Capítulo 3: Acuerdos


Sus dedos se deslizaban entre aquellas cuerdas con suavidad, llenando la habitación de sonoras notas acompañadas con su dulce voz que cantaba en un perfecto y melodioso francés.

Hacía rato que la puerta del dormitorio se había cerrado, dejando marchar a Kakashi y a Rin a su cita, pero poco le importaba a Minato, quien sonreía y cantaba aquella nana con la que su hija siempre se dormía después de sonreír. Aquellos ojos de azul intenso eran los más fascinantes que Minato jamás observó, quizá sólo era amor de padre como dirían muchos, pero a él le daba igual.

Deslizó la cuerda para dar las notas finales, terminando de cantar al ver que su pequeña de apenas nueve meses cerraba los ojos y se dormía agarrada a ese pequeño peluche en forma de zorro de nueve colas que Kakashi y Rin le habían regalado.

Movió la cinta de la guitarra y sacó la cabeza para poder dejarla junto a la cama. Una sonrisa se dibujó en su rostro, esa pequeña era lo único en su vida que le importaba, sólo por ella seguía adelante. Sus dedos se acercaron hasta la manita de la pequeña y ésta, pese a estar dormida, cogió con fuerza los dedos de su padre consiguiendo que Minato sonriera con mayor intensidad antes de apoyar su rostro sobre la pequeña cuna donde la había dormido y la observaba.

- ¿Cómo puede no adorarte? – susurró Minato con una triste sonrisa – entiendo que no me quiera a mí, pero... ¿A ti? – se preguntó a sí mismo moviendo sus dedos y acariciando la manita de su hija.

Entre aquellas suaves caricias que Minato le ofrecía a su hija, entre sutiles besos en su frente y los lentos movimientos para arroparla mejor, se quedó dormido en mala posición, sentado en el sofá con la cabeza reposando sobre aquella cunita.

- Minato – escuchó la voz de su compañero – Ey, Minato... vamos... deberías ir a la cama o cogerás frío aquí.

- ¿Qué hora es? – preguntó Minato sintiendo su brazo dormido por la mala posición, pero viendo que su hija seguía cogida a sus dedos.

- Las tres de la mañana. Vamos... estaréis mejor en la cama.

- Sí. Tienes razón – sonrió Minato cogiendo a la pequeña con mucha delicadeza y caminando hacia la habitación.

Caminó a oscuras en aquella pequeña habitación de estudiantes y metió a la niña en la cama junto a él, abrazándola para impedir que pudiera caerse en caso de que se moviera. El despertador sonaría a las siete de la mañana para indicarle que debía prepararse para ir a clase, sin embargo y pese a que empezaba a las nueve, siempre se despertaba antes desde que su hija nació. Primero siempre tenía que cuidarla a ella pero no se arrepentía ni por un segundo el haberla tenido aunque sí con quién la tuvo.

Una de las cosas que más odiaba era tener que dejar a esa pequeña siempre al cuidado de alguno de sus compañeros que no tuvieran clase a esas horas, tener que estar turnando a la pequeña y molestando a todos, aunque Kakashi y Rin parecían encantados, Minato sabía que, al fin y al cabo, era su responsabilidad y estaba metiendo a todos en ella.

***

En la gran mansión de las afueras de Tokio, Tajima leía el periódico mientras tomaba el café, toda una rutina para él pero que convertía aquel momento, en el punto de reunión familiar y mayor tranquilidad. Su esposa, a su lado, leía un libro dejándose envolver en aquella fragancia que tiraban las orquídeas que ella misma había plantado ese año alrededor de la gran mesa.

- Llegan tarde – exclamó Tajima hacia su esposa, quien sonrió sin elevar la mirada de su libro, pero sí aprovechó para dar un sorbo a su té verde.

- Son adolescentes, sería raro que llegasen puntuales – aclaró.

- Me prometieron que se comportarían.

- Y lo están haciendo, tan sólo son dos minutos tarde. Esperemos un poco más. El periodista todavía no ha llegado.

Tajima movió la pierna nervioso por la tardanza de sus hijos, sin embargo, sonrió al ver cómo aquellos dos adolescentes bajaban la gran escalera del salón y se reunían con ellos en el jardín.

- Llegáis tarde – les aclaró bajo la sonrisa de su esposa.

- Buenos días, papá – sonrió Izuna dándole un beso en la mejilla.

Izuna siempre era un zalamero, un galán que sabía cómo capear el temporal de su padre, el ojito derecho de la familia. Madara, sin embargo, era más impulsivo y protector, más liberal y apasionado en todo lo que hacía.

- Han sido dos minutos – aclaró Madara mirando el reloj – buenos días, padre.

- Casi prefiero no saber lo que hacíais. Sentaos a desayunar, el periodista debe estar al caer.

- Tanto jaleo sólo para una foto – espetó Madara algo molesto por tener que volver a posar para esas fotografías de la campaña política de su padre – todo sea por los beneficios de la libertad – sonrió haciendo sonreír también a su hermano.

Su padre quiso contestarles, pero al ver cómo su mayordomo traía al periodista tras él, decidió guardar silencio. Se puso en pie con rapidez dejando su café en la mesa junto al periódico e hizo una cordial reverencia. El periodista le imitó al ver cómo el resto de la familia imitaba también a Tajima.

- Es un placer encontrarme hoy aquí, señor Uchiha, tienen una casa preciosa.

- Muchas gracias. Siéntase como en su propia casa.

- Tan sólo serán un par de fotografías, no quiero importunar mucho tiempo la tranquilidad y el bienestar de este desayuno en familia.

Tajima inclinó la cabeza en señal de una reverencia de agradecimiento por la cortesía de aquel periodista. El periodista aprovechó para sacar un par de fotos a ese desayuno familiar, demostrando la tranquilidad y la unión de aquella familia, aunque sus hijos acabaron tras su padre dándole un abrazo y abrazándole cariñosamente para que les sacasen la foto que su padre tanto deseaba.

Apenas el periodista tuvo lo que quería y se despidió para marcharse, ambos hermanos cogieron un par de bollos de la mesa y caminaron hacia el interior del edificio. Tenían que ir a la universidad y no querían demorarse más tiempo, tenían mucho que hacer.

- ¿Ya os vais? Pero si es pronto – dijo su padre mirando el reloj.

- Tenemos un asunto pendiente – le respondió su hijo mayor.

- Quizá... ¿Matricularte en ciencias políticas? – le preguntó su padre intentando que Madara de una vez reaccionase e hiciera la carrera que él deseaba, pero Madara frunció el ceño primero y luego sonrió cansado de escuchar el mismo sermón.

- Papá... ya lo hemos hablado mil veces, no me gustan las ciencias políticas, estudio criminología y me gusta. Además... era nuestro acuerdo, nos portamos bien, hacemos que tu campaña política vaya viento en popa y tú... nos das libertad.

- Aprovechad la libertad – sonrió al final su padre – pero, por favor... no me hagáis sacaros de muchos líos. Sed prudentes.

- No estamos en ningún lío... aún – susurró Izuna.

- ¡Dios mío! – exclamó su padre ante la risa de su esposa - ¿En qué andáis ahora?

- Estamos conociendo a un chico – le comentó Madara sin más.

- ¿Los dos? – preguntó alarmado. Ambos hermanos se miraron un segundo a los ojos antes de volver la vista a su padre, sonreír y asentir - ¡Dios, dame fuerzas! – dijo su padre colocando los dedos en el puente de la nariz para intentar relajarse.

- Papá... ya lo sabes... es mejor no conocer los detalles de nuestras relaciones sexuales – dijo Madara apoyando sus manos en los hombros de su padre, pero éste abrió los ojos y dejó caer las manos sobre los brazos de las sillas como si no se creyera lo que acababa de escuchar. Su esposa simplemente sonreía ante aquellas conversaciones.

- Es mejor que os vayáis ya, tienes razón... no quiero saber en qué andáis metidos. Pero, por favor... que no os pille ningún periodista.

- Sí, papá... mancharía tu reputación. Tranquilo, tendremos mucho cuidado – aclaró Izuna apartando a su hermano de su padre. Parecía nervioso por querer irse ya a ver a ese chico.

Tajima cogió el periódico y trató de leer cuando sus hijos se marcharon, sin embargo, acabó dejando el periódico con un golpe seco encima de la mesa y se giró hacia su esposa que apartó por primera vez los ojos del libro.

- ¿Por qué siempre se meten en líos? – preguntó Tajima.

- Porque son adolescentes – sonrió su esposa.

- ¿Han dicho un chico? ¿Crees que están conociendo a un par de chicos los dos a la vez? – su esposa le miró algo dudosa, pero Tajima cogió el periódico enrollándolo antes de dar un golpe contra la esquina de la mesa - ¿Por qué tienen la manía de compartirlo todo? – preguntó sabiendo que seguramente sería un solo chico.

- Porque ya lo hacían desde niños – respondió su esposa – son buenos chicos, les han inculcado bien y no harán nada malo. Madara estudia para policía criminalístico, créeme... tiene una buena ética y tu hijo pequeño quiere ser periodista deportivo, es muy cariñoso, sólo... les gusta compartir las cosas... puede que incluso los chicos.

- A su edad yo también soñaba con hacer un trío, pero no lo hice – confesó Tajima.

- Todos los hombres pensáis en eso – susurró su esposa entre risas – sólo que tus hijos están acostumbrados y les gusta romper las normas. Nunca les han gustado las reglas, la sociedad les dice que deben vestir con traje y te vienen en vaqueros y americana – recordó su esposa la última barbacoa entre los socios de su esposo – la sociedad les dice que deben encontrar una pareja... y ellos montan un trío. Déjales... son jóvenes, idealistas y tienen una buena ética. ¿Preferirías que estuvieran siempre discutiendo?

- No – dijo Tajima – me encanta que se lleven así de bien, pero... ¿Hasta los novios tienen que compartir?

- Ya sabes cómo son... son buenos chicos. Deja que se diviertan y deseen cambiar los prejuicios del mundo. Sólo quieren un poco de libertad para ser ellos mismos.

***

- Tu móvil sigue sonando – informó Kakashi al ver cómo Minato terminaba de darle la papilla a su hija.

- Déjalo que suene – comentó tras ver cómo Ino se tragaba la última cucharada y él aprovechaba para llevarse el plato a la pila.

Rin aprovechó que la niña ya estaba despierta, vestida y comida, para llevársela al parque un rato a dar una vuelta, así los dos chicos podrían irse a clase. Minato buscaba desesperado las llaves del dormitorio entre las mantas y las bolsas de la pequeña mientras Kakashi le metía prisa para irse.

En cuanto encontró las llaves, una sonrisa se dibujó en su rostro, cogió el antiguo móvil que seguía vibrando en la cama y se dirigió hacia la puerta. Kakashi fue el que abrió, pero no pudo dar ni un paso fuera de allí al encontrarse a esos dos chicos al otro lado, uno de ellos con el móvil en la oreja llamando.

- ¿Por qué no lo coges? – preguntó Madara a un absorto Minato con el móvil vibrando en la mano – vamos... estoy esperando – le dijo.

Minato abrió la tapa del móvil y respondió con serias dudas, pero Madara lejos de apartar el móvil de su oreja, contestó por él pese a tenerle enfrente.

- Hoy a las cinco y cuarto en el aparcamiento de la universidad, arréglate, nos vamos a una exposición de arte – le aclaró Madara – y la próxima vez... coge antes el teléfono, podría ser una llamada importante.

Madara colgó el teléfono dejando absorto tanto a Kakashi como a Minato que estaba tras su compañero de habitación.

- ¿Cómo...? – intentó hablar Minato.

- ¿Sabemos dónde vives? Tenemos influencias, recursos y mucho dinero, es fácil descubrir dónde vives pagando a las personas adecuadas – aclaró Madara – tienes que cambiarte el móvil, he intentando mandarte whatsapp pero es tan viejo que no tienes.

- Ya... no tengo app ni cosas de ésas – aclaró Minato enseñándole aquel móvil con tapa.

- Apúntalo en la lista – le dijo Madara a su hermano – comprarle un móvil nuevo.

- Un segundo – aclaró Kakashi cerrando la puerta y girándose a su compañero.

Los Uchiha se miraron unos segundos en un tenso silencio sin entender por qué aquel otro adolescente al que no conocían, les había cerrado la puerta en las narices para hablar con Minato a solas, pero aguardaron unos segundos a la espera que abrieran de nuevo la puerta.

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