar toda su ira. Sí, se había equivocado en un par de detalles técnicos pero llevado a la práctica todo funciona y eso nadie podía negarlo. ¿A quién le importaba que la tela de satín se hubiera inventado en la ciudad china de Tsia Toung antes del siglo XV? En definitiva nadie pensaba en eso cuando se ponía un vestido de noche de aquella tela.

Faltaban escasas 5 semanas para que se acabarán las clases y lo único que estaba seguro de haber logrado era de poner al estricto español en su contra. Frustrado, lanzó su cuaderno al aire y se dejó caer en el pasto con los ojos cerrados mientras escuchaba los papeles volar a su alrededor, para su mala fortuna, el cuadernillo cayó directo en su rostro, le pareció oír el crujir del armazón de sus lentes y solo se digno a gruñir a modo de protesta. A veces podía tener tan mala suerte en un día.

No pasó mucho cuando escuchó otras pisadas en la hierba, no tuvo que imaginar o preguntarse quién era ya que no había muchas personas que se le acercarán tanto en realidad. Sintió la fragancia floral muy conocida antes de que la chica levantará el cuadernillo de su rostro pero él se limitó a acomodar sus lentes con los ojos cerrados.

— ¿Volviste a discutir con tu maestro? Estoy segura que la mitad del campus ya se dió cuenta que estás molesto.

Gabriel sabía que las palabras de la joven no eran del todo mentira pero también estaba seguro de que ella era quizá la única persona en de verdad interesarse.

— Solo estoy cansado — confesó mientras se quitaba los lentes y verificaba el armazón de los mismos —, ese españolete dice que no tengo pasión en mi trabajo.

— ¿Qué puede saber él de tu pasión? — Reprochó Emilie mientras miraba los dibujos del joven y remarcando más su sonrisa tras cada dibujo —. Gabriel tus diseños son preciosos. ¿Por qué te importa tanto la opinión de ese petulante?

— No me importa — la corrigió el rubio mientras volvía a colocarse los lentes para poder enfocar el rostro de su acompañante —. No podría importarme lo más mínimo pero tengo que pasar su materia si quiero graduarme este verano.

La joven rió a pesar del disgusto del chico que cortó su risa de golpe y solo se recostó a su lado para disfrutar de la brisa aún primaveral, muy refrescante ante el intenso sol que pronosticaba la pronta llegada del verano.

— ¿Sabes? Si no tomarás la materia el próximo periodo nos graduariamos juntos — le recordó la rubia por enésima vez.

Gabriel suspiró, entendía lo que le quería decir pero el tampoco quería darse por vencido tan fácil, en especial porque eso significaría ver a aquel español durante otros 6 meses y esa parecía una tortura insufrible para el futuro diseñador. Quiso decircelo, quiso explicarle los motivos de su impaciencia pero cuando estaba a punto de abrir la boca sintió el tanto de su mano contra la suya y como si fuera efecto de alguna clase de hechizo, lo recordó. Ella ya sabía todo aquello.

Emilie podía llegar a ser caprichosa e insistente pero nadie en el mundo lo conocía mejor que ella. Podía pasar la siguiente hora explicándole el porque era tan importante para él terminar su carrera antes del verano y no diría nada que la chica no supiera ya. Gabriel se sintió muy agradecido con tener a esa chica a su lado, era su soporte y su inspiración; aquel pilar que mantenía a flote todos sus sueños que a veces parecían tan lejanos.

Aquel español podía tener toda su exitosa carrera, ser un erudito en su materia pero había algo que él no tenía, y ese algo era Emilie. Para un chico como Gabriel que siempre tuvo que esforzarse el doble por conseguir algo que para los demás parecía tan sencillo, el tener el cariño de aquella joven era el regalo más grande que los cielos le habían dado.

Cerró los ojos queriendo dejarse absorber por aquel momento pero el instante desapareció en un parpadeo al escuchar aquella estricta voz maternal llamándole; frunció el ceño, aparentando los ojos, aferrándose a la mano de Emilie como si fuera una clase de salvavidas.

— ¡Sr. Agreste! — Gritó aquella voz y Gabriel no tuvo más opción que abrir los ojos para encontrarse con la severa mirada de su asistente que lo miraba con notorio reproche —. Le he dicho que dormir en su oficina en malo para su espalda. Sin mencionar que el trabajar toda la noche es malo para su salud.

El hombre se estiró en su asiento mientras se tallaba los ojos por debajo de los lentes al mismo tiempo que su asistente le pasaba su agenda del día.

Le hecho una vista rápida, un par de reuniones, una prueba de vestuario, una muestra de telas; ese se había vuelto el día a día en la vida de un hombre que parecía haber conseguido sus sueños.

Verificó el reloj para comprobar que todavía tenía tiempo y le dió la señal a Nathalie de retirarse, él mismo podría encargarse de cumplir con su apretada agenda.

Dió un último bostezo antes de levantarse mirando el cuadro que reposaba a su espalda, encontrándose con los verdes ojos de la dama de sus sueños. Cada día al despertar, cuando se daba cuenta que todo había sido otro sueño, se tomaba un momento para mirar aquel retrato.

Incluso con su atareado itinerario no podía negarlo, había cumplido aquellos sueños que albergaba en su infancia pero aún así no era feliz. En el transcurso de cumplir aquel sueño, había perdido lo que lo motivaba a seguir adelante.

— Me pregunto, ¿qué pensarías de mi sí me vieras así? — Preguntó al impacible retrato como si esperara una respuesta.

Por un momento sintió que había llegado el momento, que se desmoronaría en ese mismo instante pero en lugar de tirarse al suelo en llanto, tomó el horario que le había dado su asistente y salió de la habitación. Ahora tenía un nuevo sueño, uno que nadie le impediría cumplir y aún si tenía que sacrificar todo lo que tenía, volvería a ser feliz al fruto de su trabajo duro.

Volvería a estar con Emilie, y eso era todo lo que necesitaba.

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