16. Un hermano furioso.
Natasha.
—¿Y qué tal todo con tu hija?—Pregunté a Ikaris mientras descorchabamos unas cervezas heladas. Hank se sentó a unos metros de nosotros y comenzó a leer algo.
Siempre está leyendo.
—Bien. Es grande y está muy sana. Gracias por dejarme ir antes aquél día, jefa. Realmente lo aprecio.
—La familia va primero, Ikaris. Si yo tuviese hijos, también los priorizaría.
—No quiero entrometerme, pero oí de Druig que pensaba adoptar niños.
—¿Cómo supo Druig eso?—Pregunté rápidamente.
—Makkari, su novia. Trabaja con su esposa.—Dijo Ikaris.—Sersi y yo cenamos con ellos hace unas semanas, ellos lo comentaron.
—Ya veo. De hecho, sí. Adoptamos como familia de acogida, es temporal mientras conseguimos otros padres para ellos, de momento todo va bien, aunque yo no soy mucho de niños, ha resultado de buena forma.—Murmuré. —Mi esposa tiene una hermana menor y viene de una familia grande, ella sabe más sobre ésto, se adapta mejor.
—Ya veo. ¿Cómo se llama el niño?
—Son tres. Hermanos. Max, Jack y Jean.
—Tres niños. Grandioso.
Negué rapidamente. ¿Por qué deciden ponerle un género a los nombres? Que tontería. Yo no me llamaría Natasho si fuese niño, incluso Nat suena increíble para un varón. Bah.
—Dos niñas, Max y Jean. Jack es el niño.—Murmuré.
—Oh, lo siento, sólo asumí.
—No te preocupes.—Dije y le di un largo trago a mi cerveza. El líquido amargo y algo espumoso recorrió mi garganta dejando la sed en el pasado. Simplemente necesitaba una cerveza.—Oh, Dios. Que gran bendición es ésta.—Dije besando la botella de cristal de un color oscuro.—Que gran creación. Dios bendiga a quien creó la cerveza y a sus hermanos, los demás alcoholes.—Exageré e Ikaris sonrió.—Llevaba días, semanas sin dar un sólo trago de cerveza a mi organismo. ¿Cómo sobreviviré a no poder beber en casa?—Pregunté de forma retórica, sin embargo Hank respondió.
—Eso significa que podría tener dependecia al alcohol, lo cual no es realmente un buen signo de sanidad.—Murmuró. Levanté la mirada y lo observé.—Oh, yo... Lo siento. He estado estudiando, regresé a la escuela. Como me dijo, señora Romanoff.—Sonrió tras sus gafas y no pude evitar una sensación de orgullo crecer dentro de mí.—Seguí su consejo.
—Eso me pone muy feliz, Hank. ¿Necesitarás horarios flexibles? Podríamos hablarlo en mi casa. Pásate cerca de las siete. Quédate a cenar.—Murmuré y él asintió lentamente con una sonrisa.
—Gracias, señora. Me pasaré. Sólo debo entregar unos cuantos papeles antes de eso. Gracias, de verdad.
Le guiñé un ojo y seguí bebiendo de mi cerveza. Al acabarla, Ikaris y yo observamos el minibar.
—¿Tres rondas y nuevamente al trabajo?—Pregunté.
—Usted es la jefa.—Dijo sonriente. Tomé dos cervezas más y las descorché rápidamente. Una cerveza más, una menos. Extrañaba ese sabor y sé que Wanda no está de acuerdo en que yo beba delante de los niños, y considero que tiene toda la razón.
No es un ambiente para dos pequeños y una adolescente que necesita buenos ejemplos.
Recibí un mensaje de texto de Yelena, lo cual me hizo preocuparme un poco.
Lena. He estado leyendo sobre mi padre. Su información no es verídica, y la casa en la que vivo, pertenece a la familia Vostokoff. Son rusos.
Lena. ¿Acaso el sistema me mintió? No estoy entendiendo. Necesito respuestas. Necesito que me acompañes hoy a buscar información a algún sitio.
Tragué saliva. No puedo permitir que Yelena se entere de algo más, no por ahora. Es demasiado pronto y... Oh, Dios.
Dejé de beber y comencé a teclear una respuesta astuta.
Nat. ¿Qué? Tonterías. Cálmate, buscaremos información un día de éstos, es mejor que te relajes. No te hará bien estar así, piensa con la cabeza fría, Lena.
Rasqué mi nuca. Debo volver a casa y decirle a Wanda sobre ésto, ya sé que yo soy el cerebro y también la sexy, pero ella es la adulta. Sabrá como ayudarme a manejar ésto.
—Bien, niños. Debo irme. Por hoy libre. Mañana regresaremos, nos tomará una hora más de trabajo mañana, pero les pagaré tres horas extras. —Sonreí tomando mi chaqueta de cuero y notando la gran mancha de cerveza que había quedado en mi musculosa blanca.—Mierda. Wanda va a matarme.
—¿Ley de cero alcohol?—Preguntó. Negué.
—Ella jamás me prohibiría algo. Excepto por ensuciar la ropa. Ella se encarga de lavar la ropa, y yo me encargo de cocina ésta semana. Así que probablemente va a matarme y hará postre con mis huesos, eso lo aseguro totalmente.
Ikaris comenzó a reír. Él conoce a Wanda, también sabe la forma en la que es, y de hecho, ha cenado en mi casa. Siempre que tengo nuevos trabajadores, y necesitan charlar sobre algún término del contrato, los invito a casa, a quedarse a cenar. Wanda es una gran anfitriona y yo intento ser una buena jefa.
—La señora es un ángel.
Asentí.
—Lo es. ¿Cierras tú, Ikaris?—Pregunté enseñando la llave de la propiedad.
—Claro, jefa.
—Bien.—Le lancé la llave.—Nos vemos mañana. Hank te espero a las siete.
—Allí estaré.
Les dediqué una sonrisa antes de subir a mi camioneta en donde recibí otro mensaje de Yelena.
Lena. Llegó Kate. Ha dicho que deje de llorar. Buscaremos información. Aún no quiero comentarle nada, se siente extraño. Como si mi vida entera fuese una jodida mentira. ¿Acaso no tengo derecho a ser feliz?
Nat. Yels. Silencio. Sabes bien que lo que fuimos o nuestras familias, no tienen derecho a marcar lo que somos. Te mereces ser feliz y lo eres. Te casas en dos meses. Por favor.
Lena. Tienes razón... Descansaré unos días. ¿Cuándo vienes a mi oficina?
Nat. En cuanto tenga tiempo, iré a tu oficina, charlaremos y te ayudaré en lo que pueda. Recuerda que te quiero. Por favor, no pienses de sobra. Descansa.
No recibí respuesta de eso. Suspiré observando la calle. Odio ésta sensación de no saber si tendré que decirle a Yelena que le he mentido toda la vida sobre su falso padre y sobre nuestra hermandad espiritual que resulta ser biológica.
Agradezco no haber asumido el apellido de mi madre, o ella habría notado todo desde el momento uno.
Incluso si no es muy lista.
[•••]
Wanda.
—Te he dicho que deberías decirle la verdad a Yelena, amor.—Murmuré ayudando a Natasha con la ensalada.—Yo cortaré ésto, encárgate del pavo.
Ella asintió mientras pasaba por detrás mío tomando mi cintura. Giré los ojos.
—Nat, la cena. Los niños deben dormir temprano, mañana tienen escuela.
Ella besó mi cuello y me ignoró por completo.
—Te amo...
—Natasha.—La aparté al ver a Jean llegar con su plato de león completamente vacío. —Hola, bebé. ¿Deseas algo más?
—Manzana. Yo querer.
—Ya oíste, Nat.—Dije yo.
Natasha rápidamente tomó una manzana, la cortó en pequeños cuadrados y puso unos pequeños broches que compró en internet, ya que ha visto que algunas esposas envían almuerzos para sus esposos en tiktok, y ella quería que yo hiciera lo mismo, lo hice un par de veces, pero despertarme a las tres de la mañana para preparar un almuerzo para las cuatro, era bastante surrealista, por lo que viene a almorzar a casa. Además de que Nat, tiene la manía de obsesionarse con las cosas que ve en tiktok, y me obliga a verlos con ella luego de hacer el amor, antes solíamos fumar, ahora vemos tiktoks y supongo que es algo de nuestra edad, de todas formas ya sólo nos quedan cinco años para los cuarenta. Al menos a ella. No puedo culparla, es una señora. Es mi señora.
—Aquí tienes, peque.—Dijo Nat entregándole sus manzanas cortadas a Jean quien le pidió que se acerque. Nat se puso de cuclillas y la pequeña besó si mejilla.—Oh, eso es muy dulce, Jean.
—Quiero uno.—Hice puchero y ella corrió hasta mí para llenar mi rostro de besos. Realmente mi perspectiva de la maternidad ha cambiado desde que los niños llegaron aquí, el olor a bebé y los besos de Jean me han hecho desear tener uno algún día, es algo que me he planteado, un pequeño pelirrojo en casa, sentir sus pataditas en mi abdomen, todo eso es... Simplemente dulce. Una dulce espera de nueve meses hasta tenerlo conmigo. A mi pequeña Nat, o mi pequeño Nathe. Es sólo un nombre teórico, claramente pensaría en otro nombre.—Me gustan mucho esos.—Murmuré y Jean sonrió antes de huir con su tesoro. Adora las manzanas.
—A mi me gustan mucho los tuyos.—Dijo Natasha y giré los ojos. Gruñó.—Wanda, sólo uno, por favor. Bésame.
—Cocina y cállate.
Hizo puchero pero siguió en lo suyo mientras se quejaba por lo bajo. Es una gruñona, pero si le doy un beso, probablemente no se concentre en lo suyo.
—¿Y qué pasa si le digo a Yelena que somos familia y se aleja?—Preguntó espantada. Me giré para verla. Ella realmente está angustiada. Extendí mis brazos y corrió a esconderse a mi cuello. Incluso siendo la más grande de las dos, es como un bebé que necesita consuelo todo el tiempo, me gusta cuidar de ella.—No quiero perderla, sé que no sé expresar mis emociones con ella, pero es mi hermana pequeña y la amo, la amo aunque no se lo diga.
—Sé que lo haces, y ella también sabe que la adoras... Amor, debes decirle, si sigues estirando la mentira, le dolerá más, pero si eres sincera, ella entenderá tus razones... Confía en ti, ella te ama tanto como tú a ella, eres su persona de confianza, Bob...—Susurré besando con suavidad su cuello. La sentí sonreír. Su cuerpo reaccionó de inmediato a mi estímulo. —Te amo... Estará todo bien, estaré a tu lado, pase lo que pase, siempre.
—Somos un equipo...—Susurró tomando mi cadera para pegarme a ella.
Gemí suavemente ante eso.
—Lo somos...
—Wanda...—Susurró ella y negué.—Hoy, por favor.
—No. Ya tuvimos sexo ayer.
—Antes teníamos sexo diario, Wanda. Diario. Eso significa día a día, noche a noche.
Giré los ojos.
—No es necesario todos los días.
—¡No, pero me gusta! Soy feliz.
—¿No eres feliz sólo con dormir a mi lado?—Pregunté y ella suspiró.
—Lo soy.
—Bien. Ahora a cocinar.
[•••]
—¿Qué tal te fue hoy?—Pregunté a Max. Ella se encogió de hombros.
—Bien. He tenido un examen, supongo que lo he pasado.
—¿De qué era?—Preguntó Natasha.
—Matemáticas... No me va demasiado bien en ello. No me gustan.
—Nat es buena en eso.—Dije rápidamente. —Ella podría ayudarte a estudiar para la próxima.
—Sí, de hecho podría.—Sonrió mi esposa.
El timbre de casa sonó.
—Voy yo.
Mi esposa se levantó mientras yo cortaba el pavo de Jack.
—Muchas gracias, señorita de Romanoff.—Murmuró él. Acaricié su cabello antes de servirle refresco a Natasha. De seguro está sedienta, su vaso está vacío.
—Hola. Él es Hank. Trabaja conmigo. —Sonrió.
—Hola, Hank. Que agrado volver a verte. ¿Cómo va la escuela?
—Regreso en tres días, señorita Wanda. Gracias por preguntar.
—Ella es Max, él es Jack y ella Jean.—Presentó Natasha.—Mis....
—¡Hijos!—Dijo Jack embarrado en su comida. Natasha sonrió.
—Eso.
Hank y Max se miraron en silencio. Hank sonrió nervioso y movió sus gafas temerosamente.
—Bien, siéntate. Luego charlaremos de tus horarios.—Natasha palmeó su espalda.
Al muchacho le ha encantado Max, y creo que a Max le ha sucedido igual. Puedo notarlo en la sonrisa que intenta esconder.
—Curioso...—Murmuré. Ella me observó sonrojada. Le guiñé un ojo, apartó la mirada rápidamente. —Hank, junto a Max hay un espacio. Natasha te servirá la comida, no te preocupes de eso.
Él asintió nervioso chocando en la esquina de la mesa, mi esposa que es más lenta que cualquier tortuga en el mundo entero, pareció no notar el interés de ambos adolescentes en el otro, a mí sin embargo, se me ha hecho de lo más dulce.
—Ese niño mira a Max.—Susurró Jack en mi oído. Sonreí.—Soy un hermano furioso. Grr. —Gruñó él. Acaricié su mentón.
—Eres adorable.—Dije besando su mejilla.—Si acabas tus vegetales habrá helado de postre.
—¡Fanta–Fabuloso!—Festejó.
Quiero uno como él también.
Oh...
Nota de autor:
¡Hey! Descansen.
—Codi.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top