Capítulo 3
—¡Hemos conducido por mucho tiempo! Ya díganme a donde vamos —era la enésima vez que el Nakahara se quejaba ante el hermetismo de los jóvenes mafiosos.
—¿Podrías no dirigirme la palabra? —exigió el de vendas, claramente fastidiado por la sola presencia del pelirrojo. El auto donde iban entró a una zona residencial, indicando al castaño y a la pelilavanda que estaban cerca de su objetivo— Estoy ocupado respirando.
—¡Te arrancaré la cabeza, suicida! ¡Qué me digan a donde vamos!
La menor dejó escapar un suspiro ante la clara rivalidad que existía entre los dos adolescentes. No comprendía bien porque su jefe decidió juntarlos, siendo evidente que los dos quinceañeros no se soportaban. Habría sido más práctico que investigara ella sola, aunque esto significara usar su habilidad.
—¡O dejan de pelear o irán caminando desde aquí! —desde el asiento del copiloto, Ren alzó su voz contra el par de adolescentes, notando al girar hacia atrás que ambos estaban a punto de matarse—. Hace una semana hubo una explosión como la que experimentamos. Aunque no parecieron ver a nuestro rey Hamlet, probablemente fue por la misma causa —le mostró al petiso parte de los apuntes que traía en su celular acerca de su investigación previa a los eventos que los juntaron—. Iremos a hablar con los sobrevivientes.
—¿Sobrevivientes? ¿Hubo muertos? —sorprendido, el pelirrojo debía reconocer que el nivel de información que manejaba la mafia portuaria era superior a lo que él pudiera haber recabado por su cuenta.
—Sí, era un grupo de la Port Mafia. De esos a los que tanto odias —aseguró Dazai con ponzoña—. Solo sobrevivió una persona con poderes. Lo conociste esta mañana.
El sonido de una explosión sobresaltó a los tres adolescentes, quienes, desde sus diferentes posiciones, buscaron ver al origen de este. Para su sorpresa, la gran mansión que se alzaba más adelante ahora estaba cubierta por las llamas.
—Vaya. Parece que el culpable se nos adelantó —soltó el castaño, saliendo de su asombro y asomándose desde el asiento trasero.
Sin embargo, aquel hecho no detendría a la jovencita que contemplaba ansiosa el siniestro.
—¡Yukimura! —Ren sobresaltó al (hasta entonces) ignorado mafioso que tuvo la pésima suerte de ser su chófer ese día— Pisa el acelerador.
—¡Sí, señorita! —y tal como se lo ordenó su superior, el auto aumentó exponencialmente su velocidad, importándole poco a quién o qué pudiese atropellar en su camino.
Gracias a esto, su llegada a la mansión en llamas no tardó más de lo necesario y, de la misma manera, el conductor fue despachado sin recibir ninguna explicación. A fin de cuentas, aquella misión solo les incumbía a ellos tres. Tan solo recibió una indicación de su pequeña jefa cuando los tres adolescentes bajaron del vehículo: "Regresa a la casa y espera por nuevas indicaciones". No tardó en retirarse tan rápido como llegó, todo con tal de no ganarse un castigo de la Akagawa.
—Dudo que podamos preguntarle algo al dueño —confesó molesto el pelirrojo, siendo escuchado por la pelilavanda que los alcanzaba, luego de darle una orden a su subordinado.
—Supongo que la pequeña Ren tiene algún plan de contingencia, ¿no es así? —y ahí estaba nuevamente ese Dazai burlón hacia su persona. Ya empezaba a extrañar ese lado suyo que mostró más temprano en el ascensor.
—¿Y por qué habría de usarlo? —un ligero brillo fue interceptado desde el rabillo de su ojo, provocándole risa— Todo esto va de acuerdo al plan.
—¡Alcen las manos donde las pueda ver! —un hombre armado y semejante a un soldado los apuntó desde sus espaldas, mas ellos solo voltearon a verlo incrédulos por semejante valentía— Me encontré con tres niños en lugar de refuerzos. ¿Tanta falta de personal tiene la Port Mafia o es que no aprecian a Randou?
—¿Randou? —era evidente que el pelirrojo necesitaba más detalles ahora, si deseaban que fuera más eficiente para el plan.
—Es el testigo que vinimos a visitar —aclaró la menor, dándole un pequeño vistazo a Chuuya—. Seguro recordarás al subjefe que contuvo tu poder esta mañana.
—Y vino directo a nosotros uno de los que quisieron matarlo. ¿Quién lo diría? —menospreció el petiso a quien le apuntaba amenazante—. Eso de hablar iba a ser aburrido. Es más fácil derrotar al que vino a silenciarlo y sacarle información —y con una valentía envidiable, tomó un paso al frente del resto— Quédense atrás. Le daré una paliza.
Tanto Dazai como Ren se miraron, compartiendo como pocas veces el mismo pensamiento acerca del más bajito. Definitivamente, actuaba como un auténtico niño. Se notaba a leguas que, si no intervenían rápido, Chuuya podría empeorar la situación. La aparición de este paramilitar era como el de una rata; si no se eliminaba adecuadamente podría ocasionar la llegada de muchas más.
—¿No utilizarás tu poder? —dado los métodos prácticos que solía usar la pelilavanda, pensó que tomaría el control del escenario en cuestión; mas, ella solo se giró sobre sus talones y caminó con la misma gracia que una distinguida dama hacia la vivienda atacada.
—Confío en que mis caballeros de brillante armadura se encargarán de los feroces enemigos —la sonrisa taimada que la chiquilla le había dedicado dejó el mensaje implícito en bandeja para él: "Tengo cosas más importantes de las que ocuparme dentro".
—¡Hey! ¡¿A dónde crees que vas, mocosa?! —exigió a gritos el adulto en escena, dispuesto a dispararle a la menor que se alejaba con tranquilidad; sin embargo, cierto chiquillo vendado se colocó en medio de la trayectoria del arma que ya apuntaba a la pelilavanda.
—La pequeña princesa ya habló. Tu pelea es con nosotros ahora —afirmó Dazai con resignación, no le quedó otra opción. Inmiscuirse en el enfrentamiento era inevitable en este punto.
Con un silencio sepulcral reinando a lo largo del pasillo, una adolescente respiraba pausadamente apoyada sobre una pared. Sobre el lienzo blanquecino del piso se mostraban marcas carmesíes de su zapato, indicando su camino recorrido. Suspiró, ahora más tranquila, y continuó su andar, mientras los disparos del exterior cesaban y un crepitar se volvía más claro a su percepción.
Solo necesitó voltear en una esquina y abrir una pesada puerta de madera para llegar por fin a su objetivo. Desde la entrada de lo que alguna vez fue una acogedora biblioteca, la no-invitada pudo apreciar al dueño de aquel lugar, quien lanzaba uno a uno su colección de libros hacia el inclemente fuego que se alimentaba de la invaluable fuente de conocimiento.
—Lamento interrumpirlo, señor Randou —el nombrado giró sobre su cómodo sillón para ver con ligero asombro a la muchachita que se hallaba a su lado—. Sé que no haría tal cosa sin una buena causa, pero no puedo evitar sentir tristeza por esos libros.
—Mi señorita, que sorpresa tenerla de visita —con una mano invitó a la pequeña dama a sentarse sobre un pequeño mueble que habría sobrevivido al atentado—. Tendrá que disculparme por el desorden de esta casa y por el agujero en el techo. Recibí un ataque sorpresa, como podrá haberse dado cuenta por la bienvenida que le dieron mis indeseadas visitas.
—Descuide. Si hablamos de osadía, yo también he pecado al venir a su casa sin previa aviso —reconoció, restándole importancia al gran trato que recibió por parte de los paramilitares de GSS—. Sin embargo, el motivo de mi visita proviene de las órdenes de mi superior.
—Soy todo oídos, mi pequeña dama.
—Hace poco escuché un rumor que se está propagando por el bajo mundo, diciendo que el antiguo jefe ha resucitado y según me contó un pajarito, el grupo que lo atacó tenía indicaciones de simular una explosión oscura y asesinarlo a usted para hacer creer que ese hombre revivió —la dulzura de su jovial voz le supo a veneno mortal al mafioso extranjero, escondiendo con su bufanda como su manzana de Adán se movió con dificultad por su garganta. Si no tenía cuidado con sus palabras, su cabeza podría rodar literalmente.
—¿Una explosión oscura? —quiso comprender mejor las palabras de la Akagawa y ella no halló problemas en explicarse mejor.
—Tal como lo oye. Pretendían hacer toda una puesta en escena para darle veracidad al chisme de las calles. Ridículo, ¿no cree? —era increíble como esa adolescente lograba tener el control de ese interrogatorio e infundir terror como si estuvieran en la sala de torturas. Se notaba en ella la doctrina del antiguo jefe— Sin embargo, me da bastante curiosidad saber por qué se rumorearía sobre algo tan delicado como el revivir de ese tirano, dado que ambos sabemos que los muertos no vuelven a la vida.
Randou tomó una pose pensativa, tomándose su tiempo para contestar a la pelilavanda.
—Quien lo haya iniciado, seguramente lo hizo por dos razones. La primera, es traerse abajo al actual líder de la Port Mafia —lanzó otro libro al fuego y frotó sus manos enguantadas para obtener algo de calor, maldiciendo en su interior el viento que se colaba a la estancia—. Con ese agujero que hizo la explosión, estoy sintiendo más frío.
—¿Y la segunda razón? —dorado y amatista chocaron en un cruce de miradas que a la menor le pareció una eternidad.
—Encontrar al devorador de habilidades —con suerte, Ren pudo disimular no sentir el escalofrío que le recorrió toda la columna vertebral, luego de tal declaración inesperada—. Todos saben que el anterior jefe creía que este ser existía y lo buscó desenfrenadamente.
—También, se sabe que no estaba tan bien de la cabeza cuando emprendió esa búsqueda sin sentido.
—¿Acaso no cree usted en el hombre que la crio? —rio para sus adentros porque usara el verbo "criar" para relacionar a ese hombre con su persona. Le parecía un mal chiste, así como la pregunta en sí.
—Por supuesto que no —declaró sin lugar a dudas.
A continuación, aparecieron en escena el castaño suicida junto al enano pelirrojo, siendo percibidos primero por la pelilavanda que tenía plena visión de la entrada de la biblioteca. Quizá no lo reconocería en voz alta, pero verlos sanos y a salvo liberó una tensión que ignoraba tener en el pecho.
—Bien dicen que hierba mala nunca muere —admitió petizo al ver en una pieza a la pequeña mafiosa, mientras se adentraba con su compañero de equipo en la habitación.
—Estamos hablando de Ren, una flor que puede sobrevivir hasta en el mismo infierno —y como el buen actor que era, supo disfrazar de sorna el alivio que le causó encontrar a la muchachita ilesa y rodando los ojos por su comentario. Luego, retomó el tema que seguramente se estaba tratando antes de su llegada— Lamento la intromisión, Randou. Estoy seguro de que nuestra princesa le debió haber adelantado nuestra razón de estar acá, ¿no es así?
—Por supuesto —admitió el sublíder, lanzando otro libro a la chimenea—. La señorita me comentaba cómo esa organización quiso aparentar que el anterior jefe me asesinó.
—¡Esperen un momento! A ver si entendí —interrumpió el petiso la conversación, empezando a atar cabos—. ¿Los de GSS atacaron a este hombre haciéndose pasar por el Arahabaki para crear un conflicto interno en la Port Mafia?
—Era de esperarse de su líder, de quien se rumorea que tiene fuertes lazos con Guild, en Estados Unidos —agregó la Akagawa, consciente de las consecuencias que traería la gran afrenta que cometió GSS contra la mafia portuaria. Una verdadera lástima, considerando cuánta información había conseguido de Guild a través de esta organización.
—¿Podría hablarnos del Arahabaki que vio en Cone Street, señor Randou? Es lo único que relacionamos con el rumor del retorno del anterior jefe —intervino esta vez el castaño, dispuesto a ser él quien liderara el interrogatorio para darle una falsa seguridad al mayor de hablar.
Entonces, el subjefe de la mafia procedió a contar su versión.
"Sucedió prácticamente en el centro del barrio mortero. La Port Mafia se dirigía a aplacar a unas ovejas armadas y en un abrir y cerrar de ojos una explosión negra se los llevó a todos. La onda de choque vino de repente. Solo pude usar mis poderes para protegerme a mí mismo. Las llamas negras y la tierra desgarrada semejaban al mismo infierno... Y en el centro estaba él. No era el anterior jefe, ni siquiera era humano; sino una bestia de llamas negras. Sus ojos eran como llamas salidas del infierno. El calor lo hacía vibrar todo, pero el mar de Yokohama... Recuerdo que la luna iluminaba el mar tranquilo a lo lejos. Entonces, oí la voz de la bestia. No expresaba ninguna clase de sentimiento. Eso me asustó... "
Su cuerpo anhelante de calor temblaba ante el solo recuerdo de su encuentro con aquel dios. Después de todo, nada volvió a ser igual desde aquel día que pudo sentir el infierno en carne propia. Luego de unos segundos de silencio, se levantó de su sillón y se giró para ver a sus jóvenes invitados.
—Estoy seguro que querían desmentir el rumor sobre el antiguo jefe, pero las artimañas del enemigo solo eran una imitación barata de lo que ese dios puede hacer. Lo lamento —se inclinó hacia la chiquilla de cabello lavanda, a sabiendas que era ella quien tendría que escribir un informe sobre esto al doctor Mori.
Sin embargo, Ren le restó importancia con sus manos, y terminando la grabación de su teléfono oculto, se paró también de su asiento.
—Descuide, señor Randou. Fue una historia bastante fascinante. ¿No lo creen, chicos? —su sonrisa taimada fue compartida por Dazai cuando cruzaron miradas, todo bajo la mirada inquisitiva del pelirrojo.
—Realmente interesante, diría yo —reconoció el vendado, sorprendiendo al mayor—. Gracias por su testimonio, señor Randou. Sin su aporte, Ren y yo no habríamos resuelto este caso.
—Espera, ¿cómo es que llegaste a la verdad junto a la niña? —el pelirrojo lo miraba confuso, mas el de vendas ya se encontraba retirándose del lugar— ¡Oye! No nos dejes atrás —y caminó a regañadientes para darle el alcance al mafioso suicida.
Mientras tanto, Ren se acercó al hombre de ropas invernales, extendiéndole la mano a modo de despedida, a lo que él tardó en responder y al tener contacto con la mano de la menor, por primera vez en tanto tiempo logró sentir esa calidez que buscaba con desesperación, ese calor que le había arrebatado ese dios.
—Le agradezco su tiempo, a pesar de nuestra súbita visita.
—El honor fue mío de tenerla en mi estropeado hogar —apenas habías deshecho su apretón de más, pero le fue inevitable comenzar a extrañar la calidez que por un momento había hallado.
—Tan solo déjeme un consejo que alguna vez recibí del antiguo jefe —contra su voluntad, fue obligado a arrodillarse frente a la adolescente que le dirigía una mirada gélida, mientras sentía como su cuello era presionado y poco a poco era privado del aire. Parecía ella una cruel deidad que estaba a punto de juzgar a un mortal— "Una vez que el perro muerde la mano de quien le da de comer, lo seguirá haciendo hasta que su apetito lo lleve a devorar a su amo".
A continuación, fue liberado de las cuerdas invisible que lo mantuvieron cautivo, procediendo a recuperar desesperadamente el oxígeno perdido y contemplando con terror como la chica se retiraba sin más del lugar.
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