C.8
—¡Bienvenido a mi hermoso y quinto hogar!—gritó con mucho entusiasmo el menor abriendo los brazos e inhalando con profundidad.—Musa mire, en esa casita de allí nos vamos a hospedar—señaló sonriente mostrando a un lugar.
Hobi subió su mirada. ¿Casita? ¡Aquello era una mansión!.
—Me debes estar jodiendo—dijo este aún sin salir de su sorpresa. ¿Cuánto más dinero podía tener ese jovencito?.—¿Se puede saber de qué exactamente trabajas?—dijo de brazos cruzándose para verle.
—Si le digo va desaparecer, así que no—dijo poniéndose serio.
—Tenemos clausulas de sigilo, lo que conversemos queda entre nosotros.—comentó el mayor—mi cabeza recibiría ante una bala que tener que hablar de uno de mis clientes.
Jungkook le miró de un solo al escuchar aquellas frases.
—No vuelva a decir eso.—dijo entre dientes.
—No dije nada ma-...
—Jamás—sentenció para esta vez tomarlo entre sus brazos y rodearle la cintura—Yo soy quien tengo que recibir las balas por usted. Musa, no hable de la muerte como si fuera un juego.
Hoseok le miró a los ojos, notando un leve miedo en el chico, parecía tan desprotegido. Sonrió dulcemente. La muerte, considerarla como un juego, no estaba del todo mintiendo, aunque le arrancaran la piel y le cortaran sus partes, Hoseok no era lengua suelta. Pero quería saber, que era en sí Jungkook, que trabajo tenía y porque le nombraba musa, no era un nombre que le molestara, sabía muy bien que así nombraban antes a aquello que servía como la inspiración de un artista; pero Jungkook ciertamente lo menos que tenía era ser una artista.
Ambos empezaron a ingresar a la casa, mientras los ayudante de casa que mantenían aquella mansión pulcra, salieron a su encuentro para tomar las maletas que permanecían en el carro parqueado por la acera. Hobi le echó una miradita de pie a cabeza a Jungkook, no podía negarlo, el joven era muy bien agraciado.
—¿Porqué musa?—preguntó dulcemente—me has empezado a decir así.
—Porque usted es una cuestión misteriosa para mí, es...como mi inspiración, usted es algo hermoso que simplemente no puedo explicar a precisión. Usted despierta una pasión en mí.—sonrió levemente.—también así nombramos a nuestras parejas, por quienes vivimos, amamos y defendemos.
Hobi solo siguió al menor, ambos llegando a un cuarto, el ojos bruno se acercó al lugar, divisándole, no podía aún confiarse, es que era casi imposible no hacerlo; pero conocía a los ayudante que trabajan en aquella casa. Si alguno le traicionaba, a ninguno le esperaría un final feliz. Hoseok se adentró, mirando la extravagancia decorativa, jamás se había sentido tan pobre y miserable.
—¿No le gusta? Hay otros siete cuartos más—dijo el ojos bruno al notar un poco el rostro de su mayor que contemplaban un poco dudoso el lugar.
—No es necesario, aquí es bonito, además tiene vista al mar—dijo sonriendo. Puso sus manos alrededor del cuello del menor, quien se tensó ante el contacto del pelinaranja—tú...no me has tocado desde que empezamos el viaje. ¿Hay...algún problema conmigo?.—dijo dudoso, ciertamente el menor ni siquiera se había molestado en ponerle una mano encima.
—No, al contrario, usted es perfecto.—dijo agarrando al mayor de la cintura y levantándolo en ese preciso instante, y como si Hobi supiera que debía hacer, enrolló sus piernas en la cintura del otro. La fuerza de Jungkook era sorprendente a pesar de sus veinte años, o era fuerte o él como persona no pesaba nada.
Jungkook se acercó a la cama, depositando al mayor en en la cama para empezar a quitarle las prendas que se cargaba, sus nervios no le estaban ni por cerca traicionando, agradeciendo lo suficiente que podía poseer ya control sobre sí al estar cerca de aquel hombre. Cuando terminó por desnudar al mayor, solo pudo contemplarle levemente, realmente el mayor no tenía ninguna cicatriz en su piel era...demasiado que quería encerrarlo en una cajita con muchas pelotitas de aire para terminar rotulando:
Frágil, no tocar o te mato.
—¿No piensas aún decirme...de qué trabajas?.—insistió, se estaba muriendo de la maldita curiosidad. Ayudó a quitarle la ropa al menor, pues era parte de su trabajo.
—No musa. Porque si lo hago, usted ya no verá en mi a una persona normal, me contemplará como un monstruo.—dijo Jungkook acercándose al cuello de Hoseok para lamer levemente sobre su piel. El mayor sacó un suave gimoteo.
—Dijiste que no me ibas hacer daño, así que...pudo confiar en tí, como tú en mi...¿No crees?—habló con dificultad cuando las manos del menor bajaron acariciar sobre sus muslos.
—Oh—dijo sorprendido deteniendo el tocar, le miró fijo a los ojos.—Entonces...¿Qué pasaría si le digo que hay sangre sobre mi nombre?. Que mientras usted y yo no estemos compartiendo cama—prosiguió mientras terminaba de sacar sus últimas prendas—yo me encargo de mutilar cuerpos, y también...matar gente inocente.—sonrió ladino, se bajó de la cama dejando a Hoseok, quien aprovechó acomodarse. El menor fue en búsqueda del dichoso condón, sacando de una de sus bolsas una pequeña caja.— ¿Qué tal si también digo que me gusta ver a las personas sufrir mientras me suplican que me detenga cuando empiezo a pasar mi cuchillo sobre sus pieles, arrancándole pedazos de piel, abriéndole sus entrañas.—terminó de ponerse aquella protección para acercarse de nuevo a la cama.
—No eres tan cruel—dijo Hoseok con cierto temor mientras tragaba duro. No lo creía, no podía serlo, que ese jovencito fuera capaces de tales atrocidades.
Jungkook se quedó en un profundo silencio, poniéndose a horcajadas sobre el mayor mientras su miembro palpitaba desesperado para querer embestirlo. Sí...aún no era capaz de llegar a tales niveles, prefería darle una muerte rápida a sus pequeños problemas de la vida, el prefería hacer un trabajo rápido; pero sí el destino lo ameritaba, aquellas ideas que estaba diciendo para ver la reacciones de su mayor, podían simplemente pasar a la realidad.
—¿Cómo sabe...que no soy tan cruel? —dijo abriendo un poco más las piernas de su mayor, chupó su dedo índice pare ingresarlo a la entrada del Hobi, quien dio un pequeño quejido, sonrió de nuevo, le gustaba muchas veces ser el causante del placer de ese hombre.—He matado gente, incluso he perdido la cuenta de cuantas cabezas le han hecho compañía a mis balas.—Ingresó un segundo dígito para esta vez acercarse un poco al oído del otro mientras movía sus dedos dentro de él—Soy un hijo del diablo, musa. Soy el infierno ,como la peores de las pesadillas. Soy un matador
Hoseok se estremeció al sentir el aliento y esa voz que se ingresó a sus pequeñas moléculas. Joder, no debía sentirse ni por cerca de excitado de escuchar a ese chico como podía ser un sicario. Se retorció al sentir un tercer digito, su cuerpo lo pedía; pero al mismo era demasiado, a esas alturas se volvería loco, Jungkook había aprendido tan rápido, era una enciclopedia en todos los sentidos. Hoseok se sintió internamente orgulloso, había hecho un buen trabajo por su parte en tan poco tiempo.
—Si fueras uno, no me tratarías de la forma en que lo haces.—dijo con mucha dificultad para luego morderse los labios.
—Eso es porque usted es mi musa Hyung.—dijo esta vez contemplándole con los ojos más brillosos y posesivos. Hoseok frunció el ceño ante aquello, sintiendo un pequeño orgasmo encapsulado.
—¿Entonces...me quieres matar ahorita, pequeño?.—dijo con sorna mientras sonreía dulcemente. La palabra musa, empezaba a parecerle familiar y exquisita.
—Lo que mi musa ordene—comentó el mayor depositando un casto beso donde se ubicaba la vena yugular.
Jungkook prendió su cigarro, tenía muy sabido que no era ni por cerca el mejor tranquilizante para sus nervios; pero aún no encontraba algo que le terminara de complacer para mantenerse neutro en sus pensamientos. Hoseok aún dormía, no mentiría, se sentía bastante satisfecho de ser el quien lo poseyera por esos días. Exhaló el humo de su cigarro para crear círculos con ello, divirtiéndose un poco. El mayor frunció el ceño cuando aquel aroma entró a sus narices, se giró mirando a su lado, el vació de aquella cama lo hizo sentirse extrañamente mal. Se sentó para acomodar un poco su despeinada cabellera. Al subir su mirada se quedó casi petrificado, un calor ingresó a su cuerpo con tanta furia , cortándole su respiración.
Frente a él la mirada del menor le visualizaban intensamente, con las piernas abiertas, un pantalón negro puesto, solo con la cremallera levemente subida sin abotonar, su pelo despeinado sin sentido u orden, fumando el cigarro. Esa viva imagen, de aquellos ojos bruno comiéndoles como postre, le hizo tragar duro, desvió la mirada a la colcha.
—Musa. ¿Porqué vende su cuerpo?.–se atrevió a preguntar el menor, dejó una sonrisa en su rostro, tratando que su mayor no se mantuviera más cohibido.
—Para mantener a mi familia.—dijo Hobi entregándole una dulce sonrisa—mi padre era el sustento de nuestra familia, mi madre siempre optó por ser ama de casa y cuidar de nosotros, ella decía que prefería vivir su vida educándonos para ser buena personas en un futuro. Pero cuando papá murió, ella tuvo que salir de casa, consiguiendo dos trabajos y...preferí quitarle un peso menos.
—Pero hay otros trabajos donde no tengas que recurrir a venderte. El arte no se tiene que vender , sábelo.—dijo inhalando otra bocanada a su cigarro.—¿Puedes imaginarte?. Cuando el pintor está vivo, su obra simplemente pasa de lado a los ojos de las personas, mucho de los grandes pintores se hicieron famosos cuando ya estaban muertos.
—Tú forma de hablar es...extraña—dijo rascándose la cabeza, dio un bostezo. Comprender un poco las frases del menor, eran tan interesantes como incomprensibles.
—Me refiero a que usted sería más feliz si dejara el bajo mundo, morir para la oscuridad, usted...puede brillar más, a eso me refiero.
—Yo soy feliz.—musitó este frunciendo el ceño ante aquello; pero algo interno pareció decirle que se mentía, había dejarlo de serlo hace mucho. Se había convertido en el payaso de la fuiesta, que cubre su rostro tras una fina caja de maquillaje blanco, generando una apariencia de burla. Era simplemente como esos pobres payasos que por hacer felices a un publico, escondían lo que era su tristeza por dentro, unas risas que sacar para ganar el mínimo de su vida. Suspiró con pesadez cuando esos pensamientos nublosos llegaron a su mente. Plasmó otra sonrisa dulce.—Muchos tenemos que generar felicidad de alguna u otra forma.
—¿Generar felicidad?. ¿Acaso un humano tiene que ser una máquina para demostrarle a la sociedad una falta hipocresía?. —el ojos bruno deposito la colilla del cigarrillo sobre un plato pequeño, se levantó de su asiento para empezar a subirse a la cama.—Musa. El humano es humano por las variedad de sentimientos que nos dominan.—el menor logró llegar hasta el peli naranja, poniendo su mano en la mejilla de su mayor—. ¿De qué sirve querer ser felices a los demás cuando uno mismo se está ahogando en un mares de vidrios quebrados?.
Hobi empezó a recostarse cuando el ojos brunos se posicionó a horcadas sobre él, Jungkook posicionó las piernas del otro alrededor de su cintura, sin dejar de contemplarle como siempre lo hacía, con el mayor aprecio del mundo.
—Deja de hablar de esa forma...me pones nervioso. Tú no me conoces, no puedes decir eso de mí.—comentó. Hoseok podía saberlo o al mismo tiempo no; pero era como si aquel muchacho de un mundo completo al suyo, había logrado entrar a las puertas del suyo, no le gustó, el hecho de la vulnerabilidad, desnudo no solo de su piel, también de sus pensamientos y sentimientos.
¿Cómo, porqué era ese muchacho, con menos experiencia de él, hablarle lo que era la alegría? No, incluso. ¿Ese chico era feliz por igual?.
—Musa, usted y yo cohabitamos en el mismo mundo, un universo como el mío puede reconocer a una galaxia con las mismas características. —sonrió dulcemente acariciando aún la mejilla de su mayor.— No necesita fingir frente a mí. Puede...incluso llorar, yo seré su trapo, me convertiré en lo que usted quiera. Sus sueños puedo cumplirlos...solo, entrégueme su querer. ¿Tiene sueños Hyung?. Yo...no los tengo, no me es permitido tenerlos. Hoy puedo darle mi amor y mañana simplemente me desvaneceré, me haré amigo de la tierra con el aprecio que le tengo.
—¿Sueños?. Yo los tenía...como todos lo tienen cuando aún son jóvenes.—dijo relamiéndose los labios.
—¿En serio Hyung?—preguntó muy emocionado el ojos brunos, tomó de la cintura a Hobi, sentándose él para luego acomodar al mayor sobre sus piernas.—Cuénteme acerca de sus sueños.
—¿Porqué quieres saber?. No es como si saber de mi sea interesante—comentó este enrollando sus manos alrededor del cuello del menor.
—Para mí lo son—dijo el menor dándole un beso en el vientre. Olió de nuevo al mayor, siempre tenía esa pequeña fragancia a algo dulce, alzó su mirada para enfocarse con los de su mayor, esa era la posición perfecta donde le gustaba tener a su mayor. La demostración de que él estaba postrando ante él. Hincado a su apreciado arte y profundos anhelos.
Hobi frunció el ceño, había notado esas pequeñas acciones, como los besos en la frente y en su vientre bajo.
—¿Porqué esos besos? Siempre me los das.
—Porque no puedo besarlo a los labios. —dijo con leve melancolía—no es del todo mío. Además, su vientre es suavecito y esponjosito—dijo divertido para luego enarcar ambas cejas muchas veces de forma rápida mientras deja su sonrisa a la luz.
—Entonces...te daré un pequeño regalo de mi parte—dijo para esta vez acercarse a los labios del ojos brunos y depositarle uno lleno de amabilidad y agradecimiento.
—¡oh, Musa!—dijo Jungkook con la mayor alegría del mundo—realmente sus labio son suavecitos como usted.
Hoseok rió ante aquello realmente los jóvenes eran intensos y muchas libres poseían pensamientos aún esperanzadores. El no creería, que Jeon Jungkook fuer adel todo tan cruel, sonrió dulcemente y por primera vez no fue una sonrisa forzada o algo por el estilo. Jamás se había sentido tan idolatrado; pero al mismo tiempo tan pecaminoso de los pensamientos que le poseían. Talvez el menor estuviese encaprichado con él, debería detenerle; pero el sentirse bien con ese chico, no se lo permitía hacerlo, quería...simplemente recordar lo que era sentirse amado y sonreír sin sentirse atado a las cadenas de una fuerza hipócrita.
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