9. ¡NO LO HAGAS!

Me examino en el espejo de la imponente entrada de la mansión de Stacy y admiro el vestido dorado que llevo esta noche. Me parece que este es demasiado corto y creo que podía haberme puesto otro que me cubriera más, ya que no considero que mis muslos sean esbeltos y queden bien con mi atuendo, sin embargo, mi prima me ha convencido y ahora mismo me guiña el ojo,  bastante simpática. 

Curiosamente, se muestra mucho más amable y cariñosa que al comienzo de la semana.

—¡Sofi, te sienta genial! —exclama—. Este vestido lo llevé la temporada pasada, pero no te preocupes, me lo puse una vez nada más.

Le sonrío y admiro el suyo, de un color amarillo chillón, el cual contrasta muy bien con su bronceado. Es más, me atrevería a decir que su cabello rubio, a tono con el vestido amarillo, le proporcionan un brillo especial. 

—¡Ya verás que te gustará! 

Camino tímidamente, una vez que ingresamos en la grandiosa villa de playa, con el murmullo de más de una decena de estudiantes de fondo. La multitud de compañeros de Jullians —y fuera de este, imagino—, todos arreglados y sujetando una copa en la mano, atrapan mi atención. La casa más aún. La casa familiar de Stacy en realidad es una imponente villa con piscina, a unos pasos del mar. La melodía de las olas violentas interfiere de vez en cuando en nuestra conversación y una sutil tormenta ha empezado a tomar forma en la lejanía.  

—Hola —saluda la reina de la fiesta, recibiéndonos con una sonrisa. Stacy se ve fabulosa con aquel vestido morado bastante escotado, y Clara y Nerea no se quedan atrás—. Sofía, me alegro mucho que estés aquí después de todo lo ocurrido. 

—Gracias —respondo seria. 

En el fondo, no me fío ni un pelo de esta gente, pero he accedido venir a la fiesta, por las insistencias de mi tía Sara. 

—¡Ahí están las bebidas!

Stacy mueve su cabello lacio, del color de la avellana, y nos lleva a un salón, donde de momento ubico a Axel al fondo. Le miro de reojo y me doy cuenta de que está hablando con Bruno y dos tipos más. No lo he vuelto a ver desde ayer, pero me ha enviado mensajes, preguntándome cómo estoy.

Sin querer, me siento agitada. Quizás porque los jeans elegantes se amoldan a su cuerpo de una manera muy atrayente y su camiseta negra, de cuello V, resalta más los tatuajes en sus brazos y cuello. Su cabello alquitranado se ve atentamente peinado y, por primera vez, siento un escalofrío con solo mirarle. 

«¡No, esto no puede estar pasando!», me susurro. 

No puedo mirarle de la manera en la que lo hago. Es el jodido novio de mi prima, y eso lo sabe mi mente. Sin embargo, es mi cuerpo el que me traiciona cruelmente, ya que empiezo a temblar como un flan. 

—¡Ah! ¡Ahí está Axel!—dice mi prima y me arrastra detrás, obligándome a llegar junto a él.

—¡Menudos blandos! —añade Stacy y se empieza a agitar alrededor de la mesa—. ¿Solo unas cervezas? Hoy es un día importante, hay cumpleaños, ¡y eso se merece un brindis! 

Acto seguido, esta me tiende una copa de una bandeja ante la atenta mirada de Axel. Nuestros ojos se cruzan por un instante y no puedo evitar sonrojarme.

—No gracias —digo, reacia. 

—¿Como que no? —interviene este y da unos pasos en mi dirección, aprovechando que mi prima está hablando con Nerea—. Aquí tienes. 

Me tiende él la copa, insistiéndome. 

—No me gusta el... alcohol. 

Fijo con la vista el vaso y no puedo no advertir que Clara gira la cabeza hacia un lado, aguantándose una carcajada. 

¡Mierda! Mi pulso se dispara tras las vejaciones recibidas, y sigo sintiendo mucha vergüenza cuando pienso en aquella maldita cuenta de Instagram y en el vídeo de mi padre, borracho. 

—Tranquila —dice este y me entrega el vaso helado, presionando su mano en la mía—. No les hagas caso, su padre es un millonario drogadicto —susurra en mi oído—. No tienes por qué avergonzarte, ¿sabes?

Su tacto me electriza y le miro aturdida.

—Sabía que eras valiente —finaliza. 

Mi mirada baja a una chapa metálica que cuelga en su cuello e intento descifrar las letras, mientras aprieto la pajita de la bebida entre mis labios. 

—No entiendo de qué hablas, y tampoco entiendo tu cambio de actitud. 

—No hace falta que lo entiendas —dice con una sonrisa de lo más encantadora—. Solo quiero que comprendas que esto que estás haciendo es admirable. 

—¿Admirable?

Le doy otro trago al vaso, con todos los huesos temblando en mi cuerpo. No sé qué narices es esta sensación, pero sospecho que el hecho de que sus labios queden tan cerca de los míos tiene mucho que ver. 

—Atreverte a venir aquí, por supuesto —dice rápido—. Sofí, nadie sería capaz de salir de su casa en un año, al menos, después de eso. Y tú... 

—¡Yo no hice nada malo! —Aprieto la boca y vuelvo a darle otro sorbo a la copa, sumamente enfurecida.

No, este chico no me embaucará con sus palabras de miel. Es una serpiente venenosa, que me intenta aniquilar con su veneno. Siento el dulzor y el alcohol fuerte en mi paladar y, confieso que, aunque odie el alcohol, ahora mismo lo necesito para relajarme y observar. Mi misión esta noche es averiguar quién realmente me dejó en ridículo, creando aquella denigrante cuenta.

—Y, si te soy sincera, no creo que no hicierais nada, Alexia y tú,  no sé por quién me has tomado. 

—¿Entonces por qué estás aquí? —Entreabre los labios, confuso. 

—Porque... 

—¡Amor! —exclama mi prima sonriente y rodea su cuello con ambos brazos—. Necesito que me ayudes a grabar el vídeo del desfile. Me escribió aquel diseñador que te dije y quiere un vídeo mío. 

—Bebé... —Se queja este—. Más tarde, ahora estoy hablando con tu prima. 

La mirada punzante, pero disimulada de Alexia me atraviesa, pero al instante me sonríe. Sigo sin entender cómo ha sido posible que le perdone. Ella me dejó claro que sabía la verdad, aun así, es como si nada hubiese ocurrido. Como si ese beso entre él y yo jamás hubiese existido. 

—No te preocupes. —Me encojo de hombros—. Voy a escribir un mensaje. 

Me giro deprisa, queriendo alejarme antes de que mi corazón estalle en mi pecho. Aprieto mi móvil en la mano, siendo consciente de que algo se retuerce en mi interior, al verles abrazados. 

¡No es justo! Aquel idiota sinvergüenza y prepotente no me puede gustar, por más que intente mostrarme que se equivocó conmigo. 

Empiezo a escribir un mensaje, mientras les doy la espalda. Necesito distraerme, de manera que informo a Mariam de la fiesta, aparte de mi amiga Lola. Está mordiéndose las uñas, queriendo saber más sobre la famosa fiesta de ricachones a la que acudiría hoy.  

—¿Estás bien? —la voz conocida de Stacy me alcanza—. Hay que celebrarlo por todo lo alto, ¡toma! 

—Sí —respondo y acepto otro vaso cuando esta me lo entrega, dejando el otro vacío, en un mueble que hay al lado. 

Me siento incómoda con ella al lado, y entonces barro el salón lujoso con mi vista, intentando evitarla. 

—¿Te gusta mi casa? 

—Sí, es... bonita. 

Vuelvo a beber, entrando en un estado de bienestar. Como si esta gente me importaran muy poco, de la nada. 

—Ya sabes que me puedes visitar cuando quieras —comenta—. La familia de Alex, es la mía también. 

—Gracias... —hablo tambaleante—. Igual, no deberías molestarte y fingir que te caigo bien. 

—¡En absoluto! —exclama con un chillido y su acento muy pronunciado me taladra los oídos. Es pija hasta para gritar—. No sé de donde sacas eso. En realidad, no teníamos que haberte juzgado y acusado de mentirosa. Es más, te pido perdón. 

—¿Qué? —Abro la boca—. ¿Sabes que no mentí?

—Sí, Alexia me lo contó todo y también me dijo que la siguiente vez que te pasaras, no te perdonaría. 

—No entiendo... 

—¡Stacy! —dice Nerea y aparece detrás, escaneándome con la misma mirada de asco. 

Entre una copa y otra, siento que me estoy desvaneciendo poco a poco y el alcohol, claramente, está haciendo estragos en mi mente. No entiendo, le he dado solamente dos sorbos a este segundo vaso y no comprendo nada.

Me giro cuando las dos amigas quedan inmersas en una charla y camino lentamente, como si me costara tirar de mis tacones. Agarro el brazo de alguien, cuyo rostro no reconozco, ya que empiezo a ver borroso.

—Perdón... ¿Dónde está el servicio?

La chica me hace una señal con una mano y empiezo a caminar, casi sujetándome en la pared. Presiento que algo me está pasando, no es normal sentirme de este modo, como si estuviera flotando y perdiendo la razón. A continuación, concluyo que me he perdido por el pasillo, puesto que, cuando abro la puerta, no parece ser un baño. Es más bien algo parecido a una habitación, sutilmente iluminada por la luz de una terraza. Suspiro confusa, sintiendo la cabeza triturada y los ojos empañados. Me doy la vuelta tambaleante y maldiciendo los tacones, pero no consigo salir de ahí.

—¿Estás intentando librarte de la fiesta, como yo? —Su voz rauda suena de algún sitio, lugar que no veo con claridad.

—¡Axel! —digo con voz entrecortada.

—¿Qué haces aquí?

—Yo... —tartamudeo y me llevo una mano a la cabeza, mientras miro alrededor, desorientada—. Buscando el baño, ¿y tú?

—Respirando un poco...

Está apoyado en un pilar de la terraza, con un cigarro entre los dedos.

—No creo que eso es... respirar exactamente.

—Bueno, igual nos moriremos todos algún día. El motivo dará igual. 

Camino con pasos sinuosos, intentando no desplomarme delante de él. Solo quiero llegar al servicio cuando siento unas nauseas latentes. 

—¡Sofí! —grita detrás y veo que me mira cuando me doy la vuelta—. Gracias por no delatarme.

—¿De qué hablas? —Frunzo el entrecejo—. ¡No tengo ganas ya de tus jodidas ironías!

Este individuo sabe que mi prima, al igual que todos, se enteraron sobre el beso.

—No le contaste a nadie lo de aquel chico, Ted...

—¡Ahhh! —digo y me humecto los labios—. No creas que eso quedará así, Axel. Nadie tiene derecho a.... —Aleteo las manos, con soberbia. 

—¿Te he dicho ya que eres una tía con dos cojones? 

Sonríe. Yo, en cambio, le miro embobada. Al instante, me llevo una mano a la frente y siento que estoy flotando. ¿Qué me está pasando? Es como si viviera en una realidad paralela y tampoco he bebido tanto. 

—¿Te he dicho también que me atraes mucho? —pregunta con voz carrasposa, acercándose peligrosamente—. Más de la cuenta... Más de lo que me gustaría...

—Axel...

—Más de lo que puedo controlar... —prosigue, como si no me escuchara. 

—¿Qué... qué haces?

Sus brazos me inmovilizan de la nada y al segundo siguiente, siento sus labios sobre los míos. Por una segunda maldita vez. 

¡Oh, Dios! Todo me está dando vueltas.

Lo último que percibo con claridad es su beso pasional, dejándome sin aliento y sus manos en mi espalda. Su indomable lengua en mi boca, asediándome sin piedad y mis manos en su pecho, empujándole. 

—¡Sofía, yo....! —exclama—. ¡Perdón! 

—¿Perdón?

Los dos mirándonos fijamente, a medio metro de distancia, con un fuerte escozor en los labios.

—¿Te arrepientes? —susurro en la oscuridad de aquella habitación. 

—No, pero... —murmura de vuelta, convencido—. Soy de los que prefiere arrepentirse de algo que ha hecho, que de algo que no. 

Se lanza a mí, cuan animal hambriento, apoderándose esta vez de mi cuello y subiendo su famélica boca a mi mentón. 

Y después... el caos desatándose en mi cabeza y cuerpo. Yo respondiéndole y atrayéndolo más a mí, nuestros gemidos de fondo y nuestras lenguas enlazándose, presos de una arrebato desconocido, la excitación que siento cuando este besa mi cuello y me empieza a bajar el vestido sobre los hombros. Los dos cayendo sobre una cama que hay a un paso, su cuerpo fornido aplastándome. 

La vibración de deseo que siento en mi vientre bajo cuando este chupa uno de mis pezones y entierra mis pechos en su boca. Su lengua jugando con mi suave piel, a la vez que tira de mi vestido, al son del mismo crujido de la prenda que llevo. Él quitándome la ropa y mis manos levantándole la camiseta de color negro. Sus labios en todas partes, a la vez que se baja la cremallera y siento sus violentas sacudidas cuando abre más mis piernas. 

Yo moviendo mis cadenas desenfrenada cuando este libera su erección y aprieta mi hombro, a la vez que devora mi cuello. Sus dedos rozándome desenfrenados, ejercitándome y empapándose de mi jugo, con nuestros sollozos de fondo. 

—Ohhh, Sofí, me estás deseando tanto como yo a ti. Me quieres dentro ya, ¿verdad, pequeña delincuente?

Es como si mi garganta estuviese cerrada  y simplemente suelto un grito cuando este se abre paso dentro de mí con suavidad, para acabar con una estocada profunda. Estoy tan ausente, que ni siquiera soy consciente de lo que está pasando, solamente puedo gemir. No veo nada delante de mí, solo siento. 

Siento sus duros embistes y su mano apretando mi muslo, a  la vez que aparta mis bragas, para acribillarme al completo, al mismo tiempo que mis sonoros gemidos quedan ahogados en su boca. Él estampando su pelvis contra mí una y otra vez, provocándome un terrible escozor, y aumentando el ritmo, como un perfecto animal. 

Yo, sin distinguir su rostro siguiera, y solamente quedar hipnotizada por la chapa metálica que cuelga en su cuello, la cual se balancea en su fornido pecho, al ritmo de sus estocadas en mi interior. Yo, quedando oprimida entre sus brazos, y sin saber qué está ocurriendo, cuando me da la vuelta y me sacude en su regazo, atrapando mi nuca en su mano. 

—¡Ohhh, chica valiente...! —gruñe y añade algo más, pero mis sentidos me fallan. 

Todo me falla y simplemente... no recuerdo nada más. Me siento como si estuviera inmersa en un sueño profundo. Un sueño pasional, un tanto doloroso, lleno de gemidos y sudor, sin ser consciente siquiera de lo que me está pasando. 

Y después... todo oscuro. 

***

No sé si han pasado horas o minutos. Solo sé que me duele la cabeza y todo el cuerpo. Agarro mi ropa con una mano e intento ubicarme. No hay nadie más en la habitación y no recuerdo nada. Solo estoy deseando salir de aquí.

Camino torpemente hacia la salida y tropiezo con más oscuridad, como si hubiesen transcurridos horas, y todos hubiesen desaparecido de la fiesta. Solamente quedo absorta por una especie de película que queda expuesta en la gran pantalla.  Miro fijamente. Dos cuerpos desnudos y con una cámara enfocándolos. 

Camino lentamente, sujetándome en las paredes y con un suave dolor en mi pelvis. Intento deshacerme de la nubosidad que no me permite avanzar, pero cuando miro mejor, observo mi cara. Mi propio rostro. 

Parpadeo deprisa, y me froto los ojos con una mano. Yo, con los ojos cerrados, Axel encima de mí, dejando a la vista parte de su espalda y de su... culo. Yo encima de él, aunque su cara no sea visible. Pero la mía sí.

Siento que me voy a desplomar. 

¡Oh, Dios mío! El pulso se me dispara. 

Abro los ojos más. Yo viéndome presa de la lujuria sobre él, con los ojos cerrados.

¡Qué es esto!

Y, de repente, unas luces encendiéndose y deslumbrándome, acompañadas de unos pitidos ensordecedores y globos flotando en el aire. 

—¡Feliz cumpleaños, Sofíaaaaaaa! —gritan todos. 

Decenas de adolescentes, algunos de mi edad, otros mayores, y todos... viéndome. Quedo con la boca abierta cuando fijo a la anfitriona con la vista y la veo sonriente, sujetando una enorme tarta en la mano, cuya vela muestra el número 10 y la letra K, en vez de 18, que son los años que estoy cumpliendo. 

—¡Felicidades, has acumulado 10.000 seguidores en dos horas! —chilla—. ¡Tu cuenta se ha vuelto viral, eres famosa!  

¿Qué?

Todos se empiezan a reír en cólera. ¡Oh, mierdaaaaaa! ¡Mierda! ¡Mierda! 

Intento procesar en mi cabeza lo ocurrido, aunque... ¿quién podría hacerlo? Me siento horrorizada, sucia, avergonzada. Siento mi pecho comprimido y mis ojos se llenan de lágrimas, inmersa en una cruel pesadilla. En un infierno donde yo soy la protagonista y a la que están quemando en el purgatorio. Sus risas maquiavélicas me horrorizan hasta tal punto, que lo único que quiero, es salir de aquí. 

¡Joder! Necesito salir de aquí, necesito huir. ¡Ha sido una trampa más!  Mi prima solamente quería que mi tía le levantara el castigo. Quería atraerme aquí, como atraen a un ratón con un despreciable trozo de queso. 

¡Mierda! Confié en ella. Quise darle una oportunidad.

Y él... ¡Ohhhh! Él... 

Me llevo una mano a la boca mientras corro y me tapo los oídos. Tropiezo en el camino, pero me levanto deprisa, como si estuviese poseída y necesitada de acabar ya con este infierno. Acabar ya con la vergüenza y el sufrimiento. Acabo de perder mi virginidad con alguien que... 

¡Oh, Dios! Me han drogado. Deber ser eso... 

¡Qué infame momento en el que les creí!

¡Oh, maldita seaaaaaaa!

Sigo corriendo a no sé dónde, y los pasos únicamente me llevan a un precipicio.  De momento, siento el viento golpear mi cara y las gotas de una inminente lluvia.

No hay marcha atrás. No podré superarlo, lo sé.

¡No tiene sentido!

Las lágrimas caen en cascada, al igual que las gotas de lluvia en mi rostro, mientras pienso en que no podré pasar página y simplemente olvidarme. No podré continuar con mi vida. Y no porque no fuera lo suficientemente valiente como para superarlo, sino porque no soy lo suficientemente cobarde como para seguir viva, cerrar los ojos y no hacerles pagar uno a uno por todo lo que me han hecho.

«Perdóname, papá».

Aprieto los ojos y doy un paso, pero en el último momento, cuando solo deseo caer al vacío, una mano me atrapa.

—¡No lo hagas! —Oigo su voz—. Sofía... tu madre no está muerta. ¡No lo hagas! 

Mi corazón tiembla cuando él me atrapa con sus brazos y me aprieta en su pecho. 

Abro los ojos. 

AXEL

Le debo tanto a Deborah, la madre de Sofía, que no puedo permitir que su hija acabe así. Que simplemente muera delante de mis ojos.

Y no solo por ella...  

Sofía tiene algo. Algo que me despierta interés, algo de lo que Stacy se ha dado cuenta y que ha usado en nuestra contra. 

¡Santos cojones! Respiro con fuerza, mientras la pego más a mí, huyendo del precipicio. 

Ella está enferma. Tan enferma y obsesionada conmigo, que ha sido capaz de organizarlo todo y ocasionar esta jodida mierda. 

Pero esto no quedará así.



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