C.19


Jungkook alzó su mirada para tocar la puerta de cierta casa, se había asegurado que aquella vivienda fuera el lugar correcto y la dirección haya estado escrita como debía estar, cuando la puerta se abrió, el rostro de una mujer se hizo presente. El menor frunció el ceño y sacó rápido su pistola al reconocer aquel rostro; pero ella también lo hizo al ver el tatuaje que el joven poseía en su cuello.

—Dime...¿Vienes por mi hijo e hija?. Primero sobre mi cadáver. ¡Juro que te mataré!—dijo ella bajando la seguridad del arma.

—¿Señora...Jung?—Jungkook apretó sú mandíbula poniendo sobre la frente la boca de la pistola—Soy Jeon Jungkook. Hombre de Honor Su hijo es mi musa.

La madre de Hoseok al escuchar aquello soltó el arma y retrocedió, flaqueando en ese instante, se cubrió la boca para empezar a llorar ante aquello, su hijo había caído de nuevo a manos de la maldita mafia, a manos de ese mundo donde su esposo residía, y ella quiso sacar a sus hijos de ese atroz universo.

—Eres...hijo del capo Jeon. ¿Cómo es posible?.—dijo esta para agacharse y dejar el arma por una mesa.—Entra y hablaremos adentro. ¿Vienes con tus hombres o solo?.

—Vengo solo Señora.—dijo este bajando el arma para depositarla atrás de nuevo.

—Entra hijo del diablo. Te es permitido.

Jungkook frunció el ceño, incluso si aquella mujer fuera la madre de su musa, lo que había encontrado de ella, la información sobre que fue una muñeca de la mafia, le resultó tan irreal, seguramente Hoseok ni estaba por cerca enterado lo que su madre había sido, ahora comprendía con mucha más razón también el como pudieron haber fingido una muerte, claro. Lo sabía muy bien, que esa mujer era también astuta y el hecho de incendiar su casa, o las palabras de aquel hombre que mató hace unas semanas atrás en búsqueda de información podían ser o no auténticas. Jungkook estaba mucho más confundido de lo que podía encontrar a lo largo, no estaba ni por cerca de conocer al verdadero cabecilla de todo ese mal plan que se cargaban contra aquella familia.

Si supuestamente la deuda se había pagado con la venta de los órganos del padre de Hoseok. ¿Qué era lo que estaba pagando su musa al fin de cuentas? Y tuvo realmente miedo de descubrir otra verdad de la cual no estaba aún listo.


Cuando se sentó sobre aquella mesa, sus ojos se concentraron con los de aquella mujer. Sintiéndose en completa desconfianza, sabía muy bien que las traiciones entra las familias eran el pan de cada día, que no se podía ni siquiera dar un leve respiro entre un padre y una madre porque en la mafia, nadie era del todo tu amigo. Siempre había interés, aunque bien había cierta lealtad, otros la desconocían.

—¿Cómo llegaste hasta aquí?.—preguntó ella juntando sus manos.

—¿Su hijo lo sabe, que usted también era una muñeca de la mafia?.

—No. Él...no tiene que saberlo.—dijo ella desviando la mirada.

—¿Por qué no? Su hijo ya no es ningún niño para que le oculte las cosas, si usted no se las dice, yo lo haré. —comentó con amenaza.

—Sí dices que es tu musa, no lo harías, sabes muy bien que la ley que te mantiene para protegerle, será mantenerte a ti también en el secreto de sus verdades. El es tu punto débil...es tu muerte, tu vida. Por eso, por más que lo ames, te dolerá saber la verdad sin poder decírselo. Es el peso que uno tiene que cargar al tener una musa. ¿No crees?—dijo ella mirándole con tristeza.—Eso es lo que un hombre como tú debe poseer por haberse enamorado de alguien que no pertenece a tu mundo.

Jungkook sacó su arma para apuntar en dirección de ella, realmente aquellas palabras le estaban rasgando la piel y por primera vez la palabra Musa, le fue un dolor a su mente y corazón, porque no podía aun del todo sentirse seguro de mantener a Hoseok a su lado, por más que lo quería.

—Sabes muy bien que no lloraré ni te suplicaré si esa bala me atraviesa. Eso es lo que personas como nosotros debemos pagar...cuando nos enamoramos de las personas de un mundo penumbre.

Jungkook bajó la pistola para ponerla sobre la mesa, aún apuntando en dirección de ella.

—Cuéntame todo, la verdad de tu pasado y la de tu esposo. Yo cargaré con tu dolor y tus pecados solo por tu hijo, por lo que siento por él, cargaré con las verdades del suplicio, para darle un mundo de pétalos el cual tú ni tu maldito esposo lograron darle.

—¿Acaso...tú estás pensando ir con el Don?. —la mujer dio una respiración profunda—vas a morir, lo sabes.

—Hay un 1% de probabilidad de vivir, mientras sea así, me voy aferrar a esa pequeña esperanza.

—¿Irías tan lejos solo por mi hijo?—dijo ella sintiendo una gran lástima—Realmente debes amarlo mucho para algo así. Hay pocos hombres de honor como tú. Solo por eso...te contaré. Pero tú...realmente estás dispuesto a cargar con todo esto?.

—Sí...lo estoy.—Jungkook tomó la pistola para ponerla sobre su sien, la mujer frunció el ceño al reconocer aquella acción, suspiró de nuevo mientras trataba de tranquilizar todo sus nervios. Un hijo del diablo había prometido dar su alma al infierno por su musa, aquella pistola representaba el símbolo de morir por ella sin arrepentirse.

—¿Cómo conociste a mi hijo?.—preguntó ella juntando sus manos.

—Lo siento señora, sabe que no puedo decirle eso. Está prohibido por el sigilo de la protección ante mi amado.—comentó este enarcando la ceja derecha para bajar la pistola, empezó a desarmarla hasta que sacó una bala y la tiró en dirección de ella. La señora Jung tomó aquello y lo mantuvo apretado en su mano, para luego soltarla.

—Está bien, empezaremos con mi confesión.—Dijo inhalando una gran bocanada de aire—Mí esposo era un Capodecime, mis padres eran asociados de la mafia, sabiendo como era este mundo, poco me importó para terminar transformándome en una muñeca de la mafia, pero bueno, yo no estaba aún del todo ligada y podía cuidar de mis hijos. Pero mi esposo perdió una buena cantidad de dinero entre el alcoholismo, también la prostitución y digamos que cierta suma de dinero por su baja responsabilidad, se perdió. Así que cuando lo sentenciaron y le hicieron el tatuaje. Supe que debía hacer algo al respecto. Las mujeres como nosotros no estamos para ver hundir a nuestras familias, por lo que hice un trato con uno de los jefes.

—¿Cúal jefe?—preguntó Jungkook frunciendo el ceño.

—No lo sé, realmente llegué hasta la mano derecha de este hombre.—hizo una pausa—aún así. Mandé a matar a mi esposo, para pagar la deuda que el mismo nos había dejado.—la mujer contempló a Jungkook fijamente y sus ojos ni siquieran temblaron, como si no tuviera miedo de decir aquella verdad, total, no se arrepentía de haber matado al bastardo de su marido.—Con la venta de los órganos de mi esposo lograron pagar...solo la mitad de la deuda.

—Pero me dijeron que ya habían pagado la deuda con la venta de sus órganos. —dijo el ojos brunos juntando sus manos para cruzar miradas de furia con esa mujer.

—Sí...así fue.—hizo una pausa—. Pero querían a mi hijo...ya sabes, para iniciarlo en eso de la mafia y todo ese maldito mundo— dijo ella apretando la mandíbula—.Luego de eso uno de mis informantes me dijo que estaban buscando a mi hijo, porque yo me había negado a entregar a Hoseok, lo buscaban para venderlo...ya sabes, y hacer lo mismo que yo hice con mi esposo. Matarlo y vender sus órganos—dijo ella mientras sus lágrimas empezaban a reposarse sobre la esquina de sus ojos.—Entonces no pude hacer más que fingir nuestra muerte y morir para la sociedad y querer borrar mi pasado, que ahora atormenta a Hobi.—la mujer desvió la mirada— Fui a suplicarle a uno de esos hombres, a la mano derecha, que sí dejaban a mi hijo en paz, pagaríamos lo que fuera. El primer pago se dio cuando quince hombres me violaron, sus hombres abusaron de mí, para aun así hincarme frente a ese maldito, casi al borde del poco orgullo que me quedaba, y suplicarle que nos dejara vivir....el hombre dio una cantidad, así que lo que mi hijo está pagando no es las deudas de su padre, es su libertad. Mientras él pague...puede seguir viviendo.

—Lo siento—dijo Jungkook al escuchar aquello.—¿Cuánto...es el pago de él?

—No lo sé. —dijo ella agachando el rostro.—Ellos se unieron después con Hoseok para decir cuanto era la cantidad que iba estar pagando. Mi hijo aún cree que esa la cantidad de dinero que entrega es para pagar las deudas de su progenitor. Él no me ha querido decir cuánto es...dice que es mejor que yo me relaje, que no me maltrate las manos, que él...—sus lágrimas se hicieron presente y ella se rompió en llanto ante todo aquello—será el hombre de la casa y nos dará una vida mejor. Y yo me pregunto...¿Porqué las personas con los corazones más humildes, con esa almas que entregan todo a cambio de nada tienen que sufrir el caos de nuestra sociedad?.

—Si no te ha dicho él cuanto es el dinero, tampoco me lo dirá a mí—Jungkook tomó su arma para empezar a poner todo en orden.

La mujer se limpió las lágrimas .

—¿Qué piensas hacer?.—dijo ella nerviosa.

—Lo que un hombre como yo sabe hacer. Aniquilar todo aquello que es una molestia, llenar el camino de pétalos para que su amado no pise las espinas del mal. Le entregaré la libertad que mi Musa merece, el honor, la alegría, el respeto, daré mi vida por él.

Jungkook se levantó para guardar su alma, contempló a la mujer y supo que ella estaba tan destrozada como su mundo, como el mundo en que habían nacido, como su musa por igual y no estaba dispuesto a seguir soportando el dolor.

—Si logras sobrevivir. Huye con mi hijo...y vete lejos de ese mundo. Cumple sus sueños y entrégale una vida que yo no pude darle.

Jungkook le dio una dulce sonrisa.

—Creo que realmente te mereces el honor de la palabra "Matriarca".—dijo el acercándose a aquella mujer para luego darle un beso cerca de las comisuras de sus labios.—Madre, si no sobrevivo...usted aún tiene tiempo para poder darle un futuro a mi Musa. Talvez...pueda ser que yo no vea la luz al final del túnel; pero él sí. Aún puede. Yo me encargaré que su camino sea libre.


Dichas aquellas palabras, los ojos brunos salió de aquella casa, dejando en esa mujer una confianza interna, el pesar de sus hombros y su pecho desaparecieron porque alguien más se había hecho cargo de su dolor, alguien más estaba dispuesto a dar lo que nunca le dieron, protección y confianza. Y esa mujer de leves canas solo pudo sonreír dulcemente para mandarle las mayores de su suerte a un joven que haría lo que pocos se atrevían a hacer: Llenar su nombre de sangre.

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