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Y así fue como la ciencia robada por Prometeo salvó al mundo de la devastación...

—¡Puedes quitar eso, estoy tratando de concentrarme!

...los drones del proyecto Feng Popo, la tejedora de nubes de la mitología china, han limpiado al menos el noventa por ciento de las miles de toneladas de polvo que se levantaron tras la explosión de la Pyrsos sobre París y que prometían acelerar el cambio climático...

—Espera, quiero ver esto...

—"Prisos", ¿qué mamadas es la "Prisos"? —Aunque estaba visiblemente molesto, el tipo no dejaba de limpiar, casi con devoción, la Smith & Wesson SW1911 de cañón en color acero y cachas de imitación madera.

—!Pyrsos, pendejo! —dijo el otro, hurgándose los dientes con la punta de una navaja retráctil.

—¡¿'sa mamada?!

—No eres más ignorante porque todavía no es mañana —replicó el de la navaja sin despegar la vista de la televisión —"Pyrsos", así le pusieron a la nave y significa "antorcha" en griego antiguo... ya sabes: Prometeo, la antorcha, ¿el fuego de los dioses?...

—Si dejaras de perder el tiempo leyendo tantas pendejadas y te pusieras a hacer tu trabajo, ya habríamos embarcado todo y ya nos habríamos largado de aquí.

...el desastre ocurrido hace cinco años se convirtió en una bendición cuando los científicos del Proyecto Prometeo lograron aplicar ingeniería inversa en lo que parece ser algún tipo de computadora portátil y descubrieron el primer "qubit" funcional...

—Precisamente, mi trabajo es estar atento a todas las noticias para saber...

—¡Shhh! —demandó el de la pistola —¡¿Oyeron eso?!

Los seis tipos que ocupaban aquella mesa mal iluminada casi en el medio de la enorme bodega tomaron sus armas y se levantaron, mirando en todas direcciones, sin saber qué escuchar de entre el permanente barullo del puerto de Buenaventura, el mayor puerto de altura de Colombia.

—¡Silencio! —volvió a exigir el de la pistola, guardándola en una funda en su cintura, al tiempo que tomaba en una mano un fusil AK-12 que había estado reposando sobre la mesa y en la otra, un radiocomunicador —Mosco, ¿me escuchas? Cambio ¿Mosco? Aníbal, ¿estás ahí? Cambio

—Aquí Aníbal. Cambio —Tronó la radio —¿ocurre algo, jefe?

—Ve rápido a la posicón del Mosco, cambio —el jefe soltó el botón transmisor y se volvió a ver al de la navaja, que había tomado una escopeta Remington 870 —a lo mejor nada más se quedó dormido el pendejo...

¡La explosión rasgó el silencio de la noche!

—¡Todos a la bodega! ¡Todos a la bodega! ¡Ya! ¡Ya! ¡Yaaa! —ladró el jefe a través de la radio, al tiempo que abría fuego hacia donde el estallido lo había dejado prácticamente sordo.

—¡Armand! ¡Armand! ¡Despierta, cara...! Logró darle vuelta al cuerpo del enorme sujeto de piel oscura que estaba a un lado de él, sólo para descubrir que un escombro le había arrancado la mitad de la cara —¡Puta mierda!

El jefe se incorporó, sacudiéndose el polvo y abriendo y cerrando la boca, tratando de destaparse los oídos, mientras la pared frente a ellos lucía un enorme boquete humeante, pero nada más parecía estar ocurriendo.

Eran todo un batallón, casi 100 sujetos armados hasta los dientes, vestidos de civiles, pero con chalecos antibalas. No era la primera vez que alguna banda rival trataba de sorprenderlos; los gobiernos habían prohibido a los particulares la compra y venta de restos de la Pyrsos y, como en toda prohibición, el contrabando de estos mismos se había convertido en un negocio millonario, casi a la par del tráfico de drogas y apenas por debajo del de personas.

El seco tableteo de las ametralladoras resonaba por todo el lugar. Atrás y arriba de él, el jefe alcanzó a escuchar la sorda detonación de una escopeta.

—¡Monosabio! ¡Cúbreme mientras voy por las especiales!

—¡Sí, comandante! Pero, ¿a qué mierdas le estamos disparando?

...el Instituto Geotécnico de Noruega anunció que, en cosa de semanas, el proyecto Ran, estrechamente relacionado con el Feng Popo de la Universidad de la Academia China de Ciencias, dará por finalizada su etapa de pruebas y comenzará a operar en el Oceáno Pacífico, donde buscará limpiar de plástico...

Todos dejaron de disparar, un rebote había alcanzado el televisor, mientras, a su alrededor, incluso el barullo del puerto pareció detenerse por una eternidad. De repente, una luz enceguecedora entró por el hoyo en la pared, al mismo tiempo que...

—¡¡AAAhhhh!!

El grito aquel no venía del frente, sino detrás de ellos. Casi al unísono, la mitad del batallón dio media vuelta y volvió a disparar, sin siquiera saber, realmente, lo que estaba ocurriendo. Al mismo tiempo en la pared derribada, la luz empezó a avanzar hacia ellos, acompañada de un sonido mecánico, como de pasos que incluso parecían agrietar el suelo.

Los que todavía veían al frente abrieron fuego de nueva cuenta, pero ni siquiera lograban atinarle a la fuente de la luz. Cada bala parecía golpear algo metálico, causando rebotes que se incrustaban aquí y allá, en las paredes o el techo de la bodega, obligándolos a cuidarse las espaldas por los rebotes y para agregar confusión a aquel ataque de choque y pavor, la luz comenzó a parpadear a gran velocidad, como el estrobo de una discoteca.

Atrás, el jefe notaba de inmediato cuando un arma dejaba de disparar, siempre acompañada por un grito de dolor. Rivers, el "franchute", "Alquitrán" y otros dos o tres cuyos nombres no recordaba, gritaron y sus armas guardaron silencio. Cuando la luz se apagaba, escuchaba un grito y cuando se encendía se daba cuenta de que alguno de sus hombres había desaparecido.

Adelante, algo parecido empezó a ocurrir, pero ahí, un quejido apagado era precedido por un sonido ahogado, como el de un arma cubierta por un silenciador. El comandante comenzó a retroceder, sin dejar de disparar hacia donde una gran sombra había entrado a la bodega. Cuando el cargador de la AK-12 se agotó, rápidamente hizo la transición a la W&S y siguió disparando hasta alcanzar unas cajas metálicas.

—"Mono" —gritó, al tiempo que le arrojaba una de las cajas y este se cubría detrás de una pila de contenedores de plástico negro, aunque, de hecho, no sabía de qué se estaba cubriendo.

El "Mexicano" —quien se había ganado el apodo por haber pasado cinco años en prisión en México, aunque en realidad era colombiano— desapareció frente a la vista del jefe, quien entonces pudo verlo: una especie de criatura alargada, verde y lisa, con una enorme cabeza de puntiagudos colmillos y una aleta superior que parecía tan afilada como una navaja.

La criatura envolvió al "Mexicano" y cuando la luz se volvió a encender, él pobre idiota ya no estaba. De todos modos, nunca le había caído bien; "Monosabio", Menchaca, Rodríguez y él mismo eran los únicos verdaderos mexicanos de la banda y no le agradaba...

—¡Menchaca! —gritó "Monosabio", pero el enorme norteño ya no contestó; tendido en el suelo, un pequeño agujero sangraba en su frente y sus ojos estaban fijos en la nada.

Furioso, el jefe clavó un cargador nuevo en la AK-12, cortó cartucho y se levantó en medio de un rugido de ira, disparando como si se tratara de la Tercera Guerra Mundial. Por fin, el maldito estrobo se apagó y, en medio del caos, finalmente escucharon algo fuera de sus propios gritos, una especie de quejido agudo y un tanto apagado. La cosa mecánica que había entrado por el hoyo cayó y el jefe sonrió, aquellas balas estaban hechas con una aleación muy similar a la del casco de la Pyrsos.

"Monosabio" tenía razón, era un ignorante en muchas cosas, pero tras el Evento París y con su cacería de tesoros extraterrestres había aprendido dos cosas: primera, que el espacio no está tan vacío como todos creen, está sembrado de cosas muy pequeñas, desde moléculas hasta meteoroides y segunda, que una nave avanzando a millones de kilómetros por hora necesita un blindaje mejor que cualquier cosa que se conociera en la Tierra. Los científicos la habían llamado Aleación Alfa.

El metal de aquellas balas todavía no estaba ni cerca de la armadura de la nave —por eso lo habían llamado Aleación Delta— pero podían atravesar el blindaje de un tanque como si fuera de cartón...

—¡Noooo! —Aquella pequeña sombra, oculta en uno de los andamios superiores de la bodega, habría pasado totalmente desapercibida de no haber sido por aquel desesperado grito.

—¡Mono! --indicó el jefe, haciendo una seña con la cabeza.

El pistolero ni siquiera resondió, simplemente dio media vuelta y apuntó a una pequeña silueta oscura que trataba de correr hacia una de las paredes laterales. El sordo disparo de la escopeta se elevó por encima del resto del fuego y la pequeña figura cayó, pero nunca escucharon el golpe contra el piso.

—¡Woodbot! —gritó la cosa mecánica... y el infierno se desató...

Sus hombres habían empezado a rodear al robot... o lo que fuera, sin dejar de disparar, pero este se había cubierto con algo parecido a la pala mecánica de una excavadora, la cual se movió de repente y aplastó a dos de ellos. Un líquido espeso y brillante, que a simple vista parecía oro líquido, envolvió al instante a los dos hombres caídos y aunque los soltó un segundo después, sus armas habían desaparecido.

La criatura mecánica se levantó con un grito de furia, el brazo metálico se había movido, transformándose en una especie de coraza a sus espaldas y la cosa aquella, que todavía era poco más que una voluminosa sombra con una vaga silueta humanoide, parecía haber absorbido e incluso mejorado las armas: las ametralladoras, o parte de ellas, se habían fusionado con la parte posterior de sus antebrazos y la criatura las accionaba apretando los puños; en tanto, las pistolas se habían empotrado en brazos metálicos articulados en sus hombros, que se movían de un lado a otro con un ligero zumbido.

Uno de los ojos de la criatura se iluminó de rojo y un haz de luz barrió el lugar de lado a lado y de piso a techo. Intuyendo lo que estaba a punto de ocurrir, el comandante se arrojó al piso y, un segundo después, varias ráfagas de disparos de ametralladora rasgaron el silencio de la noche.

Estrada, Ramón, Esteban, John y otros veinte cayeron en la primera ráfaga, los otros trataron de responder el fuego, pero disparos de precisión de las pistolas en los hombros los liquidaron en un instante.

—¡Comandante, qué...!

Una de las criaturas serpentinas, que parecían tener la consistencia resbaladiza y correosa de los manojos de algas que flotaban por todo el puerto, se arrojó sobre Monosabio, rasgándole la garganta y luego arrastrándolo hacia la oscuridad, que sólo era quebrada por las ráfagas de las ametralladoras que terminaron con el resto de sus hombres.

No se había quedado quieto, aprovechando la confusión, se había escurrido poco a poco hasta ganarle las espaldas a la criatura mecánica. Una serpiente trató de atraparlo, pero, con un rápido reflejo, había alcanzado a sacar su cuchillo y la había clavado contra una caja, un líquido verdusco transparente salió de la herida, pero el comandante ya no se quedó para verlo.

Se movió con rapidez, sabía que tenía sólo una oportunidad. Ya no era el dinero, ni la mercancía que sabía que ya estaba perdida... vaya, ni siquiera eran las vidas de sus hombres; era furia ciega, la clase de ira que solo se podía apagar con la muerte del enemigo, que ahora tenía enfrente. La cosa aquella había estado disparando por casi un minuto y aun así no había un solo casquillo en el suelo, pero eso no importaba.

Estaba a sus espaldas, una espalda que parecía jorobada debido a la coraza que la cubría, mientras las piernas parecían estar rodeadas por la estructura de los brazos de una grúa.Ya había insertado un cargador con balas especiales en la W&S, salió de su escondite con un grito y...

Fue como un borrón, un veloz movimiento en su visión periférica que lo alertó y lo hizo voltear. Ni siquiera tuvo tiempo de disparar, algo como un enorme puño hecho de líneas de energía morada que arrojaban chispas amarillas lo arrolló con la misma fuerza de un tráiler desbocado.

El cuerpo, ya de por sí destrozado, fue a estrellarse contra una gruesa viga de soporte y eso fue todo.

—¡Mal, mal, mal! Todo mal de principio a fin.

La figura alta —vestida con un conjunto de saco sastre y falda de lápiz negros con rayas de gis, blusa de seda color marfil y zapatillas de charol negro con tacones de 10 centímetros— se paseaba frente a ellos con un pequeño artefacto en la mano, el cual proyectaba en el aire, como un holograma verdoso, las imágenes de lo que acababa de ocurrir en la bodega.

—Esta debía ser una operación silenciosa, discreta, limpia; debíamos entrar y salir con la precisión de un escalpelo —continuó la rubia calándose los lentes de delgados arillos plateados —y, ¿qué tengo en cambio? Dos heridos, nada grave, por suerte; miles de dólares en daños a las piezas a recuperar, una bodega con 100 cadáveres, a la policía local apenas siendo contenida por nuestras credenciales y cientos de testigos...

—Nadie nos vio.

—¿Qué dijiste, Steelworks?

La chica hizo un gesto y dejó escapar un quejido, pero no por la afilada mirada de la mujer, sino porque uno de los técnicos que la ayudaba dio un jalón un poco demasiado fuerte a la pistola en su hombro derecho. Debía quitarse las piezas mecánicas lo antes posible o quedarían fusionadas para siempre en su cuerpo, como los trozos de la motocicleta.

—Que nadie nos vio, señorita Cartwright.

—Eso lo escuché, Woodbot —replicó con amenazante suavidad la mujer de cabellera platinada atada en un apretado chongo —pero me gustaría que me explicaran qué demonios les hace pensar que nadie vio una balacera casi infernal en el puerto mercante más grande de Colombia.

—Yo no hablo de la balacera —aclaró la morena conteniendo el llanto, retirar cualquier aparato que hubiera asimilado resultaba un auténtico martirio y entre más tiempo pasara, más difícil y más doloroso resultaba —digo que no nos vieron a nosotros, estaba demasiado oscuro, los brotes de Woodbot cortaron la luz en todo el puerto y Spectral Glimmer...

—Ella fue la única que hizo bien su trabajo —la atajó Cartwright —bien hecho, Spectral Glimmer —dijo la mujer, al mismo tiempo que formaba rápidamente los gestos con las manos y la joven asentía, sin dejar de ver a Woodbot, quien era atendido por dos de los técnicos de emergencias que los acompañaban a todas sus misiones.

¿Woodbot va a estar bien? —preguntó la chica a señas. El artefacto había destrozado las zonas del habla y del oído en el hemisferio izquierdo de su cerebro, pero las había reemplazado, en ambos hemisferios, con una compleja red de qubits y cuerdas cuánticas que, especulaban los científicos, era lo que le daba sus poderes.

—Claro, Spectral Glimmer —respondió Cartwright, hablando y también con lenguaje de señas —no debes preocuparte, gracias a ti y al chaleco antibalas, él va a estar bien; si no lo hubieras atrapado en su caída, estaríamos hablando de algo más serio, pero lo hiciste, así que despreocúpate; ahora sube al transporte, yo te alcanzaré en cuanto los técnicos hayan terminado con Woodbot y Steelworks.

La chica se marchó, cabizbaja, hacia el helicóptero CH-46 Sea Knight que los esperaba a unos cuantos metros de ellos, en medio de una oscuridad casi total.

—En cuanto a ustedes —masculló Cartwright —la lista de errores es casi interminable, pero te vuelvo a repetir, Woodbot, nunca reveles tu posición al enemigo...

—Pero Steel...

—¡Sh, sh, sh! Sin importar lo que pase, ya hemos hablado de esto una y otra vez —lo amonestó la mujer —y tú, Steelworks... bueno, ya hablaremos llegando a casa, estos errores no se pueden repetir o muy pronto nos va a costar la vida de uno de ustedes y eso es algo que no nos podemos permitir.

Laetitia Cartwright parecía incluso maternal en aquellos momentos, pero ambos sabían que la única razón por la que los protegían tanto era porque las HeMa no eran trasplantables. Algunos meses después de su llegada a la isla, un par de enfermeras, quienes olvidaron que Spectral Glimmer ya sabía leer los labios, comentaron que la organización había hecho al menos media docena de intentos, pero nunca lo habían logrado, tanto el donador como el receptor morían en el procedimiento, usualmente de formas horribles.

La rubia abordó el helicóptero que ya había encendido sus rotores, mientras los dos jóvenes se quedaban a la espera de una unidad medevac, donde segurían tratando sus heridas.

—Apúrate, Pulpo, casi están terminando de cargar.

—¡Ahora, "pulpo"! —la pieza en su oído crepitó un poco con estática —¡Jajaja! Vas de mal en peor con esos nombres clave, eh.

Una sombra de delicado porte se ocultaba en las sombras de la estructura que sostenía el techo de la bodega, desde donde había presenciado la batalla entera del joven equipo de Neotenia Global Systems, la compañía que hacía dos años había comprado a Neo-médica Cáritae Internacional.

—No te distraigas. Si pierdes este podríamos tardar otros cinco años en volver a encontrarlos.

—"No te distraigas", me dice —comenzó a moverse no bien vio a los dos hombres cargar las últimas tres o cuatro cajas que había en la bodega —si no estuvieras siempre hablándome al oído o poniéndome apodos cada vez más ridículos, yo no me "distraería".

Dio un salto, balancéandose con una mano, mientras con otras dos hacía el signo de "comillas áereas". La cuarta mano alcanzo la otra viga, la quinta, como siempre, sostenía un afilado kunai y su única mano humana le llevaba a la boca un tradicional bocadillo veleño.

—Te recuerdo que tú querías llamarte "Mains".

—¿Y qué tiene de malo?

—¡Que sólo es "manos" en francés! ¿Qué clase de nombre es ese?

—Tú querías llamarme Kali.

Alcanzó una ventila y salió al techo de la bodega, desde donde alcanzó una de las enormes grúas usadas para cargar los barcos.

—¿Y qué tiene de malo?

—Soy de Francia, no quiero ofender a los hindúes haciéndome llamar como una de sus diosas más importantes.

—Esas tarugadas de la "apropiación cultural" me valen dos hectáreas de...

—¡Silencio, ya estoy en zona roja!

—Silencio tú, a mí ni me escuchan.

Había estado corriendo, con la ligereza de un ratón, sobre la estructura de la grúa, había saltado para agarrarse del gran cable de acero, para bajar girando por él y aprovechar la fuerza centrífuga para soltarse del cable en el último momento y salir proyectada hacia el barco.

Sí hizo bastante ruido al aterrizar sobre los contenedores tras una caída de casi veinte metros, pero precisamente por eso había esperado hasta aquel momento. Entre el ruido de las máquinas del barco y la mayoría de la tripulación ocupada en las maniobras para zarpar, su caída pasó desapercibida.

—¡¿Además, por qué una diosa y no un dios?!

—¡No grites, te van a escuchar!

—No hay nadie cerca, no me van a escuchar.

—Bueno, ¿y qué nombre propones tú? ¡Que no sea "Mains"! Me recuerda a la película "Manos. The hands of fate".

—¿En serio hay una película que se llama así?

Con una ganzúa abrió el candado de un contenedor y se metió, rápida y silenciosa como una sombra.

—"Simón", búscala en Internet, pero volviendo al nombre...

—Cualquier cosa menos "Pulpo", ni nombres de diosas no europeas.

—Ahora me saliste xenofoba, m'hija.

—Ya te dije porqué.

—Me dejas sin opciones.

—"Pulpo" es ridículo, por lo menos "Kraken".

—¡Señoras y señores, "habemus" nombre clave!

—Pon algo de música, no sé cuántos días sean de viaje y no me quiero aburrir... tanto.

"I want to break free
I want to break free..."

—¿En serio?

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