29. Cumpleaños... Feliz.

Wanda.

—¡Cumpleaños feliz!—Canturreó mi esposa mientras todos nos reuníamos en torno a Max quien portaba un lindo traje que Natasha la ayudó a elegir hace días.

El pastel era enorme, ni siquiera la pequeña imaginaba el tamaño del que papá se encargaría. Mi padre estaba fascinado con la idea de darle un cumpleaños único a Max, y hasta el momento la fiesta ha sido de las cosas más asombrosas que he visto en mi vida. Realmente lindo.

Hank caminó hasta quedar delante con una cámara que le ha entregado mi padre, yo no pude ofrecerme para tomar aquellas fotografías, tengo mucha suerte de saber manejar la laptop y el móvil.

Todos cantábamos viendo a la pequeña emocionarse hasta las lágrimas, mi esposa se acercó para abrazarla con cariño mientras besaba su cabello. Sus hermanos se acercaban emocionado por el pastel, todos sus amigos de la escuela además de mi familia estábamos aquí, sin contar a Peter y su esposo.

—¡Pide un deseo!—Dijo Jack señalando las velas encendidas.

—Ya tengo todo.—Dijo Max mientras estiraba su mano para tomar la mía. Natasha y yo le dimos un abrazo cargado de dolor para ambas, ninguna quiere dejarla ir, es obvio.

—Te amamos.—Susurró mi esposa y noté que estaba llorando. La pelirroja más pequeña escondió su rostro en el pecho de Natasha mientras yo las abrazaba a ambas.

Hank nos fotografió abrazadas y luego con los más pequeños de la manada. Mi esposa parecía no querer soltar a Max, a sabiendas de que quizá no lograría abrazarla tanto como le habría gustado si hubiese notado antes que quería conservarlos.

Hemos decidido no tocar el tema aún, se los diremos luego de la fiesta, mañana en el desayuno, pero no ahora, no cuando es el día de nuestra pequeña. No corresponde.

—Felicidades, preciosa.—Dijo mi padre acercándose a abrazarla con mucho amor. Mi otro padre también se acercó y le brindó un abrazo amoroso.

Pietro y Lorna comenzaron a bromear con ella mientras de fondo el volumen de la música sólo subía. Papá incluso contrató un dj, no le interesa lo que digan los vecinos, eso ha quedado claro.

—¿Todo bien?—Preguntó Natasha y dejé ir un suspiro.

—Todo bien, creo que... Mientras más rápido pasan las horas, más los extraño, y aún no se han ido...—Susurré antes de pegarme a ella para recibir un abrazo. Natasha besó mi cabello en silencio.

—Estaremos bien, sólo quiero que sepas perdonarme ésto...—Murmuró y yo asentí en silencio.

—No es tu culpa, cariño, estaremos bien...—Susurré dándole apoyo moral, incluso si sabía que probablemente no estaremos nada de bien sin ellos. Ayer hemos compartido la cama durante la noche, simplemente vimos películas y les dijimos de dormir con nosotras. No queríamos que al despertar no fuesen reales.

Hijos no reales... Suena como una pesadilla que no quiero atravesar, ya hemos tenido demasiado con todo, sólo... Queríamos disfrutar de dormir junto a ellos y cuidar de sus sueños. Ha sido muy lindo, realmente.

Max levantó una copa y vi a papá golpearla con un pequeño tenedor. Todos alzamos la mirada.

—Me gustaría decir unas palabras.—Habló con una sonrisa adorable.—Para agradecer a todos por estar aquí, a mis amigos, a mis hermanos... A los abuelos por dejarnos hacerlo aquí, ya que nuestro patio no es tan grande.—Dijo ella y nosotras reímos.—Y sobretodo a mis madres...—Natasha sonrió y pude ver sus ojos cristalizarse. —A ellas, que no se rindieron cuando llegué con mi ficha falsificada, aunque mi cumpleaños estaba a dos semanas, ellas organizaron una fiesta, la cual luego cancelaron al notar que no era para nada mi cumpleaños y que faltaban muchos meses, a ellas que ahora, incluso luego de lo mal que nos llevamos al inicio, me amaron, me cuidan y cuidan de mis hermanos, ustedes me hicieron encontrar una familia que jamás creí podría tener... Una familia de verdad.—Susurró y su voz amenazó con quebrarse, pero respiró profundamente antes de seguir. ¿Ya he dicho lo parecida que es a mi esposa? Es casi tétrico todo lo que se parecen la una a la otra, como si en serio fuese suya, como si fuese únicamente nuestra, nuestra hija.—Me apoyaron incluso cuando no lo merecía, estuvieron allí para mí cuando creí que no tendría a nadie, Wanda... Natasha...—Nos observó con los ojos cristalizados, los nuestros la acompañaron en lágrimas sueltas.—Gracias por siempre ser las madres más asombrosas que pudiese pedir, no necesito desear nada, porque con ustedes ya tengo todo lo que necesito y creo que mucho más, porque puedo permitirme ser la niña que me faltó ser antes, puedo permitirme llorar y caer, porque ustedes estarán allí para levantarme, son las mejores madres del mundo, y estoy eternamente agradecida de Natasha por decidir llevarnos a su casa. De mi mamá Wanda, por no rendirse, y de mi mamá Natasha, por entenderme...—Acabó su discurso.

Mi esposa y yo corrimos hasta ella desesperadas por abrazarla y no soltarla nunca más. No queríamos soltarla, no queríamos dejarlos ir, no queríamos que toda nuestra felicidad se fuese, los necesitamos, queremos que se queden con nosotras, porque sin ellos estabamos completas, sí, estabamos muy bien, sí, pero a su lado estamos mejor, y ambas sin decirlo lo gritamos, nuestros corazones lo gritan a los cuatro vientos como si nada más importara, sólo ellos, nuestros hijos y nosotras, sus madres.

—Te amamos tanto. Los amamos tanto.—Dije mientras secaba mis lágrimas y mi esposa y yo tomábamos a los pequeños en brazos. Ellos querían estar cerca hoy, quizá es como si intuyeran que algo anda mal. Algo realmente se siente diferente.

Un aroma a despedida.

Papá lo notó en mi mirada al entrar, él me dio un abrazo y me dijo "hicieron lo que podían", pero siento que no fue suficiente, me resigné a abrazarlo mientras mi cabeza no deja de torturarme con ideas y voces que me piden que no los deje ir jamás, que ellos nacieron para amarnos, y nosotras a ellos.

[•••]

Natasha.

—Ve, princesa.—Dije atando los cordones de los zapatos de Jean. —Jack, no demasiado pastel, te llenarás de gases.—Dije señalando a mi pequeño quien hizo puchero.—Amor nadie más que yo ama mimarte, pero no puedo dejar que comar más pastel que lo que tienes en tu plato, te hará daño, ¿bien?—Pregunté y él asintió mientras lamía su cuchara. La crema de decoración hará que tenga gases, Wanda va a molestarse cuando lo vea y me regañará, pero no pude negarme a darle un poco de pastel a mi pequeño minion del medio. Mi pequeño Stuart.

—Hola, Bob.—Dijo mi esposa sentándose sobre mi regazo. —¿Nuestros minions?—Preguntó y sonreí.

—¿Bebiste algo?—Pregunté y ella asintió lentamente. —¿Qué bebiste?

—Ponche, es sabor uvas. Me gusta, es dulce, no tiene alcohol.

—Lo noté, tus labios estan morados. ¿Qué tal está el ambiente cerca de la pista de baile?—Pregunté refiriéndome a Max y Hank. Ella sonrió. No es que no me agrade Hank, pero definitivamente no me agrada ver a Maxinne convertirse en una niña que tiene novio, no quiero eso, no quiero que tenga novio, porque me aterra que la lastimen, incluso si sé que Hank es del tipo bueno.

—Hank le pidió que sea su novia, pero ella se negó, dijo que una cita no es mucho tiempo, y que deben conocerse. Ella es astuta, Nat.

Asentí. Tiene razón. Max es madura, es rápida y no se deja pisotear ni siquiera aunque le interese tanto aquél muchacho idiota, no es verdad, no es idiota. Me agrada Hank, es inteligente, se esfuerza por lo que quiere y ayuda a su madre con la economía de su hogar, inclusive si no le corresponde y su madre insiste en que no lo haga. Es buen muchacho, tiene buen corazón, pero eso no impide que no sienta que quiero patearlo cada vez que está cerca de mi pequeña.

Max es mi pequeña, eso ella lo sabe, sabe que es mi pequeña, sabe que no puedo permitirme no ser celosa cuando se trata de que ella crezca, no me gusta aquella sensación. ¿Max y crecer? No van en la misma oración.

—Max es muy astuta, no puedo creer que tenga sólo quince años, es... Como si, no lo sé... Ella simplemente me sorprende cada vez más y me gustaría que se mantenga como cuando ha llegado a casa, no de otra forma.—Dije sincera. Mi esposa sonrió acariciando mi rostro en silencio.—¿No crees que estoy exagerando, no?—Pregunté y ella lo meditó un poco.

—Ella tiene derecho a crecer, a tener un novio y a que le gusten los muchachos o muchachas.—Susurró mi esposa.—Incluso cuando no esté con nosotras, no tenemos que preocuparnos, ella sabrá que hacer. Ya sabemos como se maneja, ella siempre sabe que hacer. Es como tú, jamás permitirá que su rumbo se tuerza, jamás permitiría que algo no salga como ella lo ha planeado, ¿no crees eso, cielo? Ella simplemente es... Tu hija.

No pude evitar sonreír ante aquella comparación.

—Desearía que Max fuese mi hija.

Me quedé en silencio. ¿Quién dice que no puede serlo? Es decir, ¿quién verdaderamente dice que Maxinne y los pequeños no pueden ser nuestros? Debe haber una cláusula que nos permita quedarnos con ellos, cuidamos de ellos por muchísmo, están acostumbradas, —sí, digo acostumbradas, ya que Jack siempee repite que al ser más mujeres que hombres en casa, Piolín y él, se unen a nosotras—al hogar que creamos y creo que es necesario que mantengamos aquellos lazos importantes en la vida de los pequeños. No lo sé, yo construyó casas, no niños, no sé como funciona ésto de venderlos y comprarlos, tal vez Wanda sepa, quizá podría decírselo mañana y todo eso.

Sonreí.

La fiesta siguió su curso mientras la gente comenzaba a irse, cuando hemos quedado únicamente la gente de la familia, pensé en planteárselo a Wanda, la veía charlar con su padre mientras esperaba, sin embargo vi a Yelena acercarse por la puerta, maldije internamente a aquella rubia tonta por intentar ayudar cada jodido momento lindo de mi vida mientras que yo no hice más que cuidarla. Joder, ¿ahora qué quiere?

—Romanoff.—Dijo con la voz notoriamente cargada de odio. Tragué saliva. —¿No fui invitada pero Kate sí?—Preguntó y yo dejé ir un suspiro.—¿Por qué ella sí?

—Porque ella no ocasiona problemas a donde va, Yelena. Ésto es importante para mi hija, no quería que alguien viniera a echarlo a perder, y sinceramente es lo único que hacer tú últimamente.

Ella comenzó a reír lentamente hasta transformarse en una risa estruendosa que probablemente tenía  odio dentro de ella, y un sólo propósito, llamar la atención de quienes se encontraban allí. No quiero que los niños la vean en éste estado.

—Yelena. No le veo la gracia.

—Yo sí.—Dijo molesta.—¡Yo sí, por eso me río!—Gritó.—¿Sabes qué me causa gracia? Que tú... Eres una cínica, luego de que fuese al trabajo de tu esposa a preguntar por ella, ya que quería información de nuestra jodida familia, me enteré de que está de vacaciones y de que aparentemente tú y ella planean abandonar a los niños, ¿no?—Preguntó.—¡No sirves de hermana y tampoco de madre!

—Yelena, cállate.

—Armas todo un paripé para ella y ni siquiera tienes la cara para decirle que ya conseguiste padres para deshacerte de ella y de sus bastardos hermanos. Huérfanos, nadie los quier...—No la dejé acabar. No podía.

Mi puño la golpeó directamente en la mandíbula. Ella cayó al suelo y me lancé sobre ella golpeando una vez tras otra en su rostro. Mis manos dolían, pero cuando vi la mirada de los pequeños, entristecida, asustada, sollozante... Supe que no lloraban por verme como una idiota golpeando a mi hermana, supe que lloraban porque ellos pensaban muy profundamente dentro de ellos, que Wanda y yo jamás los amamos y que estábamos felices de que se fuesen.

—Si tan sólo me dejaran explicar...—Dije yo y Max salió corriendo.

Miré a Yelena con desprecio. Ella se levantó con la sangre escurriéndole el rostro.

—Te odio, Yelena.—Dije molesta.—¡Te odio!

Ella me observó en silencio y salió casi huyendo del lugar.

Estoy cansada de que nada salga como quiero.

Tan cansada...

Nota de autor:

¡Hey! Buen día, ratitas.

Codi.

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