Capítulo 6: Exposición de arte


Mientras su hermano conducía en dirección a la exposición, Izuna miraba hacia atrás gracias al espejo retrovisor, observando a ese chico rubio que parecía más centrado en sus pensamientos que en cualquier otra cosa. No negaba que habían pensado en tener sexo con él a lo grande en aquella exposición, pero ante los últimos acontecimientos, ambos hermanos habían tenido que replantear todo lo que tenían previsto.

Izuna también pensaba en lo que ese chico ocultaba. Su hermano Madara, que quería ser policía y estaba acostumbrado a darle miles de vueltas a las cosas, estaba convencido de que ese chico escondía algo y últimamente... más después de lo que había ocurrido, Izuna suponía que su hermano llevaba razón.

Desde el volante, Madara también pensaba en ello, no era posible que un chico como ése, de buenas notas y que no se metía nunca en líos, pudiera estar simplemente... acostándose con ricos por dinero. Quizá sólo era un problema económico de la familia, aun así... su forma de comportarse en sociedad era diferente a la de cualquier otro estudiante y hoy quería comprobarlo en aquella exposición. Había algo en Minato que no le encajaba para nada con un estudiante normal.

La exposición se realizaba en la lujosa mansión de la familia Sarutobi. Era una de las pocas veces donde sus puertas se abrían para permitir el paso a la alta sociedad y disfrutar de sus obras de arte compradas o importadas, de sus famosos cuadros y esculturas. No era algo que a los Uchiha les llamase en sí la atención, pero Madara quería comprobar la gran duda que tenía, y esa apertura de puertas de la mansión le permitía demostrarlo.

- ¿Vamos? – preguntó Madara extendiendo su brazo hacia Minato.

Minato lo observó y luego reconoció la mansión. Nunca había pasado más allá del hall, pero era cierto que ese hombre había hecho negocios con su padre en el pasado. A Madara, no se le escaparon aquellos ojos que había colocado el rubio, seguramente porque había estado en esa mansión antes, quizá por sus propios negocios sexuales o en el pasado por algún otro tema.

Los tres chicos caminaron hasta la entrada, donde la seguridad privada de la mansión y de la familia Sarutobi los detuvieron para pedir su invitación exclusiva. Los Uchiha sacaron la invitación y con una sonrisa del guardia, se les permitió la entrada. El hall era algo que Minato conocía muy bien, con sus blancas estatuas importadas de Grecia, con aquella fuente en mitad del pequeño patio con el ángel cupido en su cúspide, sin embargo, Izuna colocó su mano en la espalda y lo guió hacia una de las salas, abriéndole con cortesía la puerta.

Casi toda la alta sociedad estaba allí. Los hombres con sus elegantes trajes oscuros o blancos, las mujeres, con elegantes y largos vestidos, tan sólo las jóvenes parecían llevar algunos vestidos más cortos. Izuna miró a una de las mujeres del fondo que miraba hacia ellos, una chica de largo cabello rojizo y precioso vestido morado con rostro sorprendido.

- ¿La conoces? – preguntó Izuna hacia su hermano.

- Kushina Uzumaki – dijo Madara – pero no... no la conozco en persona.

- Pues parece sorprendida.

Ambos Uchiha miraron a Minato un segundo, antes de ver cómo la chica sonreía, dejaba su copa de champán en una de las bandejas de los camareros y se acercaba con un precioso caminar hacia Minato.

- Minato – sonrió la chica – qué alegría volver a verte, hacía años que no te veía en algo así. No esperaba encontrarte.

- Kushina – sonrió de igual modo Minato haciendo una reverencia frente a ella y cogiendo su mano para besar el dorso con suavidad – es todo un placer encontrarte aquí.

- Siempre tan caballeroso – se sonrojó la mujer - ¿Empezaste a estudiar medicina?

- Sí, estoy en ello.

Madara carraspeó captando la atención de Minato al momento. Ni siquiera entendía cómo Minato podía conocer a alguien de la alta sociedad a menos... que se hubiera acostado con ella o le hubieran contratado para compañía en algún evento.

- Mis disculpas – comentó Minato – son mis acompañantes, Madara e Izuna Uchiha. Esta bella mujer es Kushina Uzumaki, la hija del mayor empresario informático del país.

- Es todo un honor conocerles – hizo una reverencia Kushina – he visto la campaña de su padre, un gran proyecto.

- Sí, mi padre siempre ha tenido una labia especial – sonrió Madara.

- Estoy convencida de ello, llegará lejos en política. Cuenta con mi voto – sonrió la muchacha - Disfrutad de la exposición.

Ambos Uchiha vieron cómo Kushina recogía una nueva copa de la bandeja de uno de los camareros y, tras una sonrisa hacia Minato, se marchaba para seguir observando los famosos cuadros y estatuas que recorrían los jardines y las estancias de la mansión. Madara le hizo una señal a su hermano para que siguiera a la chica y sacase algo de información sobre lo que estaba ocurriendo allí y así lo hizo. Con una sonrisa, Izuna cogió una copa y marchó tras la pelirroja.

- Me han dicho que en la sala del ala norte hay una gran exposición de cuadros de Claude Monet, traídos de la misma Francia – sonrió Madara - ¿Te apetece que la veamos?

- Será un placer – sonrió Minato agarrando el brazo de Madara y caminando a su lado hacia el ala norte.

- ¿De qué conoces a la hija de los Uzumaki? – preguntó Madara con curiosidad.

- De la infancia – sonrió Minato – una gran mujer.

- Creo que le gustas.

- No digas tonterías, yo no puedo gustarle a nadie – susurró Minato aquella última frase que hizo que Madara se paralizase y sus brazos se soltasen.

- ¿Por qué dices eso? – preguntó Madara confuso consiguiendo que Minato se girase con cierta sonrisa que denotaba una tristeza tras ella.

- Porque mírame... sólo soy como una copia barata, aprendí protocolo, a comportarme en sociedad, aprendí todo lo que tenía que aprender sobre las costumbres de la alta sociedad pero... me siento como... un muñeco al que le han enseñado todo esto, un muñeco vacío al que sólo quieren por su compañía y porque sabe quedar bien en la sociedad. ¿Crees que la gente que me contrata lo hace porque me quiere? – sonrió Minato – lo hacen porque saben que no les dejaré en evidencia frente a los protocolos sociales y porque pueden tener sexo conmigo con sólo sacar unos billetes más de los bolsillos, nada más.

Madara quiso decirle que no era cierto, pero la verdad era que no podía. La primera vez que lo vieron, estaba con aquel hombre... que lo había utilizado precisamente para eso y sabía que no había sido el único. Quizá ellos tan sólo lo utilizaban por su físico y por el sexo, porque Izuna se había fijado en él, pero tenía razón en que no estaban en sí enamorados de él, no conocían nada sobre él excepto lo bueno que era en la cama.

- Mierda – susurró Madara al ver cómo Minato seguía caminando hacia el ala norte para ver los cuadros de Monet.

Cogió una de las copas y, de un trago, la vació. Necesitaba algo fuerte para poder continuar con aquello, porque ahora mismo no sabía cómo reaccionar ante esa faceta nueva que Minato le enseñaba. Cuando llegó al ala norte, Minato estaba hablando en un perfecto francés con una pareja que explicaba los finos trazos del artista, sus obras y su vida. Izuna le sorprendió entonces.

- No te vas a creer lo que he descubierto – sonrió Izuna.

- No es un chico pobre, ¿verdad? – preguntó Madara sacando un asombro de Izuna.

- Para nada. ¿Cómo lo sabes?

- Por su fluido francés. Aún recuerdo que papá nos obligaba a aprenderlo en clases particulares sólo por protocolos sociales. Mira la fluidez con la que lo habla, ese chico ha tenido clases particulares de francés.

- ¿De qué te suenan los Namikaze? – preguntó Izuna hacia su hermano con una gran sonrisa.

- ¿La farmacéutica? – preguntó asombrado Madara – farmacéuticas Namikaze, creo que ahora tienen otro nombre... no lo recuerdo, otra familia se apoderó de su empresa por tecnicismos legales de algo, fue un escándalo en toda la sociedad, los Namikaze lo perdieron todo – susurró Madara y al mirar a Minato, todo encajó – ohhh – sonrió - ¿Minato Namikaze? Joder, su familia tenía incluso más dinero que nosotros.

- La familia Namikaze se arruinó tras aquel suceso. No sé mucho sobre los detalles pero... ese chico... es el hijo menor de Jiro Namikaze.

- Toda la familia Namikaze desapareció tras aquel asunto – susurró Madara – no esperaba encontrarme a uno tan cerca.

Los dos hermanos sonrieron y se giraron hacia donde debía estar Minato, pero éste... había desaparecido del ala. Lo buscaron por la sala, pero tan sólo Izuna lo observó desde una de las ventanas en el jardín interior, mirando una hermosa fuente con figuras de sirenas. Ambos hermanos se apresuraron a buscar las escaleras para bajar y unirse a él.

***

- Una fuente preciosa, ¿no crees? – preguntó un hombre a su espalda, un hombre que creó un escalofrío en el cuerpo de Minato.

- Me recuerda a una que ya vi – susurró Minato.

- Ya... ¿La de tu casa? – preguntó Tobirama Senju sentándose en el bordillo de la gran fuente y observando a Minato de pie junto a ella.

- ¿Qué deseas, Tobirama?

- Ya sabes lo que quiero de ti, pero siempre te niegas – sonrió – lo que no entiendo es el motivo. Te acuestas con otros ricos... pero nunca me aceptas a mí.

- No quiero nada que ver con la familia Senju – dijo Minato sonriéndole de una manera fingida.

- Siempre fuiste atrayente, no te lo puedo negar. Vamos... acepta mi oferta y te daré lo que quieres.

Tobirama se levantó de la fuente rodeando la figura de Minato, recorriendo su cuerpo con su mirada y cogiendo entre sus dedos uno de los largos mechones rubios de aquel cabello antes de olerlo y besarlo, pero Minato movió la cabeza apartando su cabello, haciendo que recorrieran aquellos dedos hasta abandonarlos.

- No, Tobirama – dijo Minato – no voy a convertirme en tu amante. Creo que deberías volver con tu futura esposa, te está buscando – sonrió Minato al ver cómo una mujer de largo cabello rubio buscaba con desesperación a su futuro esposo entre los carriles del jardín.

- Claro... es mejor para ti seguir siendo la puta de los ricos – sonrió Tobirama – piensa bien mi oferta, Minato, te juegas mucho. Por cierto... ¿Cómo está tu padre? – sonrió Tobirama mientras se iba por el pasillo del jardín.

Los puños de Minato se apretaron con fuerza, quería ir allí y golpearle, quería y podía... estudiaba artes marciales y podía destrozarle en un segundo, sin embargo... se quedó paralizado pensando en las consecuencias, no saldría nada bueno de golpear a Tobirama Senju.

- Ey... cálmate – escuchó a Madara a su espalda que acariciaba con sus dedos los brazos de Minato y bajaban hacia sus manos, abriéndolas y acariciando las palmas de sus manos tratando de relajarle – déjale... te meterás en líos si le haces algo.

- Lo sé – dijo Minato – maldita sea.

- ¿Qué te ocurre con ese tipo? – preguntó extrañado.

- Sólo es... un viejo conocido – aclaró Minato – pero tranquilo... estoy en exclusivo con vosotros.

- Lo sé, confío en ti – sonrió Madara, más ahora que sabía que era un Namikaze y los Namikaze eran famosos por no faltar nunca a su palabra.

Sus labios estaban tan cerca que Madara podía sentir la calidez de la respiración del moreno sobre su rostro. No negaba que quería besar a ese rubio, pero en parte... sabía que venía de una situación traumática desde lo de su entrenador, seguramente sólo estaba haciendo eso por obligación, porque sabía que le habían contratado para que les acompañase y por sexo. Fue Izuna quien cogió la cintura de Minato y lo empujó hasta que la espalda del rubio tocó el pecho del menor de los Uchiha.

- Ey... tranquilízate, ¿vale?

- Pero... ¿No era lo que queríais? – preguntó extrañado Minato al no entender el motivo por el que rehusaban su beso.

- Me muero por besarte – le dijo Madara – pero no hoy.

- ¿Es por lo de Kabuto? – preguntó Minato - ¿Estáis así por eso? Vamos... estoy bien.

- Vamos a pagarte igual, Minato – dijo Izuna – nos has acompañado.

- No, no lo entendéis, no quiero vuestro dinero de esta forma – les aclaró a los dos – se supone que pagáis por un servicio mío y no quiero vuestro dinero si no habéis recibido el servicio.

Los dos Uchiha se miraron y es que ese chico era terco y cabezón. No sabían qué hacer en ese instante. Querían que se relajase, que no pensase en lo que Kabuto había tratado de hacerle, pero por otro lado... sentían que él tenía razón, no quería dinero sin haber hecho "su trabajo", era un chico con honor al fin y al cabo.

- Joder – susurró Madara – lo pones muy difícil siempre, me haces pensar demasiado – le aclaró a Minato pese a sonreír – hay una estancia en esta mansión... mi padre conoce a Sarutobi y me dio acceso a ella, tengo aquí la llave – dijo enseñándosela – vamos a pringarnos un poco – le aclaró con una sonrisa.

- Vale – dijo Minato – vosotros pagáis, vosotros decidís.


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