O2

El mayor mantenía un semblante serio, con aquellos ojos totalmente fríos y rostro sin ninguna expresión.

Algunas personas que pasaban por ahí bajaban la mirada asustados e intimidados. La verdad es que la sola presencia del peli-negro por los pasillos intimidaba, con aquellas pintas de matón, lleno de piercings y tatuajes, sí que intimidaba.

— ¡Kookie!

 El nombrado levantó la mirada del suelo al escuchar aquella dulce voz que conocía a la perfección. Éste llegó agitado, seguramente corrió por los pasillos hasta encontrarle.

— ¡Ko-Kookie! – intentaba recuperar el aire, sosteniéndose de sus rodillas.

El peli-negro pasó una mano por su castaño cabello y le acarició. El menor levantó la cabeza y mostró una gran sonrisa.

— ¡Hay leche de fresa!, ¿me compras JungKookie? — Pegó un par del saltitos. — Anda, anda, ¡Kookie! Cómprame una, porfi.

Estaba seguro que tanta ternura le mataría algún día.

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