Capítulo 11: Aléjate


Deidara

Fui a salir del estanque cuando Itachi retuvo mi brazo y me giró hacia él. Me sorprendí y me asusté un poco, pero sus ojos eran tan diferentes al de los demás, no eran duros, tenían cierto toque que me hacía sentir seguro.

Estaba muy cerca de mí, demasiado cerca, sé que tenía que estar rojo como un tomate y había puesto mis manos en mi pecho como si eso fuera una gran barrera que le impidiese acercarse más, menuda tontería... porque hasta tenía su frente apoyada en la mía, no sé si podía acercarse aún más.

- ¿Qué te han hecho? – me preguntó con suavidad casi en susurro, esa voz me hizo tener ganas de llorar, pero no podía llorar frente a él.

- Qué más da – le dije.

- Quiero saberlo, quiero ayudarte.

- ¿por qué? – le pregunté - ¿por qué ibas a ayudarme tú? Es tú culpa que esté aquí, es tu culpa que me pase esto ¿Por qué me ayudarías? Tú sólo sigues órdenes de ellos, no te importo nada.

- Sí, es mí culpa – me dijo – déjame arreglarlo entonces, déjame ayudarte ahora.

- ¿Qué me pedirás a cambio de ayuda? – le pregunté y se sorprendió – no te hagas el inocente Uchiha... todos me piden algo siempre que proponen ayudarme ¿Qué quieres tú?

- Quiero que estés bien – me dijo – que vuelvas a ser aquel chico que conocí cuando tuve que ir a reclutarte.

- Aquel chico murió, esto es lo que queda – le dije – sólo soy un juguete para toda esta organización.

- ¿Qué? – preguntó sin saber a qué me refería - ¿Cómo que un juguete?

- ¿Qué hiciste anoche conmigo? – le pregunté de golpe cambiándole de tema ante su sorpresa.

- ¿Qué hice? – preguntó dudando.

- Sí, porque vi tus ojos y el dolor desapareció, te vi encima mío, te vi besarme ¿Me besaste? – pregunté con una voz segura de mí mismo aunque mis piernas temblaban como un flan a punto de desmayarme.

Se quedó unos segundos dudando mientras no paraba de mirar mis ojos. No sé si buscaba una excusa, si iba a mentirme, a negarlo o iba a decirme la verdad, pero quería saber si lo había imaginado o fue real. No parecía querer contestar y volví a preguntar.

- ¿Fue real o lo soñé? – le pregunté.

- No sé, dímelo tú – dijo muy serio y fui a contestarle algo muy borde por su escueta respuesta cuando sentí sus labios juntándose a los míos.

¡Madre de dios que el Uchiha me estaba besando! Y encima sentía lo mismo que anoche ¡Era real! ¿Kisame tenía razón? ¿Ahora iba a ser el juguete del Uchiha? Como siempre... todos querían algo por ayudarme, nadie quería ayudarme desinteresadamente, todos querían follarme a cambio de darme protección. Ahora iba a convertirme en el juguete del Uchiha y no quería, no quería que él me violase, no quería estar en su maldito mundo atado a esa cruz como había dicho Kisame, tenía miedo.

Me separé como pude de él empezando a llorar y pude ver a Itachi quedarse estático mirándome.

- Aléjate de mí – le dije – eres igual que los demás ¿Qué narices te he hecho a ti para que me hagas esto? – le pregunté – creí que eras diferente.

- ¿Qué? – preguntó como si no supiera de qué le estaba hablando – Deidara... - me llamó mientras empezaba a marcharme hacia la orilla – Deidara – volvió a llamarme.

- Creí que eras heterosexual – le grité empezando a vestirme mientras él salía también del agua hacia mí.

- No sé lo que soy – me dijo – es más, mi padre me mataría si supiera que te he besado.

- Gracias por el dato, soy el que ha desgraciado al genio Uchiha, lo he convertido en homosexual.

- No quise decir eso, me estás malinterpretando, sólo he dicho que no sé lo que siento en este momento.

- ¿Y tienes que follarme para descubrir que eres?

- No... No lo sé – me dijo confuso.

- ¿Qué coño crees que soy yo? ¿Tú puto juguete sin sentimientos? ¿ese al que puedes venir follarte y largarte sabiendo lo que querías saber? ¿y yo qué Uchiha? No aguanto más, ya no puedo más.

- No eres un juguete – me comentó – no sé que me pasa, desde que te besé ayer tengo la cabeza echa un lío, ni siquiera tendría que estar aquí pensando en esto, se supone que tenía que tener muy claro que era heterosexual, soy un Uchiha.

- Tú y tu maldito apellido otra vez – le grité – estoy harto de tu apellido, no puedes utilizar a todo el mundo como quieras y cuando quieras por tu propio interés, es por esto que te odio.

- Deidara... no era mi intención, enserio.

- ¿Cuál era tú intención? – le pregunté porque aquí todos tenían una excusa para hacerme lo que me hacían - ¿Querías probar cómo es follar durante días en una cruz? Y claro... cojamos a Deidara que es el más débil, el que no puede defenderse... Aléjate de mí.

- ¿Pero qué te pasa? ¿A qué viene lo de la cruz? –me preguntó abrazándome por detrás intentando retenerme y no pude evitar tener miedo, no pude evitar llorar.

- No me hagas daño, por favor – le dije derrumbándome al suelo llorando mientras seguía cogiéndome.

- ¿Cómo crees que voy a hacerte daño?

- Por favor... - le supliqué y jamás pensé que tendría que suplicarle a un Uchiha, esto era deprimente, suplicándole a mi propio captor, al que me metió en este infierno – deja que me vaya, por favor.

Extrañamente soltó su agarre y me dejó marchar. Aún lloraba cuando llegué a la base y me sorprendí de ver a Kisame con la espalda apoyada en la pared del pasillo por donde yo entraba hacia mi habitación.

- Te lo dije – me comentó con una sonrisa – deberías estar agradecido de que el Uchiha se fije en ti.

- Vete al infierno – le dije – tú y el Uchiha, os podéis ir juntitos como buenos compañeros.

- El que irá al infierno serás tú, te espera la cruz en breve – dijo sonriendo mientras se marchaba y es que si antes no le creía, ahora empezaba a tomarme enserio sus palabras.

Pasé de sus palabras y continué caminando hacia mi cuarto aunque cuando escuché pisadas tras de mí, el temor volvió a recorrer mi cuerpo y aceleré el paso hacia mi habitación ¡Cómo si hubiera algún lugar a salvo de ellos! Instintivamente metí las manos dentro de los sacos de arcilla y dejé que las bocas de mis manos empezaran a llenarse y moldear algo, ni siquiera sabía que moldear, estaba nervioso, pero algo se me ocurriría.

Me centré en llenar lo máximo que pude mis manos, porque lo primero que harían en cuanto me dieran alcance, sería quitarme la arcilla para evitar que atacase. ¿Para que ir a mi habitación? Eso es lo que pensaba, porque ya me daba igual donde lo hicieran, sé que volverían a violarme, sé que volverían a hacerme daño y les daría igual el sitio, para mí no había salvación y también sabía, que por mucho que llenase mis manos, hoy no podía hacerles frente. Casi muero esta misma noche, estaba destrozado y apenas podía moverme ¿Debía rendirme? Quizá si les dejaba hacerme lo que quisieran y les complacía conseguía que no me hicieran más daño del que ya tenía hoy.

Cuando me di cuenta, estaba frente a la puerta de mi habitación pero no entré, ya todo daba igual. Fue Hidan el primero en aparecer en mi campo de visión ¡perfecto! Porque encima de que no podía enfrentarle... era inmortal ¿Cómo narices iba a vencerle? Tras él Kakuzu, para mayor depresión mía, a uno podía volarle en mil pedazos y el otro le volvería a unir las partes ¿esto era una batalla justa? Creo que no, pero que más daba ya.

Al que no esperé ver fue a Kisame y ese si me sorprendió. Tres en perfecto estado contra mí y encima herido. Mi gran pregunta era ¿Cuándo habían vuelto esos dos de la misión? Pero es que encima parecían venir enfadados.

- Sujétale – escuché que decía Kakuzu hacia Hidan que ya se acercaba a mí con esa sonrisa sádica.

Moldeé unas diminutas arañas lanzándolas hacia él. No pudo evitar que se metieran dentro de su cuerpo y a mi señal, explotaron ¡todo Hidan estalló en mil pedazos! Pero como supuse, Kakuzu volvió a coserle. Sé que lo ideal era atacar a Kakuzu, pero él también sabía eso y se mantenía a distancia cubriéndose siempre tras Hidan. Ahora parecían más enfadados y es que daba igual lo que hiciera, ellos tenían mucha más experiencia de combate que yo ¡Bueno Hidan no, pero mientras estuviera su compañero allí siempre estaría en desventaja frente a él! Y yo no tenía un compañero en este momento que me cubriese las espaldas.

Sin contar... que mi compañero me había ofrecido su ayuda y protección a cambio de follarme, así que estaba muy solo y muy perdido. Perdí la cuenta de las veces que volé a Hidan y cada vez que estallaba, se le veía más enfadado aunque no perdía esa sonrisa macabra y sé... que sufriría las consecuencias cuando no pudiera seguir manteniéndole a esa distancia de mí y así fue.

Mientras yo me entretenía con Hidan, fue Kisame quien había desenvainado y estaba tras de mí. Vi su espada venir hacia mí y coloqué mi brazo instintivamente para protegerme, lo que no esperé es que su espada se hundiera en mi brazo y mientras estuvo allí, empezase a quitar mi chakra. Si ya tenía poco antes, ahora cada vez tenía menos y ellos más.

Mis piernas fallaron derrumbándome al suelo y una burbuja de agua me engulló ahogándome. No podía respirar pero tampoco podía salir de allí, estaba a expensas de lo que Kisame quisiera hacerme. Sentí unas cuerdas enrollarse en mi cuerpo apretando mis brazos a él para luego sacarme de la burbuja de agua con un fuerte tirón. Me quejé del dolor cuando me golpeé contra el suelo pero ni siquiera esperaron a que me recuperase de aquel intenso dolor para empezar con sus lascivas caricias, con sus besos, con los mordiscos. Sé que Hidan me inyectó algo en el cuello porque estaba perdiendo el conocimiento y aún así, cuando todo estaba perdido y sólo podía dejar que hicieran conmigo lo que quisieran mientras cerraba los ojos, escuché un golpe y el grito de terror de Kakuzu antes de caer frente a mí con los ojos muy abiertos pero sin poder responder ¿Qué le había pasado? ¿Estaba muerto? Parecía estarlo, pero me di cuenta de que aún respiraba.

Me sorprendió ver frente a mí la figura de Itachi empotrando a Hidan contra la pared obligándole a mirarle a los ojos. Hidan se reía y le recordó que él no podía morir, pero era una insensatez meterse con el Uchiha, por lo menos es lo que yo pensaba.

- Hay cosas mucho peores que la muerte – le dijo el Uchiha activando de nuevo sus ojos.

Nunca había escuchado a Hidan gritar y menos como aquella vez. Itachi lo tiró con brutalidad al lado de su compañero y se giró hacia Kisame que levantó las manos como si se estuviera rindiendo antes que enfrentarse a su compañero. Itachi pasó de él y se acercó hasta mí cogiéndome. Lo último que recuerdo de todo aquello, es que me llevaba en brazos por el pasillo, porque me quedé dormido al momento con la cabeza en su pecho. ¿Por qué siempre era él quien me humillaba? Dos días... dos veces había tenido que cargarme como si fuera una damisela en apuros ¡que lo era! Me sentía así de tonto y débil.




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