12. Jean o bebé.

Wanda.

—No escucharán...—Susurró Natasha presionando sus manos contra mis muslos. —Ni siquiera notarán que estás despierta.

Subió sus manos hasta mis senos bajo mi camiseta blanca.

—Nat...—Gemí al sentirla mover su pelvis de forma lenta contra mi trasero. —Tócame.—Susurré sabiendo como le encantaba aquella palabra.

—Dilo otra vez.

—Tócame.—Gemí de forma suave. Su mano bajó hasta mi centro comenzando a estimularme bajo el pijama. Separé mejor mis piernas dejando mi centro para ella.

—¿Estás húmeda por mí, cariño? ¿Aún tengo ese efecto en ti?

—Siempre tienes ese efecto en mi, Nat.—Jadeé. —Te amo.—Susurré y ella dejó una mordida suave en mi hombro mientras sonreía.—¿Me amas?—Pregunté en un tonto tono meloso, es fácil de convencer.

—Dios, sí. Te amo demasiado...—Gruñó ella contra mi cuello.—¿Necesitas que te demuestre cuanto te amo?—Murmuró.—Lo haré, amor. Sólo pídelo, y te diré todo lo que te amo, haré que grites y...

De pronto oímos un llanto proveniente del piso de abajo.

—Bueno, no me refería a esos gritos.—Dijo Natasha y la golpeé de forma suave con mi codo para alejarla.—No, no... Wanda.

—Natasha, quítate.—Dije buscando el interruptor de la lámpara para encenderla. Sus manos tomaron mis muslos y me levanté, me puse las pantuflas y una bata.

—Wanda, amor. Vuelve aquí.

—Oí a Jean llorar, iré a ver que tal está, no puedo dejarla llorar. Nos comprometimos a cuidar de ellos, y ahora, Jean nos necesita. A ambas.

Ella hizo puchero cual niña pequeña regañada, me acerqué a la cama y subí gateando hasta ella.

—Te amo, y te necesito tanto como tú a mí, pero eso puede esperar... Ellos necesitan de nosotras, ¿no te gustaría a ti ser el adulto que necesitabas de pequeña?—Pregunté acariciando su mejilla y ella asintió, se puso una camiseta y abrí la puerta esperando a que Natasha se levante.

—¿Puedo dormir aquí? ¡Estoy asustadísimo!—Dijo Jack entrando a la habitación de golpe tras otro llanto de Jean.

Subió a la cama abrazando a Natasha. Nat correspondió aquél abrazo y me guiñó un ojo. Entendí eso. Bajé las escaleras luego de cerrar la puerta de la habitación, llegué a la habitación de Jean y vi a Max intentando calmarla, la pequeña de tan solo cinco años se encontraba llorando espantada.

—Hey, Jean...—Hablé tratando de llamar su atención pero fue en vano. —¿Por qué está así?—Pregunté a Max quien me veía con recelo nuevamente. Todo ese progreso que hacíamos parecía desvanecerse cada vez que se trataba de sus hermanos, ella siempre estaba a la defensiva.

—Está lloviendo fuera. La asusta eso.—Dijo Max.—Trataré de calmarla, dormirá conmigo.

—No, no.—Intenté detenerla y ella quitó mis manos con rudeza.—Max, soy amiga. No enemiga. Quiero cuidar de ella... De ambas.

—No le gustan los adultos. Yo la calmaré.—Insistió y Jean clavó su mirada cristalina en mí mientras el agua recorría sus mejillas y mi tejado.

—Bebé, ¿quieres un abrazo?—Pregunté y ella rápidamente asintió corriendo hasta mí.—Ven aquí, bebé. Todo estará bien. Yo cuidaré de ti...—Murmuré. Su llanto cesó y la vi esconderse en mi cuello buscando un refugio.—Todo estará bien...

Max me observó en silencio mientras yo mecía a la pequeña en mis brazos. Caminé hasta la mecedora que Natasha construyó para los pequeños. Me recosté allí con Jean en brazos y comencé a mecerme.

—Ve a dormir, Max. Cuidaré de ella.

—No es necesario, puedo hacerlo yo, es mi hermana y...

—Ve a dormir, Max. Estarán bien. Están en buenas manos y lo sabes, cariño.—Murmuré. Ella con duda se alejó rápidamente.

La muchacha rubia con algunas pecas en su rostro me hacía pensar en una Natasha pequeña, lo cual me hacía bastante feliz, sin embargo no sé si Natasha debió ser así de... Confrontativa de pequeña.

Quizá, quien sabe.

—Perdón. —Susurró Jean y negué besando su cabello.

—No te preocupes, bebé. Voy a cuidar de ti cada vez que estés asustada.

—¿No gritos?—Preguntó sacando su cabeza de su escondite en mi cuello. Auch... Pobrecilla.

—No, bebé. No hay gritos.

—Jean ser bebé. Gustar.—Murmuró.

Natasha, Jean y Jack estuvieron viendo tarzán por la tarde. Creo que eso le ha dado una idea a la pequeña.

—Jean ser bebé. Yo ser Wanda.—Murmuré acariciando su rostro con la yema de mis dedos. Ella cerró los ojos con una sonrisa en el rostro. Es tan dulce, no he conocido una niña tan dulce como ella jamás.

Mis padres los amarán, definitivamente lo harán. Nos invitaron a una cita el primer día, pero no quisimos agobiar a los pequeños, siempre dejamos plantados a mis padres y aún así nos aman. Sé que lo entendieron, además, ya conocen la forma en que Natasha y yo somos.

Y como vivimos.

[•••]

Me desperté con la pequeña aún en brazos, el alba comenzaba a aparecer en la ventana tras las persianas. Observé la habitación.

Mi mirada vio la cama de Jack vacía. De seguro se ha quedado dormido con Natasha, levanté la mirada al reloj de pared. Son las cinco de la mañana. Jean yace dormida entre mis brazos placidamente.

Me entristece el saber que la pequeña temía que gritara. ¿Por qué? No sabemos demasiado de ellos, y tal vez Natasha y yo estábamos adrenalínicas por adoptarlos temporalmente, debido a la presión de no tener niños,  cerrar la boca de mi cuñado y su estupidez absoluta, además de que yo apoyaría a Natasha incluso si ella quisiera irse a vender queso en la luna. Confío en mi esposa, sería un gran negocio, por lo demás... Ella quería ayudarlos, y lo sentía su misión, y somos un equipo, los equipos se apoyan... Uno para todos y todos para uno, pero sinceramente... Ayer Jack estaba bastante alterado, lo dejé pasar, porque quizá se espantó ante los llantos tan desgarradores de Jean, pero...

¿Por qué una niña de cinco años lloraría de aquella forma? ¿Qué recuerdos o pesadillas tiene? ¿Por qué la lastimaron tanto y de qué forma?

Necesito respuestas que mi trabajo no nos dará.

[•••]

—¿Llevarlos a un psicólogo?—Preguntó Natasha volteando un poco las salchichas para los hot dogs. —Son niños, Wanda.

—Podemos evitar que deban ir cuando sean más grandes y quizá les cueste un poco más sanar lo que deben sanar.

Observé a mi esposa quien observó la piscina donde estaban Max tomando el sol, Jack nadando con flotadores y Jean sobre un unicornio que flota.

—Es una niña de cinco años. A esa edad también lloraba.

—Natasha. Tu infancia estuvo bloqueada de tu mente hasta los veintisiete.—Dije yo rápidamente. Ella me observó.

—Touché. ¿Qué pretende, señora Romanoff Maximoff? ¿Sacar mis traumas a la luz y manipularme?—Bromeó y giré los ojos.—Amargada.

—Pretendo justamente evitarle a los niños tener que bromear con sus traumas como método de sanación. Se supone que estás bien y aún así no dejas aquello.

—Sané.—Contestó.—Pero no perdí mi encanto.—Enarqué una ceja haciéndole saber que esperaba que explayara su respuesta.—Bromear con mis traumas y hacerte reír tanto que jamás podrás enamorarte de alguien que no sea yo, porque nadie es tan gracioso como lo podría ser yo con todo y traumas infantiles.

—Touché.—Contesté yo. Me acerqué a mi esposa besando sus labios para intentar convencerla con llevar a los pequeños al psicólogo.—Podemos ayudarlos, es como la visita al dentista que tiene Jack la otra semana. Sabes que debemos ayudarlos...—Insistí pasando mis brazos por su cintura. Natasha me observó con los ojos entrecerrados.

—Me estás manipulando.—Enarcó una ceja. Asentí.—Correcto. Consigue una cita y los llevaremos. —Murmuró.—¿Alguien quiere un hot dog?—Preguntó en voz alta.

—¡Yo, señorita Romanoff, eso se ve delicioso!—Dijo Jack en un tono casi caricaturesco.

Sus papeles no mencionaban nada sobre alguna condición, sin embargo puedo notar que hay algo en él que es bastante diferente a la forma en que se desarrollan sus hermanas. No digo que sea malo, a lo que me refiero es que quizá un especialista podría darnos una mejor visión sobre eso y como ayudarlo.

—¿Y qué te parece, hombrecito?—Preguntó Natasha.

—¡La mostaza es asombrosa!—Dijo feliz.—¡Muchas gracias, señorita Romanoff! ¡Está deli–fantástico!

Natasha extendió su palma y él no entendió, incluso se echó hacía atrás con algo de temor.

—¡No quise gritar!—Dijo rápidamente y Max abrió los ojos rápidamente.

—¡No, no! ¡Es para que choques los cinco conmigo!—Dijo Natasha rápidamente y le enseñó. Él asintió.

—Lo lamento. Creí que iba a golpearme. Papá solía golpearme.—Confesó el pequeño.

—Jack, silencio.—Lo calló Max.—Ven aquí.

El pequeño asintió y huyó de ambas yendo hasta su hermana. Natasha quien se quedó de pie y en silencio, estaba bastante afectada ante eso.

—¿Amor?—Pregunté y se giró para verme. —Hey, ahora están a salvo...—Susurré y me aferré a su torso.

—Ayer... Jack durmió aferrado a mí, dijo que jamás lo habían abrazado para dormir... —Nat se sentó junto a la parrilla.—Y sabes... Lo entiendo, a mi tampoco me abrazaron de pequeña, pero claro... Es horrible oírlo de un niño.

—Ahora puedes abrazarle tú.—Mencioné intentando calmar el llanto que parecía querer salir de ella.

—Vi las marcas de cigarrillo en su abdomen y piernas, Wanda. Él está muy... Maltratado. Ni siquiera tuve el valor de preguntarle, porque es... demasiado transparente, incluso más que Max y Jean.

—Cariño... No podemos evitar lo que les sucedió... Lo sabes.

—No es justo.—Susurró limpiando un par de lágrimas que caían por su mejilla.—No lo es.

—¿No te apetece ayudarlos a darse un baño hoy? Jack y Jean necesitan ayuda. Tal vez eso hará que dejes de pensar en lo malo que les ha sucedido. Necesitas pensar en que ahora... Tú.—Tomé su mentón.—Puedes cuidar de ellos, y ellos estarán agradecidos de eso.

Natasha asintió antes de pegar su rostro a mi abdomen mientras yo acariciaba su cabello en silencio. Jack compartía su hot dog con sus hermanas. Saben racionar las cosas bastante bien...

—Muchachos, aquí hay más hot dogs, uno para cada uno.—Dije yo.

—¡¿Puedo comer otro?!—Preguntó un emocionado Jack. Natasha se puso en pie para preparar más.

—Por supuesto que sí, hombrecito.

[•••]

Natasha.

—Dime si el agua está bien o no.—Murmuré. Wanda dejó las toallas junto a la bañera.

—Está en una temperatura exacta y perfecta, señorita Natasha.—Dijo Jack. Asentí lentamente. —Gracias a ambas.

Dejó caer la bata.

—Lo lamento. Ahora saldremos.—Dijo Wanda mientras ambas apartabamos la mirada.

—Oh, no se preocupe. Solía bañarme frente a mis hermanas, mamá nos daba agua para la bañera de plástico una vez por semana y debíamos compartir el cuarto del sótano, aunque Max logró separar con algunas cajas y todo eso. —Murmuró él.

Dejé ir un suspiro. Joder. Es... Es horrible.

Wanda.

Observé a mi esposa quien parecía tener dolor de estómago luego de ésto.

—¿Sabes?—Habló Natasha rápidamente. —Podría lavar tu cabello, si no te molesta, y... Luego de eso podría ayudarte con el peinado.

—Estaría encantado, sí, por supuesto. —Contestó él. Mi esposa se acercó y se dedicó a masajear su cabello.

Oí un llanto y vi al pequeño cubrirse los oídos.

—Hey, hey... Está bien. Estoy aquí, relájate.

—¡No, que no llore!—Se quejó.

Rápidamente salí del baño para ir a ver a Jean a quien habíamos acostado recientemente.

—Hey, bebé. Estoy aquí. —Dije yo y ella estiró sus brazos al verme.

—Aquí.—Señaló el costado de su cama.

—¿Quieres que me recueste aquí?—Pregunté y ella asintió.

—Recostar aquí.

—Okay, bebé. Aquí me recostaré.

Acaricié su cabello en cuanto se recostó a mi lado, pero eso pareció no ser suficiente cuando la pequeña subió sobre mi pecho para pegar su cabeza allí.

—Corazón, mamá.—Dijo ella.

Abrí los ojos rápidamente.

—¿Cómo?—Pregunté y la vi cerrar sus ojitos echando un último suspiro antes de dormir.—Hey, bebé. ¿Qué dijiste? ¿Cómo me llamaste?

Nada. Silencio absoluto.

Sonreí. Ella me... ¿Se refería a mí? Si es así, me ha llamado mamá, extraño, pero lindo, se siente bastante bien...

Corazón, mamá. Lindo.

Lo he oído, estoy bastante segura de eso, incluso si Natasha dice que no.

Nota de autor:

Hey.

Codex.

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