5. Sueños de niño. (+18)

Natasha.

Me desperté de golpe, agitada y completamente sudada. Mi pecho parece que estallará en cualquier momento.

Observé a mi esposa quien descansaba a mi lado, no quise encender la lámpara pequeña del costado, no quiero despertarla. Joder. ¿Qué cojones pasa? No he tenido pesadillas hace mucho.

El orfanato vacío, las paredes manchadas de sangre, los gritos de algunos niños. Odio aquella sensación, odiaba sentirme así estando allí, odio sentir que me pesa todo cuando se trata de recordar esos años tortuosos.

No quiero vender la típica historia de la pobre huerfanita maltratada, yo era astuta, conseguía buenos tratos a cambio de beneficios, mi hermana, Clint y yo estuvimos protegidos de todo, siempre y cuando en aquellas reuniones de los directivos yo preparara el alcohol.

Aún recuerdo que presencie actos... Que afectaron mi moral, y sobretodo mis ganas de seguir haciendo eso, sé que hacían cosas malas, y tenía que hacer oídos sordos con tal de proteger a los míos, eso aún me provoca pesadillas. Wanda lo sabe, cuando nos casamos, un mes antes hablamos de todo lo que nos atormentaba... Ella me amó así, y dice que no es mi culpa, yo era una niña que intentaba sobrevivir, no podría hacer mucho en un mundo tan corrupto y jodido.

—Joder.—Susurré sintiendo el sudor en todo mi cuerpo. Me levanté dejando mi camiseta en el suelo.

Me gusta andar sólo en boxers por casa, o en cualquier tipo de ropa interior si puedo quitarme el sujetador.

Caminé hasta el baño y me quité todo antes de meterme a la ducha. Despeiné mi cabello dejando el agua escurrir por el. Joder, estúpidas pesadillas, es que ni al caso que regresen, últimamente he tenido demasiadas, y no quiero decirlo, pero he estado bebiendo más que de costumbre, solamente con la intención de espantarlas, mientras más ebria me acuesto, menos coherentemente sueño, es decir, prefiero soñar que un payaso me persigue antes que rememorar las cosas que vi y oí.

El agua caliente relajaba mis músculos lo suficiente como para ya no pensar tanto en ello.

—Estoy jodida.—Murmuré. Sentí unas manos pasar por mi pecho y unos labios pegarse a mi espalda.

—Aún no... Acabo de llegar.—Susurró Wanda tras de mí, sonreí.

Sus manos acariciaron mi abdomen antes de bajar hasta mi sexo.

(+18 contenido adulto)

Dejé ir un suspiro. La intención de Wanda era provocarme lo suficiente para que yo le diera lo que necesitaba.

—Wanda...—Gemí de forma ronca al sentir su palma hacer presión contra mi ya húmedo centro.

Mi cabeza cayó sobre su hombro mientras ella besaba mi cuello y hundía uno de sus dedos a mi sexo. Separé las piernas, sus manos amasaron mis muslos y no pude evitar sentir que la necesitaba completamente.

—¿Te gusta?—Preguntó en un susurro ronco. Asentí, me giré para tomar sus muslos. La recargué contra la pared mientras unía nuestros labios en silencio. Ella enrolló sus piernas en mi cintura. Sus manos vagaron por mi espalda y subieron a mi cabello húmedo. —Te amo.—Gimió al sentirme pegar mi pelvis a su sexo desnudo. —Hazme tuya.

—Ya eres mía.—Gruñí contra sus labios. Ella sonrió mientras yo bajaba a besar su cuello.

—Toda tuya... Sólo tuya.

Me moría por algo más, por estar entre sus muslos en la cama, acompañarla y hacerla mía, pero de pronto casi de golpe un sentimiento de tristeza me inundó el cuerpo.

Me detuve. El agua caía por mi espalda, Wanda lo notó tomando mi rostro con delicadeza para que la observe.

—¿Pesadillas otra vez?—Preguntó y asentí. —Podemos ver una película.

Asentí nuevamente y la vi mirarme con preocupación. Llevaba años sin experimentar sueños malos tan cercanos uno con otro, por lo general tomaba ansioliticos y pastillas para dormir, pero las dejé con la terapia cuando me dieron de alta, y eso hace bastante, no entiendo la razón por la que resuena tanto en mí nuevamente todo ese sufrimiento.

—Vamos a la habitación. —Murmuró. Salió de la ducha envolviéndose en una toalla.

—Te alcanzaré.—Susurré mientras apagaba el agua.

Respiré un poco. No entiendo por que debo castigarme tanto por cosas que yo no hice, simplemente debo dejar de dañarme.

Salí de la ducha, dejé el agua escurrir de mi cuerpo, me sequé lo necesario y luego de aquello fui a la habitación, Wanda estaba en la cama, ella me conoce.

—La toalla.—Dije yo y ella la soltó recostándose más atrás, separé sus muslos y sin aviso me puse entre ellos, observé con un hambre voraz su entrepierna.— Te amo...

—¿Es a mí o a mi vulva?—Preguntó Wanda nerviosa ante mi cercanía. Creo que intentó bromear, no entendí la intención debido al temblor de su voz.

—Adivina.—Susurré antes de hundir mi lengua en su entrada disfrutando de ella y de su sabor.

Me perdí entre sus manos tirando de mi cabello mientras mi lengua y mis labios batallaban entre sus muslos y su húmedo sexo, Wanda gemía mi nombre buscando su orgasmo como una desquiciada, y eso realmente sexy, si me lo preguntan.

Cuando mi esposa alcanzó su orgasmo, me dejé caer entre su abdomen y su entrepierna, agotada.

—Te amo.—Murmuró ella.—Y mucho.

—Te amo más.

Dicho ésto subí recostándome a su lado.

—Como siempre, un gran orgasmo, amor.—Murmuró ella.—Dios, fue increíble. Es bastante tarde.—Se giró hasta quedar frente a mí. —¿Puedo darte sexo oral?—Preguntó y negué.

—Recuerda que me he lastimado trabajando. Estoy bien.

Acaricié suavemente su mejilla mientras observaba los rasgos de su rostro delicado.

—¿Qué pasó en tus sueños?

—Los mismos gritos de siempre, ya te sabes esa parte.

—¿Qué cambió? No te ducharías si no hubieses sudado, y si sudaste, algo cambió.

—Fue una sensación diferente. No fue respecto a un cambio, era sobre los niños que veía pasar... Esos niños que no ayudé...—Tragué saliva de forma amarga. Mi esposa suspiró.

—No fue tu culpa, no podías hacer más, cariño. Además... Eras una niña, no sigas culpándote.

—No lo hago, es sólo que... —Me senté en su cama.—He visto rostros diferentes.

—Sabía que algo había cambiado.—Dijo ella cubriéndose con la sábana de nuestra cama. Se sentó.

—Vi el rostro de aquellos niños, si Kate y Yelena no los adoptan... Siento que... Necesito lograr que los adopten temporalmente.  Siento que ese es el propósito de mi sueño y que necesito lograr mi cometido.—Dije rápidamente. Probablemente Wanda crea que estoy comenzando con indicios de paranoia o quizá incluso de demencia senil, pero juro que aún soy joven. Mi espalda dice lo contrario, pero prometo que lo soy.

—Okay, cálmate, Bob.—Murmuró ella. Tomó su laptop y buscó un archivo, lo dejó frente a mí y sonreí de forma leve.

Maxinne, Jack y Jean Holland. Su vida no fue muy diferente a la de Clint o los demás niños que no pude cuidar en su momento.

—Necesitan ayuda.

—¿Y si Yelena no está de acuerdo?—Preguntó Wanda.—Son tres niños y... Tengo hasta cinco días máximo antes de que su tío tenga que deshacerse de ellos para realizar su boda y todo eso.—Murmuró—No tenemos muchos días para convencerlas, ¿qué pasa si no logras que ambas digan que sí?

—Entonces que vivan aquí.—Dije desesperada. Wanda se quedó observándome en silencio.—Wanda, es sólo temporal mientras otra familia los adopta, ellos no tienen a nadie y...

—Y sientes que son como Clint, Yelena y tú de pequeños.—Dijo mi esposa. Asentí lentamente. —La mayor tiene quince años.

—Tony adoptará una niña de quince.—Murmuré yo.

—Jack tiene diez y es algo tímido, no habla mucho y la pequeña tiene sólo cinco años, ¿estás dispuesta a...?

—Sí, Wanda. Lo estoy.—Dije rápidamente y convencida de que lograré que Yelena diga que sí.—Pero conozco a mi hermana, ella estará feliz de tener a tres niños, confía en mí. Eran sus sueños de niña.

Wanda asintió algo dudosa.

—Bien, está bien. Te dejaré hacer el trabajo.

Sonreí. Bien, sólo queda lo más fácil, que Yelena ya diga que aceptó. Será pan comido, Yelena siempre hace lo que Kate ordena, no creo que rechace la maravillosa idea de adoptar niños huérfanos, siempre quiso hacer aquello, lo repetía mucho, y ahora que va a casarse, definitivamente es momento de que su sueño se convierta en una realidad, y nadie mejor que yo para ayudarla a cumplirlo. Otro problema solucionado por Natasha Romanoff.

[•••]

—No, Natasha. Le dije a Kate que es una locura.—Contestó Yelena.

La miré molesta.

—¡¿Acaso nadie quiere pensar en los niños?!—Pregunté y ella giró los ojos.—¡Siempre quisiste adoptar niños huérfanos!

—¡Tenía quince años cuando dije eso por última vez!

Tiene un punto, pero... ¡Entre treinta y quince años es parecido!

—¡Yelena, son tres niños hermosos y tienen todas sus vacunas! —Dije rápidamente.

Creo. Creo que las tienen, debo preguntarle a Wanda como funciona eso de ponerle las vacunas a los niños que vende en su trabajo, quizá van por meses y a éstos aún no les ha tocado recibir sus dosis, como pasó con el covid.

—¡No son perros, Natasha! ¿Cuál es el punto?

—¡Que los adoptes temporalmente al menos! Tendrán dos madres y dos tías grandiosas.

—Nat, ¿qué es todo ésto de la adopción? ¿Quieres hijos y no sabes como afrontarlo? ¿La crisis de los cuarenta o que cojones haces molestando en mi oficina a las diez de la mañana?

La miré ofendida.

—Tengo treinta y cinco, nada más.

—Casi cuarenta y sin niños. ¿Es eso?

Abrí mi boca y la cerré repetidas veces, no sabía que decir, pero... ¡Claro que no es eso! ¡No tengo una crisis de la mediana edad o algo así!

O tal vez... ¡No, no lo es!

—Estoy siendo una buena persona, Yelena.

—Estás pareciendo una demente. ¿Por qué no decirle a Wanda que te de un bebé?—Preguntó nuevamente.

—Porque no quiero un bebé, quiero que adoptes a éstos niños. No te cuesta.

—¿Vas a mantenerlos tú?—Preguntó insistente.—¿Vas a correr tú por ellos? Porque yo no quiero, no son perros, Natasha. No puedes ofrecerlos como si fuesen la nueva camada de Piolín y necesitas que una familia los quiera, porque ambas sabemos que no eres capaz de cuidar de un niño.

—No es así, es sólo que no me apetece tenerlos, Yelena, pero necesito buscarles un hogar.

—Simplemente bebiste, llegaste a casa, soñaste cosas que no quieres decirme y decidiste hacer de Robin Hood de tres niños que no conoces de ningún lado, es que suena a locura y a crisis, Natasha.

—Son sólo tres niños indefensos, Yelena. Como fuimos nosotros.

—Son sólo nombres y serán sólo números, no es tan malo como Clint y tu lo pintan.—Dijo mi hermana antes de que yo guardara silencio mordiéndome la lengua.

Ella nunca tuvo que vivir todo lo que allí sucedía, porque yo trabajaba para poder mantenerla segura y alejada de esas experiencias de mierda y gente enferma.

—Okay, olvídalo. He perdido el norte tal vez...—Murmuré.

—Lo siento, Nat, pero sinceramente no me apetece entrar a éste juego de nunca ganar.

Medité sus palabras. Juego, los niños no son un juego, éstos sistemas creen que lo son, pero no es verdad, no son un jodido juego, son niños con infancias que merecen respeto. Merecen amor, merecen ser criados en una familia que pueda amarlos y yo no tuve eso, y si puedo ayudar a que tres niños tengan de forma temporal un hogar en el que pasar las fiestas, lo haré.

—Y a mi no me apetece quedarme sin hacer nada.—Dije antes de golpear el portalapices de Yelena, cayó al suelo.

—¡Muy madura, Natasha!

Salí corriendo de su oficina mientras ella me perseguía bastante molesta. Hermanos... ¿Qué haríamos sin ellos?

–¡Vuelve aquí!

—¡Oblígame!—Grité subiendo rápido a mi camioneta antes de que ella llegue y me arrastre por toda la nueva pavimentación de ésta calle.

Han hecho un espléndido trabajo, me gusta lo liso y parejo que ha quedado. Oh, es verdad.

Debo huir, llamar a Wanda y aceptar la derrota.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top