Capítulo 25: Enamorándome

Sasuke Uchiha

Una de mis metas era ver a mi hermano destruido, que no volviera a alzar su cabeza orgulloso, que me reconociera como el más fuerte y supongo que por eso cogí a Deidara, pero cuando lo capturé, no esperé sentir esto, porque ahora... me gustaba su compañía, me gustaba verle comer en mi habitación, me gustaba tocarle, me gustaba que me tocase, me gustaba cuando tenía relaciones con él y hasta cuando sólo dormíamos, todo de él me atraía.

Habría mentido si dijera en este momento que sólo lo cogí por destruir a mi hermano, porque puede que ese fuera mi deseo inicial, pero ahora mismo... si mataba a Itachi, no sé si quería darle mi preciado trofeo a Suigetsu, le quería para mí aunque por las noches... había empezado a soñar con Naruto y eso sí era muy raro, porque hacía demasiado tiempo ya, que no le tenía en cuenta para nada. Él pertenecía a Konoha, yo un desertor, él quería ser Hokage y yo era un simple criminal sin sueños ni esperanzas, sólo con una venganza de por medio.

Me desperté frente a Deidara y pude asegurar, que algo sentía por él, quizá no era amor, porque no paraba de pensar en Naruto y no sabía por qué, yo nunca me había fijado en mi compañero de equipo y desde luego... Deidara y Naruto no se parecían en nada... bueno... en que los dos eran extrañamente rubios con ojos azules, pero nada más.

Aparté un mechón de cabello del rostro de Deidara y es que cuando dormía y dejaba de quejarse o insultarme, hasta parecía un ángel. Sin embargo cuando empezaba a abrir la boca... sólo encontraba de ella que salieran insultos hacia los Uchiha, hacia Akatsuki, hacia todas aquellas personas a las que odiaba ¡Que no eran pocas! Y sobre todo... ese maldito gruñido que tenía al finalizar las frases, aunque debo admitir, que en parte me hacía gracia escucharlo. Supongo que era un gran chico para mi hermano, si dejase de meterse con los Uchiha lo sería, porque podía ser muy dulce y tierno, yo sólo había podido comprobar eso en el sexo del otro día, pero sé que podía serlo, quizá era eso lo que le gustaba a mi hermano de él, porque dudaba que fuera su carácter arisco y con facilidad de enfados.

Abrió los ojos con lentitud mientras le estaba acariciando el cabello y se sorprendió de verme, creo que en realidad se sorprendió de que estuviera siendo algo más cariñoso con él que los días anteriores, porque me había basado en chantajes para tenerle.

- Lo siento – me dijo Deidara de golpe – ahora mismo haré mi trabajo.

- Eh, tranquilo – le comenté – no hace falta hoy ¿vale? Descansa – le comenté.

- ¿Estás bien? – me preguntó – dijiste que tenía que hacerlo todas las mañanas.

- Hoy te lo perdono, pero sólo porque estoy a gusto mirándote dormir. Con estar abrazado a ti hoy, me sobra.

- Hoy te has levantado muy extraño – yo sonreí con sus palabras.

- Es posible – le dije justo antes de darle un beso suave y dulce.

Me quedé un rato abrazando al rubio y es que sólo me apetecía eso, estar un rato tranquilo con alguien, no me hacía falta nada más.

- ¿Echas de menos a tu familia? – me preguntó el rubio.

- Sí - le dije – bueno a mi madre, mi padre era demasiado exigente y nunca se fijaba mucho en mí, sólo tenía ojos para mi hermano, pero aún así, le echo también de menos. Me habría gustado que reconociese mi fuerza y en su lugar, lo único que dijo tras años admirando a mi hermano, fue que no me hiciera como él. Me habría gustado entender a qué se refería con aquello – le confesé.

- No lo sé, tu hermano tampoco habla mucho del tema.

- Dejemos de hablar de mi hermano – le dije – no me gusta hablar de él.

- ¿Y de qué quieres hablar?

- Ahora mismo... ya no quiero hablar – le dije besándole y subiéndome encima de él acariciando su torso.

Su torso aún tenía alguna herida, pero pasé mis manos con lentitud acariciando cada centímetro de su piel intentando no hacerle daño. Me centré en sus pezones, pellizcándolos con suavidad, haciéndole cosquillas con la yema de mis dedos y finalmente, acabé levantándole la camiseta para acceder a ellos con mi boca, lamiéndolos y mordisqueándolos hasta que se erizaron para mí. Deidara gemía y acabó quitándose la camiseta mientras enredaba sus dedos en mi cabello presionando mi cabeza aún más hacia sus pezones. Sentía sus gemidos y me excitaban, me excitaba saber que le gustaba, porque el primer día tenía un miedo terrible y ahora, se estaba relajando, creo que porque se había dado cuenta de que no le haría daño alguno.

Sonreí a cada gemido que daba, a cada jadeo de placer y aunque ahora mismo me hubiera dicho que me odiaba, no me lo habría creído, porque podría odiarme, pero no había duda de que disfrutaba conmigo tanto como yo con él. Seguramente no había amor de por medio, sólo era sexo, pero mi mentalidad estaba empezando a cambiar, ya no le sentía como ese objeto utilizable sólo para fastidiar y atraer a mi hermano, ahora yo también le deseaba, era mi juguete y a él no parecía importarle siempre y cuando no le hiciera daño. Debía agradecerles a los de Akatsuki todo el daño que le hicieron, porque eso... me hizo más fáciles las cosas para manipularle a mi antojo.

Levanté mi cabeza para ir hasta su rostro y besarle con pasión, ni siquiera tuve mucho cuidado cuando metí mi lengua dentro de él y recordaba cuando besé a Naruto la primera vez, el asco que me dio, y mírame ahora... metiéndole la lengua a otro chico sin miramiento alguno, recorriendo toda su boca, haciéndome el dueño de este rubio, porque él era mío, era mi juguete, era mi amante, era sólo mío yo se lo demostraría.

Supongo que ahora me daba menos vergüenza hacerlo con un chico, mandé todas aquellas exigencias de mi padre bien lejos, porque quería hacerlo, quería ser yo mismo, no quería que nadie pudiera controlarme de nuevo, haría lo que quisiera y en este momento, quería follarme a Deidara hasta que gritase él mismo que era sólo mío.

Toqué suavemente de nuevo sus pezones cuando mis manos empezaron a bajar y Deidara gimió ahogándolo en mi boca. Desde luego me gustaba que lo hiciera, sentía como mi miembro empezaba a despertar entre el roce contra sus piernas, sus besos y sus gemidos. Deidara consiguió escaparse de mi boca y cogió mi cuello besándolo y succionándolo. De verdad que le sentaría mal a mi hermano si le viera así, calentándome.

Me sorprendí cuando me dio la vuelta colocándose él encima y besándome. ¿Quién iba a decirme que era el chico tímido y con miedos que encontré hace unos días? Ahora con tal de que no le devolviera a Akatsuki hacía cualquier cosa, aunque tampoco creía que estuviera pasándolo mal. Lo que me preocupaba... es que estuviera pensando en mi hermano más que en mí, pero era algo que no podía evitar.

Metió las manos bajo mi pantalón y gemí ahora yo sintiendo como masajeaba mi miembro. Tenía unas manos suaves y delicadas pero lo peor de todo... eran esas bocas que tenía, porque me daban el doble de placer cuando lamían y chupaban mi miembro, aún así, bajó el mismo y se la metió en la boca haciéndome arquear la espalda mientras él me decía que lo disfrutase ¡Yo sí que iba a hacerle disfrutar! Porque sí él era capaz de guardarse su miedo para hacer esto por mí, yo me sentía casi obligado a enseñarle, que del sexo se podía disfrutar.

Tuve que pararle para no irme en su boca, porque desde luego, ni Karin había conseguido excitarme tanto como él. Cuando subió hacia mí, les coloqué a cuatro patas sobre la cama y le metí un dedo tras haberlo lubricado con mi saliva. Se quejó un poco, era algo normal pero no quise seguir dilatando su entrada con más dedos, hasta asegurarme de que dejaba de dolerle el primero. Cuando llevaba tres dentro, estaba gimiendo y cuando metí la punta de mi miembro despacio, tras los primeros cinco segundos de dolor, empezó a gemir con desesperación a cada movimiento.

Supe que había encontrado su lado más sensible cuando se le escapó un gran jadeo en uno de mis gestos que llegó casi hasta el fondo. Encontrado su punto, me lo hacía más fácil, porque sabía dónde tenía que darle para que sintiera el doble de placer.

- Mastúrbate para mí – le susurré al oído mientras el cogía con una mano su miembro y empezaba a masajeárselo gimiendo más si era posible y desde luego, me excitaba verle darse placer él mismo mientras yo seguía penetrándole.

No tardé mucho en correrme y Deidara tampoco. Le besé la espalda antes de salir y le comenté que se viniera a la ducha para limpiarse. Nos duchamos juntos, aunque no volví a tocarle. Cuando nos secamos y nos arreglamos, Deidara casi me suplicó si podía salir de mi cuarto, así que al final, colocándome aquellos ojillos a los que no podía negarme, le indiqué con una sonrisa que me acompañase a la cocina a comer algo en vez de traérselo aquí yo.

En la cocina, Karin nos miró mal, bueno... a Deidara y es que suponía que había escuchado las jadeos, porque eso tenía que haberse escuchado por toda la base. A mí lo que pensase Karin me daba un poco igual, pero se le notaba a la legua que estaba celosa del rubio. Sinceramente... me daba más placer Deidara que ella y no iba a cambiar eso.

- ¿No odiabas a los Uchiha? – preguntó Karin hacia Deidara enfadada cuando ya estábamos todos en la mesa.

- Los odio – le dijo Deidara.

- Pues gemías como una gata en celo mientras te follaba un Uchiha – dijo Karin con una sonrisa de maldad.

- No se puede evitar gemir con un Uchiha – le dijo Deidara con prepotencia mientras todos nos reíamos a escondidas – supongo que no lo sabes por qué no lo has probado.

- Serás cabrón – dijo Karin intentando subirse por encima de la mesa para golpearle, pero Suigetsu la cogió al vuelo y yo me puse en medio de Deidara para defenderle.

- Karin – grité su nombre – fuera de la mesa.

- Pero... Sasuke- kun – escuché que decía.

- He dicho que te largues de la mesa, coge tu comida y fuera – le recriminé.

Deidara me miró extrañado como si no se terminase de creer que le había defendido a él frente a otro miembro de mi equipo, pero ya se lo dije, nadie le tocaría mientras estuviera conmigo, era el trato y yo los tratos... los cumplía al pie de la letra. Él había cumplido su parte, me había dado sexo voluntariamente y yo no iba a romper nuestro acuerdo.

- Gracias – escuché que me decía Deidara.

- Ya te lo dije, nadie te tocará mientras estés conmigo – le recordé.

- ¿Entonces no me entregarás a Akatsuki? – me preguntó con preocupación.

- Si vienen a por ti, mataré a todos si es necesario, pero no te irás con ellos.

Aunque dije todo aquello, no era Akatsuki quien me preocupaba, ni siquiera mi hermano, era Karin, porque sus celos, me harían tener que controlarla constantemente, pero eso sí, me ocuparía de hacer gemir bien fuerte a Deidara para que nos escuchase bien, porque estaba harto de que Karin siempre se creyese con derechos sobre mí, le demostraría, que incluso Deidara... me excitaba el doble que ella.


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