Capítulo 2: Te odio
Deidara
Me desperté en el suelo donde me había tirado Hidan hacía unas horas. Me dolía todo el cuerpo, pero al menos, conseguí mover mis manos, conseguí cargar un poco mi peso sobre ellas intentando levantarme, aunque mis piernas seguían temblando, aunque el suelo aún tenía sangre. Me apoyé en la pared para poder terminar de levantarme y cogí la capa colocándomela mejor cubriendo así mi desnudez. Me iba a ir hacia mi cuarto, cuando en el suelo encontré un bote de pomada cicatrizante. ¡Yo no tenía pomada de esa! La verdad es que era rara de encontrar, Sasori a veces fabricaba algunos botes, pero desde luego... a mí no era precisamente al que le regalaba, de mí todos pasaban.
La cogí entre mis manos y me dolió todo el cuerpo al agacharme a por ella. Miré a ambos lados del pasillo por si había alguien y esa pomada fuera de él, pero estaba todo desierto. La guardé en la capa y caminé apoyando todo mi cuerpo por el muro hacia mi habitación. Crucé por la sala de estar y cual fue mi sorpresa cuando Itachi casi me atropella en su camino hacia su dormitorio. Le miré pero él pasó de mí, como siempre hacía ¡y es que le odiaba! Siempre me miraba con esos ojos altaneros, sintiéndose superior a mí, sintiéndose superior a todos los de esta organización y entendía por qué él era el único que no me metía en su cama, que no me acosaba, que no me torturaba... yo no era nada para él, jamás se rebajaría a mi nivel, no iba a tomarme, no me prestaba atención, no existía para él.
Casi me tiró al suelo y no porque me hubiera golpeado fuerte en el choque de hombros, sino más bien por el poco equilibrio que yo tenía en este momento, pero hasta el golpe en el hombro me dolió y es que tras lo de Hidan, no había ni un milímetro de mi cuerpo que no sintiera dolor. Me quejé un poco, al menos en mi cara se reflejó el dolor y aunque Itachi pasó de mí, Kisame que estaba allí sentado en la sala, empezó a sonreír.
- ¿Has tenido una noche movidita rubia? – preguntó sonriendo con malicia.
- Déjame en paz – le dije y creo que no fue muy buena idea meterme con él, porque se levantó y acercándose a mí me empotró contra la pared haciéndome daño mientras me agarraba del cuello.
- ¿Aún tienes ganas de abrir la boca? – Me preguntó muy cerca de mí – porque si es así... te espero en mi habitación, tengo algo que puedes llevarte a esa boca – me dijo cogiendo mi mano con fuerza y llevándola hasta su miembro, dándome a entender el significado de todas sus palabras.
Cerré los ojos por el dolor pero no volví a decir nada, por lo que conseguí que me soltase mientras se marchaba sonriendo y me recordaba... que pasase por su habitación ¡cosa que no pensaba hacer! Aunque teniendo en cuenta como eran ellos... vendrían a por mí donde fuera y me llevarían a rastras si era necesario.
Entré en mi dormitorio y sinceramente... tenía mucha hambre, pero no quería salir ahora, porque todos estarían a punto de despertar y no quería quedarme con ellos, eran capaces de hacerme cualquier cosa, así que prefería quedarme un tiempo en la habitación mientras ellos desayunaban.
Me senté encima de la cama y me quejé por el dolor ¡ni de sentarme correctamente era capaz! Pero es que Hidan siempre había sido muy bestia conmigo. Quizá si me hubiera cogido Kisame en vez de Hidan anoche... hoy podría moverme algo más. Saqué de la capa el bote de pomada y lo miré, es más... lo abrí por si había sido una broma de alguno y estuviera vacío, pero no, estaba lleno y la verdad es que no sé quien lo dejó allí y me gustaría saberlo, porque me había ayudado ¡alguien aquí dentro se había preocupado por mí! Y desde luego, descartaba ya a tres, Hidan, Kisame y a Itachi, uno me hizo daño anoche, el otro quería hacérmelo hoy y luego estaba Itachi... que simplemente para él... yo no existía, así que no gastaría sus cosas en mí. ¿Entonces quien era el que me había dado el bote?
Pensé y pensé, intenté recordar algo de anoche, pero quitando el rato con Hidan, no me acordaba de nada, de unos pies que habían aparecido cerca de mi rostro y que había golpeado mi mano, pero nada más. Ni siquiera me había llevado a otro sitio, ni a mi dormitorio, me había dejado allí, aunque había tenido la amabilidad de darme el bote este ¡por lo menos las heridas sanarían antes!
Aproveché mientras todos estaban desayunando para coger una toalla y dirigirme a las duchas, porque aquí sólo tres personas tenían duchas privadas ¡Paine, Konan y el maldito Uchiha! El resto debíamos ir a la ducha comunitaria y odiaba ir, tenía miedo de cruzarme con alguien, así que aprovechaba los momentos donde estaban ocupados, como ahora con el desayuno.
Llegué al baño y encendí el grifo en el agua caliente y mientras esperaba a que saliera, me quité aquel "pantalón" por llamarlo de alguna forma a esa cosa a tiras que había destrozado Hidan. Dejé la capa a un lado para cuando saliese y entré a ducharme. Ojala el agua pudiera llevarse todo, el dolor, el asco que me daba tener esas marcas, las heridas, pero sólo se llevó la sangre y suciedad. Desaté la coleta y dejé caer mi largo cabello mojándolo para limpiarlo.
Me limpié entero, pero por mucho que me frotaba, esa sensación de asco no desaparecía y es que me sentía demasiado sucio por dentro, llevaba aquí casi un año y no había pasado ni una noche tranquila ¡estaba demasiado sucio ya! Quizá también era por eso por lo que tanto Paine como Itachi pasaban de mí, ya no llamaba la atención, ellos no comían las sobras de los demás y de mí, ya no quedaba nada por dar, me habían hecho de todo, no tenía nada que ofrecer que no me hubiera arrebatado otro.
Estuve a punto de llorar, pero me contuve porque aquí en este lugar, daba igual cuánto llorase, cuánto gritase, cuánto pidiese ayuda, nadie vendría, nadie sentiría lástima por mí, todos eran criminales de clase S, eran fuertes y lo sabían, sabían que podían pasar por encima de mí con facilidad, por eso era yo el blanco de sus juegos, ¡porque con el Uchiha nadie se metía! ¡Porque con Sasori tampoco nadie se metía! Sólo era yo ¿Tan débil les parecía? ¿O es porque era el más pequeño? O quizá... era por ser el novato. No lo sabía.
Me estaba terminando de aclarar la cabeza cuando sentí una mano aprisionar mi muñeca girándome bruscamente para empotrarme contra el frío azulejo de la ducha. Traté de forcejear contra él, porque ahora veía claramente a Kisame con su sonrisa.
- Déjame – le grité pero él sólo sonreía divirtiéndose con mis vamos intentos de escapar de él.
- Te soltaré en cuanto cumplas lo que me debes – me dijo – quiero ver esa boquita tuya bien ocupada.
- No voy a hacerlo.
- Sí lo harás – me dijo cogiéndome con fuerza de la cabeza y empujando con el pie un cubo de agua cerca de mí.
Tenía mucha fuerza y aunque creé un par de insectos de arcilla, cuando explotaron, Kisame los había engullido en su agua evitando que le dieran a él. Me presionó tanto que por el daño que me hacía, acabé sucumbiendo y cayendo de rodillas al suelo. Intenté apartar mi cabeza todo lo que pude pero aún así, me la sumergió de golpe en el cubo.
Me sacó al cabo de unos segundos y cogí aire como pude, a grandes bocanadas mientras él seguía sosteniéndome esta vez del cabello.
- ¿vas a hacerlo? – me preguntó.
- No – le dije y tomé aire, porque sabía que volvería a meterme dentro y lo hizo.
Esta vez me tuvo más rato, lo sé porque contaba los segundos y aún así... yo no era bueno aguantando la respiración, me ahogaba enseguida y por los pataleos que daba, creo que Kisame ya se había dado cuenta. Volvió a sacarme y esta vez creía que de verdad quería ahogarme, porque un poco más y me quedaba sin aire.
- ¿Lo harás? – volvió a preguntar.
- No – le dije y creí que se rendiría conmigo ¡que iluso era! Él tenía todas las de ganar, yo era insignificante, no tenía opciones contra ellos.
Esta vez me sacó del agua cuando ya había dejado hasta de patalear, porque estaba a punto de desmayarme por la falta de aire. Me miró con aquella sonrisa y sabía que estaba perdido, lo haría de igual forma, por las buenas o por las malas, ellos siempre ganaban.
- Lo haré – le dije a punto de llorar
- Eso es lo que quería oír – me dijo mientras volcaba el cubo con agua y le daba la vuelta sentándose en él – empieza
No quería hacer esto, en realidad no quería hacer nada con ninguno de esta organización a excepción de matarles, pero no tenía más opción y dentro de lo malo... Kisame era el menos agresivo conmigo, no me cortaba, no me hacía daño a excepción de cuando me penetraba, pero al parecer... hoy sólo quería algo rápido ¡quizá tenía prisa! Me acerqué un poco hasta él y le bajé la cremallera del pantalón con mis manos temblorosas. Esto era lo peor de Kisame, él no te violaba, no te obligaba, era yo quien voluntariamente accedía a hacerlo, pero claro... para que no siguiera ahogándome, para que no me hiciera daño, supongo que el contrato funcionaba más o menos bien, yo lo hacía voluntario y él no pegaba. Pero eso no quería decir que yo quisiera hacerlo, seguía estando coaccionado.
Saqué su miembro por el hueco de su pantalón y lo miré unos segundos, aún no estaba completamente erecto, pero estaba en ello, supongo que por la excitación que le causó verme desnudo en la ducha, o ahogarme... ya no estoy seguro que le excitaba más a estos tipos. Dudé unos segundos si meterlo o no en mi boca pero por la mirada que me lanzó Kisame, comprendí que hoy tenía prisa, así que no venía con mucha paciencia para soportar mis dudas. Acabé metiéndolo en la boca y cerré los ojos ¡no quería verlo! No quería ver lo que estaba haciendo, pero supongo que esto había hecho yo durante toda mi vida, un niño huérfano que tenía que sobrevivir solo, hacía cualquier cosa para poder sobrevivir, nadie me había ayudado nunca.
Estuve casi diez minutos con mi boca en su miembro, parando cada poco rato a descansar unos segundos antes de seguir, escuchando los gemidos de Kisame, escuchando sus insultos, porque le encantaba a todos ellos insultarme, les encantaba que yo les confirmara las cosas, decirles que tenían razón, que yo sólo era esto, una zorra a la que tenían cuando les apetecía, a la que podían hacerle cualquier cosa sin importar consecuencias.
Al final, sentí como Kisame se levantó y me llevó hasta la pared sentándome en el suelo mientras él de pie y con su miembro a la altura de mi boca, empezó a meterlo en ella sin compasión, moviéndose a un ritmo tan rápido y metiéndola tan hondo, que me daba arcadas ¡no lo aguantaba! Pero el me obligaba a mantener la boca abierta. De mis ojos salían lágrimas e intentaba aguantar esas horribles arcadas mientras él gemía y gemía entrando y saliendo hasta que se corrió.
Se rió de mí cuando empecé a escupir todo el semen, me estaba ahogando con él, no podía tragar todo eso y tampoco quería, no me gustaba su sabor, no me gustaba que fuera de ellos. Kisame no paró de reír mientras se subía la bragueta y me miraba toser. En aquel momento, la puerta se abrió dejando ver a Itachi vestido con la capa llamando a Kisame porque tenían que ir a una misión.
Tras meterle prisa a Kisame, Itachi puso sus ojos en mí unos segundos, aunque tampoco pude mirarle mucho con aquella horrible tos con la que intentaba escupir el líquido de su compañero de mi garganta.
- Vamos entonces – dijo Kisame y ambos salieron por la puerta para irse de misión.
Miré hacia la puerta cerrada cuando me quedé solo y juré... que un día Itachi me las pagaría todas, porque en mi aldea estaba mal, pero aquí estaba peor. Claro que en la aldea se metían conmigo por mi arte, pero al menos no me violaban, no me torturaban, sólo tenía que aguantar a otros niños de igual o menor fuerza que yo, aquí dentro... yo era el más débil, porque según ellos, tenía posibilidades de convertirme en alguien muy poderoso, les gustaba mi habilidad, pero aún no había alcanzado el nivel de ellos.
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