hoy me arrastro y corrijo

Bajo la cama tengo el cadáver de un Gregorio Samsa que maté hace tres días. Las migajas de comida se aglomeran sobre el colchón y no puedo sacudirlas. Llevo puesta la misma ropa desde hace una semana. No puedo moverme ni sobrevivir sin ayuda de una silla que me acerca siempre al celular si la arrastro lo suficiente; me apoyo en el respaldar y la empujo, la empujo y avanzo, desconecto y tomo el teléfono, el teléfono que es el único escape que tengo.

Deseo salir de mi
cerebro. Es el infierno.

La crueldad del mundo que yace afuera no se compara con los pensamientos crueles que se repiten sin parar hasta dejarme lagrimales secos. No, no se compara. No se compara lo que no se ha vivido. Ya he vivido suficiente con esta mente y sé que si la dejo libre... Me consumirá, me tragará por completo.

Y no quiero que pase
porque no puedo moverme
no puedo parar de pensar
y solo me queda arrastrar
la silla hacia adelante
y avanzar
tomar el celular
y perderme en los rastrojos
de dopamina que queda
perderme en el internet
al que soy adicto
porque no quiero oírme
y prefiero ser adicto
a caer de nuevo
en la contemplación perpetua
de la miseria
otra vez
no quiero caer
en el mismo agujero.

Son mis manos quienes me sostienen, agradezco cuando estas no duelen y me dejan escapar de mi peor enemigo (yo mismo). He cumplido mi deseo favorito de ser un hikikomori mantenido y mis dedos siguen siendo el refugio al que me aferro. Deseo salir de mi cráneo, dejar de ser tangible. Deseo ser un concepto porque es difícil mantener sano este cuerpo que me tiene preso.

Es agotador mantener a una persona con vida.

Antes escribía, hoy corrijo.
Antes pasaba tirado en el piso,
hoy me arrastro hasta llegar
donde mis manos deban llegar
para escapar de mi memoria.
Debo callarla, sedarla, dejarla quieta.

No quiero caer en bucles infinitos de fracasos vívidos. No quiero recrear escenarios torcidos donde sigo adherido al colchón y me retuerzo del dolor. No quiero volver deseo de muerte lo que había sido sedado por la distancia. No quiero volver al risco, he conocido la calma.

Hoy salto, me arrastro, respiro.
Antes escribía, hoy corrijo.
Soy quien siempre he querido.
No me dejés regresar, te lo suplico.
Haceme caso, por favor.
Cerrá el pico, no hagás ruido.
Callate. Dejame respirar,
arrastrar mi cuerpo
porque lo que antes escribía
hoy lo corrijo.

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