19. Max... ¿Maxy?
Wanda.
Luego de darme un baño, recibir un masaje, ayuda a Jean con sus tareas y ver a Natasha explicarle matemáticas a Max, fui hasta la cocina para poder preparar la cena en tranquilidad. Jean estaba haciendo una siesta luego del baño que Natasha le dio, Jack y ella se estaban peinando en el baño.
Tomé los ingredientes para la pizza, de la masa se había encargado Natasha, ya que yo odio preparar aquello, nunca me resulta tal y como espero, prefiero la cocina en general, sin pastas, Natasha ama las pastas y es increíble en ello y las masas.
Sentí unos pasos, no me giré.
—¿Ya se ha dormido Jack? Tendremos que despertarlos media hora antes de cenar o no estarán animados para la pizza.
—Hola.—Oí una voz tras de mí. Me giré y me encontré con los ojos castaño verdoso de Max.—¿Puedo hablar contigo?
—Claro.—Murmuré no queriendo arruinarlo más. —Siéntate, por favor.—Murmuré. Ella me dedicó una sonrisa de costado antes de acercarse hasta uno de los banquitos junto a la encimera. —¿Quieres algo? ¿Necesitas dinero o que lave algo de tus cosas?
—No, no es eso.
—Oh...—Dije mientras condimentaba lo que ya llevaba en la pizza.—Okay.
—Me gustaría hablar sobre algo más, tiene que ver contigo y también con la forma en la que me comporto, bueno, como me he comportado.
No contesté nada. Seguí en lo mío esperando a que siguiera hablando, temo que si llego a interrumpirla, debido a su actitud prepotente, se altere y decida marcharse sin antes darme a conocer lo que sea que quiere decirme, incluso si va a insultarme me sirve para olvidar aquella estúpida ilusión que tengo sobre la maternidad y sobre llevarnos bien. Prometí dejar de pensar en querer un hijo, lo juré y no lo consigo.
—Puedo irme si la estoy molestando.
Negué.
—No quiero interrumpirte, por eso no contesto, para que ventas hasta aquí a hablarme a mí, ha de ser importante, si te interrumpo, demostraría que no me interesa en lo absoluto, cuando realmente si lo hace.
Ella asintió, la vi clavar su mirada en la cena.
—¿Cenaremos pizza?
—Así es, ¿te gusta?—Pregunté y ella asintió emocionada.—Pues que bien, debo preparar otra.
—Podría ayudarte si me lo permites.
—¿No venías a hablarme sobre algo?—Pregunté enarcando una ceja.
—¿Quieres ayuda o no?
—Adelante. Toda tuya.—Señalé la pizza a mi lado. Ella la tomó en sus manos y comenzó a prepararla con más queso y carne de la que yo había puesto.—Vaya, no escatimas.
—Ya lo preparaste. Debemos comernos eso. No hay que desperdiciar y jamás le digo que no a una pizza con...
—Extra de queso y extra de carne. Tienes buen gusto.—Murmuré.—Es mi favorita, Natasha tristemente prefiere la pizza con piña.
—¡No, eso no puede ser verdad!—Dijo ella espantada.—No podía ser perfecta.
—¡Es lo que he dicho! No permito que coma aquella atrocidad en casa, lo tiene prohibido, fuera que se lleve la porquería que desee a la boca. En mi hogar no.
—Bien hecho, señora M.—Dijo ella—Demuestre quien manda.
Sonreí.
—¿Te gusta algo además de la pizza?
—Las caricaturas, también me gusta el dibujo, aunque no creo ser demasiado buena, supongo que todos nacen con talento, menos quienes somos deshechados.—Se encogió de hombros.
—Seguramente eres muy buena, y sino... Para eso existen los cursos, ¿no te gustaría tomar uno?
—Son demasiado costosos.—Murmuró.—No dan becas y dudo conseguir una en éstos momentos.
—No importa. Te pagaré uno, además... Te serviría para... Hacer algo que disfrutes y no preocuparte tanto por tus hermanos, tú misma haz dicho antes que sabes que aquí están bien.
Ella pareció meditarlo.
—No quiero molestar.—Dijo finalmente.—Es su dinero.
—Exacto. Yo decido cuando y con quien gastarlo. Sorpresa, te he elegido a ti. Buscaremos algunos mañana.
Ella se quedó en silencio y levantó la mirada dedicándome una sonrisa leve. Eso era suficientemente para mí, si Max me sonríe siento que al menos algo he hecho bien con ella.
—Bien, voy a meter ésto al horno y luego la tuya. Ve a darte un baño, por favor, luego de comer pizza no podrás hacerlo.—Murmuré. Ella asintió y sin rechistar se dio media vuelta.
¿No venía a decirme algo?
[•••]
Natasha.
—Entonces Ikaris fue padre de la pequeña y ahora no sabe si seguirá o no trabajando sólo conmigo, dice que necesita más dinero, ya que Sersi ha perdido su trabajo por el permiso para embarazadas.
—¿Por qué no presenta una demanda? Es doctora, debería tener un permiso, cualquier embarazada debería. Es más un derecho que un permiso. —Dijo mi esposa. Me encogí de hombros. —Es una locura la forma en que manipulan todo. No se merece ese abuso de poder. Necesita el trabajo y todo ésto es injusto viendo la forma en que ambos viven.
—Ya, pero sabes que es difícil que no se comentan injusticias laborales con las mujeres, por eso prefiero trabajar por mi cuenta.—Dije yo. Observé a Max.—Jamás permitas que alguien te diga que hacer. Trabaja de forma independiente. Los jefes de alguna u otra forma terminan sintiéndose dueños de sus empleados, es terrible. A Wanda la han enviado a hacer horas extra sin aumento de sueldo, además de que siempre trabaja en casa. Jamás se detiene.
—¿En qué trabajan ambas?—Preguntó Max mientras Jack y Jean veían su pizza delante de ellos y charlaban sobre el queso. Incluso tarareaban una canción sobre eso.
—Yo soy constructora, creo, a la vez diseño planos en casas y de estructuras, remodelaciones, todo eso de forma independiente.
—¿Arquitecta?—Preguntó Max y yo negué.
—No, no soy tan increíble.
—Cariño, por supuesto que eres increíble. —Wanda palmeó mi espalda suavemente. —¿Haz visto sis planos?—Preguntó a Max y ella negó.—Debe enseñartelos. Es asombrosa en lo que hace. Definitivamente hace magia, sólo no sabe apreciar lo talentosa que es y cree que no es tan buena como los arquitectos. Yo insisto en que es una buena trabajadora y por eso le va tan bien.
—Neh, cobro barato.—Dije avergonzada. Max me observó enarcando una ceja.
—¿También te gusta dibujar?—Preguntó y asentí.—A mi también. Se lo he comentado a la señora M.
—Oh, grandioso. Podríamos dibujar alguna vez, algo, ya sabes, una dona.
Max sonrió girando los ojos.
—Quiero donas.—Hizo puchero.
—Voy a comprarte unas cajas, cielo.
Me levanté y Wanda sonrió. Me acerqué a besar su cabello, tomé mi abrigo y pude oírla aconsejar a Max.
—Así hay que tenerlas.—Dijo ella. No pude evitar sonreír. Así me tiene.
[•••]
Wanda.
—Bien, bebé. Descansa...—Murmuré y Jean negó haciendo un puchero.—Bebé, sabes que no puedo dormir contigo, eres grande.
—Bebé y mamá, dormir.—Sollozó rascando su ojito con su puño. Negué besando su cabello.—¡Bebé y mamá! ¡Corazón mamá!
Suspiré. La tomé en brazos y ella pegó su rostro a mi pecho escuchando los latidos de mi corazón. Una sonrisa apareció en su rostro. Sé que me manipula, pero... ¿Alguien podría decirle que no a Jean? Esos ojitos dulces y un puchero de aquellos son imposibles de ignorar, además de que los llantos de bebé no son agradables.
Caminé por la habitación en silencio unos minutos mientras Jack colgaba un pie fuera de su cama. Sonreí. Él me ha pedido un cuento y luego ha dormido como si nada, es fácil de complacer y eso es muy agradable, aunque tengo claro que Jean sabe como jugar con mis emociones, pero insisto en no poder negarme. ¡No sé hacer ésto! Yo no tuve mamá, ninguno de mis padres fue severo, jamás tuve que manipularnos ni los vi ponerme mano dura, en mi defensa, hice lo mejor que pude en cuanto vi a Jean hacer un puchero. Huir y hacer lo que ella pidiera.
—¿Señora M?—Oí a Max y me giré hacía la entrada de la habitación. —Luego de acabar con Jean, ¿vendría a mi habitación? Quiero hablar con usted otra vez.
—Claro, Maxy. Iré.
Me giré espantada esperando una palabrota o algún comentario desagradable corrigiéndome, sin embargo eso no llegó.
—Genial. La espero.
Volví mi mirada hacía la entrada, pero ella ya se había ido. Dejé ir un suspiro y Jean también, bajé la mirada para encontrarme con la castaña completamente dormida entre mis brazos. Eso fue rápido, su obsesión con los latidos de mi corazón me beneficia bastante.
La recosté en su cama, bese su cabello, la cubrí, fui a verificar a Jack, lo cubrí mejor, besé su mejilla y salí de la habitación encendiendo el monitor que llegaba a mi habitación.
Es por preocupación. Además los pequeños suelen tener pesadillas o algo, entonces Nat y yo bajamos a ayudarlos y todo eso. Sobretodo ella, ya que Jack es quien más pesadillas tiene y no es una sorpresa que sea ella quien más apego generó con el pequeño y amoroso Jack Holland. Él adora a Natasha, no sé como explicarlo, simplemente conectaron y no puedo imaginarlo sin correr a abrazarla cada que ella llega del trabajo.
Llegué al cuarto de Max y toqué la puerta.
—Puede pasar, señora M.
Abrí la puerta y entré. Su habitación está realmente ordenada en comparación a otros días. ¿Acaso ésto es una broma? No entiendo como fue que logró dejar todo tan limpio, ya casi no se podía transitar aquí debido a todo lo que había en el suelo. Conida, ropa, y diferentes papeles que deducía eran de la escuela.
—Limpiaste. Te quedó muy bien, me gustan los posters que pegaste.—Murmuré recordando a las bandas que mi esposa oía. Reconozco dos o tres.—Natasha y tú tienen un gusto musical muy similar.
—Lo sabemos.—Dijo y la observé extrañada. —Lo notamos hoy temprano.
Asentí lentamente.
—¿Y bien? ¿Qué necesitas?—Pregunté.—¿Quieres charlar un poco?
—Exacto. Quiero charlar sobre las pastillas y todo eso.—Murmuró. —Son porque tengo anemia, no es que yo esté interesada en otras cosas, porque sinceramente no es así.—Me observó fijamente.—No quiero embarazarme, no quiero contraer enfermedades ni infecciones, no quiero nada.—Enumeró.—Sólo me gusta saber que las hormonas me mantienen más activa.
—¿Te controlas por la anemia?
—No, me la detectaron cuando vivía en la calle. Hubo un momento de mi vida en que huí de casa y acabé en el hospital, no tenía identificación, por lo que no está en mis registros.
—¿Y cómo consigues las pastillas?—Pregunté rápidamente. Me enseñó una credencial que le permitía conseguirlas.—¿Hace cuanto las tomas?
—Mi período comenzó a los once... Me escapé con trece, supongo que desde allí.
Asentí.
—¿Qué era aquél polvo blanco que vi aquella vez?
Max se levantó y sacó aquello.
—Era de mi madre. Supongo que ya sabe que es, no me interesa consumirlo, sólo... Lo conservaba, es temor a dejarla ir por completo, creo. La psicóloga me ha dicho que no debería aferrarme tanto a mamá, pero... No tengo otra. Ni siquiera papá es mi papá.
Nunca creí que Max podría ser tan abierta y sincera conmigo, de hecho me sorprende demasiado la forma en que ella realmente parece estar feliz de verme y hablar de ésto conmigo.
—Entiendo, no sé que tan sano sea que mantengas aquello contigo, puede ser peligroso... Ya sabes.—Murmuré.—Preferiría que busquemos algo más que te recuerde a tu madre.
—Cerraron la casa, allí estaba todo.
—Puedo pedir una orden para rescatar algunos objetos, ya sabes. Me tardaría una semana, estaría cerca de tu cumpleaños.
—¿De verdad puede hacer eso, señora M?—Preguntó y asentí. Max me dedicó una sonrisa.—Gracias, me encantaría.—Me entregó la bolsa con la sustancia.
La tomé y la guardé en mi bolsillo del pantalón.
—Vas a cumplir quince. ¿Te emociona tener una fiesta?
—Nunca tuve una.—Confesó.
—Si le digo eso al abuelo Charles, se va a morir.—Comenté. Ella comenzó a reír. —Te haremos una, invita a tus amigas, organizaré las cosas y luego coordinamos los invitados y demás.
—¿Por qué es tan amable conmigo luego de como he sido con usted?
—¿Por qué no lo sería?—Pregunté. Ambas nos quedamos en silencio y caminé hasta la puerta de la habitación.
—Muchas gracias...
—Claro.
—Y lo siento por todo...
Me giré nuevamente y le dediqué una sonrisa antes de salir de la habitación. Realmente se siente como si no quisiera que se vayan. En ocasiones.
Nota de autor:
Creo que se quedará en 35 capítulos éste fanfic, máximo 40.
—Codi.
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