C.4
Hoseok subió su mirada enfocándose en la expresión de Jungkook. Se relamió los labios y con su lengua hizo círculos sobre el glande del chico. Volvió a bajar su lengua con lentitud para enfocarse a chupar los testículos del menor y joder, el olor de ese hombre era tan potente y le gustaba el aroma de Jungkook, volvió a subir su lengua notando el pre-semen salir de la polla y saboreó con mucho gusto. Hobi tomó el condón que permanecía a un lado de la cama, rompió la bolsita y se lo metió a la boca, el era experto para poner condones con su boca, la practica le había dado tal don. Lo preparó con su boca y cuando creyó conveniente y listo, se acercó a la polla del menor, poniéndoselo con suma tranquilidad. Jungkook bajó su mirada y aquella escena frente a sus ojos, le hizo perder la cabeza. Joder, quería romper a su musa, follarlo sin perdón.
Hobi apretó la puntita y sonrió satisfecho de haberlos puesto a la perfección; pero unas manos musculosas lo tomaron rápido de sus brazos, acercándole al rostro del menor. El peli naranja se sobresaltó un poco; pero se relajó, intenso, demasiada intensidad y realmente esa sensación le gustaba. —Hyung, usted es mi musa, es mío, me pertenece. —el menor sentó a Hobi sobre sus piernas, contemplándole con tanta veneración. —Hyung, lo he visto, lo de los chicos de compañía—comentó el ojos bruno enrollando más sus manos alrededor de la cintura delgada del mayor.
—Ah, sí.—dijo Hoseok sin comprender mucho la emoción del castaño.
—Hyung, pronto, le daré una sorpresa, solo espere. —el menor ingresó un digito en la entrada del menor, sacando un quejido por parte del otro, contempló sorprendido al mayor al percatarse que había obtenido la reacción deseada—Hyung, ¿Cuánto es el costo Hyung?. Para poseerlo.
Hoseok carraspeó su voz sorprendido "poseerlo" le pareció una palabra tan dura, así como la polla que estaba bajo él, ni siquiera comprendió en qué sentido estaba comparando aquellos dos términos. Se estremeció cuando el segundo dígito ingreso a su entrada, también sintiendo parte de lo helado de la lubricación. Realmente el menor lo estaba haciendo de maravilla, aprendía muy rápido.
—Depende de cuantas horas me quieras—dijo el mayor mientras se mordía los labios, realmente conversar mientras se tenía sexo no era de sus mejores dones—¿Ya leíste los términos?
Sí, Jeon se había encargado de leer todos los términos, hasta incluso lo consultó con un abogado, exagerar era demasiado, buscaba como de alguna manera solo tener a ese hombre para él, la cantidad de pagar no era mucho, haciendo el mismo las cuentas, era perfecto, gastar por el placer, por ese pequeño placer, le era la mejor opción. ¿Horas?. Si fuera posible todas las malditas horas, para que nadie toque a su musa.
Los hombres como ellos eran demasiado intensos, conseguían lo que querían, no había un impedimento, si podían comprarlo, pues mucho mejor. Por ese único momento, agradeció el dinero maldito que se colaba entre sus bolsillos, ese dinero que era como la salvación para tener esos momentos con el mayor.
—Hyung, ¿Qué piensa sobre el mar?.—preguntó mostrando sus dientes—Siempre he creído que es un lugar para relajar un poco el alma—el menor frotó su nariz contra el pecho del hombre y sonrió dulcemente—¿Le gusta el mar ,Hyung?.
Hoseok desvió la mirada preguntándose hace cuánto tiempo no había ido al mar, bueno, no es como si le degustara, al contrario de lo que su hermoso apodo, el prefería los lugares un poco más agradables donde el calor no le sofocara tanto. Jungkook acostó al mayor, poniéndose a ahorcajadas sobre él. Abrió más las piernas del menor, frotando su glande con la dilatada entrada de su mayor.
Hoseok enrolló sus manos alrededor del cuello del chico, dio un pequeño quejido cuando la intromisión llegó. Jungkook sabía que el peli-naranja debía estar muy dilatado para ese momento, no era el único cliente de aquella tarde, solo pensar como otras pollas habían entrado, sacarle gemidos, le ardía la sangre. Él era un psicópata, que había encontrado el oro en sí mismo. Él era tan sucio y Hoseok, tan puro al mismo tiempo y quería mantenerlo como esa reliquia que brillaría por siempre.
Los pasos de sus zapatos se hicieron fuertes cada vez que adentraba por aquel pasillo, abrió las puertas para encontrar a su padre conversando con un hombre alto de piel morena, ambos hombres le contemplaron por un momento.—Namjoon, ya sabes cuales son algunos territorios en vigilancia, nos comunicaremos más tarde—dijo aquel hombre mientras el alto moreno, solo hizo una reverencia, sin cruzar miradas con Jungkook, no le tomó mayor importancia al visitante de su padre, se dirigió a sentarse sobre el escritorio y sacó su arma solo para poner la entrada de esta sobre la frente de su progenitor. En cambio, su padre no pareció tener alguna reacción.
El jovencito sonrió divertido, por supuesto su padre era hombre duro, jamás demostraría temor, jamás temblaría, aunque la muerte estuviese presente.
—Baja eso. —dijo con una potente voz.
—Padre, me he dado cuenta de algo. —dijo Jungkook mientras quitaba el seguro del sello de su arma—tú...¿Te has metido en algo más que el narcotrafico?. Escuché hace poco...—dijo este mirando a la ventana que acontecía tras su padre, jugaba con su pistola, mandándola de un lado a otro de sus manos—.que piensas expandirte en el mercado—el menor guardo la pistola tras su espalda, para esta vez palpar sobre el saco de su progenitor, encontrando una cajilla de cigarrillos, la tomó, junto al encendedor.—¿En qué sentido?—dijo metiéndose uno de los cigarros.
—Pronto lo sabrás Jeon.—musito el hombre contemplando como su hijo prendía el cigarro para luego darle una calada.
—Por cierto—dijo bajándose esta vez del escritorio para alejarse a un cuadro donde su padre estaba sentado sobre una silla y él también, vestidos bien formales—. Aparecerá el cuerpo de uno de tus chicos mutilado.—contempló a su padre con los mismos ojos del diablo—. La próxima procura que sean más disimulados. Deja de vigilarme padre, mataré a cada uno que mandes. Te he dicho que no me gusta que me vigilen.
—Lo hago para tu seguridad.
Jungkook sacó su arma, quitando de nuevo el seguró, disparó a un lado de su padre, quedando la bala incrustrada sobre uno de los cuadros que valían miles de dólares que aquel hombre había comprado en una subasta.
—Se cuidar mi culo.—comentó exhalando el humo de su cigarrillo.
Dichas aquellas palabras el pelo azabache salió de la oficina de su padre, con zancadas fuertes. Su padre siempre mandaba a uno de sus hombres para vigilarle, aunque era normal desconfiar de todo mundo en el mundo bajo de la madia, fijó su mirada a la puerta del ascensor. Encontrándose a uno de los ayudantes, o mejor dicho secretarios de su padre. Ambos se miraron por un momento.
—Jimin—dijo sin emoción y cortante el menor contemplando el número de piso. Marcó uno de los botones. —¿Cómo va todo con tus asuntos?.
—Tranquilo, el movimiento de contrabando de dinero aún pasa desapercibido. Se va mover un cuenta con dos millones de dólares. —respondió este sin verle.
—Escuché que mi padre piensa expandir el mercado. ¿Algo que sepas al respecto? —pregunto manteniendo el cigarrillo en la boca y conversando entre dientes.
—Tráfico de órganos Jeon Jungkook.
El hijo de la mafia apretó su cigarrillo y su mirada simplemente pareció romper todo lo existente que habitaba en su mundo. Jeon sabía muy bien que su mundo no era específicamente de aguas limpias, todos eran enemigos, jamás se podía confiar en alguien, la traiciones iban y venían. Encontrar alguien con lealtad, era encontrar el mejor oro. En la mafia se protegían tres cosas: Familia, amigos y musas. Todo estaba también regido bajo reglas, entre otras etiquetas. Pero si la traición se encontraba en la familia y en los amigos, piedad no existía.
¡ Y una musa...ah, ellas eran el todo para hombres con calibre como ellos!. Ellos matarían por ellos, se bañarían las manos y el cuerpo con sangre, se sentarían sobre una silla de trono mientras bajo sus pies posan cadáveres putrefactos de sus víctimas. Una musa era tanto la maldición de un hombre como ellos, como la máxima adoración entre el diamante y el oro.
Matar, ¿Qué era para un jovencito como él ,cometer asesinato?.
Su pistola se había hecho cómplice de muchas muertes, sus balas podían ser contadas. La primera vez que le quitó la vida a una persona, fue en una pelea, donde su padre estuvo presente, a la edad de catorce años. Fue encerrado con otro hijo de un gánster, era el bautizo para demostrar que en un futuro podía ser un hijo del diablo. Jeon lo recuerda, sus manos sangrientas y en como sus nudillos de la mano se quebraron ante los varios golpes que le brindó a ese chico, uno más como él, que hacían el ritual del bautizo.
A los dieciocho fue completamente un miembro y a pesar de ser un hijo de los mayores narcotraficantes de ese país, que tenía consigo uno de los carteles más peligrosos buscados por las grandes autoridades, conocía lo suficiente a su padre, para saber que ese hombre no le dejaría nada. Jungkook no confiaba en su familia, no debía y mientras más lo pensaba temío, de ese chico que permanecía refugiado en un edificio, recibiendo el dinero maldito y callando lo que no quiere, más debe hacer.
¿Y qué era...qué era lo que tenía a ese hermoso hombre bajo un edificio de mala suerte?.
Jeon Jungkook quería descubrirlo, todavía no tenía todos los recursos necesarios. ¿Pero manos sobre Hoseok?. El las cortaría con una cierra eléctrica hasta clavarlas sobre varas puntiagudas, así de sucia, así de escalofriante era su mente.
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