Capítulo 5: Kakuzu
Deidara
De Kakuzu siempre tenía miedo, no por nada había matado a muchos de sus compañeros antes de que reclutasen a Hidan y éste era perfecto para Kakuzu gracias a su inmortalidad, pero yo no tenía inmortalidad y Kakuzu era despiadado, frío, siempre pensando en negocios y creo que no se llevaba bien con nadie.
No sé qué técnica utilizó Zetsu, pero acabé inmovilizado y con las manos bien atadas por los hilos de Kakuzu a la base de uno de los árboles. Me miró de arriba abajo todo el cuerpo y es que encima... estaba desnudo por haberme metido en el estanque.
- Veo que pasaste una buena noche con Hidan - me dijo sonriendo - debería hacer negocio contigo, sería muy provechoso. ¿Tú que crees Zetsu? - le preguntó.
- Pagarían bien por él - comentó - rubio, ojos claros, mirada desafiante, a todos les gustará, aunque habría que mantenerle la arcilla alejada.
- Sí, su arcilla puede ser un problema - comentó mientras yo les observaba - me pagarán mucho por dejarles follarte - me dijo.
- Ya lo hacen gratis, ¿Por qué te pagarían? - le pregunté sacando mi mal genio.
- Porque soy más fuerte que ellos y no querrán problemas. Además, estarías completamente disponible, sólo tienen que decirme cuando te quieren y ahí estarás, me da igual lo que te hagan, mientras te dejen vivo para el siguiente, es suficiente - se reía.
- Vete al infierno, no haré nada de lo que me pidan - le desafié ganándome por aquella contestación una descarga eléctrica en mi cuerpo.
- Chillé y me retorcí todo lo que las ataduras me dejaron, no recordaba que Kakuzu podía utilizar los cinco elementos, pero desde luego, la descarga me lo recordó. Intenté coger aire y relajarme un poco intentando olvidarme del dolor y de la marca que me había salido por el quemazo del rayo.
- Cállate - me dijo - tú no decides nada en este negocio, sólo necesito que pongas el cuerpo.
Sus manos empezaron a tocarme por los pies como si comprobase que la mercancía estaba en perfectas condiciones y fue subiendo por todo mi cuerpo hasta llegar a mi rostro. Me miró fijamente y muy de cerca antes de besarme. Le mordí con tanta fuerza que saboreé el gusto metálico de su sangre. Gritó antes de darme otra descarga que me dejó prácticamente sin respiración y con un dolor aún mayor que en la anterior sacudida.
No pintaba nada bien para mí y no tenía fuerzas para defenderme, sabía que cada respuesta mía que no le gustase sería fatal para mí, pero no me importó, si me mataba mejor, porque escaparía de este maldito infierno. Le observé limpiarse con la manga de la capa la sangre que salía de su labio bastante cabreado.
- Yo te enseñaré a obedecer, zorra - dijo enfadándose tanto, que me dio miedo - dale la vuelta - le ordenó a Zetsu, quien me puso tumbado bocabajo con las manos aún agarradas.
Sentí el primer latigazo de sus cables y el segundo... y el tercero, a partir de ahí, perdí la cuenta porque sólo pude gritar. Notaba como desgarraba mi piel cada uno de los golpes, podía hasta imaginarme la sangre que saldría de mi espalda, las marcas que me quedarían, porque éstas... no creo que se marchasen, se quedarían ahí para siempre, no era una marca como el mordisco de Hidan que con el tiempo curaría, no... estas cicatrizarían, pero se quedarían grabadas.
Tampoco pude evitar que las lágrimas escaparan de mis ojos, lo intenté, pero fue imposible, dolía demasiado. Las lágrimas habían decidido salir sin pedirme permiso a mí. Hundí el rostro en la tierra y esperé a que acabase de golpearme, pero cuando lo hizo, volvió a darme la vuelta invadiendo de nuevo mi boca con la suya.
No quería dejarle, pero no pude evitarlo, sentía tanto dolor y me apretaba tan fuerte la garganta, que tuve que abrir la boca intentando respirar mejor, dejando así que se colase su lengua dentro de mí. Respiré cuando se separó de mí con aquella sonrisa sádica en su rostro, dejando su saliva y su sabor en mi boca.
- Ves como no era tan difícil - me dijo - sus besos no están nada mal - le explicó hacia Zetsu - creo que podemos ganar mucho con él, sigamos comprobando qué más cosas tienes para sacarte partido.
Sus manos bajaron a mi miembro empezando a tocarlo, a medirlo, a saborearlo, como si intentase comprobar si era bueno o no para el objetivo que tenía planeado para mí, pero de todas formas... no sé para que le servía todo esto, sabíamos perfectamente los dos... que sólo me quería para ganar dinero mientras los demás me torturaban y violaban, les daba igual mi cuerpo, les daba igual mis besos, les daba igual mi miembro, solo querían una entrada estrecha para disfrutar y un cuerpo al que herir.
Me centré en mis manos buscando de aquellas bocas algún rastro de arcilla que me quedase, porque la bolsa donde la guardaba, estaba demasiado lejos de mí en este momento. Busqué y busqué hasta que hallé un poco ¡tampoco era gran cosa! Esto no creo que fuera a hacer mucho daño. Intenté imaginar algo que pudiese hacer un mínimo de daño suficiente como para poder escapar.
Mientras yo pensaba dónde atacar y cuándo, Kakuzu se divertía con mi cuerpo, explorando cada parte de él, tocando cada centímetro, besando y lamiendo, mordiendo mis pezones hasta hacer daño, dándome calambres eléctricos cuando le daba la gana mientras reía por la tensión de mi cuerpo tras la sacudida y por mis gritos de dolor.
Pude verle bajarse el pantalón, porque ni siquiera fue capaz de quitárselo como otros miembros de la organización hacían, no, él no quiso quitarlo, eso me demostraba una cosa... yo no le interesaba nada, sólo quería algo rápido, disfrutar él, correrse y marcharse. Se subió encima de mi pecho a horcajadas y metió su miembro en mi boca sin compasión, entrando y saliendo como quiso, sin importarle las arcadas que me daban, sin importarme si me estaba ahogando al meterla hasta el fondo.
Se reía y me insultaba mientras notaba las manos de Zetsu masajear mi miembro con rapidez intentando conseguir que me corriera yo. El movimiento de Zetsu causaba que quisiera gemir, pero no quería hacerlo, intenté callarme, no hacer ningún sonido hasta que noté los cables de Kakuzu enrollarse en mi cuello y presionar tratando de ahogarme mientras sacaba su miembro de mi boca escuchando ese sonido sordo de cómo intentaba coger aire.
- Gime puta - me dijo - gime por mí y dejaré que respires.
Lancé un gemido muy leve, casi inaudible y fue Kakuzu quien soltó un poco los cables dejándome respirar y hablar, hablar para gemir claro... porque no me dejaba más que gemir si no quería que volviera a ahogarme.
Volvió a meter su miembro en mi boca mientras yo gemía con lo que hacía Zetsu en mi intimidad, porque ahora notaba su boca en ella, chupando, mordisqueando, subiendo y bajando mientras apretaba tanto como podía para darme más placer y que ofreciera más gemidos.
- ¿Ves como gime Zetsu? - se reía Kakuzu - así es como se adiestra a una puta. ¿Te gusta mi polla? - me preguntó sacándola de nuevo para que pudiese respirar entre la tos que tenía por las arcadas.
No respondí porque no podía, no paraba de toser, no paraba de escupir saliva que se me quedaba atascada sin darme tiempo a tragarla.
- Responde - me gritó cogiéndome del pelo para que le mirase.
- No - le dije
- ¿No te gusta? - me preguntó sonriendo - pues yo haré que te guste.
Grité como nunca cuando sentí mi pecho arder, me estaba quemando y ni siquiera sé con qué. No paraba de sentir ese dolor y le grité que parase, pero no me hizo caso. No me quedó más remedio que pasar por el aro que él quería.
- Me gusta - le grité - me gusta tu polla
Detuvo el fuego y sé que estaba llorando, me dolía todo, no creo que pudiese moverme ni siquiera para escapar, la idea de utilizar la arcilla cada vez la veía más lejana.
- Claro que te gusta... sólo eres una zorra, ves una polla y sales corriendo a por ella - se reía - tranquilo Deidara, vas a tenerla - me comentó mientras me penetraba y grité, ni siquiera me había preparado.
Sentía que me partían por la mitad, el dolor era desgarrador, tanto... que incluso empecé a ver borroso, ya no sabía si por el mismo dolor o por las lágrimas que no paraban de salir. No paró de penetrarme hasta que se corrió y cuando creí que ya me dejaría en paz, Zetsu aprovechó también para violarme. Entró mucho más suave y era normal, notaba líquido dentro de mí y no era de ellos, era sangre, me estaban desgarrando y lo sabía.
Kakuzu aprovechó para soltarme las manos y fue el momento que aproveché con la arcilla. Kakuzu no se esperó el golpe y cuando bloqueó mi diminuto pájaro con su mano derecha, explosionó arrancándole la mano de cuajo. Claro que no conté con que volvía a coserla y ahora me miraba más enfadado que nunca.
Había conseguido únicamente ponerme en pie tambaleando, pero no podía huir, yo no podría correr mucho y ellos me alcanzarían enseguida, sobre todo Zetsu. Kakuzu enfadado cogió mi muñeca derecha y la partió. Escuché el crujido y volví a gritar, aunque no me dio mucho tiempo a sufrir el dolor, porque del puñetazo que me dio, acabé cayendo al suelo golpeándome en la parte trasera de la cabeza con una piedra. ¡No recuerdo nada más!
Abrí levemente los ojos cuando me estaban arrastrando por el pasillo hacia mi habitación, supongo que con clara intención de abandonarme allí y luego decir que no sabían nada de lo que me había pasado, porque desde luego... las heridas de Kakuzu me eran imposibles disimularlas u ocultarlas, se veían muy bien. ¡Por lo menos... me habían vestido! Ya estaban casi llegando a mi habitación cuando escuché una profunda voz que les preguntaba donde iban ¡Itachi!
- Vamos a dejarle en su dormitorio - dijo Kakuzu
- ¿Qué le ha pasado?
- Un entrenamiento que se nos fue un poco de las manos - le comentó como si nada - ya sabes como es Deidara... no sabe cuando rendirse.
- ¿Entrenar? - preguntó como si dudase - cuando yo le vi hace un rato no podía entrenar más, hasta el vuelo de una mosca le habría tumbado, era imposible que pudiera entrenar con vosotros - escuché decir al Uchiha con un tono muy serio.
- Pues así de terco fue retándonos - se defendió Kakuzu - ¿o acaso me llamas mentiroso, Uchiha? - preguntó directamente hacia él pero éste se mantuvo callado para no iniciar una pelea.
Yo no podía ni hablar, pero esperaba que me dejasen con él, prefería mil veces quedarme con aquel borde antipático que con ellos. Al menos Itachi no me había tocado nunca. Volví a sentir el mareo y sabía que volvería a desmayarme. La cabeza me dolía como nunca, creí que me iba a estallar. Kakuzu me lanzó hacia Itachi y éste en vez de cogerme me dejó caer al suelo a sus pies ¡Uchiha hasta la muerte! Él no se rebajaría a cogerme. No me moví de donde había caído, tampoco podía.
Kakuzu y Zetsu se largaron dejándome allí hasta que la voz de Itachi les detuvo de nuevo. Le sentía cerca, se había agachado a mirarme y les preguntaba que era eso... yo no sabía a qué se refería hasta que noté sus dedos en la parte trasera de mi cabeza tocando algo, tocando un líquido.
- ¿Por qué está sangrando? - les preguntó y ellos se sorprendieron.
- No lo sé - comentó Kakuzu - debió hacérsela cuando cayó al suelo.
- ¿Y la sangre de la espalda? - preguntó enfadado.
- Ya te he dicho... que fue entrenando, quizá se me fue un poco de las manos - se rió Kakuzu desapareciendo por el pasillo y dejándome allí en el suelo con Itachi.
- Deidara - me llamó Itachi como intentando comprobar que estaba consciente - Ey... Deidara.
Podía ver su rostro, veía sus ojos negros, sus labios moverse, pero no podía decirle nada, pensé que si tenía que morir hoy... éste era el momento perfecto, con la imagen de Itachi como la última, la persona que me metió en éste infierno y a la última a la que vería cuando saliera de él. Me desmayé justo cuando noté que me cogía en brazos y comentaba que iba a buscar un médico. Yo ni siquiera quería que buscase un médico, sólo quería morir. Me habría hecho el mayor favor del mundo si hubiera desenvainado su Katana y me la hubiera clavado allí mismo, porque eso es lo que esperaba.
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