C.17


Hoseok dio un pequeño brinco cuando la puerta de su cuarto se abrió de un solo golpe, entrando un resplandeciente Jeon Jungkook que casí cegó al peli naranja ante la aura de felicidad que se cargaba. El mayor dio un suspiro pesado, el chico había desaparecido por dos semanas, incluso, no comprendía porque se sentía molesto con el hecho de no haber recibido a ese joven por dos largas semanas. El menor se acercó a Hoseok dándole un abrazo por detrás; pero al contrario de sus pensamientos, solo recibió un rostro serio de su Musa. Jungkook le miró a través del espejo.

—Musa. ¿Porqué está molesto conmigo?—preguntó el menor mientras fruncía el ceño—¿Hice algo malo?.

No, realmente Jungkook no se había portado mal con él, solo...Hoseok se había sentido abandonado y los pensamientos de que hubiese aburrido al menor, le llegaron como cuchillas a su corazón. Suspiró tratando de relajarse, no debía sentirse molesto, no debía porque no eran nada más que jefe y cliente. No podía incluir sentimentalismo. No podía enamorarse de un hombre que compraba su cuerpo para el placer. Se relamió los labios y frunció el ceño, incluso, si eso fuera posible, no se lo diría. No mientras sus sentimientos siguieran progresando, dejaría que pasaran esa época de confusión.

¿Pero en cuanto tiempo, cuanto más necesitaría para estar seguro?. Hoseok no conocía del todo la definición de sus propios sentimientos y pensamientos.

—No, solo me asustó como entraste, casi me das un infarto, soy muy sensible respecto cuando alguien perturba mi paz.—comentó mientras se terminaba de arreglar sus desalineada cabellera.

—¿No me hecho de menos?.—preguntó el chico haciendo un leve puchero en el rostro. Hoseok frunció el ceño, no podía dejar engañarse, ese rostro de inocente era lo menos que tenía.

—Quería saber...¿Dónde estuviste estas dos semanas?—preguntó extrañado. ¿Pero quién era él para preguntarle sobre que había hecho?. Suspiró dejando el peine sobre el tocador. Estaba siendo demasiado con aquella pregunta—perdona, no tienes que responderme, no soy nadie para preguntar sobre tu vida.

—Salí del país—comentó—debía arreglarme de unos asuntos, que no son de mayor importancia.—sonrió dulcemente—.Por cierto, hoy iremos a un lugar.

—¿Qué tipo de lugar?—preguntó Hoseok frunciendo el ceño y por un momento, una desconfianza entró a su ser.

—No se preocupe, no es nada grave. Solo...póngase ropa cómoda. Lo esperaré en el carro.—dicha aquellas palabras el menor le entregó un beso en la mejilla para luego empezar a retirarse.

Hobi miró a su derecha, empezando a preguntarse qué tipo de vestimenta podía utilizar, chasqueó la lengua, bueno, por sí acaso, debía estar preparado para cualquier cosa. Sonrió feliz mientras se dirigía al closet, tomando una camisa de mangas cortas con corte en "V" de color verde, un pantalón negro de cuero con leves cortes donde se ubicaban las rodillas, unos tenis. Luego se dirigió a una de las gavetas, sacando un pequeño tubo de lubricante, condón, crema, perfume entre otras cosas para su trabajo diario.



Hoseok estaba pálido subió y bajó su mirada una y otra vez, contemplando una estructura alta de metal, tragó duro, se giró sobre sus talones y Jungkook-otra vez- sabiendo lo que su mayor iba hacer (que era regresar por donde vino) lo tomó de la cintura, para luego darle un fuerte abrazo y sonreír dulcemente. Hoseok maldijo entre dientes.

—¡Pensé que íbamos a follar!—dijo desconcertado— ¡No hacer Bungee!—dijo este mirando aquel enorme pedazo de metal elevado, sus vellos se erizaron al escuchar el grito de una mujer que recientemente se había tirado, sintió flaquear.—¿Porqué me haces esto?—dijo casi chillando mientras el menor lo seguía arrastrando.—¡Odio este tipo de intensidades, mi cuerpo no nació para esto!.

—Musa, hay que vivir el día como sí fuera la última vez, además, hice una lista de cosas que quiero hacer antes de morir.—sacó un papelito que tenía guardado en su bolsillo, lo abrió para entregárselo a Hobi—lo haremos juntos.—dijo enarcando ambas cejas.

Hoseok tomó con cierta molestia aquel papel. Carraspeo para concentrar su mirada.

—"Bungee"; hacer paracaidismo, snowboard, rafting, motocross, alpinismo, Rápel...—Hoseok sonrió sarcástico—No gracias.

—Pero ni siquiera ha terminado de leer.—dijo el menor acercándose para tomar el papel.

—No tengo que hacerlo, no lo haré. Hazlo tú, no me incluyas. Soy de corazón frágil.—dijo cruzándose de brazos y sus vellos volvieron a erizarse cuando escuchó esta vez el grito de un hombre, respiró con profundidad, realmente...era demasiada intensidad para poder acostumbrarse a tal mundo del que vivía el menor.

—Pero son cosas que uno debe hacer antes de morir.—se excusó el menor generando uan sonrisa.

Hoseok se tiró una risa sarcástica para luego negar rápido con la cabeza.

—¡Querrás decir! Son cosas que tú quieres hacer—le señaló apretando la mandíbula— yo prefiero mil veces estar en un lugar de reposo. ¡Eso de allí, es jugarle a la mue-..

—¡Está bien!—dijo interrumpiendo a su mayor—Aunque sea solo hagamos el Bungee.

—¡No, por supuesto que no haré eso!—dijo negándose mientras sus ojos se abrían a no más poder y negando de un lado a otro.

—Musa.—suplico casi haciendo un rostro de cachorro que Hoseok solo pudo desviar la mirada, el muy maldito del Jungkook sabía muy bien como tocarle su punto débil, y esque Hoseok era sumiso y permisible ante ciertas cosas, sintiéndose culpable de negarle la diversión a un jovencito como él.

—No—dijo tratando de ponerse firme, no iba caer ante ese menor, no. ¡Por supuesto que no!.—Ni aunque me hagas un berrinche.

—Entonces no tengo otra opción.—dijo el menor entrecerrando los ojos y haciendo un leve mohín.

Jungkook tomó al mayor como si fuera un costal de papas, poniéndolo sobre sus hombros, apresuró sus pasos—¡Bájame de una vez, o ya verás!, ¿Porqué me haces esto?—alzó la voz su mayor mientras el ojos bruno ya se había subido a la plataforma que lo llevaría a lo alto de aquella torre de metal. Hoseok trataba soltarse, realmente lo hacía; pero era imposible luchar con la semejante fuerza que el menor se cargaba, mientras más esfuerzo hacía, se cansaba y al final, terminó dándose por vencido, quedando inmóvil sobre el hombro de ese muchacho. Realmente...demasiada intensidad para él.


Cuando estaban arriba, las piernas del pelinaranja temblaban y no hacía más que agarrarse de las varanda de metal de ese pequeño espacio cuadrado, su respiración estaba agitada y su garganta pareció secarse, tragando con fuerza la saliva. A comparación de él, Junkook estaba tranquilo, poniéndose el equipamiento mientras escuchaba con atención los consejos del cuidador. Hoseok miró al frente, contemplando parte del rio que yacía abajo, notando también la espesa vegetación. Estaba casi al borde de un colapso nervioso y desmayo si fuese posible.

Los ojos del mayor con el otro se encontraron, la risa suave de un Jungkook solo le tranquilizó por unos leves segundos, hasta que recordó que también el debía tirarse.

—¿Por qué...porqué me haces esto?—preguntó el mayor mientras sentía el sudor frio de sus manos, no quería mostrarse como un cobarde frente a ese muchacho, no.Debía mostrarse seguro; pero falló en el intento.

—Musa, no tenga miedo, lo haremos en pareja. ¿Crée que lo dejaría saltar a usted solo?—dijo el menor con esa sonrisita que a Hoseok le parecía muchas veces escalofriante.

—Te creo capaz—dijo entre-dientes mientras su mandíbula se tensaba más. El hombre que ayudaba a poner el equipamiento se acercó a Hobi, que se negó; pero al percatarse que no tenía otra escapatoria, volvió a ceder. Y si seguía aceptando cualquier locura que al menor se le cruzara por la mente, no quería imaginarse llegando a la luna por un cohete espacial.

Cuando todo el equipamiento terminó. Jungkook sonrió espléndido, rodeando su manos arriba de la cintura del mayor, para aferrarlo más a él, mientras se acercaba al borde. Hoseok metió sus manos debajo de los brazos de Jungkook, aferrándose por igual y pudo escuchar el latido de ambos corazones. Sus respiraciones parecieron tomar el mismo ritmo, mentalizándose de lo que venía.

—Musa. ¿confía en mí?—le preguntó Jungkook, el mayor subió un poco su mirada, mirándole con extrañeza, tragó duro.

—¿¡Porqué siempre me haces preguntas así cuando estamos en situaciones de-...¡AAH!.

Hoseok dio un fuerte grito cuando el empujón del encargado se hizo presente, el agarre de ambos se hizo férreo y Jungkook buscó los labios de su mayor, para presionarlos en ese mismos instantes. Hoseok no supo si realmente su corazón latió por fuerza por el beso o la adrenalina que se había acumulado en su cuerpo.—¡Musa, confío en tí!—gritó el menor gritando a los vientos, entregó una sonrisa mientras miraba el rio que reposaba tan tranquilo, siendo el contraste perfecto con sus corazones agitados. Por un momento el tiempo simplemente pareció ser lento y acogedor en ambos, besándoles desde las pequeñas moléculas de sus pies y protegiendo a dos amantes que residían entre la oscuridad y la luz. Hoseok sonrió levemente para acomodar su rostro entre el cuello del Jungkook y su hombro. Hobi realmente no pudo decirlo en ese momento, sus nervios y voz habían desaparecido por el miedo y la adrenalina; pero sí...confiaba en Jungkook.


Y mientras inhalaba el aroma de ese chico que parecía buscarle sentido a la vida, disfrutando lo que podía, comprendió que aún a pesar de todo, el mundo seguía girando. Que unos a pesar de  estar tan jodidos, nacer en la tenebrosidad de la sociedad, eran sobrevivientes.  Hoseok estaba aprendiendo a sonreír y ser feliz después de que había caído en largo limbo de tribulación. Y en ese instante mientras aun permanecía abrazando el cuerpo robusto del menor, pudo ser parte de su egoísmo, de lo bien que se sentía en ese momento; pero no quería dejarlo ir, ese sentimiento nuevo que se apoderaba de él, quería quedarse al lado de ese hombrecito.

¿Egoísmo? ¿Fruición a sus sentimientos? Talvez; pero de algo estaba seguro, Jungkook podía ser parte de la alimentación a su esperanza, de encontrar...una luz cálida a la razón de su existir. Pero temía, de que en algún momento todas esas sensaciones que estaban llegando, se fueran también, y  Hoseok no estaba aún listo para ceder y dejarlo ir. Abrazaría a su gozo como un pequeño que no soltaba su globo en un parque, se convertiría en lo que él jamás se imaginó, cayendo bajo ante esa tormenta de conmiseración, se transformaría en la verdadera Musa de ese "Hombre de Honor".  

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