2. NO QUIERO ESTAR AQUÍ

—¡Álex vamos! —avisa mi tío, mirando el reloj con el ceño fruncido —. No está bien llegar tarde el primer día de instituto.

Mi prima se está acercando al Volkswagen todo terreno de mi tío Alfredo de morros y me dedica una mirada furtiva mientras que se monta en el asiento del copiloto. Por mi parte, examino el asiento de al lado, donde reposa mi mochila con las siglas de JULLIANS SCHOOL: The school of your dream. Tanto la mochila, como mi uniforme son de un color azul marino, combinando con blanco y rojo. Después, miro el uniforme que mi tía me entregó anoche: falda azul y roja, camisa blanca y corbata. Chasqueo la boca, nada espectacular, solo un mero disfraz que hace que mi mala leche mañanera se intensifique.  Voy empaquetada en una vestimenta con la que no estoy conforme, y que encima tendré que llevar todos los días. 

¡Qué asco!

También pienso que mi falda es demasiado corta y tiro de ella porque deja al descubierto mis piernas, que no son precisamente talla S. En comparación con mi prima Alexia, que sí tiene una talla S, me veo gorda. Mi prima es monísima, especialmente su cabello. Es del color del girasol y su corte es moderno. esta mañana lleva un poco de mascara y pintalabios rosa y el perfume de olor a fresa invade el automóvil. Abro un poco la ventanilla para respirar y toso suavemente, mientras pienso que no nos parecemos en nada, ni siquiera físicamente. Mi pelo oscuro y rizado y mi naturalidad nunca jamás podrían competir con su belleza.

—¿Lo lleváis todo? —pregunta mi tío—. Bueno, ya sabéis que el primer día no vais a hacer gran cosa. Os informarán del horario y todo eso.

Asiento con la cabeza y observo que mi tío Alfredo me mira por el retrovisor.

—Sofía, ¿estás bien?

—Sí —musito sonriente.

¡Y una mierda!

—Tu padre está citado para hacer una entrevista esta mañana, así que no te preocupes. Encontrará trabajo pronto. —Él me devuelve la sonrisa.

Asiento con la cabeza, ya que estaba informada de esto cuando mi padre vino a mi habitación para darme el beso de buenas noches y desearme suerte para esta mañana.

En unos minutos llegamos a la explanada del Jullians School, y mi tío detiene el automóvil. Los nervios me invaden, de repente. Si fuera un instituto público me manejaría mejor, ya que estoy acostumbrada empezar el curso cada año en un sitio diferente. Me acuerdo cuando el año pasado empecé en el IES A. Lamar, de Segovia. Estaba muy relajada.

—¡Listo, chicas! —suelta mi tío, relajado —Alexia, debes estar pendiente de tu prima...

—Ella es mayor que yo —Su tono es mordaz.

Hago caso omiso y siento mariposas. La explanada es enorme y llena de adolescentes con sus mochilas y uniformes azul marino. Al fondo, noto un edificio enorme, de hecho, más grande que cualquier otro instituto en el que he estado. La sigla del Jullians en la entrada principal se observa desde el aparcamiento, y conforme nos vamos acercando a la puerta principal, leo las letras metálicas, de color dorado: "Centro educativo por excelencia".

—Alexia, yo... —Rompo el hielo—, me he dado cuenta de que estás enfadada.

A cambio de mi amabilidad, recibo silencio, puesto que mi prima está siendo muy poco comunicativa. ¿Qué rayos le ocurre, aparte de no gustarle que sea pobre y que viva en su casa? No percibo su cara porque su cabello dorado le oculta el rostro, de hecho, está mirando hacia otro lado.

—¡Alex! —escucho una voz detrás — ¡Holiiiiissss!

Una chica morena, maquillada muy estridente y de tez muy bronceada, junto a otra chica pelirroja se nos acercan sonrientes.

—¿Quién es tu amiga? —pregunta esta, tras darse las tres unos besos y abrazarse.

—Es... mi prima —contesta mi prima, sumamente incómoda y carraspea.

—¡Vaya! —dice la morena—. Soy Clara—. Y se me acerca para darme dos besos. Parece simpática. También me saluda la pelirroja, cuyo nombre es Nerea, y la cual me empieza a examinar de arriba- abajo sin ningún tipo de pudor.

—¿Y qué estudias? —dice la morena de repente.

—Ciencias.

—¡Vaya! No coincidimos —continúa Clara—.Aún así, te puedes venir conmigo si quieres, quiero visitar a Stacy.

—Pues... —contesto embobada, pero no me da tiempo a decir "vale" y noto que mi prima suspira aliviada.

¿Puede ser más obvia que esto? A mí ni siquiera me mira, en cambio me empieza a empujar escaleras arriba, en el intento de no llegar tarde a clase.

—¡Qué ganas tenía de volver! —dice Nerea.

—Pues yo no... —contesta Clara—.Con lo bien que me lo estaba pasando de vacaciones.

—¡Por cierto! —suelta Alexia—¿Qué pasa con aquel chico de Instagram? ¿Crush nuevo?

—Calla, calla. Es un idiota, me duró dos días.

Se ríen las tres, sin embargo, yo esbozo una sonrisa obligada, a la vez que miro el suelo, confusa. ¡Si es que no pego con estas chicas ni con cola!, pienso. Por los pasillos nos topamos con diferentes estudiantes de todas las edad, y algunos nos saludan, en nuestra caminata veloz hacia las salas de clase. El interior del instituto es bastante moderno. Observo que hay multitud de focos de luz, las ventanas me resultan brillantes y amplias, noto plantas en maceteros enormes doquier, y hasta máquinas expendedoras. ¡En un instituto!

Minutos más tarde, cuando llegamos al lado de una puerta de madera, en cuyo letrero pone "Year 13- KS", mi prima básicamente me empuja dentro de la clase, y me susurra un "es aquí", haciendo que camine desorientada, junto a su amiga Clara, la cual se dirige a una chica muy bella de pelo castaño claro.

—¡Stacy! —exclama Clara eufórica, mientras agita la mirada a todas partes, como si estuviera buscando algo.

—¡Clara! —Le da un abrazo y chilla. —Cuidado, que me acabo de alisar el pelo ¡me estáis despeinando! —añade.

¡Oh por Dios! Pongo los ojos en blanco y miro a otro lado. Mientras escucho esto, barro el salón de clase con mi vista, un poco desconcertada y, para evitar quedarme ahí delante de la clase como las gilipollas, voy andando entre los pupitres modernos de una plaza que hay en el aula. A la vez, un montón de pares de ojos me analizan con curiosidad. Cuando avanzo,  me doy cuenta de que en la penúltima mesa hay un sitio que parece estar libre, al lado de una chica que lleva un pañuelo rosa en la cabeza.

—Hola —saludo suave.

—Hola contesta la chica, con amabilidad. 

Me siento y coloco mi mochila en silencio. Después, saco un cuaderno, algo para escribir y mis rotuladores fluorescentes, ¡que no me pueden faltar!

—Brun, ¡tráeme una botella de agua si vas a la máquina!

Levanto mi mirada, intentando procesar lo que ocurre a mi alrededor. 

—¿Es una orden o qué? —le contesta en tono grave un chico ancho, de pelo castaño claro. De hecho, está lleno de músculos.

—Yo te la traigo —dice rápido otro chico moreno alto y de facciones dulces —. Iba a sacar un refresco. 

—Larry, ¿me invitas? —pregunta Stacy, en tono burlón.

—Vale —afirma el moreno alto, y vuelven a reírse todos en cuanto este sale del aula.

Bufo disimuladamente. ¿El tal Larry de verdad que no se ha dado cuenta de que se estaban riendo de él? Mi expresividad hace que la chica del velo, la cual está sentada al lado, me hable de repente.

—Por cierto, soy Mariam.

—Sofía.

—Encantada.

—Y yo.

—Te vas a acostumbrar —prosigue.

—¿Cómo? —pregunto curiosa. 

No entiendo a lo que se refiere.

—Te acostumbrarás. La rubia de ahí es Stacy, la hija de la directora. Cuídate de ella, su madre la tiene sobreprotegida. 

—Pero el chico fuertote le ha cortado el rollo —le digo a Mariam.

—Ah, sí. Bruno. Es que Bruno es un bruto. No le gusta que le manden, es muy conflictivo y a menudo tiene follones, tanto con profes, como con compañeros.

—Ah, ya veo...

—Solo le obedece a Axel.

—¿A quién?

No consigue contestarme, porque de repente entra una señora con un porte elegante y de cabello rizado. Todos se sientan.

Good morning everyone.

Aparentemente, es la profesora de inglés.

—¿Qué tal el verano? —inquiere. 

No le da tiempo a decir nada más, ya que la puerta se abre con un chirrido y entra un chico alto, moreno, tez blanca, aunque se ve suavemente bronceado y cuerpo fines. Su físico está bastante trabajado en el gimnasio y parece más bien una escultura, que una persona de carne y huesos. Noto tatuajes excesivos en sus brazos y la parte alta del cuello. Sin ni siquiera saludar, este se sienta.

¡Mr Jullians! —exclama la profesora irritada—. Ya veo que está empezando el curso llegando tarde, como de costumbre. 

La profesora se le acerca, pero él ni se inmuta, de hecho, está mirando hacia otro lado. Le sonríe a Bruno, a la vez que mastica un chicle.

—¡Señor Jullians!

—¿Qué? —dice indignado, mientras se deshace el auricular que lleva en el oído izquierdo.

Escucho risas.

—Está usted en clase, así que guarde el móvil y los auriculares.

—¡Los guardaré cuando termine la canción que estoy escuchando! —contesta el tipo, sumamente desafiante, mientras sus facciones se endurecen.

¿Quién es este tipo? Miro perpleja a Mariam. También veo que el rostro de la profesora se enciende, pero sorprendentemente no insiste y pasa de largo.

—Bueno, les quería informar que voy a ser la tutora de este curso. No hace falta presentarme... ¿o sí? —tras añadir esto, me fija con la mirada, un tanto desconcertada.

—Ya veo... —musita—. Parece que tenemos una alumna nueva. Entonces me presento —dice afable—. Soy Miss Brighton. ¿Y usted es Miss....?

Un silencio incómodo se adueña del aula. Mi boca forma una O y enarco las cejas. ¿Acaso quiere que le diga mi nombre?

—Sofía —contesto crispada.

—¿Y qué más? —pregunta la profe y me mira por encima de las gafas, gesticulando con las manos.

—Solo Sofía —añado confusa y me humecto los labios.

De repente, todos empiezan a reírse extremadamente sobresaltados, pareciendo salidos de una película de terror.

«¿Qué hay de gracioso, joder?»., pienso avergonzada y lo único que espero es que no haya enrojecido. Sus voces y risa inmadura me atraviesan el cerebro.

—Chica, ¡la teacher te está preguntando por tu apellido! —grita la guapa de cabello castaño.

Oigo murmuro repentino y la clase se empieza a descontrolar.

—Torres —digo rápido—. Mi apellido es Torres.

—Ok, Miss Torres, ¡bienvenida! Y los demás, ¡silencio por favor! —chilla la profesora  a todo pulmón, en el gran intento de poner orden.

—¿De qué instituto publico vienes? ¿De La Linea, verdad? —escucho hablar al chulo pollas que había entrado el último.

Y otra carcajada.

Le miro con recelo y él me devuelve la mirada.

—¡SILENCIO he dicho! —grita la señora Brighton, desquiciada.

Mi compañera Mariam me hace un gesto, como dando a entender que me tranquilice. Acto seguido, la profesora nos imparte una charla sobre la asignatura, nuestro horario y cuestiones informativas. Sin embargo, no me puedo centrar porque estoy toda la clase en tensión y no paro de pensar que he hecho el ridículo. Mientras, desde la otra punta, aquel odioso moreno me mira, cuchichea con el tal Bruno y hace como que me manda besos, guiñándome el ojo.

—¿Quién es ese? —le susurro a Mariam en voz baja.

—Axel. Y es el hijo de los dueños —añade Mariam.

Lo suponía. Por el apellido y porque hace lo que le da la gana. A continuación, suspiro aburrida de la cantidad de la inmadurez que acabo de presenciar y rezo en mi mente que tenga paciencia y que el curso pase rápido. 

¡Por Dios! Necesito que pase rápido. 

Cruzo los dedos.

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