17
La imagen no dejaba de ser impresionante: seis millones de beerds cubrían los cielos del mundo formando una cuadrícula perfecta unos diez kilómetros por encima de la superficie, titilando en rojo con un ritmo casi hipntótico que tenía a prácticamente todo el mundo viendo hacia las alturas, sin saber realmente lo que estaba pasando.
"...todos los intentos por contactar a los dirigentes del Proyecto Feng Popo en la Universidad de la Academia China de Ciencias o a la directiva de Neotenia Global Systems han sido inútiles...", informaba un reportero de CNN en aquella pantalla virtual que se proyectaba en el pasillo más amplio que se formaba en medio de aquel "mundo" de anaqueles y vitrinas repletos de computadoras cuánticas interconectadas por kilómetros de cables.
—Y eso es solo lo que podemos ver —dijo Patricio apuntando un señalador láser sobre un ícono de la pantalla virtual, la cual se dividió en dos, en una mitad mostraba un mosaico de noticieros de todo el mundo y en la otra, un globo terráqueo giratorio salpicado por millones de puntos más —los amarillos son los beetworms de Hammer Fist y los azules los fathoms de Ran, cada uno un kilómetro por debajo del nivel medio del mar.
—¿También están formando una cuadrícula? —preguntó Ngema, limpiándose la sangre de los labios con una servilleta.
—Sí —afirmó secamente Pato —cuatro millones de fathoms y dos millones de beetworms que se corresponden exactamente con la cuadrícula de beerds.
—>¿Y qué están haciendo ahí?< —quiso saber Alba.
—Todavía no lo sabemos —admitió Cartwright limpiándose la sangre de la nariz.
"...¡De última hora nos informan que un escuadrón de neuro-drones de Neotenia aterrizaron en los alrededores del Instituto Noruego de Geotecnia, impidiendo la salida de los empleados y el ingreso de cualquier otra persona!", la voz alarmada de un presentador de noticias de la cadena CBS se alzó por encima del barullo de los otros noticieros.
—Sea lo que sea que están haciendo, ¿cómo los detenemos? —Ngema tomó el rifle de riel que le tendía uno de sus guardias y le hizo una seña para que lo esperara afuera de la sala.
"...¡Una tropa de neuro-drones destruyó un convoy de la policía de Beijing que se acercaba a las instalaciones del Proyecto Feng Popo!...", casi gritó un reportero de Chinese Central Television.
"...fuentes de la Fuerza Aérea informaron a CBS que dos aviones que intentaban acercarse a uno de los beerds que flotan sobre Washington fueron derribados por un neuro-dron..."
—Ni idea —dijo Patricio.
—¡¿Para eso nos trajiste aquí?! —reclamó Steelworks —Recorrimos media Europa contigo diciéndonos que íbamos a salvar al mundo y ahora no sabes qué demonios hacer.
—Toma —Patricio le tendió un aparato que parecía un termómetro infrarrojo, pero con un pequeño proyector en el extremo —para que te deshagas de toda esa basura que traes colgando y no, yo no sé cómo detenerlos, pero conozco a alguien que sí sabe.
—¡Quieres dejarte de tus misterios y tus evasivas pendejas y decirnos todo de una buena vez! —le exigió Kraken, sudando frío por el dolor que le causaba su brazo destruido —¿Quién merde sabe cómo detener esas cosas?
—La Junta Directiva —replicó Pato con una exasperante calma, a la vez que abría aquel oscuro maletín de plástico que había estado cargando todo el tiempo.
—Ja, ja, qué gracioso —Dalel hizo una mueca de disgusto, clavando los ojos en el mexicano.
—Es en serio, los únicos que saben cómo detenerlos son ellos... él... ella... eso...
—Y ellos no nos lo van a decir por su propia voluntad, ¿o sí? —Un extraño brillo iluminó por un segundo los ojos de Ngema mientras su rifle se encendía con un agudo silbido mecánico.
—Por supuesto que no —admitió Patricio, enseguida volteando a ver a Alba —¿tienes lo que te encargué?
La jovencita asintió y le tendió la pequeña tarjeta qubit que había rescatado de "Análisis y recuperación", ante un aterrado Franz Jordan, quien había salido corriendo no solo del laboratorio sino del proyecto. Patricio lo tomó y la guardó en un pequeño pero muy seguro bolsillo especial a un costado de su bota derecha.
Enseguida, se puso unos extraños guanteletes llenos de cables y puntos de contacto que había sacado del maletín, junto con otro enredijo de cables, placas y varias tarjetas qubit.
—Por favor, dime que tienes un plan —pidió Cartwright mientras proyectaba un código QR a la HeMa de Steelworks usando el aparato que Pato les había dado, con lo cual las piezas que la chica había absorbido se cayeron casi de inmediato.
Nop —dijo el mexicano, ajustando cables, seguros y cierres —todo lo he venido improvisando en el camino, ¿que no te has dado cuenta? De hecho, es un milagro que estemos todavía vivos.
Cartwright estaba a punto de mandarlo al diablo, otra vez, cuando una voz en los altavoces de emergencia la interrumpió: —Director Ngema, me pidió que le avisara cuando estuvieran sobre el continente. En este momento están pasando sobre Dunquerque.
—Hora del show, niños y niñas... y niñe —rio Patricio, enfundado en un extraño traje hecho de correas, cables, lectores y tarjetas qubit —detengan a los dementores mientras yo entro a la Cámara de los Secretos.
—Así no es el libro —protestó Roger —y yo pensé que ya estábamos en la Cámara... digo... en el Servidor Central.
—¿Esta pobre cosita fea? —replicó Pato con una irrisión nasal —¡para nada! Ese es el Servidor Central —sentenció, señalando una anodina puerta blanca en el fondo de la enorme habitación.
—¿Te sientes bien? —quiso saber Cartwright al ver a Dalel cuya piel, de por sí blanca, se había puesto tan pálida que casi desaparecía, sudaba frío y de su brazo destrozado saltaban chispas moradas, aunque los otros parecían estar bien.
—Sí... sí.. claro.. estoy bien.
—Okey... bueno, pues es tu equipo, tú ordenas —dijo la rubia haciéndose un poco a un lado.
—Tenemos que darle tiempo a Patricio para que haga lo que demonios vaya a hacer, pero somos pocos, así que necesitamos saber dónde y cómo defender. Antes que nada, necesitamos ojos: Laetitia...
—¡No! —reclamó Patricio jalando a la rubia por un brazo y atrayéndola hacia él—. Haz lo que quieras con los demás, pero ella es mía.
Aunque por esta ocasión ocasión, Cartwright no dijo nada, ya no era raro ver aquellas llamas brotando de sus ojos cada que Pato hacía uno de sus terriblemente misóginos comentarios.
—Bueno, por lo menos tenemos oídos —dijo Óscar tendiéndoles una caja con pequeños artefactos negros y redondos que cada uno se colocó en un oído.
—Y, ¿cuántos hombres tiene, agente? ¿El ejército? —preguntó Dalel, limpiándose un poco el sudor de la frente.
—Alrededor de cincuenta, serían cien, pero ciertos niños incapacitaron a la mitad de ellos. El ejército... no estoy seguro, gracias a su brillante amigo perdimos las comunicaciones, pero supongo que están varados; mucha de su más reciente tecnología funciona con qubits y todo ello se paralizó cuando los beerds formaron la cuadrícula en el cielo. Imagino que buscarán desplegar equipo decomisionado, pero eso va a tomar tiempo.
—OK, estamos solos, además, necesitamos armas —reflexionó Dalel.
—Armas convencionales tenemos por montones —replicó Ngema —pero las armas especiales las distribuí todas entre mis hombres, ellos las necesitan más que ustedes.
—Obvio —replicó Dalel, con una sonrisa que mezclaba burla y dolor —lo que quiero saber es dónde.
—Subnivel tres, ala oeste.
—Agente, a terreno alto, son la primera línea de defensa, cualquier cosa que logre pasarlos a ustedes, nosotros la eliminamos. Steelworks, en la segunda línea con armamento pesado, pero te necesitamos móvil, somos muy pocos como para defender una posición de artillería. Woodbot, necesitamos un ejército. Yo voy a estar a ras de suelo y Spectral Glimmer... —una chispa de emoción encendió los ojos de la pelinegra —...aplasta.
Ngema y sus hombres salieron a toda prisa a ocupar sus posiciones, y Alba cargó a Roger con su exo-esqueleto para llevarlo a los jardines alrededor de la Pyrsos.
Tratando de no tropezar con el enredijo de cables en el que se había metido, el mexicano se acercó a Dalel, la abrazó con una ternura que nadie jamás le había visto y le dio un beso en la coronilla, aunque ella era más alta que él.
—No te atrevas a morirte —le dijo todavía abrazándola —no te salvé de morir de hambre hace cinco años para que ahora te dejes matar por un montón de gelatinas con patas.
Kraken se limitó a asentir con una muy leve sonrisa en los labios y la frente cubierta de sudor frío, mientras Pato se volvía a ver a Cartwright, pero esta no despegaba la vista de la pelirroja.
—¡Oye, espera! —exclamó Cartwright deteniendo a Pato —si no me necesitas de inmediato, adelántate, enseguida te alcanzo.
Con una leve sonrisa en los labios, Patricio comenzó a alejarse con una graciosa carrerita, enredado en docenas de metros de cables, correas y piezas de metal y plástico.
—¡Dalel! —Otra vez ciega, tras deshacerse de sus implantes, Steelworks sólo pudo percibir el cuerpo de la pelirroja deslizarse hasta el suelo.
—Damn! —maldijo Cartwright terminando de ceñirse el equipo y las armas que uno de los guardias del proyecto le había llevado —¡No! ¡No me hagas esto ahora, chica! God dammit! Wake up! ¡Despierta!
Atravesando Paso de Calais en ese momento, los neuro-drones avanzaban hacia lo que una vez fue la Ciudad Luz, cual blancos espectros portadores de muerte y destrucción.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top