Hoy solo soy un espejismo de la ira de que antes me consumía, ardía como pluma de ave fénix, muriendo y naciendo una y otra vez. ¡Una y otra vez! Veo tu rostro, veo el mío. Nos miro. Miro nuestras sombras con cuerdas colgadas del cuello cual corbata ingrávida. No sé si la ira ha muerto o si el odio sigue latiendo. Soy yo quien sufre la consecuencia de no haber afrontado el suicidio.

Soy el espejismo del odio que antes me hacía latir. ¿Ahora cómo vivo? Decime, ¿cómo vivo? Sin vos susurrando cosas que ya no puedo pronunciar. Si vos corriendo a lo largo de mis manos hasta acabar manchando las páginas en blanco. ¿Ahora cómo vivo sin vos si vos sos el motivo por el cual vivo?

No me entregaré al amor. No voy a reparar mis cicatrices. Dejalas que sigan sangrando. ¡Dejémoslas ahí! Y no las toqués, que nadie las toque. Ya sanarán, sanarán solas así como el aire en el cual habitan mis lágrimas evaporadas.

Hoy soy esclavo del frío y tiemblo aunque mi cuerpo se bañe en sudor asqueroso.

Hoy soy las cenizas del fénix que no ha renacido.

Hoy soy la cruz que dejé colgada en la puerta de mi cuarto para semana santa y me tardé en quitar.

Hoy no sé quién soy porque soy diferente a quien antes fui y siento que me traiciono a mí a cada paso ficticio en esta encrucijada mental carente de voluntad. Solo escucho el "¡seguí, seguí! Que vas tarde ya y está larga esta fila". Nunca pregunto cuál fila, sigo teniendo esperanzas en la existencia del infierno, en la posibilidad de tener otra vida después de esta en la que pueda descansar hasta contar cada uno de mis latidos.

Ahí, solo ahí, cuando la paz en mi cuerpo cree una nueva voluntad, solo ahí podré seguir sin tenerme que arrastrar. Pero hoy no es el día, hoy no es ese día.

Hoy existo porque respiro.
Hoy existo aunque no me percibo.
Debo hallarme de nuevo,
debo ser el camino.