No Solo Dos
Espero que les guste~
Dipper y Mabel se sentaron al lado de la puerta cerrada del baño, apoyados entre si mientras esperaban a su recién llegado tío Ford, quien se estaba tardan pero ninguno de los dos estaba dispuesto a quejarse. Debían seguir jugando, en especial con todos los daños que ya habían hecho pero serio bueno tener un par de manos extra, en especial las de él que podía defenderlos como antes. Gran parte de la adrenalina ya se había agotado, dejándolos adormilados pero se enderezaron, completamente despiertos, apenas la puerta se abrió y se levantaron para ver al hombre que los había salvado.
Era impresionante lo que un baño, ropa limpia que Mabel trajo de las cosas del tío Stan y una buena afeitada podían hacer. El hombre se veía algo incómodo mientras se acomodaba los botones de la camisa que tenía puesta, luciendo algunos cortes cubiertos con pedazos de papel en las mejillas y barbilla, con el cabello corto algo desprolijo pero más presentable.
-Baño, cómo te extrañe- suspiro, aliviado, alzando sus manos para pasar sus seis dedos por su cabello entrecano.
-¡Te vez mucho mejor!- sonrió ella, contenta y emocionada. Ya quería ver la cara de su tío Stan cuando ambos hermanos se vieran después de mucho tiempo. Oh, como le gustaría tener su cámara para tener una foto que agregar a su álbum dedicado a la familia.
-Gracias- sonrió, algo incómodo. -Yo creo que no me presente pero mi nombre es Stanford- la sonrisa de ella se agrando.
-¡Mi nombre es Mabel!- se señaló. -¡Y el es mi hermanito Dipper!-
-Solo eres mayor por unos minutos, no presumas- bufo con el ceño fruncido, para después mirar al mayor, dándose cuenta de un detalle. -¿Stanley y Stanford?- no pudo evitar reír, ligero y divertido.
-Si, lo sé- rio apenas, algo más relajado en su lugar.
-¡Es hora de seguir!- la castaña levantó el tablero y ahí es cuando el hombre retrocedió, su rostro volviéndose duro, molesto.
-No pienso jugar a eso de nuevo- se cruzó de brazos. No quería estar cerca de ese tablero nunca más en lo que le quedaba de vida pero tampoco tenía a dónde ir, esta había sido su casa hasta que el juego lo absorbió hace tantos años atrás.
-Nunca de dijimos que debías jugar...- el castaño enarco una ceja. -...pero al menos, ¿puedes hacernos compañía? Nos vendría bien algo de ayuda para lidiar con...eso- hizo un gesto hacia el tablero.
-Yo...- no parecía estar muy de acuerdo con esa petición pero pronto, la chica se adelantó.
-¡Por favor, tío Ford!- lo miro, suplicante. -Solo queremos terminar el juego para que todo el daño desaparezca- hizo un puchero y su hermano sonrió, nadie podía resistirse a Mabel y sus ojos brillantes, era un hecho. -Por favor, ayúdanos tío Ford- el rostro del mayor se relajo, incómodo y nervioso, sus ojos revoloteando entre el tablero y el rostro ajeno.
-Yo...esta bien, me quedaré- acepto con un suspiro de resignación, el menor riendo entre dientes mientras su hermana celebraba. -Los protegeré- eso sonaba como una promesa seria y firme.
-¡A jugar!- se instalaron en la cocina, colocando el tablero abierto sobre la mesa y Mabel agarrando los dados, tirando, la familia esperando por una tensos segundos a que un nuevo mensaje apareciera pero para su sorpresa, nada sucedió.
-¿Qué pasa?- el menor frunció el ceño, confundido cuando la ficha no se movió ni siquiera.
-Interesante...- Ford murmuró para si mismo, acercando sus mano para rozar una de las fichas, recordando que esa había sido suya hace años atrás. Miro la otra ficha, sabiendo lo que eso significaba. -...parece que...- por todos los cielos, eso no podía ser peor. -...ustedes están...continuando el juego que Stan y yo empezamos hace años-
-¿Eso significa...?- Dipper lo miro, conmocionado.
-¿...que vas a jugar con nosotros?- Mabel dio pequeños saltos de emoción en su lugar.
-No sólo yo- los gemelos se miraron entre ellos, haciendo una ligera mueca, sabiendo que era hora de despertar a su tío Stan. No tuvieron otra más que levantarse para ir hasta la puerta de la habitación del mayor, la niña abriendo suavemente la puerta y entrando, aliviada de ver que su tío ya estaba sentado en la cama, acomodándose su audífono.
-Hey, calabaza- le mostró una pequeña sonrisa, agarrando un pantalón dejado a un lado para ponérselo. -Espero que tu hermano y tú no hayan hecho muchos desastres-
-Bueno...sobre eso...- sonrió con nerviosismo, jugando con las mangas de su suéter, sin saber exactamente como explicar toda la situación.
-Oh no...- se levantó luego se colocarse zapatos, porque cuando la niña tardó en contestar, tenía la sensación de que iba a necesitarlos. -¿En qué problemas se metieron?- se coloco una camisa vieja y algo desteñida por encima de su remera blanca sin mangas, esperando. Mabel se decidió por abrir la puerta, esperando que el mayor reaccionara tan bien como se lo había imaginado.
-Hey, Stan- Ford sonrió, apenas y nervioso al ver a su hermano por primera vez en mucho tiempo. No había cambiado mucho, aunque estaba algo más relleno y encorvado, por no olvidar de lo cansado que se veía.
-¿Y el abrazo?- pensó la niña con el ceño fruncido. Había querido ver un abrazo de reencuentro pero eso no estaba sucediendo, los adultos mirándose entre sí en un tenso y extraño silencio.
-Santos wafles...- fue lo único que pudo salir de la boca de Stan antes de que su cerebro se apagará, desmayándose.
-¡Stanley!- el de seis dedos se lanzó para atrapar a su gemelo, acunándolo entre sus brazos con preocupación y escuchando a medias la charla algo frenética de los menores. Si, el reencuentro no había resultado como se lo esperaban.
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