Capítulo 5: Decencia


Minato no se movió del suelo. Miraba la mano de Izuna sin atreverse a cogerla. Todos eran iguales, todos jugaban con él, todos le acababan chantajeando de una u otra forma. Izuna, al ver que ese chico miraba la mano indeciso, fue él quien tomó su muñeca y le ayudó a ponerse en pie tratando de arreglarle la ropa antes de sacarlo de allí y dejarle tras la puerta.

- Quédate aquí un momento – aclaró Izuna ayudándole a sentarse y apoyándole contra la pared del dojo – vuelvo enseguida.

Intentó reestablecer su respiración. Estaba alterado y no podía negar que también tenía un poco de miedo. Kabuto seguía teniendo en su poder esas fotografías, ésas con las que continuaría chantajeándole. Escuchó unos golpes tras la puerta, pero no se atrevió a abrirla. Pensó en recuperarse cuanto antes y marcharse de allí, en alejarse cuanto antes del peligro, pero no podía.

Las lágrimas salieron de sus ojos todavía preso del miedo y la impotencia que había sentido. Elevó su mano hasta sus labios y los tapó tratando de acallar los sonidos que salían de su garganta. El silencio se hizo detrás de la puerta, segundos... minutos de silencio donde Minato dudó lo que estaría ocurriendo allí, sin embargo, sus lágrimas seguían saliendo.

La puerta se abrió de golpe antes de sentir cómo alguien le abrazaba. Era cálido y dulce, un abrazo protector como los que hacía años no sentía... quizá nunca lo había sentido. Se agarró con fuerza a la camiseta de aquel chico escondiendo su rostro en la clavícula de éste, tratando así de acallar su llanto, mordiendo la camiseta intentando controlarse.

- Vamos... desahógate – le insistió Izuna acariciando su cabello, dejando que mordiera la camiseta y se agarrase a ella con fuerza – no va a molestarte más. Te lo prometo.

- Toma – escuchó la voz del hermano mayor – haz lo que quieras con ellas, aunque te recomendaría quemarlas y destruir esto – confirmó Madara enseñándole las fotografías junto a un pendrive donde estaban guardadas las copias digitales.

- Dale un momento – susurró Izuna hacia su hermano.

Minato alzó la mirada para verlas, secándose las lágrimas con la manga de su camiseta. Allí estaban las fotografías que tanto había buscado e intentado recuperar pero las cogió con dudas. No entendía nada. ¿Por qué le daban aquellas fotografías donde se le veía claramente teniendo sexo con esos ricos? ¿Por qué no le chantajeaban? ¿Por qué se lo estaban devolviendo?

- No lo entiendo – dijo Minato – Me tenéis... podéis...

- ¿Chantajearte? – preguntó Madara – sí... podríamos pero no queremos eso. Queremos tus servicios, te ganas nuestro dinero, es legal.

- ¿En serio? ¿Sois los únicos decentes del país o qué? – preguntó extrañado.

- Algo así – sonrió Izuna – no queremos forzarte a nada, no ganamos nada con ello. Tú estarías incómodo, nosotros también, tú te negarías a hacer ciertas cosas y tratarías siempre de librarte de nosotros, queremos que quieras estar con nosotros voluntariamente, no por obligación. Haz lo que quieras con esas fotografías, son tuyas.

- ¿Cómo sé que no volverá a chantajearme?

- Porque me he quedado con otras fotografías muy sugerentes – sonrió Madara enseñándole las fotografías que acababa de sacarle a Kabuto desnudo y atado, fotografías muy subidas de tono.

- Vaya – se sorprendió Minato – sois buenos...

- Vamos... levántate y lávate la cara. Tenemos una exposición a la que ir – sonrió Izuna.

- ¿Cómo... lo sabíais? – preguntó Minato agarrándose con fuerza a los hombros de Izuna para que le ayudase a levantarse.

- ¿El qué? – preguntó Izuna algo confuso por aquella pregunta - ¿Lo de las fotos? ¿El chantaje? ¿Que se acostaba contigo?

- ¿Me estáis siguiendo? – preguntó alarmado – espera... ¿Habéis pagado para que me sigan? – preguntó todavía más alarmado por la segunda opción. Al ver cómo Madara apartaba la mirada hacia el lado opuesto, supo que había acertado – Qué narices... no me gusta que me sigan.

- Ya... pues da gracias que lo hiciéramos – dijo Madara al ver la escena de ahí dentro – no me arrepiento de haberlo hecho. Un chico al que le pagué me contó que hacías aikido y corrían rumores por ahí de que ese entrenador había abusado de otros alumnos suyos chantajeándoles con fotos. Sólo quería saber si te estaba haciendo algo y mira... acerté.

- ¿Ahora eres policía?

- Pues sí – sonrió Madara – bueno... estoy en ello, quiero serlo. Pero, ¿ves? Se me da bien esto de investigar.

- Con dinero – se enfadó Minato – dejad de seguirme así, no quiero que la gente filtre información de mí.

- Pararé lo del dinero si tú me prometes que nadie más te está chantajeando para obtener sexo de ti. ¿Hay alguien más con quien te acuestes por chantaje?

- No – dijo Minato – sólo era él.

Madara pensó unos segundos, perdiéndose en la profunda mirada de ese chico. ¿Por qué seguía viendo tristeza en él? El investigador privado que Izuna había contratado había hecho un buen trabajo sobre ese chico, les había sacado hasta fotos de cuando se acostaba con Kabuto, lo tenían todo planeado para ir y ayudarle, pero seguía teniendo esa mirada... ¿Si no era Kabuto, quién o qué era lo que le tenía así? Tendría que volver a mirar todos los informes, quizá se había saltado algo.

- Lo... lamento – dijo un Madara sonrojado, algo que hizo sonrojar aún más a un enfadado Minato al que el enfado se le fue al instante, no podía creerse que se estuviera disculpando. Ningún rico se había disculpado jamás con él.

- ¿Qué? – se sorprendió Minato.

- No pienso repetirlo – se quejó Madara haciendo reír a su hermano y consiguiendo sacar una sonrisa en Minato, la sonrisa más bella que jamás había visto en nadie, una sonrisa que hizo que él... el gran Madara Uchiha se sonrojara todavía más.

- Gracias por ayudarme – le confesó Minato – quizá me he pasado un poco al enterarme que me siguen pero... de verdad que no me gusta nada que me persigan.

- Prométeme contarme si alguien te chantajea y te quitaré toda la vigilancia – le dijo Madara tomando el rostro de ese chico entre sus manos.

- Te lo prometo, no me acuesto con nadie más – dijo – sólo vosotros. Prometo decírtelo si alguien quiere pasarse conmigo.

- Vale. Porque exclusivo... es exclusivo, sólo te queremos nosotros dos. Vamos a arreglarnos o llegaremos tarde. – endureció un poco el tono Madara, quizá porque no le gustaba aparentar ser sentimental, quizá porque no era lo suyo hacer pensar a los demás que podía tener corazón, pero Minato le había calado, eso hizo que el rubio sonriera.

- Te acompaño – dijo con dulzura Izuna.

- Gracias – susurró Minato hacia el menor.

Siempre se le había dado bien captar a la gente, era un don para él, quizá porque su padre jamás le dejaba salir de la casa, porque miraba desde las ventanas a las visitas, porque se divertía intentando captar cómo era una persona cuando la conocía entre su encierro, porque las veía en la televisión y jugaba a descubrir su carácter, ahora lo hacía sin darse cuenta.

Madara sólo parecía serio, sólo parecía enojado con todos, pero en el fondo... adoraba a su hermano y hacía cualquier cosa por él, en el fondo... era el más sentimental de los dos pese a que también era el más juguetón, el más "echado hacia delante". Izuna, en cambio, era simplemente... un amor. Algo zalamero, pero dulce y tierno, preocupado por los de su alrededor y no le afectaba demostrarlo, quizá porque tenía a su hermano mayor protegiéndole siempre. Los dos eran... parecidos y a la vez... muy diferentes, pero los dos eran decentes, de eso no le cabía duda alguna. Izuna el cerebro y Madara el protector, una combinación peligrosa y a la vez... atrayente.

- ¿Qué haréis cuando descubráis mi secreto? – susurró con tristeza para sí mismo Minato, viendo las espaldas de aquellos dos hombres que ya habían empezado a caminar y sonreían entre ellos.

No pudo evitar pensar en el padre de su hija, en los últimos años de su vida, en cómo su padre tenía razón... salir de su protección había sido lo peor. Un infierno en vida era lo que había vivido y ahora que estaba fuera... no quería entrar en otro con ellos.

Sus manos fueron a su vientre al instante, tocando con fuerza y casi tratando de proteger aquel órgano interno que le había hecho caer en el más absoluto de los infiernos. ¿Qué harían ellos cuando descubrieran que tenía un útero? Era un bicho raro... un monstruo como lo llamó el padre de su hija, una atrocidad, nadie podía quererle tal y como era.

- ¿Estás bien para caminar o quieres que te coja en brazos? – sonrió Izuna consiguiendo sacar a Minato de su trance.

Miró un segundo la puerta cerrada del dojo, pensando en lo que le habrían hecho a Kabuto, aunque viendo las fotografías que habían sacado... se lo imaginaba atado, desnudo y con algún juguete sexual en su entrada, así que prefirió no abrir la puerta y por supuesto... no ayudarle. Sonrió al ver cómo aquellos dos sonreían frente a él y caminó hacia ellos.

¡No, no iba a contárselo! Ésa fue la decisión que tomó. No podía contarlo, no podía decirles nada de su pasado o acabarían tirándole a la basura, acabaría como al principio y necesitaba el dinero por su hija, por su familia... por su futuro. Le dolía tener que ser así con ellos, porque parecían decentes. Ni siquiera habían tratado de chantajearle pese a que podrían haberlo hecho. Ahora tenía una mala sensación por estar ocultándoles todo a esos dos chicos, pero sabía que cuando se enterasen... le repudiarían, como hacían todos.

- Quiero pasar por casa primero a dejar estas fotografías – comentó Madara – no puedo darme el lujo de perderlas – sonreía haciendo sonreír a su hermano.

- Oye... ¿Crees que es buena idea llevarla a la exposición? – preguntó Izuna en susurro – mírale... aún está afectado.

- Si te digo la verdad... te dejé probarle primero porque tenías mucho entusiasmo por él y porque tú lo habías encontrado, pero me muero de ganas de estar con él, aun así... reconozco que quizá es precipitado hoy. Aún está temblando por lo sucedido.

- ¿Sólo su compañía? ¿Te parece bien? Nada de forzar la situación.

- Me portaré bien – aclaró Madara – no haré absolutamente nada, ni lo rozaré – sonrió – le daré tiempo para calmarse.

Izuna no pudo evitar fijarse en su hermano. Sabía que en el fondo, pese a que dijera todo aquello, también estaba preocupado por ese chico, sin embargo... algo en sus ojos le indicaba que no terminaba de creerse todo, seguía preocupándose por él, por su estado de ánimo.

- ¿Qué ocurre? Conozco esa mirada.

- ¿Crees que es totalmente sincero? – preguntó Madara.

- Le creo cuando habla acerca del sexo pero... creo que hay algo más que no nos cuenta. Aun así... pienso que no debes forzarle, todos tenemos nuestro pasado y lo sabes, puede que sea simplemente algo que no tenga relevancia con nosotros, algo que no nos afecte y prefiera mantenerlo oculto.

- Respóndeme una cosa – preguntó Madara en susurro - ¿Por qué un chico inteligente como él y que quiere ser médico acaba prostituyéndose por dinero? He mirado su expediente académico... es buen estudiante, buen deportista, practica aikido, no se mete en líos pero está aquí... cayendo muy bajo sólo por dinero, dejándose hacer lo que sea con tal de dinero.

- Está clara una cosa... no lo hace por gusto – sonrió Izuna.

- ¿Qué esconde para necesitar con tanta ansia el dinero? ¿Qué te obliga en la vida a hacer algo como esto?

- Quizá su familia – dijo Izuna – yo lo haría por mi familia.

- Eso es lo que me intriga y lo que quiero saber, quién es Minato, quién es su familia y por qué hace lo que hace.

- Te importa de verdad – sonrió Izuna – me alegro haber acertado con la elección del candidato.

- Cállate, no es cierto que me importe.

- Nunca antes te habías molestado en preguntar por el resto con los que nos acostábamos, pero lo haces con él, te importa, a mí no puedes engañarme. Pero tranquilo, guardaré tu secreto.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top