Capítulo 15: Miedo

Itachi Uchiha

Era lo que me faltaba por ver hoy... a Sasori intentando ligarse al mismo chico al que yo trataba de seducir. Mentiría si dijera que no me puse ni un poquito celoso cuando le vi tan cerca de mi chico y más cuando le vi besarle aunque Deidara trataba de apartarle sin causarle daño, supongo que porque Deidara no quería meterse en problemas, pero a mí me daba exactamente igual, podía meterme donde quisiera porque no se atreverían a enfrentarme, así que no iban a tocar a mi rubio mientras yo estuviera presente. ¡Qué peligro tenía dejar a mi chico suelto! Todos iban tras él. No sabía si comprarle una correa y llevarlo atado o simplemente con no separarme de él era suficiente...

La verdad es que pude haber apartado a Sasori de mejor forma, pero no quise, preferí golpearle para dejarle claro... que no podía tocar lo que era mío y Deidara... era mío ¡Bueno aún no, pero lo sería! Y encima ese pedazo de madera andante se había atrevido a desafiarme a mí ¡A mí! Éste no había aprendido aún que con un Uchiha no es conveniente meterse y mucho menos... con el genio de los Uchiha ¿De qué narices iba tocando lo mío? Desde luego si algún día acababa teniendo sexo con Deidara, me aseguraría de que gimiera bien alto para demostrarle a esa marioneta lo que era un Uchiha, porque no sé si él conseguiría sacar algo de Deidara con ese cuerpo frío e inerte que se diseñó.

¿Cómo no podía darse cuenta? Deidara no necesita dormir con un muñeco, necesitaba dormir con alguien de carne y hueso, alguien que le protegiera, que le diera calor cuando tuviera frío, alguien que cuando le abrazase sintiera el cariño, porque eso necesitaba Deidara, afecto y dulzura, no un trozo frío de madera.

Entré en la habitación y vi a Deidara preocupado sentado sobre la cama con las piernas cruzadas. Creo que tenía miedo, no miedo a mí o a la situación, si no a lo que le pudieran hacer después de todo lo que estaba ocurriendo. Dejé la bandeja con los desayunos en un rincón de la cama y me senté frente a él levantándole la cabeza colocando mis dedos bajo su barbilla.

- Ey, ¿Todo bien? – le pregunté

- Sí – me dijo no muy convencido.

- Ven aquí – le dije abrazándole – no voy a dejar que te hagan nada ¿Vale?

- Vale

Rompí el abrazo para mirarle directamente a los ojos y pasar mis dedos con delicadeza sobre ellos, provocando que él cerrase los párpados y volviera a abrirlos al notar como mis dedos se alejaban.

- Me encantan tus ojos – le dije sonriendo – son preciosos.

- No como los tuyos.

- No... los tuyos son preciosos, son azules, dulces e inocentes... los míos sólo dan miedo – le sonreí – son rojos como la sangre o negros como el carbón cuando no está el Sharingan y lo único que saben de ellos, es que son peligrosos.

- No es cierto – me dijo – tus ojos no dan miedo, tus ojos hacen que me sienta protegido y a la vez, tienen dulzura aunque apenas la muestres.

Le besé, no pude evitarlo y es que era tan inocente, tan perfecto, tenía tanta dulzura dentro de sí mismo que me volvía loco, me encantaba su forma de ser. No entendía como había estado todos estos meses sin fijarme en él. Sus labios eran finos, cálidos, simplemente deliciosos y apetecibles, podría estar el día entero besándole, no me hacía falta nada más, solo sus labios. Noté como temblaba su cuerpo levemente y me separé, porque desde anoche, me daba cuenta de que cada vez que empezaba a sentir miedo o recordaba lo que le habían hecho, su cuerpo temblaba, así que prefería darle un poco de espacio. Lo peor que me podía pasar ahora es que se pensase que era igual al resto, que sólo le quería por el sexo y no era así.

Mentiría si dijera que no quería sexo con él, claro que quería, quería dejarles claro a toda esta organización que era mi chico, que cualquier que fuera a tocarle se las vería conmigo, pero otra parte de mí, gritaba que lo tomase con paciencia, no sabía exacto cuantas veces le habían violado ni cómo lo habían hecho y teniendo en cuenta la personalidad de cada miembro de esta organización... no debía ser la mejor de las experiencias, así que tenía que repetirme una y otra vez "calma y paciencia".

- Toma – le dije acercándole la bandeja del desayuno – come algo, debes de tener hambre.

- Un poco – me dijo con una sonrisa

- Voy a irme a la ducha mientras desayunas – le comenté mientras me levantaba hacia el baño.

Estaba ya en la puerta del baño cuando me giré a ver a Deidara ahora comiendo encima de la cama y sonreí, me gustaba verle tan relajado, comiendo y estando bien, a salvo, porque como pillase a esos desgraciados les iba a decir de todo. Entré en el baño cerrando la puerta tras de mí y abrí el grifo. Me desnudé mientras esperaba al agua caliente y una vez estuvo, entré en la ducha.

El agua cayendo sobre mí era una de las sensaciones que más me gustaban. Me quedé un buen rato allí tras haberme lavado y es que me relajaba demasiado, tanto, que ni siquiera me di cuenta de cuando había entrado Deidara al baño, porque cuando me di cuenta, estaba justo detrás de mí tapado con una toalla. Aluciné, no por lo silencioso que era, sino porque se había desnudado y sólo le cubría esa toalla.

- ¿Te importa si te acompaño? – me preguntó y creo que la respuesta era obvia, porque su pregunta también iba con segundas intenciones. Le dejé sitio y entró quitándose la toalla mientras se cubría con las manos su miembro.

No pude evitar reír y es que era tan vergonzoso que me atraía aún más. Le besé con dulzura sin querer agobiarle mucho, un simple beso para que se diera cuenta de que no me importaba si su cuerpo estaba lleno de heridas o si su miembro era más o menos grande, me daba igual todo, yo sólo le quería a él, tal y como era, incluso con su sentido de la vergüenza.

Le dejé en el lado de la pared mientras le aprisionaba con mi cuerpo y bajaba mis manos hasta las suyas, separándolas con lentitud de su intimidad, dándole a entender que no tenía que tenerme vergüenza. Coloqué sus manos en mi cintura y es que si se las dejaba sueltas, creo que tenía tanta timidez que no sabía qué hacer, así que le indiqué un sitio donde colocarlas mientras le seguía besando.

Toqué con las yemas de mis dedos su hombro con mucha ternura, bajando por su brazo hasta su mano y jadeó levemente. Desde luego era un chico muy mimoso, le encantaba que le acariciasen y todo su cuerpo reaccionaba al tacto, era muy sensible y eso... también me excitaba.

Me centré en su cuerpo y mientras no lo notase temblar, creo que todo estaba bien, de todas formas, tuve que mentalizarme y repetirme mil veces que tenía que ir despacio, no quería forzarle y era realmente difícil tener que ir despacio con él, porque me moría de ganas de que fuera mío, pero tampoco quería asustarle ni que lo pasara mal recordando lo que le hicieron.

Bajé mis manos por su cintura muy despacio, acariciando su suave piel ahora llena de heridas y marcas que esperaba sanasen en algún momento. No quería hacerle daño en ningún momento, así que lo hice con la mayor delicadeza que pude. Realmente... este momento era todo lo que podía desear, Deidara a mi lado correspondiendo mis besos, jadeando con mis caricias mientras cerraba sus bellos ojos y el agua cayéndonos encima.

Solté sus labios para besarle el cuello, encontrándome con esas horribles marcas que le habían hecho, casi juraría que eran mordiscos. Besé sus marcas con cuidado, intentando sustituir su mala experiencia por otra buena. Me gustaba escuchar su respiración acelerarse cuanto más empezaba a disfrutar, me gustaba como tensaba los músculos de su cuerpo por el placer cada vez que besaba su piel, cada vez que mis manos acariciaban cualquier parte.

Bajé mis manos a su miembro y le noté temblar levemente, no supe si seguir o no, así que esperé unos segundos hasta que se relajó y empecé a mover mi mano despacio para que se acostumbrase a mi tacto, para que supiera, que no iba a hacerle daño. Jadeó aún más cuando sintió mis manos acariciando su miembro, despacio pero sin pausa mientras volvía a devorar su boca metiendo mi lengua para jugar con la suya.

Estaba concentrado en que él disfrutase, que no me di cuenta cuando sus manos acariciaron mi cabello ahora suelto, subiendo hacia mi cuello y cabeza. Al menos ahora parecía reaccionar y aunque sabía que seguía teniendo miedo, estaba intentando dejarlo al margen. Aún así, cuando besé sus pezones acariciándole también con mi mano el abdomen, se tensó y me frenó. ¡Creo que me había pasado ahí!

- Ey – le llamé con una sonrisa – lo he entendido – le comenté – más despacio.

- No es eso – me dijo – es que...

- No voy a entrar en ti – le dije - ¿es eso?

Creo que había dado en el blanco de su miedo, pero no pensaba entrar en él, al menos no hoy, sólo estaba tanteando su miedo, esto habría que cogerlo poco a poco, no era cuestión de que en un día perdiera todos sus miedos, era imposible. Además, con las veces que le habían violado, debían haberle desgarrado, así que hasta que no se curase, no quería hacerle completamente mío.

- Disfruta ¿vale? Te prometo que no entraré – le dije y pareció relajarse centrándose de nuevo en mi mano en su miembro.

Moví mi mano cada vez con mayor rapidez y cuando empecé a escuchar sus gemidos, le besé con un poco más de pasión pero sin forzarle, no quería que volviera a pararme porque me pasaba de fuerza. Jugué con su lengua y tuve que pasar el brazo por su cintura para sujetarle, porque sus gemidos cada vez eran más continuos y menos aguantables, sus piernas temblaban por el placer y creí que si no le sujetaba, era posible que se me desplomase allí mismo.

Sentí su líquido salpicando y resbalando por mi mano que ahora empecé a mover más despacio ya para sacarle las últimas gotas y dejarle descansar, pero no me separé de su boca, porque sus labios eran míos, sus besos me pertenecían y sus gemidos pasaban a mi posesión, todo él era mío.

- ¿Estás bien? – le pregunté aún sujetándole por la cintura mientras me limpiaba la mano con el agua que caía.

- Sí – me dijo abriendo los ojos – estoy genial.

- Lo sé – le dije sonriendo – otro día más ¿Vale? No forcemos hoy

- Vale – me dijo un poco decepcionado, supongo que él quería seguir, pero no podíamos, entre sus heridas y el trauma que tendría, era imposible seguir sin que me detuviera a mitad de faena. Prefería hacerlo más adelante cuando se hubiera recuperado, cuando me cogiera más confianza.

- ¿Desayunas conmigo? – le pregunté.

- Yo ya he desayunado – me dijo

- Ya, pero yo no – le dije besándole de nuevo – vamos, hazme compañía y prometo... que haré lo que quieras esta tarde.

- ¿Lo que yo quiera? – me preguntó - ¿puedo pedir cualquier cosa?

- Sí – le dije

- Quiero estar contigo – me dijo – quiero que me abraces y no me sueltes, quiero que me beses – yo sonreí

- Y además de eso, te acariciaré – le dije guiñándole un ojo antes de besarle una última vez antes de salir de la ducha – pero tienes que hacer algo por mí – le dije y se tensó como si siempre tuviera que dar algo él para estar bien – deja de llamarme Uchiha – le dije – me pusieron un nombre ¿sabes? – Deidara empezó a reír – llámame Itachi, por favor, que Uchiha me suena como a mi padre – le dije recordando las exigencias que tenía mi padre sobre mí.



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